PERICLES. EL INVENTOR DE LA DEMOCRACIA – Claude Mossé

PERICLES. EL INVENTOR DE LA DEMOCRACIA – Claude Mossé«Todo el tiempo que estuvo al frente de la ciudad durante la paz, la dirigió con moderación y supo velar por ella de manera segura; en consecuencia, fue la más grande de su tiempo».
Tucídides, Historia de la guerra del Peloponeso, II 65, 5.

«Quiero repetir por mi parte que Pericles ha hecho a los atenienses perezosos, cobardes, charlatanes y ávidos de dinero debido al establecimiento de un salario para los cargos públicos».
Platón, Gorgias 515 e.

Pocos son los individuos en la Historia que pueden presumir de haber dado nombre al tiempo en que vivieron. Casi da vértigo pensar que no se trata de un acontecimiento de escala mundial, de una guerra que afectara a muchas naciones (por desgracias los conflictos bélicos suelen usarse como etiquetas cronológicas), de un fenómeno natural desproporcionado. Se trata de un simple hombre. Pero algo debió de tener aquel individuo para que su nombre se asociara indisolublemente a su época. Algo especial debió de haber en él para que la posteridad recordara su tiempo como el Siglo de Pericles.

Y sin embargo Pericles fue el “primer ciudadano” de Atenas durante escasas tres décadas (cuarenta años, redondea Plutarco). Entró en la escena política a mediados del siglo V a.C. y en ella se mantuvo hasta su muerte, el 429 a.C.. Como estratego de Atenas lideró sus destinos durante la segunda mitad de la llamada por Tucídides pentecontecia, el lapso de tiempo que transcurrió entre las guerras médicas y las del Peloponeso; al iniciarse este último conflicto ofreció al pueblo ateniense una táctica que quién sabe si no les habría llevado a la victoria final, de no haber muerto él a los dos años de comenzada la guerra. Quizá pueda pensarse que el hecho de ocupar la magistratura de estratego le puso en bandeja el liderazgo de Atenas, pero tal idea se viene abajo en cuanto uno repara en que los estrategos atenienses no ocupaban el cargo de manera vitalicia sino que se elegían anualmente; que no era un único individuo el elegido sino diez cada año; que en principio era un cargo de carácter militar supeditado a otra magistratura más importante, el arconte polemarco. Habiendo escogido ya a Pericles como estratego alguna que otra vez en los años 50, la Asamblea de Atenas (que es como decir el pueblo, la ciudadanía) lo mantuvo en el cargo durante quince años consecutivos, del 445 a.C. al 429 a.C. (y sin embargo parecen pocos comparados con los cuarenta y cinco –si hemos de creer a Plutarco– de Foción, que vivió un siglo después), y en ese periodo dispuso siempre a los atenienses a favor de sus propuestas tanto en política interior como exterior, convirtió su polis en “la más grande de su tiempo” y la puso en la cabeza de un imperio marítimo basado en la tributación a cambio de protección, que dominó el mar Egeo hasta que fue desmantelado en el 404 a.C. con la derrota en la guerra contra los espartanos.

Claude Mossé, gran historiadora de la Grecia antigua cuyo nombre se asocia a los también eminentes historiadores franceses ya fallecidos Jean Pierre Vernant y Pierre Vidal-Naquet, ha sido reseñada por aquí en alguna otra ocasión. Este libro suyo sobre Pericles no aborda el personaje desde un punto de vista estrictamente biográfico; Mossé no construye una biografía del ateniense (aunque la propia autora lo defina como una “biografía crítica”), sino que más bien hace un recorrido en un principio transversal, después horizontal, del cosmos ateniense en los años centrales del siglo V a.C., cosmos en el que Pericles ocupa un lugar esencial. Y sin embargo la obra comienza en  el siglo VII a.C. y acaba con Plutarco, en el siglo I d.C. Vamos por pasos: ¿por qué ese comienzo tan remoto? Porque todo comenzó cuando el ateniense Cilón quiso ser tirano…

En efecto: el vencedor olímpico Cilón se propuso en el 632 a.C., en pleno auge de las tiranías griegas, convertirse en el tirano de la oligárquica Atenas. La tentativa fracasó y el arconte (algo así como el primer magistrado de la polis) Megacles, de la familia de los alcmeónidas, cometió el sacrilegio de matar a los golpistas, que se habían refugiado en la Acrópolis, habiéndoles dado palabra de que no lo haría. Tal crimen pesó sobre la ciudad como una losa: Atenas se había vuelto impura, el miasma causado por su primer magistrado debía ser limpiado como fuera. Se llamó a un chamán cretense, Epiménides de Cnossos, de quien se contaban extravagancias tales como que había dormido en una cueva durante cuarenta años (o cincuenta y siete, según la fuente que se consulte), que toda su piel estaba cubierta de tatuajes, que siempre se alimentaba del mismo alimento o que era capaz de separar su alma de su cuerpo. Y Epiménides descontaminó Atenas pero la familia alcmeónida siguió arrastrando la impureza del sacrilegio durante generaciones. A lo largo del tiempo los alcmeónidas fueron desterrados de la polis y sus muertos desenterrados y expulsados de Atenas. Doscientos años después del sacrilegio incluso los espartanos, en una absurda petición que ocultaba una excusa para iniciar la guerra, exigían a los atenienses que expulsaran de la ciudad por impuro al tras tataranieto de aquel sacrílego Megacles alcmeónida; era el año 431 a.C. y el individuo en cuestión era Pericles.

La historia griega está plagada de relatos como este, y Mossé lo trae a colación para introducir el tema de las rivalidades entre las familias eupátridas atenienses. Efectivamente, los alcmeónidas no gozaron de la simpatía general la aristocracia ática. Tuvieron enfrentamientos con los pisistrátidas, el clan que logró hacerse con la tiranía durante buena parte del siglo VI a.C. Fueron los alcmeónidas quienes pidieron al rey espartano Cleómenes que expulsara de Atenas al tirano Hipias, hijo de Pisístrato; y fue el alcmeónida Clístenes quien introdujo los cambios legislativos necesarios para hacer al pueblo ateniense dueño de su destino, por encima de tiranías o de aristocracias con ansias de oligarquía. El clan alcmeónida también tuvo rivales políticos entre la familia eupátrida de los filaidas: el vencedor de Maratón, el estratego Milcíades, tuvo sus más y sus menos con el alcmeónida Jantipo, y si el maratonomaco fue encarcelado y condenado a pagar una multa descomunal que después heredaría su hijo, pocos años después Jantipo fue víctima del ostracismo y tuvo que abandonar Atenas. También entre pisistrátidas y filaidas hubo roces: Pisístrato y Milcíades el Viejo, padre del de Maratón, rivalizaron en poder y por ello este prefirió alejarse de la polis durante la tiranía de aquel. Pero volviendo a lo que nos interesa, el enfrentamiento entre los clanes alcmeónida y filaida: los hijos de Milcíades y Jantipo sostuvieron una dura pugna política en los años centrales de la pentecontecia. Estos hijos fueron, respectivamente, Cimón y Pericles.

Claude Mossé no se pierde en los vericuetos que he expuesto en los dos párrafos anteriores. No menciona a Epiménides y huye de dispersarse entre las historias que Herodoto cuenta acerca de alcmeónidas, pisistrátidas y filaidas. Son estos caminos deliciosos, pero el libro busca un tono alejado del chisme (aunque sin rehuirlo del todo) y más cercano al análisis de fuentes más rigurosas que las Historias del de Halicarnaso. En otras palabras: para reconstruir la historia política de la Atenas del siglo V a.C. Mossé se apoya básicamente en la Historia de la guerra del Peloponeso de Tucídides y sobre todo en los fragmentos conservados de la pequeña obrita del siglo IV a.C. Constitución de los atenienses, del Pseudo-Aristóteles, y en la República de los atenienses del Pseudo-Jenofonte. Sin embargo, también recurre a menudo (hasta el punto de dedicarle el penúltimo capítulo) a las  Vidas Paralelas del moralista Plutarco. La historiadora francesa recoge de su vida dedicada a Pericles tanto los elogios como las críticas al  estadista ateniense, ya que el de Queronea se hace eco de ambas cosas.

Y es que Pericles fue en su época un personaje controvertido. Siendo de familia aristocrática, ya desde sus inicios en política se decantó por favorecer al pueblo y apoyar y proponer medidas que restringían fuerza e influencia a las clases acomodadas. Las reformas tradicionalmente atribuidas a Efialtes, líder del bando democrático en los años 60 del siglo V a.C., tal vez fueran sugeridas por el propio Pericles, quien a menudo se retiraba del escenario político y actuaba a través de sus amigos, como revela Plutarco. En cualquier caso, la prematura muerte de Efialtes en el 461 a.C. le dejó solo al frente y enfrentado con el bando aristócrata cuya cabeza más visible era, precisamente, Cimón hijo de Milcíades. ¿Fue Pericles el promotor del descrédito de su rival ante los atenienses y de su consiguiente ostracismo pocos años después? Es posible pero poco probable. ¿Propuso el alcmeónida el polémico decreto de limitación de la ciudadanía a los nacidos de padre y madre atenienses, para así alejar de la política a Cimón, cuya madre era tracia? Es probable pero poco posible. De todos modos, pese a su aura de moderación, templanza y justicia, Pericles sabía jugar duro cuando convenía. Plutarco también se hace eco de la opinión crítica que algunos tenían de Pericles, de quien contaban que el salario que instituyó para los ciudadanos que ocuparan algún cargo público, salario que obviamente salía del erario de la polis, fue solo un intento de contrarrestar la buena fama que su rival Cimón se había ganado al hacer siempre un uso desprendido de su inmensa fortuna personal favoreciendo a quien le pidiera ayuda.

Mossé, siguiendo su estudio crítico de la figura de Pericles, analiza los enemigos políticos que el estadista encontró a lo largo de su vida. Cimón habría sido el primero, pero tras la muerte de este el liderazgo del partido aristocrático recayó en un pariente suyo, Tucídides (no el historiador). Este era un hábil y mesurado orador, pero Pericles lo era más: cuenta de nuevo Plutarco que, preguntado Tucídides por el rey Arquidamo de Esparta sobre quién era mejor luchador, si Pericles o él mismo, éste respondió sin alterarse que su enemigo ya que, aunque fuera derrotado, se las arreglaría para convencer al público que había sido él quien venció. En efecto, las dotes oratorias de Pericles “vencieron” sobre las de Tucídides y este fue condenado al ostracismo hacia el 442 a.C.. Ya sin oposición, Pericles pudo por fin consolidar su posición al frente de los destinos de Atenas en los años 30 del siglo V a.C. y hacer buena la frase de Tucídides (ahora sí el historiador):

“Aunque de nombre Atenas era una democracia, en realidad era el gobierno del primer ciudadano”.
Tucídides, Historia de la guerra del Peloponeso, II 65 10.

Plutarco hace un retrato del estadista que no deja lugar a dudas respecto a su imagen personal:

De este modo adquirió, parece ser, no solo un pensamiento profundo y un lenguaje elevado, desprovisto de la menor bufonería grosera o malintencionada, sino también un gesto grave, que nunca se abandonaba a la risa, un andar calmado, una decencia en el vestir que ninguna emoción desarreglaba cuando hablaba, una dicción serena e imperturbable, así como otros rasgos semejantes que llenaban de admiración a todos los que le veían”.
Plutarco, Vida de Pericles, 5 1.

Pero no solo los ataques políticos son recogidos en el libro de Claude Mossé: también los provenientes de la siempre corrosiva comedia ática, especialmente la llamada “comedia antigua”, de la que, al margen de Aristófanes, tan poca cosa se ha conservado (Cratino le llamó, en una expresión que hizo fortuna, “cabeza de cebolla” por lo alargado de su cráneo); y los ataques que, buscando desestabilizarle, se dirigían a su entorno familiar y a sus amigos. Así, los procesos judiciales contra Anaxágoras (acusado de no respetar un decreto promovido por Diopites, un adivino de medio pelo), contra Fidias (acusado de apropiarse fondos destinados a las obras de la Acrópolis) y contra su compañera Aspasia (acusada de corromper la moral de las mujeres atenienses) socavaron en cierta medida la situación y el prestigio de Pericles (Aspasia salió indemne de su encausamiento pero Anaxágoras marchó al exilio y Fidias murió en la cárcel).

Aún no he dicho nada del elemento vertebrador del libro, que como indiqué antes, no es el seguimiento de la vida de Pericles (que se hace, pero de manera anárquica y no sistemática). Si algo da coherencia y consistencia a la obra de Claude Mossé es el concepto de “democracia”. Como reza el subtítulo, Pericles es, para la autora el “inventor de la democracia”. Y sin embargo fue Solón, cien años antes de nacer Pericles, quien sentó las bases de este sistema (algunos llaman a las reformas solonianas la “primera democracia” en Atenas) y Clístenes, a finales del siglo VI a.C. quien instituyó las normas sobre las que se asentaría esa forma de gobierno que tardó unas décadas en recibir el nombre de “democracia”. ¿Por qué Mossé llama “inventor” a Pericles y no a Clístenes o Solón? ¿No sería más adecuado decir “consolidador”, “afianzador”, “potenciador” o algo parecido? ¿Qué hizo Pericles que no hicieron las reformas de su tío-abuelo Clístenes ni las de Solón? Ciertamente, durante el tiempo que brilló en Atenas el pueblo se convirtió en el verdadero ostentador del poder decisorio de la política ateniense (inciso: entiéndase por “pueblo”, como es bien sabido, la población masculina que tenía la ciudadanía ateniense, es decir: ni nacidos de padre o madre no ateniense, ni mujeres, ni metecos –no atenienses residentes en Atenas- ni esclavos. Con suerte las asambleas podían reunir unas 6000 personas. ¿Cómo puede ser que eso fuera llamado “democracia”, que los atenienses se conformaran con tan poca cosa para llamar a esa forma de gobierno “el gobierno del pueblo”? Antes de hacer estas preguntas convendría que pensáramos qué es lo que en la actualidad llaman “democracia” todos los países del mundo, y si es realmente “el pueblo” el que ejerce el poder. Fin del inciso). El Consejo del Areópago, formado por arcontes salientes (es decir, por eupátridas que habían ejercido las magistraturas más importantes de Atenas), había quedado relegado a un papel secundario; cualquier ciudadano podía ejercer su derecho a hablar en las asambleas; podía formar parte de la Boulé (el consejo de 500 personas que preparaba los temas a debatir en las asambleas); podía formar parte del sistema judicial siendo juez en la Heliea; podía incluso llegar a ser durante un día prítano epístates, algo así como el jefe del estado ateniense (como lo fue Sócrates). Recordando el discurso que Tucídides pone en boca de Pericles:

Nuestro régimen político no se propone como modelo las leyes de otros, y nosotros mismos somos ejemplo antes que imitadores. Su nombre, como las cosas dependen no de una minoría sino de la mayoría, es democracia. Si se trata de lo que corresponde a cada uno, la ley es igual para todos en los conflictos privados, mientras que para los honores, si se hace distinción en algún campo, no es la pertenencia a una categoría, sino el mérito lo que hace acceder a ellos, a la inversa, la pobreza no tiene como efecto que un hombre, siendo capaz de rendir servicio al estado, se vea impedido de hacerlo por lo oscuro de su situación”.
Tucídides, Historia de la guerra del Peloponeso, II 37 2.

Pero conviene no perder de vista que, si Pericles inventó la democracia (y, primero: hay que leer el libro para entender en qué sentido se dice que la “inventó”; y segundo: también hay que leer el libro para ver por qué “democracia” y no “demarquía”, que estaría más en consonancia con otros términos como “monarquía” u “oligarquía”), lo cierto es que tras la voluntad de la ciudadanía ateniense estuvo siempre la oratoria de Pericles. Por otro lado, también resulta paradójico que una democracia fuera el sistema de gobierno de una polis que ejercía una política imperialista (término anacrónico por otra parte) sobre otras poleis, es decir: ¿cómo Atenas, que admitía que el mejor gobierno era el de la mayoría, no aplicaba ese criterio a la confederación de poleis que constituían la Liga de Delos, la cual lideraba a nivel judicial, decisorio y económico? Esta contradicción, patente para los griegos, hacía que muchos pensaran que Atenas ejercía una tiranía sobre Grecia. También Claude Mossé dedica sus capítulos centrales a analizar el “imperialismo ateniense”. Aunque no es un ejemplo que ponga la autora, en 454 a.C. Pericles decidió unilateralmente trasladar el tesoro de la confederación, constituido por el tributo anual que las poleis pagaban a Atenas a cambio de protección de los persas, de la isla de Delos a Atenas. También de manera unilateral decidió usar ese dinero para embellecer su polis construyendo templos, estatuas, teatros… ¿Fueron estas decisiones democráticas? Y si no lo fueron, ¿estaban legitimadas pese a todo? ¿Era acaso la Liga de Delos una confederación democrática? Y puesto que no lo era, ¿podía moralmente Atenas tener un gobierno democrático en el seno de su polis y otro dictatorial en la Liga?

El libro de Claude Mossé dedica también un capítulo, en el más puro estilo de las biografías (aunque, como he dicho, no es en sentido estricto una biografía), a la posteridad, lo que la Historia ha dicho de Pericles. Siendo la autora de nacionalidad francesa, lo cierto es que la posteridad a la que hace referencia es casi exclusivamente la originaria de Francia (este pecado venial de chovinismo también se hace patente a lo largo del libro, pues cita recurrentemente a otros autores que son, excepción hecha de M. I. Finley, en su inmensa mayoría franceses: unos conocidos –Marcel Detienne, Vidal-Naquet, Jean Pierre Vernant, Nicole Loraux…– y otros no tanto –Édouard Will, Gustave Glotz…–). En cualquier caso, no deja de ser curioso el hecho, lógico por otra parte, de que Pericles no gozara de especial reconocimiento hasta la Edad Contemporánea. En realidad todo lo relacionado con la Antigüedad Clásica cayó en una especie de letargo durante la Edad Media y no fue hasta el Renacimiento, sobre todo gracias a Plutarco y sus Vidas (y no precisamente la de Pericles sino la de Solón, Temístocles o Cimón), que los antiguos griegos fueron redescubiertos. La Atenas del siglo V a.C. no fue la de la democracia (en el Siglo de las Luces Atenas seguía siendo la ciudad que condenó a muerte a Sócrates) sino la de la excelencia artística, y Pericles no fue valorado hasta que los regímenes democráticos no empezaron a imponerse en los países europeos y en América del Norte, ya en los siglos XIX y XX.

Claude Mossé ha sido siempre una historiadora interesada en las instituciones políticas del mundo griego, basta echar un vistazo a los títulos de sus obras para cerciorarse de ello. En este libro dedicado a Pericles y la democracia, publicado en Francia en 2005 y en España dos años después, la ya octogenaria erudita francesa sigue en la misma línea de investigación. La obra supone un estupendo acercamiento al estadista ateniense, aunque peca de lo que suelen pecar la mayoría de obras dedicadas a Pericles: que dedican más páginas a hablar de “la Atenas de Pericles” que del propio Pericles. Es el caso de las ya clásicas La Atenas de Pericles del eminente helenista C. M. Bowra, y (en un tono más ameno pero igual de riguroso) La vida cotidiana en Grecia en el siglo de Pericles, de Robert Flaceliere; ambas recorren los aspectos políticos, económicos, culturales y sociales de la Atenas del siglo V a.C. y abandonan un poco la figura de Pericles. Más reciente en el tiempo (2008) es el libro de Donald Kagan (autor de La guerra del Peloponeso) Périclès, aún no traducido al castellano, que anima a pensar en una mayor tratamiento del hombre que de su tiempo. También hay alguna novela con el líder ateniense como protagonista: Pericles el ateniense, de Rex Warner, es quizá la más conocida. En cualquier caso, habiendo en el mercado estupendos complementos para el libro de Mossé en cuanto al tratamiento del sistema democrático ateniense, pueden citarse (por mencionar autores españoles) La democracia ateniense de Francisco Rodríguez Adrados o bien La sociedad ateniense, de Domingo Plácido. Si no queremos cambiar de autor, el librito de la propia Mossé Historia de una democracia: Atenas hace un sucinto pero riguroso recorrido por los algo más de doscientos años de vida de este sistema de gobierno, que dio sus primeros coletazos con las reformas de Solón hacia el 594 a.C. y vio sus últimos días con el advenimiento de Alejandro Magno. En cualquier caso y al margen de la copiosísima bibliografía existente sobre el tema, no puedo por menos de recomendar la lectura de las tres obras clásicas que antes he citado, que rivalizan en brevedad: la Vida de Pericles de Plutarco, la Constitución de los atenienses del Pseudo-Aristóteles y la República de los atenienses del Pseudo-Jenofonte (o Viejo Oligarca, que las dos acepciones se han usado para su autoría).

Recomendable, pues, es esta obra de la gran helenista francesa, accesible a todo el público aunque no se trate de un libro divulgativo al estilo anglosajón, pero tampoco de una obra dirigida a especialistas. Vale la pena conocer la polis de Atenas durante el tiempo en que fue gobernada por un felino:

Esta última [Agarista] contrajo matrimonio con Jantipo, hijo de Arifrón, y, mientras estaba embarazada, tuvo en sueños una visión: creyó ver que paría un león; y, pocos días después, le dio a Jantipo un hijo: Pericles”.
Herodoto, Historias, VI 131 2.

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20 comentarios en “PERICLES. EL INVENTOR DE LA DEMOCRACIA – Claude Mossé

  1. Farsalia dice:

    Ya me has picado la curiosidad para coger el libro en la biblioteca… Reseñón.

  2. iñigo dice:

    Bis, bis… impresionante documento y muy enriquecedor. El libro apetece y si incluímos tus comentarios… pues eso, se nota que dominas la historia de la Grecia cásica. Muy bueno.

  3. Valeria dice:

    Cavi, me encanta cuando empiezas a enhebrar hilos complementarios, a remontarte a los antecedentes, a hacerte preguntas y a la vez a contestarlas. Al final no escribes reseñas, escribes unos mini ensayos muy divulgativos, amenos y estimuladores.

  4. cavilius dice:

    Uf, fallo causado por las precipitaciones (y no me refiero a que hoy esté lloviendo, claro): el libro de Kagan que cito no es de 2008 sino de 1998: Pericles of Athens and the birth of democracy.

    Pues eso, animaos con este ensayo de Claude Mossé si os interesa la figura de Pericles.

  5. cavilius dice:

    Por cierto, el autor (autora, mejor dicho) es Claude Mossé. Lo digo por el señor de la pipa que sale en la cabecera, Nuru…

  6. Vorimir dice:

    Excelente reseña Cavilius del que parece un gran libro, con un buen análisis histórico-político de esas décadas tan importantes para la historia griega y europea.

  7. iñigo dice:

    No tengo prácticamente ni idea del mundo griego y la verdad, es que me he apuntado este que has reseñado en la lista de futuribles, es decir para la lista de los reyes magos… Si, ya se que estamos a octubre, pero no sabéis la lista de espera de lectura que tengo en casa…;-)

  8. Clodoveo11 dice:

    Hace tiempo que leí este ensayo y, la verdad, me pareció muy «francesa» su autora, como reseña Cavilius; osea, un poco plasta. Para enterarse de lo mismo pero con mayor agilidad y empatía prefiero el de Bowra comentado y, para más honduras, el de R. Adrados. Ojo, y no digo que sea malo o superficial, sino con ese aire filosofante y autofágico propio de los autores galos.

  9. cavilius dice:

    Bueno, Clodoveo11, puesto yo a generalizar con pachorra, diría cuando escriben los franceses son así como tú dices… Tampoco me resulta cómodo leer a Loraux, a Vernant o a Vidal-Naquet, la verdad. Pero este libro de Mossé no me ha parecido especialmente plasta, sinceramente. El problema del libro de Bowra o de Adrados (y dichoso problema en el fondo) es que, como ya dije en la reseña, son libros más dedicados a Atenas que a Pericles. Además, Adrados no se circunscribe al siglo V a.C. sino que toca temas desde Hesíodo hasta Platón. En cambio Bowra o Domingo Plácido sí se quedan en la Atenas Clásica.

  10. Clodoveo11 dice:

    No es cuestión de pachorra generalista, creo yo: la redacción de escritores franceses suele adolecer de ese defecto, de esa verborrea estructuralista y filosófica que a menudo sólo la entienden ellos. En este sentido los escritores anglosajones son más amenos y los germánicos tienen más sentido del humor. Me gustaría que Mossé saliera del esquema general, pero no lo ví así en su momento. Y ello, repito, sin querer decir que el libro fuese malo o poco profundo. Pero bueno, al final será cuestión de opiniones.

  11. Demócrito dice:

    Gracias por la reseña, Cavilius.

  12. Nuruialwen dice:

    Demonios, Cavi.

    El viernes por la mañana todo al revés. La reseña antes que la cabecera ya fue raro, y los dioses se me pusieron juguetones y tomé a tu autora por un colega escritor francés que se llama exactamente igual. Ni tiempo de echar un ojo con calma a tu reseña, efectivamente. Y mira que de ello no me suelo privar. Mis disculpas.

  13. cavilius dice:

    Nada que disculpar, Nuru.

    Y gracias a ti, Demócrito.

  14. Fafner dice:

    Bravo, qué gran reseña. Hace que desee que fuera mediodía, y no bien entrada la madrugada, para poder hacerme con un ejemplar. Muy interesante, y parece una muy buena forma de adentrarse un poco más en cierto periodo de Grecia tras la lectura de algunos libros más generales. Muchas gracias.

  15. Angel Badal dice:

    No hay nada parecido a la democracia griega hasta la revolucion francesa. Es digno estudiar y comentar esa epoca,. es cierto que tenia sus fallos como el que las mujeres no podian votar, ni los esclavos etc…pero jamas hubo algo similar al ideal democratico en el mundo, parecido a Gracia hasta tiempos modernos…

  16. APV dice:

    Bueno hubo algunos modelos asamblearios como el de Islandia.

    Respecto a Pericles «el polémico decreto de limitación de la ciudadanía a los nacidos de padre y madre atenienses», este decreto y la restricción a la ciudadanía serían el obstáculo a la consolidación del Imperio Ateniense al estilo de Roma.

    «Esta contradicción, patente para los griegos, hacía que muchos pensaran que Atenas ejercía una tiranía sobre Grecia.» Cuando los espartanos ganaron la Guerra del Peloponeso, en nombre de la libertad de todos los griegos, y presentaron su modelo a imponer, para la mayoría resultó que era preferible la tiranía ateniense.

  17. temax dice:

    Vaya, creo que el libro esta descatalogado. Incluso lo he mirado en la Casa del Libro, sitio donde he comprado decenas de libros y en el que dejé de comprar por su censura a ciertos libros críticos con cierta ideología que prefiero no comentar.

    ¿Alguna nueva edición que se puede encontrar? :)

  18. cavilius dice:

    Que yo sepa no se ha reeditado, pero lo puedes encontrar en Iberlibro con relativa facilidad.
    Saludos.

  19. Pedro López Azcuénaga dice:

    Habiendo leído el relato, comprendo fácilmente, que en cierta manera, los griegos, a
    favor de Pericles, son los creadores, son los precursores de la democracia moderna.
    Ahora, claro, había ciertas restricciones propias de la época, que hoy en día no serían admisibles en un país moderno y desarrollado, menos aún en Argentina, y que a través de siglos de evolución, se ha ido modificando parcialmente el esquema, hasta dar algo familiar, como lo que conocemos hoy en día.
    Las guerras que Atenas perdía contra Esparta, revelaban claramente como ellos, se destacaban en arte y negocios, mientras los espartanos se destacaban en milicia.
    Y bueno, por último digo, que tenemos parte de la cultura de aquellos tiempos, en nuestra civilización, conteniendo tanto, elementos de democracia griega, como elementos socioculturales.

  20. Alonso Lucas Henry Pardo Roa dice:

    Que vida la de Pericles el padre de la democracia,extraordinario.

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