TIERRA NEGRA – Timothy Snyder
4 dEurope/Madrid agosto dEurope/Madrid 2016Una calamidad como el Holocausto no habría alcanzado jamás la magnitud que tuvo sin un Estado como agente responsable (en calidad de perpetrador o de promotor). Las masacres cometidas por particulares espontáneamente concertados, o por personal uniformado –militar o policial- actuando por su cuenta, pueden a lo sumo alcanzar las dimensiones de un pogromo; los genocidios corren por cuenta de las autoridades estatales. Pero sólo los Estados pueden oponerse eficazmente a los genocidios, entre ellos el de los judíos. Al decir de Timothy Snyder, «el Holocausto se propagó en la medida en que los Estados quedaron debilitados, pero no más allá. En los lugares donde las estructuras políticas resistieron, los Estados facilitaron apoyo y medios a las personas que quisieron ayudar a los judíos». Ni siquiera en aquellos Estados en que, a imitación del alemán, una legislación ad hoc oficializó el antisemitismo, resultaba el exterminio el destino fatal de los judíos; sucedía lo contrario cuando dichos Estados colapsaban o caían bajo la férula de los alemanes. Tal fue el caso de Italia: país oficialmente antisemita a partir de 1938, no fue sino después del desplome de la soberanía italiana (en 1943) que la matanza extendió su radio de acción a la península; antes de esto, durante la guerra, los judíos podían contar por lo general con la protección de las autoridades civiles o militares italianas. A Hungría, aliada de Alemania y gobernada sin disputa por un antisemita declarado como el almirante Horthy, el exterminio sólo llegó de la mano de la intervención alemana (1944), que no desbarató del todo pero sí cercenó la soberanía del Estado húngaro. Rumania detuvo su propia escabechina de judíos, junto con las deportaciones a Auschwitz, en cuanto su gobierno tomó nota del cambio de tornas de la guerra; a partir de Stalingrado, Bucarest pasó a proteger a los judíos que estuvieran a su alcance. La mayoría de los judíos de Dinamarca sobrevivieron básicamente porque los pilares del Estado danés subsistieron bajo el dominio alemán. En definitiva, era en ausencia de estructuras estatales autóctonas, incluso en países con una inveterada y virulenta tradición antisemita, que los judíos de Europa se veían librados a la peor de las suertes; esta constatación es especialmente pertinente para las regiones que sufrieron la doble ocupación de soviéticos y alemanes, depredadores de Estados por antonomasia. La no estatalidad como condición de posibilidad del Holocausto es uno de los conceptos a que se aboca Timothy Snyder en su nuevo libro, Tierra negra (2015); libro que, a semejanza del impactante Tierras de sangre (2010), prueba que temas tan cruciales como el Holocausto o los totalitarismos están lejos de agotar los enfoques analíticos y las variables y matices a considerar. » seguir leyendo