PLATÓN DE ATENAS: UNA VIDA EN LA FILOSOFÍA – Robin Waterfield

Robin Waterfield (n. 1952) es quizá el gran especialista, o uno de los principales, en Platón en lengua inglesa a día de hoy. Son muchas sus traducciones a ese idioma de muchos de los diálogos platónicos, además de otros autores clásicos: Jenofonte, Heródoto, Plutarco, Jámblico, Polibio, Eurípides… y filósofos como Aristóteles, Epicuro y, el más reciente, Epicteto. También es autor de unas cuantas monografías, algunas de las cuales hemos tenido la suerte de tener en castellano –La retirada de Jenofonte: Grecia, Persia y el final de la Edad de Oro (Gredos, 2009), La muerte de Sócrates (Gredos, 2011) y La guerra por el imperio de Alejandro Magno (Gredos, 2012)–; y otras merecerían una traducción: de obras generales – Creators, Conquerors, and Citizens: A History of Ancient Greece (Oxford University Press, 2018)– a períodos determinados como la conquista romana de Grecia (Taken at the Flood: The Roman Conquest of Greece, Oxford University Press, 2014, que tengo pendiente de lectura en su edición de bolsillo) o personajes aún más concretos, como su muy meritorio trabajo sobre Antígono II Gonatas (The Making of a King: Antigonus Gonatas of Macedon and the Greeks, Oxford University Press, 2021). Ante su extensa obra (véase su página web), que haya llegado a nuestros lares una pieza más, y además de altura, es algo que hay que celebrar.

Platón de Atenas: una vida en la filosofía, que acaba de publicar la Editorial Rosamerón –sello nuevo enfocado a la filosofía, particularmente, y apuesta personal de Francisco Martínez Soria, toda una utopía editorial que aplaudimos fervientemente–, es su último libro y el primero que llega al castellano en más de una década. Una biografía, la primera que podríamos considerar moderna –la más «reciente» sería la de Wilhelm Tennemann, Life of Plato, traducido al inglés por B. B. Edwards en 1839–, pues aunque son muchísimas las obras sobre Platón, prácticamente todas ellas tienen el objetivo de analizar la filosofía de Platón: clásicos como el estudio de G. M. A. Grube, El pensamiento de Platón (2010 [ed. orig., 1935]) u obras recientes como el de Mario Vegetti, Platón (2012 [2003]), ambos publicados en castellano por Gredos; o libritos como Platón de R. M. Hare (1991 [1982]) e Introducción a Platón de David J. Melling (1991 [1987]), en la (clásica) colección de bolsillo de Alianza Editorial, y que leí a lo largo de la licenciatura de Historia.

Pues entonces, antes incluso –en COU, entusiasmado por la parte de la asignatura obligatoria de Filosofía, ya leí algunos de los diálogos platónicos, República incluida–, mi interés en Platón, vinculado a asignaturas de mundo clásico, me incitó a «profundizar» en la obra del filósofo ateniense, estimulado por la entonces reciente publicación de la edición de José Manuel Ramos Bolaños de las Leyes en Akal (1988), segunda (y algo problemática) traducción española de este último gran diálogo del filósofo ático, tras la de José Manuel Pabón y Manuel Fernández Galiana (C.S.I.C., 19883-1984; reed. en formato bolsillo por Alianza Editorial en 2002, reimpresión en su remozada colección de bolsillo en 2014) y que antecedió a la, esta sí excelente, de Francisco Lisi Bereterbide en dos tomos en Gredos (2006), que muchos pudimos adquirir cuando salió en formato de coleccionable de quiosco un poco después. Recuerdo el «maratón» de lectura (relectura en algunos casos) de la mayor parte de los diálogos en la edición de Gredos en torno a 2001-2002 (los tomos I a V; al VI, con Filebo, Timeo y Critias no llegué o al menos no lo recuerdo).

Pero centrémonos. Esta biografía parte de la incertidumbre de las escasísimas fuentes coetáneas que tenemos de Platón y que estas puedan ser la base de una biografía del filósofo ateniense: Waterfield anticipa en la introducción y detalla en un apéndice sobre fuentes –que en el original inglés es el primer capítulo del libro, por cierto– que solo podemos confiar en tres de las cartas (Tercera, sobre todo Séptima y Octava) para poder «documentar» parte de la vida, y de manera muy parcial (algunos episodios de la etapa «siracusana» del filósofo), siendo el resto falsificaciones; destaca que los diálogos apenas dan algunas, y poquísimas, referencias a sucesos muy concretos –por ejemplo, los años inmediatamente posteriores a la condena y muerte de Sócrates en 399 a.C., algún acontecimiento contemporáneo (la Paz de Antálcidas de 386, mencionada en el Menéxeno), alguna referencia en comedias tardías de Aristófanes, la certeza de que las Leyes fueron escritas en los últimos años de vida de Platón–, y apenas nada más.

Ya las diversas «biografías» antiguas que se escribieron sobre Platón –seis, en un arco que va del siglo I al VI de nuestra era– hablan más de la imagen que se fue forjando del propio Platón con el paso del tiempo que de la vida real de un filósofo que fue famoso (e incómodo para la democracia ateniense restaurada tras 403 a.C.) y sobre el que mucho se escribió, pero básicamente a partir de la leyenda o la crítica (a menudo descarnada). Y es que de Platón sabemos poco, muy poco, como persona: es más, como menciona Waterfield en el primer capítulo, incluso sobre su nombre se siguen perpetuando leyendas y errores, como que su nombre real era Aristocles –el nombre de su abuelo u que quizá hubiera recibido de ser el primogénito de su padre…y no el cuarto hijo– y que Platón era un mote, cuando más bien se trataba de un nombre más común de lo que se cree en la época. Tenemos dudas sobre en qué fecha concreta real nació, y al margen de aquella que a posteriori se estipuló: por ejemplo, el 428/427 a.C., que coincide con los 81 años que se supone que vivió Platón hasta su muerte en 347, y que suele ser el total de multiplicar 9 años por cada una de las musas. Sospechoso, considera el autor. Además, el personaje no desarrolló una «carrera» política a la que podía acceder por la riqueza de su familia, se sabe poco de él en concreto más allá de hechos muy determinados (su ausencia de Atenas tras la muerte de Sócrates, la fundación de la Academia, los dos o tres viajes a Sicilia) y hay largos períodos de su vidas en el que lo «suponemos» escribiendo sus diálogos, pero poco en detalle.

¿Quiere esto decir que es imposible escribir una biografía de quien es quizá el «inventor de la filosofía», como así lo considera el autor, al menos si consideramos la filosofía como una disciplina sistematizada que atañe a prácticamente todo lo que tiene que ver con el ser humano? No, y buena muestra es este libro, que en apenas 300 páginas de texto (apéndices al margen) «reconstruye» la vida del personaje, inserta en la filosofía como incide el subtítulo, y que nos permite situarlo no solo en la evolución política de la polis en la que nació, y con cuyo régimen democrático convivió desde la, como mínimo discrepancia, sino también en el ambiente filosófico del período: de los sofistas a las influencias pitagóricas y otras escuelas, y, cómo no, la fundación de la Academia, auténtica «universidad» ateniense, a la que muchos «políticos» griegos acudieron para formarse, que reunió a «estudiantes» de diversas disciplinas filosóficas y «científicas», y que compitió con otras escuelas como la, por ejemplo, Isócrates.

Waterfield sitúa de entrada (primer capítulo) a Platón en Atenas, de donde apenas se moverá en la mayor parte de su vida –quitando, como decíamos, algunos viajes en los años posteriores a la muerte de Sócrates (la Magna Grecia, por ejemplo) y los periplos, entre dos y tres, a Sicilia en períodos discontinuos de las décadas de 360 y 350 a.C.–, y es quizá la mejor manera de presentar al personaje: insertarlo en la ciudad en la que, a diferencias de otros socráticos también críticos de la demokratía como Jenofonte, decidió vivir, donde tenía sus raíces (y bienes) y en que, a pesar de su relación incómodo con el régimen imperante, se sentía como en casa, por decirlo de alguna manera. Y es algo que conviene tener siempre en cuenta: por muy crítico que fuera con la democracia, Platón se consideraba ateniense y muy vinculado a la capital del Ática. También discute Waterfield algunas fechas tradicionales, como decíamos antes, caso de su nacimiento (que retrasa a 424/423) o de la fundación de la Academia (en torno a 383),  y sigue la hoja de ruta de la escritura y publicación de los diálogos, para los cuales establece diversas etapas en función de su contenido y estilo. De este modo, y tratando algunos de los aspectos esenciales de la filosofía platónica –la teoría de las Formas, la inmortalidad del alma, la dicotomía entre conocimiento y creencia y, sobre todo, la Política con mayúsculas–, el autor británico nos sitúa no sólo en la conformación de ese «canon» doctrinal, de una manera muy asequible para lectores con ciertos conocimientos, sino también sus influencias externas (el pitagorismo de la Magna Grecia, la influencia matemática) que también permearon parte de su pensamiento.

Hay que tener en cuenta, como incide el autor, el componente «dramático» de los diálogos platónicos, su inherente «ficcionalidad» en cuanto a los diversos personajes (Sócrates, sobre todo) y el modo en que se muestran. Percibimos una clara evolución, de la serie de diálogos iniciales y relacionados con el «primer» Sócrates, en torno a las enseñanzas y discusiones en la época previa y durante su juicio en 399 a.C.; un «Sócrates» imaginado en muchos aspectos, que refuta y reelabora conceptos, y que dará paso un «segundo», en los diálogos intermedios para, paulatinamente, o bien ser un personaje cada vez más secundario o ya no aparecer en los últimos diálogos. Una evolución del rol del «personaje» que acompaña también a la del propio Platón, que modulará su teoría política con el devenir de las décadas, y el desencanto progresivo, al tiempo que la Academia crece y se erige en una escuela de discusión y de perfeccionamiento filosófico y científico. Conviene, pues, dejar de lado ideas preconcebidas sobre Platón y su filosofía, y comprender que este, velis nolis, también fue cambiando en su manera de pensar a medida que investigaba, discutía, contrastaba… y vivía.

Resultan especialmente interesantes –apasionantes, diría– los capítulos centrales del libro, dedicados a la etapa de «escritura» e investigación en las décadas de 390 y 380, la Academia y los diálogos intermedios, o más «maduros» (capítulos 4-6), en los que nos dejamos llevar por la sapiencia de Waterfield y nos empapamos de su amplísimo conocimiento de la filosofía platónica (fruto de sus muchas traducciones de los diálogos), y además de una manera amena, accesible incluso. Añadamos el capítulo 7 sobre las andanzas de Platón en Sicilia, donde intentó poner en práctica gran parte de su teoría política, de manera bastante ingenua se podría decir, en apoyo de su amigo Dión y «camelado» por un Dionisio II, tirano siracusano, para quien resultó más cómodo ponerse la chapa de la filosofía en su manto que aprehender a fondo su significado o aplicarla a política (más o menos) diaria. Para entonces, la madurez de Platón en torno a la noción del gobernante sabio ya anticipaba su última etapa, la de las Leyes, con el gobernante que ya no sería el filósofo de la República o el político del diálogo homónimo –y no escrito el tercer volumen de la particular trilogía formada por el Sofista, el Político y el Filósofo–, sino aquel más «realista» (dentro de lo que cabe, claro).

El resultado es una magnífica biografía/estudio de la obra de Platón, que hará especialmente las delicias de quienes hayan/hayamos (re)leído muchos de sus diálogos, que se abre al interés del lector no especializado en la filosofía del pensador ateniense, y que muestra a Platón, su vida, plenamente en el contexto (y los espacios) de los años en que vivió. De este modo, se consigue tener una imagen matizada en algunos aspectos y sobre todo mucho más interesante de la «vida» y el pensamiento de quizá la figura más relevante e influyente de la filosofía –«la característica general más prudente de la tradición filosófica europea es que consiste en una serie de notas a pie de página de Platón», Alfred North Whitehead dixit en 1929– …al menos hasta Descartes y Kant.

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Robin Waterfield, Platón de Atenas: una vida en la filosofía; traducción de Vicente Campos González. Barcelona, Editorial Rosamerón (Utopías Literarias), 2024, 384 páginas.

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Imagen de Robin Waterfield, extraída de su página web.

Busto de Platón, copia romana de un original del último cuarto del siglo IV a.C. Fuente: Wikimedia Commons.

     

2 comentarios en “PLATÓN DE ATENAS: UNA VIDA EN LA FILOSOFÍA – Robin Waterfield

  1. cavilius dice:

    Lo compré en cuanto supe de este libro, y lo tendré que leer antes de que se me olvide que lo tengo. Waterfield es un autor muy consistente y maneja abundantes datos; y además tiene la virtud de la amenidad. Los libros sobre la filosofía de Platón son casi infinitos, pero es verdad que sobre su vida no hay apenas, y los que hay repiten siempre los mismos tópicos. En novela tampoco hay gran cosa; si aparece Platón, es como personaje secundario casi siempre a la sombra de su maestro Sócrates. Solo se me ocurren dos novelas estupend(ísim)as en las que el filósofo brilla más que nadie: La séptima carta de Vintila Horia y La máscara de Apolo de Mary Renault. Quien no las haya leído no sabe lo que se pierde.

    Curioso el dato que mencionas sobre el nombre del filósofo: es verdad que no es el único «Platón» del mundo clásico.

  2. Farsalia dice:

    Ni el único Platón de Atenas en su época…

    No tengo la novela de Vintila Boris, pero la de Renault, con todo el asunto siracusano, es una delicia.

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