POR UN PUÑADO DE DRACMAS – Iván García y Ruth O’Leary

Bueno, bueno. Este es el primer cómic que reseño, y reconozco que si me metí en este de reseñar, fue desde luego para hacerlo sobre los libros que me gustan leer, esto es, libracos antiguos, testimonios históricos de primera mano o grandes clásicos. Con esta obra creo que debo hacer una excepción. La verdad es que fue a raíz de las estupendas reseñas de cómics de mi querido Íñigo y las de Youtube de Comicbookgirl19 que empecé, ya con canas en las sienes, a prestar atención al género, y cuando fui a Madrid, tuve la suerte de no caer lejos de la estupenda tienda «Viñetas», que en mi opinión de amateur, es como la cueva de Alí Babá de los cómics en la calle de la Luna. Así que allí me abrí cuenta y cuando me puedo permitir algún caprichillo, me pillo las cosas que veo que gustan a las dos referencias principales que he mencionado anteriormente.

Pues bien, hablemos ahora del último cómic que me he comprado. «Por un puñado de dracmas». Esta vez fue una recomendación de mi también querido colega de Divulgadores de la Historia, Federico Romero, que me pasó un WhatsApp diciendo «Quillo, tienes que leer esto» (bueno, igual no me dijo «quillo», pero ese era el mensaje). Total, que fui a preguntar por él a «Viñetas» y me dijeron que hacían una presentación el sábado siguiente, así que aguardé pacientemente, y luego me llevé a mis hijos pequeños conmigo. Allí conocimos a Ruth O’Leary, que además de guitarrista de «Bones of Minerva», fue la encargada de dar color a los dibujos de Iván García, que se encargó también del guión. Ese tándem es el responsable de esta obra que procedo por fin a reseñar, y que si tuviera que definir en un grupo adjetival, esta sería «súper molón». Y procedo a explicarme.

Ya el nombre nos trae a la mente sensaciones peliculeras, y ese es el tono del cómic. «Por un puñado de dracmas» está ambientada en la Grecia clásica, pero el autor se acerca sin ningún miedo la historia y los personajes, buscando sobre todo la humanidad de los mismos. No hay sabias declamaciones en el ágora, ni filósofos ni los aspectos más habituales y distintivos del periodo. Al contrario, los personajes están muy vivos y no tienen nada de glorioso, el ambiente es la mayor parte del tiempo barriobajero y los diálogos son fluidos y sucios. Los protagonistas son un peculiar y accidental dúo: un mercenario ateniense y un espartano desterrado, que resuelven en una sola viñeta todo lo que les separa debido a la difícil relación histórica entre sus respectivas patrias con una frase genial del locuaz espartano: «Bah, la batalla de Leúctra ocurrió cuando yo tenía quince años. Supéralo». Y listo. Acompañan a esta pareja el siervo del ateniense, que aporta cierta bis cómica, y que también tiene algo de Sancho Panza. Porque, después de todo, los clásicos siempre son modernos. A partir de ahí se monta una historia muy peliculera, y que nos trae también a la memoria una de mis pelis favoritas, «Los demonios de la noche», basada en los dramáticos sucesos vividos por los trabajadores del ferrocarril en el Tsabo, en África, a cuenta de unos leones devoradores de hombres.

Pues sí. Este cómic, como podéis ver, está lleno de la sustancia de a que se hacen las buenas pelis y los buenos cómics, y también los buenos libros. Que yo sepa, no tiene nombre oficial dicha materia. Yo la llamo «midiclorianos». Quizás haya encontrado el mejor uso para tan desafortunado (cinematográficamente hablando) concepto.

Ah, sí, la historia. Estos dos hombres, sin oficio ni beneficio, esperan ponerse al servicio de un tirano de una polis en la parte norte de Grecia, una bastante salvaje, y llegan a tiempo para descubrir que hay un enorme león que está sembrando el terror en la región. El tirano ofrece una gran recompensa por cazar a la bestia. Así, estos hombres vivirán una estupenda aventura en la que descubrirán que las cosas no son lo que parecen, y que hay toda una historia escondida tras las zarpas y el hambre que maneja el felino. Una historia de felonía, traiciones, lujuria y profanaciones religiosas. Es decir, si encendemos el detector de midiclorianos literarios sobre este cómic, comenzará a hacer «ding, ding, ding» sin parar.

El dibujo de Iván García es muy efectivo, y sin duda cabe destacar su labor de documentación histórica. Hay un gran interés por plasmar correctamente la arquitectura, las armas, las ropas… La primera vez que agarré el tomo lo ojeé velozmente y reconocí al primer golpe de vista tres nacionalidades diferentes entre los mercenarios que trabajan para el tirano. Todas correctamente representadas. Y el color es también estupendo. Ruth O´Leary comentó en la presentación que su gran obsesión son las texturas, y a fe mía que lo ha conseguido. Con una paleta de colores limitada por la Historia (el uso de tintes caros está fielmente circunscrito a las clases altas, por ejemplo), O´Leary ha creado una enorme riqueza de texturas: tejidos, piedras, maderas, vegetación… Hay una viñeta que me tiene flipado, en el patio de instrucción de los mercenarios, en la que hay en primer plano un personaje que sujeta una sombrilla y permanece en su sombra, y que contrasta con el brillo del sol sobre la tierra del patio, en el segundo plano… Se puede sentir cómo pica el sol, en serio.

En fin, que no puedo sino recomendar esta obra, que además se enmarca en una colección de cómic histórico de Grafito Editorial, iniciativa que desde Hislibris sólo podemos esperar con más que ganas, mientras ponemos los detectores de midiclorianos en modo silencioso para no volvernos majaretas con tanto «ding». Enhorabuena a Iván, a Ruth y a Grafito Editorial.

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Iván García y Ruth O’Leary, Por un puñado de dracmas. Grafito Editorial, 2020, 136 pp.

     

2 comentarios en “POR UN PUÑADO DE DRACMAS – Iván García y Ruth O’Leary

  1. Iñigo dice:

    Le eché un vistazo y el dibujo particularmente, no me gustó nada, y si eso sucede, el cómic no suele caer en mi redes… Maniático que es uno.

  2. cavilius dice:

    Bueno, me interesa y no me interesa. Meditarelo y pensarelo. Aunque la reseña lo deja bastante bien.

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