Me gusta la ciencia-ficción, pero no exclusivamente las novelas hard, sino especialmente aquellas situadas en mundos y épocas más o menos actuales y en los que el elemento CF es una excusa para analizar determinados elementos de una sociedad. En ese sentido, me gustan autores como David Brin, Robert J. Sawyer, Jasper Forde y, entre otros, Connie Willis. Descubrí a Willis un día de agosto de 2004, cuando compré Tránsito, una voluminosa novela suya sobre las experiencias cercanas a la muerte (ECM), con el hundimiento del Titanic como metáfora del cerebro que se muere poco a poco. Devoré esta novela. Un año después, en septiembre de 2005, compré por primera vez El Libro del Día del Juicio Final. Digo primera vez, porque esa misma tarde me robaron la mochila, perdiendo libro, CD’s, dinero y cachivaches de todo tipo que solía -y suelo llevar-, siempre a cuestas. Volví a comprar la novela, la devoré en apenas 4 días, me atrapó. Desde entonces, novela de Willis que se ha ido publicando (o reeditando), novela que he leído: Por no mencionar al perro, Oveja mansa y Los sueños de Lincoln. Y a ver si un día de estos cae en mis manos Remake.
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