LA GUERRA POR EL IMPERIO DE ALEJANDRO MAGNO – Robin Waterfield

Eran buenos tiempos para ser mercenario”.

Probablemente no hay muchos periodos en la historia comparables a las cuatro décadas que siguieron a la muerte de Alejandro Magno. Fueron cuarenta años de auténticas guerras mundiales, años en los que las batallas salpicaron todo el territorio conquistado por el hijo de Filipo II, desde Macedonia hasta la India, y en muchas de las cuales se decidía precisamente el destino de esa conquista (es decir: el destino del mundo). Y pese a ello, pese a tratarse de un momento histórico que marcó el devenir de la civilización occidental durante siglos, no es un periodo excesivamente conocido: apenas contamos con el relato más o menos continuo de Diodoro de Sicilia, escrito 3 siglos después; con algunas Vidas de Plutarco (más posterior aún); y con muchos retazos de otros autores que en conjunto no suman gran cosa.

No solo por esto es relevante y llamativa la época en cuestión. Las guerras que se iniciaron al morir Alejandro en el 323 a.C por conseguir su imperio no fueron ya entre bandos ajenos entre sí; el enemigo no era persa, ni de una tribu exótica del este de Asia Menor o del norte de Tracia o Macedonia. Ni siquiera se trataba de griegos de una polis luchando contra griegos de otra polis (a fin de cuentas las ciudades griegas eran como pequeños estados independientes, y un griego era un extranjero en cualquier polis griega excepto en la suya). Las guerras de los Diádocos (sucesores –de Alejandro Magno concretamente–), como han pasado a la posteridad, enfrentaron a macedonios contra macedonios, es decir, a iguales contra iguales, pues Macedonia era un estado unitario gobernado de manera centralizada por una monarquía, la dinastía argéada. La reticencia de los macedonios a combatir contra compatriotas, ya fuera en suelo macedonio, griego o asiático, tal vez explicaría el hecho de que en muchas batallas se produjeran cambios de bando, deserciones o incluso negativas a combatir; con la consiguiente contrariedad por parte de los generales que los enfrentaban, macedonios también.

En segundo lugar, incluso ese aspecto emocional que impregnó estas guerras fue superado por otro que lo era más: la posesión de la legitimidad. La sombra, el peso y la influencia de Alejandro sobre los macedonios fueron tan enormes que todos sus generales, cada uno por su cuenta, quisieron apropiarse de su “herencia”, considerarse herederos de su legado y ejecutores de su voluntad. De modo que durante muchos años hubo siempre, en alguno de los bandos, una postura “oficial” que enarbolaba la causa de Alejandro y que, en muchas ocasiones, disponía de la baza de contar con el favor de algún miembro de la familia real argéada, lo cual producía resultados increíblemente eficaces. En una ocasión Olimpia, madre de Alejandro, con su sola presencia en primera línea de batalla dio la victoria a su facción sin necesidad de que nadie disparara ni una flecha.

Y en tercer lugar, y siguiendo con los aspectos emocionales, lo que también de particular tuvieron estos enfrentamientos entre macedonios herederos del imperio alejandrino fue que los líderes fueron generales que habían servido a sus órdenes. Es decir: habían sido compañeros de armas, incluso amigos (la mayoría pertenecieron al selecto grupo de los “Amigos” (somatophylakes) de Alejandro). A menudo las alianzas, los cambios de bando, las traiciones, etc. dependieron de las afinidades entre ellos tanto como de las propias exigencias de la guerra.

A semejante periodo histórico, singularísimo y determinante, es al que Robin Waterfield, inglés afincado en una granja del Peloponeso y dedicado sobre todo a la traducción de clásicos, ha dedicado su libro Dividing the spoils. The war for Alexander the Great’s Empire, título que la edición castellana ha mutilado (torpemente, creo yo) y reducido a La guerra por el imperio de Alejandro Magno. Quizá porque el libro habla continuamente de bandos, hay que decir que el autor, a las primeras de cambio y de manera innecesaria, escoge el suyo y se alinea entre los que imaginan a un Alejandro cruel y despiadado:

Tal como sucedieron las cosas, hasta el sanguinario Alejandro se habría sentido orgulloso del alcance de las ambiciones de aquellas personas, pues sumieron el mundo conocido en décadas de guerra”.

¿Y cómo sucedieron las cosas? Ciertamente como en una comedia (o mejor, tragedia) de enredo. Bien sabido es que al morir Alejandro no dejó heredero directo de su imperio. Pero bien sabido es que esto no es verdad, y lo cierto es que puede que dejara demasiados: su esposa bactriana Roxana esperaba un hijo de él; su amante persa Barsine tenía ya al pequeño Heracles, de cinco años; su hermano mayor Arrideo, pese a su deficiencia mental, gozaba de prerrogativas para acceder al trono en tanto que hijo de Filipo; su general Pérdicas había recibido el anillo real de manos de Alejandro antes de exhalar el último suspiro. Por otro lado el ejército macedonio, cuya opinión era vinculante en la elección del heredero, se hallaba dividido entre Arrideo y el aún no nacido hijo de Roxana. Todo esto sin contar con las ambiciones individuales de los “Amigos” de Alejandro, presentes en el momento de morir este (Aristonoo, Leonato, Lisímaco, Pitón, Pérdicas, Peucestas y Ptolomeo); de algunos otros macedonios de alto rango también presentes (Eumenes, Seleuco y Nearco); de dos más, quizá los más importantes, ausentes (Antípatro y Crátero); y de un último también ausente pero a priori, solo a priori, menos relevante (Antígono). Añádase a todo ello el hecho de que tanto el hijo nonato de Roxana como Heracles y como Arrideo, en caso de salir elegidos, precisarían de un (o más de un) tutor que ejerciera de regente: en el caso de cualquiera de los niños, hasta que alcanzara la mayoría de edad, y en el caso de Arrideo, probablemente de por vida. Y como broche final, no eran cuestiones baladíes las ambiciones de dos mujeres terribles, Olimpia madre de Alejandro Magno (pero no de Arrideo) y Adea Eurídice, esposa de Arrideo y medio pariente de Alejandro. Con estos preliminares, cabe imaginar la lucha enconada que se desencadenó para poseer el territorio conquistado por Alejandro, ya fuera en su totalidad o por alguna parcela del mismo. Baste decir que en menos de 10 años apenas quedaba vivo ninguno de los nombrados, y los que quedaban seguían combatiendo entre sí.

Robin Waterfield relata las seis guerras de los Diádocos, consecutivas y prácticamente sin pausa, subrayando en todo momento al personaje que en cada caso lo mereciera más. Así, fueron figuras destacada Pérdicas, regente de los dos reyes (pues esta fue la increíble decisión inicial acordada por todos: hacer que compartieran la corona el hermano –Filipo III Arrideo– y el hijo de Alejandro Magno –Alejandro IV, hijo de Roxana–) hasta que sus propios soldados lo mataron y se pasaron al bando de Ptolomeo; Eumenes, uno de los hombres más capaces de su época, siempre defensor de aquella “legitimidad” pero que también se vio traicionado por los suyos quienes lo entregaron a su enemigo Antígono; Casandro, hijo de Antípatro, de quien cabe decir que logró prevalecer en Macedonia durante diez años a lo largo de los cuales se ocupó de acabar con los últimos vestigios de la familia de Alejandro Magno: hijos (Heracles y Alejandro IV), mujeres (Roxana y Barsine) y madre (Olimpia, quien no mucho antes de su muerte había ordenado matar a Filipo III Arrideo y a su mujer Eurídice); Antígono, quizá el gran triunfador inicial y el primero que estuvo cerca de conseguir unir todo el territorio bajo un solo yugo, el suyo; Demetrio, hijo de Antígono y heredero de su ambición y megalomanía, quien logró gobernar Atenas durante años e incluso llegó a ser rey de Macedonia; Lisímaco, uno de los más comedidos en sus ambiciones imperiales y por ello uno de los que más tiempo duró al frente de su trozo del pastel alejandrino, la región de Tracia; Ptolomeo, sin duda el más estable, desde el primer momento se hizo cargo de Egipto y lo hizo con tal sobriedad que fundó una dinastía que perduraría hasta la época romana; y Seleuco, después de Antígono el que anduvo más cerca de lograr la unidad del imperio de Alejandro, hasta que fue asesinado traicioneramente por su protegido, el díscolo hijo de Ptolomeo llamado Ptolomeo Ceraunos. De modo que la muerte del último de los “sucesores” de Alejandro, Seleuco, en el 281 a.C., puso punto y aparte a esa carrera por el dominio del imperio. En adelante serían los hijos de estos, los llamados “epígonos”, quienes seguirían decidiendo por las armas el destino de esas tierras.

El complejo mundo de las alianzas matrimoniales gozó en este periodo de una gran vitalidad; al margen de que algunas mujeres tenían peso específico propio (las ya mencionadas Olimpia, Adea Eurídice o incluso Roxana y alguna otra), en general las hijas de los sucesores fueron empleadas como mercancía. Waterfield no puede menos que hacerse eco de los matrimonios que generales como Antípatro o Ptolomeo pactaron con sus hijas, como medio de establecer alianzas con otros gobernantes para evitar guerras o para ratificar tratados de paz. El lector puede encontrarse en ciertas dificultades o incluso perder el hilo de la narración cuando Waterfield aborda tales temas, lo cual no es en absoluto achacable al autor ni al lector sino a la complejidad de la época en cuestión. Lo mismo puede llegar a suceder cuando Waterfield habla, y lo hace a menudo como es lógico pues de eso trata el libro, de las complejidades de los enfrentamientos entre bandos: cuando la facción antigónida antiantipátrida se enfrenta a la alianza antipátrida antiantigónida; o cuando Asandro se alía con Casandro pero es derrotado por Polemao; o cuando Polemao se fía de Ptolomeo hasta que este lo mata; o cuando Demetrio (el de Falero) gobierna Atenas hasta que Demetrio (el Poliorcetes) lo expulsa. O cuando Antípatro, Ptolomeo y Crátero se alían contra Pérdicas, Eumenes y Olimpia, y Antígono, en el bando de Pérdicas, se pasa al de Antípatro al pelearse con Pérdicas; o cuando Casandro y Antígono están en el mismo bando hasta que deciden estar en bandos enfrentados; o cuando Antípatro y Antígono están en el mismo bando hasta que, ellos también, deciden estar en bandos enfrentados; o cuando Antípatro y Casandro están en el mismo bando, el antipátrida (como buenos padre e hijo que son) hasta que Antípatro se muere y nombra heredero a Poliperconte y entonces Casandro decide ponerse en cabeza del bando antipátrida frente al de Poliperconte, a quien obliga a convertirse en líder del bando antiantipátrida; o cuando Antígono manda matar a Antígenes; o cuando Seleuco se alía con Antígono contra Eumenes hasta que Antígono se alía con Eumenes contra Seleuco. Y así hasta el infinito, o casi. El ansia por el triunfo parecía poseer a los herederos de Alejandro, algunos de los cuales acudían al campo de batalla pese a ser prácticamente ancianos. En la decisiva batalla de Ipsos, en el 301 a.C., un octogenario Antígono encontró la muerte frente a la coalición formada por Lisímaco, que tenía casi sesenta años, Seleuco, de casi la misma edad, Ptolomeo, ya cercano a los 70, y Casandro, el más joven con casi 50. Y en la no menos decisiva de Corupedio, en el 281 a.C., los 80 años de Lisímaco se enfrentaron (y sucumbieron) a los de Seleuco. Sin duda la guerra fue el hábitat natural de los reyes helenísticos de este primer periodo.

Pero no se limita el libro de Waterfield a relatar las batallas entre unos y otros. Si por algo es importante el periodo helenístico es por haberse producido en él la transmisión de la cultura griega a todo el mundo conocido. Asimismo se produce en esos años un cambio esencial en la concepción griega del individuo como tal, de la ciudad como tal y del sentido de la vida como tal. Todos estos aspectos son tratados, someramente al menos, por Waterfield, en un intento (supongo) de salvar al libro del encasillamiento como mero libro de batallitas. Que lo es sin duda, y lo cual no tiene nada de malo, por cierto.

Waterfield es autor de obras divulgativas reforzadas con una concienzuda investigación (La muerte de Sócrates, La retirada de los Diez Mil), y en este caso presenta un trabajo francamente clarificador de una época tan concreta, convulsa y confusa como las guerras de los Diádocos. Robin Waterfield, desde su granja peloponesia, aporta un discurso en ocasiones enrevesado (pero de ello es culpable el contenido más que la forma) pero en general bastante lúcido de los años que van de las conferencias de Babilonia, con el cuerpo de Alejandro aún caliente, a la batalla de Corupedio. El libro se acompaña de una amplia bibliografía, una cronología ad hoc, un glosario de personajes y unos árboles genealógicos que ayudan a que el lector sepa en todo momento de qué y de quién se le está hablando. Una lectura, en fin, interesantísima y apasionante que cuenta con el beneficio de no tener mucha competencia (al menos en el mercado español), pues existen ensayos dedicados al periodo helenístico en general pero no sé si habrá alguno dedicado exclusivamente a los Diádocos.

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38 comentarios en “LA GUERRA POR EL IMPERIO DE ALEJANDRO MAGNO – Robin Waterfield

  1. Farsalia dice:

    Completísima reseña (con tema musical y todo, jejeje, y que pega muy bien). Un libro muy ameno, con mucho detalle militar (mucha campaña, especialmente en la primera década posterior a la muerte de Alejandro). Un título soso (Dividing the sspoils, el original, es mucho más adecuado). Vale la pena, no hay mucho sobre el tema en castellano, como menciona Cavilius, y aunque el precio es un óbice, el esfuerzo pecuniario bien valee el esfuerzo.

  2. koningtiger dice:

    Magnífica reseña, y un gran libro, sí señor.

  3. asiriaazul dice:

    Gran reseña Cavilius. El libro ya lo tengo en mis manos y deseando comenzar la lectura sobre una etapa histórica tan interesante como desconocida para el gran público.

  4. Antígono el Tuerto dice:

    Gran reseña cavilius, como bien dices el tema tiene poca presencia en el idioma español, no sé si porque es una época poco atrayente (discrepo) o porque otras razones.
    La verdad es que tiene una buenísima pinta, sobre todo por el acompañamiento que mencionas (árboles genealógicos, glosario, etc…) y el tema es apasionante a más no poder.

  5. cavilius dice:

    Es una buena lectura, sí, y además Waterfield escribe con soltura. Hacer comprensible el complejo entramado de alianzas que en tan corto periodo de tiempo se hacen y se deshacen de un día para otro, de matrimonios que se pactan entre unos y otros, etc., no es fácil.

  6. iñigo dice:

    Lo quieroooo. Y está en la lista de pendientes. Gran reseña. Lo poco que he leído de la época es del número que sacó hace un año Desperta Ferro. Ya entonces me pareció un momento histórico apasionante y seguro que tarde o temprano caerá. Bien por Cavilius.

  7. Davout dice:

    – Gracias por la reseña Cavilius. Tomo nota para un futuro aunque tengo dos en inglés en pendientes, de un tal Bob Bennett, sobre el tema. También tengo algo en un DESPERTA FERRO, por cierto con un bonito mapa que tal vez ayude a la lectura de este que reseñas.

  8. iñigo dice:

    Por cierto, preciosa cabecera la de la reseña. Espectacular.

  9. Hagakure dice:

    Pedazo de reseña. Tema muy atrayente y si además es de lectura amena pues más aun. Buena editorial, bonita edición; en fin, un libro que hay que tener, pienso.
    Extraña forma de tirar la del arquero que sale en la cabecera.

  10. cavilius dice:

    Lástima del precio sacacuartos, pero por todo lo demás el libro vale la pena.

  11. Vorimir dice:

    Pues sí, lástima de precio. :(
    La estupenda reseña me ha dejado con la lengua fuera, babeando pero llega tarde para poder incluirlo en la lista de Navidad.
    ¡Cavi hombre eso hay que pensarlo antes de subir reseñas como esta! ¡Piensa en los demás!
    Bueno, os dejo un rato que voy a recortarme los dientes, que los tengo largos.

  12. iñigo dice:

    No te los recortes que puede ser doloroso… mejor límatelos.

  13. ARIODANTE dice:

    Ya decía yo que pasaba mucho tiempo sin que saliera Alejandro Magno por estos lares…y nuestro griego particular. Feliz Navidad, Cavi. Sigue escribiendo reseñas como ésta, por favor!

  14. Vorimir dice:

    Ya esh tadde Iñigo, tadde… Hafedmelo dizo anteh hombre…

  15. cavilius dice:

    Feliz Navidad, Ariodante, y a todo el mundo también.

  16. ARIODANTE dice:

    Feliz Navidad, Cavi! ¡Y Felices fiestas a todos los hislibreños!

  17. Lampsaco dice:

    ¿Qué opinión les merece el libro de Walbank de la misma colección y mismo precio prohibitivo?

  18. cavilius dice:

    Pues eso, que tiene un precio prohibitivo. Hasta que no lo bajen a la mitad por lo menos, no sé si me atreveré a comprarlo.

  19. Farsalia dice:

    Pues aprovechando un descuento me lo llevé hace unos días a poco menos de 20 €. Un libro que ofrece una imagen global (política, sociedad, cultura) de la época helenística. Caro es poco, pero a poco que se pueda, vale la pena.

  20. Antonio Penadés dice:

    Qué pasada de reseña, Cavilius. Gracias por toda esa información y que tengas un muy buen año. Y a todos los demás también, claro.

  21. cavilius dice:

    Gracias, Antonio, y feliz año a ti y a todo el que se me ponga por delante.

    Yo, farsalia, dudo entre el de Walbank y el descatalogadosísimo de Lévêque El mundo helenístico (solo accesible segundamanísticamente, me temo). Puestos a gastarme los cuartos, quizá optara por el del francés.

  22. cavilius dice:

    Oye, pues no está tan descatalogado, que resulta que se puede pedir en las librerías… Claro que previamente habría que arrejuntar los cuartos que vale…

  23. calpurnio dice:

    gran reseña. me ha convencido y mañana mismo me compro el libro!

  24. cavilius dice:

    Es un buen libro, sí.

  25. Tiopuas dice:

    Buenas,
    Me he comprado «El Mundo Griego Después de Alejandro» de Graham Shipley. ¿Alguien se ha leido los dos para poder compararlos? Teniendo el de Shipley, ¿merece la pena comprar este también (¿aporta algo nuevo?)?

  26. cavilius dice:

    El de Shipley tiene vocación de manual: habla de sociedad, política, economía, cultura… Y se extiende hasta la ocupación romana, es decir, unos 300 años. El de Waterfield se centra en las guerras de los herederos del imperio de Alejandro, es decir, unos 40 o 50 años. Por tanto, en la temática de la que habla, aporta más detalle que el de Shipley. Pero es que el de Shipley ofrece una visión más amplia y más extensa. Son dos libros distintos, desde luego.

  27. Tiopuas dice:

    Muchas gracias Cavilius.
    Decirte, por otro lado, que me tienen impresionado tus reseñas, no solo por su calidad, que son una grata lectura en sí mismo y se aprende cosas solo con ellas, sino por su gran número. Debes tener el record de palabras por minuto en lectura rápida para poder leerte tantos libros.
    Un saludo y gracias por vuestra labor.

  28. Vorimir dice:

    Pues si te gustan sus reseñas prueba con su novela sobre la Antigua Grecia. Divertidísima y muy bien escrita:

    https://www.hislibris.com/hellenikon-luis-villalon-camacho/

  29. cavilius dice:

    Gracias, Tiopuas. Pero que sepas que en esta página hay muchos que me ganan de calle en cuanto a libros leídos al cabo del año. Y en cuanto a reseñas hechas, ni te cuento.

    Gracias, Vorimir. ¿Divertidísima? Pero si pretende ser un drama humano…

  30. Vorimir dice:

    Sociópata que es uno…

  31. Tiopuas dice:

    Menudo hilo al que me mandas Voromir! Creo que es el más extenso de cuantos he leído por aquí y, aunque he opinado en pocos y hacía tiempo que no lo hacía, he leiío unos cuantos. Creo que eso es ya un éxito en sí, pues se deduce que la novela ha despertado mucho interés y opiniones encontradas. Yo, por mi parte, acabo de llamar a la librería para preguntar si lo tienen, lo iban a mirar y aún no me han respondido, pero pienso hacerme con un ejemplar. Muchas gracias.
    Cavilius! Leyendo tus reseñas, más de una vez pensé «¿y este tío, porqué no escribe una novela con lo bien que se expresa y lo que sabe de griegos?»; hasta te lo hubiera propuesto de ser más osado…y mira por dónde que lo habías hecho. Así que me pienso lanzar a ella sin ninguna duda. Aun sin haberla leído, mi enhorabuena por el libro; soy de la opinión de que escribir un libro aunque sea malo, no es fácil y tiene mucho mérito; cuanto más si como se deduce del hilo donde se reseña, parece que el libro es bueno.

  32. Vorimir dice:

    Sin duda es una lectura que recomiendo 100%. Si no lo tienen en la librería prueba aquí…

    http://www.edicionesevohe.com/products-page/coleccion-evohe/hellenikon-luis-villalon-camacho

  33. cavilius dice:

    Gracias, Tiopuas, ojalá te guste la novela. Siete años hace ya de aquella aventura, cielos, cómo pasa el tiempo.

    Si la librería no da señales de vida ponte en contacto con la editorial, Ediciones Evohé. Con ellos no tendrás ningún problema.

  34. Tiopuas dice:

    Me lo han encargado ya. La semana que viene lo tengo.
    Aprovecho y permíteme que te asalte a traición…Recuerdo una entrevista a Javier Negrete aquí donde decía que escribió Salamina en 10 meses y yo flipaba con esa heroicidad, pero también decía en otra respuesta quecon los 10 años escribió una de romanos que no sacará del cajón, por lo que se ve que es de nacimiento lo de escritor y su maestría es innata (el escritor nace o se hace?). Aprovecho para preguntarte (por aquello de que no conozco a otro a quien preguntar que haya escrito una novela), y puesto que nadie te ha propuesto, que yo haya visto, un frikitest de esos :-) un par de preguntillas: ¿Cuánto tardaste en escribirla? Entendiéndose como tiempo delante del ordenador, café en la derecha y bocadillo de patatas sin cebolla en la izquierda a tiempo completo. Y ¿tu estilo es innato o para escribir hiciste talleres de escritura creativa?

  35. Tiopuas dice:

    Estoy pensando que se me ha ido la mano. Para revelar sus secretos uno debería aceptar primero someterse a la entrevista antes de que se la suelten así a pelo. Javi modéramee!!

  36. cavilius dice:

    Bueno, tampoco es cuestión ahora de llenar esto de comentarios acerca de mi persona. Pero te respondo sin problemas: el trabajo ante el ordenador no me llevó más de un año (la novela es cortita). En cambio para la «previa», diría que tardé toda una vida. En cuanto a lo otro, pues no, no he hecho jamás ningún taller de esos. Aunque alguna vez me ha apetecido.

  37. Tiopuas dice:

    Muy amable Cavilius. Como siempre.

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