SANGRE DE ABRIL – Lauro Martines
«La Florencia de la época no era precisamente un baile rococó.»
La «conspiración de los Pazzi», como se denominó a una violenta tentativa de poner fin al dominio de los Médicis en la ciudad-Estado de Florencia, llevada a cabo el 26 abril de 1478: este es el tema central del libro, obra del historiador estadounidense Lauro Martines, experto en el Renacimiento italiano. Tema central, insisto. Sangre de abril ofrece más que una pormenorizada historia del complot (que no logró su objetivo de asesinar a Lorenzo de Médicis, jefe extraoficial del gobierno florentino, pero sí acabó con la vida de su hermano menor, Juliano). Cabe afirmar que la famosa conspiración funciona en importante medida como excusa para trazar una panorámica política, social y económica de la que fuera en varios sentidos la ciudad más importante de Europa en el siglo XV.
Ciudad, aquella Florencia, en que las tensiones eran constantes y profundas, provocadas por las enormes diferencias sociales y económicas de la población pero sobre todo por las rencillas al interior del estamento de los privilegiados, algunos de los cuales se veían excluidos de un poder político que desde los días del abuelo de Lorenzo, Cosme (1389-1464), venía siendo gradualmente usurpado por los Médicis. La marginación del poder político sólo podía resultar ultrajante para individuos y para familias que reventaban de orgullo y ambición; una fuente de resentimiento que inevitablemente apuntaba hacia Lorenzo de Médicis. Ni príncipe ni simple ciudadano, éste actuaba como verdadero capo entre bastidores del gobierno de Florencia. Martines enfatiza que la estructura de gobierno de la ciudad era suficientemente maleable como para permitir semejante situación, pero que ésta carecía de un estricto fundamento legal: Lorenzo controlaba el poder porque podía hacerlo, y para esto contaba con el concurso de personajes y familias influyentes.
Una historia escasamente edificante, resultado de una intrincada maraña de intereses que comprometía a los poderes que por entonces se enseñoreaban en la península itálica, incluyendo al papa Sixto IV (personaje capaz de amenazar con “usar los hierros” para someter a Lorenzo o cualquier otro que se hallase ensoberbecido en su poder), el rey de Nápoles, el duque de Urbino y los Sforza, señores de Milán. También, por supuesto, algunas de las más encumbradas personalidades de Florencia, entre ellos quienes darían nombre al acontecimiento, los Pazzi (principalmente messer Jacopo y su sobrino Francesco). El sangriento acto estuvo inspirado por inquinas personales y rivalidades familiares, no menos que por propósitos políticos de envergadura: el plan contemplaba no sólo la supresión del poder político de la familia Médicis (eliminando a los hermanos Lorenzo y Juliano), sino también el derrocamiento del gobierno nominal, el Consejo de los Priores, en aras, según se decía, de un ideal republicano traicionado por la tiranía de Lorenzo. Un golpe de estado en toda regla, ya se ve, cuyo fracaso permitió al jefe de los Médicis afianzarse en la cúspide del poder florentino y convertirse, además, en árbitro decisivo de las querellas entre los estados de la península.
El plan para asesinar a los Médicis fue maquinado por un aristócrata, un alto prelado y un banquero: el conde Girolamo Riario, sobrino del papa; Francesco Salviati, arzobispo de Pisa; el banquero y mercader florentino Francesco de’ Pazzi. El escenario escogido para llevar a cabo el plan: la catedral de Florencia, durante un servicio religioso dominical. Pazzi debía encargarse de soliviantar al pueblo contra los Médicis. Se esperaba además el arribo de tropas extranjeras que apoyarían a los amotinados. Muerto a puñaladas Juliano de Médicis y salvado su hermano Lorenzo, el complot se vio prontamente abocado al fracaso, y las represalias no se hicieron esperar. Algunos de los principales conspiradores, entre ellos Pazzi y Salviati, fueron ahorcados desde las ventanas de la Loggia de Lanzi. Muchos otros hallaron una muerte horrible, sus cadáveres fueron despedazados o fueron exhibidos a modo de escarmiento mientras que las turbas se entregaban al saqueo de las propiedades de los complotados. No pocos de sus parientes fueron desterrados, y sobre los Pazzi recayó –orquestada por Lorenzo- una implacable campaña de condena moral y política: su nombre debía desaparecer de todo registro público, sus bienes fueron incautados y subastados (o simplemente robados), se prohibió por vía legal todo matrimonio con cualquier mujer de la «familia maldita». Diez años después de la frustrada asonada, el conde Riario fue asesinado en Forlì (a 80 kilómetros de Florencia). No fue Lorenzo el instigador de los asesinos, según Martines, pero a él se dirigieron en busca de protección: nadie podía sentirse más reconfortado que el señor de Florencia por la muerte del último sobreviviente de los líderes de la conspiración.
Uno de los atractivos del libro reside en su estructura, que no obedece al modelo de una secuencia expositiva lineal. En efecto, el arranque lo proporciona el episodio del asesinato del conde Riario (en 1488), al que sigue un breve tratamiento de lo que fuera una «época de conspiraciones» (casos acontecidos en Milán y en Roma): el recurso a la violencia para dirimir diferencias políticas no era una excepción florentina. Entrelazados con el hilo narrativo medular, contamos con perfiles de algunas personalidades emblemáticas, semblanzas que contribuyen a la comprensión del contexto histórico: el humanista Gianozzo Mannetti (1396-1459), el político y comerciante Tomasso Soderini (1403-1485), el papa Sixto IV y el ciudadano florentino Alamanno Rinuccini (1426-1499), autor de un opúsculo contrario a los Médicis titulado Diálogo sobre la libertad, el que sólo fue publicado después de la Segunda Guerra Mundial.
Un libro interesante, en mi opinión.
– Lauro Martines, Sangre de abril. Fondo de Cultura Económica/Turner, Colección Noema. México, 2006. 342 pp.
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Qué buen libro, y qué historia la que cuenta.
Fenomenal reseña e interesantísimo libro, Rodrigo.La Italia renacentista en plena efervescencia. Me recuerda mucho a Bomarzo, aunque aquello fuera novela, pero era una intriga tras otra. Pero advierto que te sales de tus temas habituales…¿quiere decir esto que vas a ocuparte ahora también del Renacimiento? No es por nada: yo lo celebro, porque estos temas se acercan más a los que me son más cercanos.
Muchas gracias, Ario. Esto ha sido más bien un paréntesis… Pero tampoco es que sea tan monotemático, oye.
Como dice Farsalia, el libro es bueno. Cautiva y se lee en un plis plas.
No es que seas monotemático, Rodri, pero reconoce que tus lecturas van más hacia el siglo XIX y el XX, y suelen estar algo escoradas hacia Centroeuropa y Rusia…además, es normal que cada uno nos especialicemos un tanto. Por eso un pequeño paréntesis produce una sensación agradable como de vacaciones…¿o no?
No lo niego, Ario. Y pronto volveré a las andadas.
Estupenda reseña sobre un tema muy interesante. Hace algún tiempo Turriano reseñó un libro del periodista Eric Frattini, La conjura, que trata el mismo asunto.
https://www.hislibris.com/la-conjura-matar-a-lorenzo-de-medici-eric-frattini/
Hombre, Pepe, ¡Tu por aqui! ¿estabas de vacaciones?
Que va, estaba en lo del Cavilius que anda buscando jaleo con lo de los toros. La última semana de agosto sí que estaré de vacaciones en Gandía, a ver si nos vemos.
Ya, ya, ya he visto el pasodoble…
Sí, es que ese Cavilius es un provocateur y además un lobo con piel de cordero …
De los tres puntales del Renacimiento en lo que a música se refiere, a saber, Palestrina, Victoria y Lasso, es sin duda el primero el más adecuado a este hilo por ser italiano. Nacido en el pueblo del mismo nombre cuyo toponimo ha varie origini: Plutarco (45-127 d.C.) nelle Vite Parallele fa derivare l’origine dal nome greco prinistos (leccio), un albero diffuso in zona; Catone parla, invece, di Praeneste, dal latino praene (parte alta) e ste radice latina del verbo stare (stare nella parte alta). Pues bien, del amigo Giovanne Pierluigi, en este enlace se puede escuchar una musiquilla que no está del todo mal…
http://www.youtube.com/watch?v=dkzieS5kYEU&feature=related
Gracias, Pepe. Interesante contribución.
No sabía del libro de Frattini, lo tendré en cuenta.
En los comentarios del hilo de Frattini se hace mención además de alguna novela que tiene como telón de fondo ese episodio histórico. Ariodante, me dice mi mujer que no es a Gandía donde vamos sino a Oropesa, que está un poco más lejos de tu pueblo, de modo que no es fácil que nos encontremos en la playa nudista ésa que frecuentas. Ya habrá mejor ocasión.
Ya decía yo…Oropesa queda justamente en dirección opuesta, al N y no al S de Valencia. Creo que tu sentido de la orientación, Pepe, corre parejo al de mi esposísimo. Supongo que conduce ella…¿o vais en tren?
La musiquilla no está del todo mal, como bien dices, aunque tengo un problema en mi ordenador o quizás me falte algún programa para escuchar adecuadamente. Se me corta cada varios segundos la audición y se me paralizan las bellísimas imágenes de Botticelli elegidas como fondo para la música.
Y respecto a la playa nudista, efectivamente hay una por aqui cerca, en una de las calas que circundan el Cabo de la Nao (que es esa nariz que se interna en el mar y que casi toca Ibiza, para que te sitúes). No la he frecuentado, pero ya que lo dices…es una idea.