MANUEL GODOY. LA AVENTURA DEL PODER – Emilio La Parra
Lo primero que el libro deja claro es que nadie puede afirmar tajantemente que Godoy fuese el amante de la reina. Es más, las circunstancias de la corte, la evidencia documental y la enorme confianza del rey en su valido son indicios razonables que desmienten lo que no debió ser más que una habladurÃa interesada, destinada a minar la posición del todopoderoso PrÃncipe de la Paz.
Godoy sà fue, en cambio, protagonista de un ascenso sorprendente, meteórico, inaudito en los usos y costumbres de la corte española. Godoy no escaló puestos, los devoró. Su apropiación del poder no tuvo precedentes por su duración y por su alcance, con los reyes totalmente entregados a su influencia. Pero, no obstante, las directrices de los reyes eran un corsé del que Godoy no podÃa liberarse, con lÃmites muy claros, como la obsesión borbónica por una polÃtica dinástica. Es decir, proteger y aumentar el patrimonio de sus hijos incluso a costa de conflictos con la Santa Sede (durante la campaña italiana de Napoleón la disminución del poder temporal del papa no se veÃa con malos ojos si iba en beneficio del futuro reino de Etruria).Â
El libro no desentraña el motivo del ascenso imparable del guardia de corps, puesto que el mismo debió ser tan obvio, tan sencillo, que hasta podrÃa tener razón el mismo Godoy en sus memorias: los reyes, simplemente, hartos de la guerra entre bandos declarada en el reinado de Carlos III (golillas frente a aragoneses) e incapaces de dominar a ninguno de los dos grandes «partidos», eligieron descargar su responsabilidad en un intermediario totalmente devoto y adicto a ellos, ajeno a las dos facciones, que crease de la nada un bando»real» destinado a apoyar a la monarquÃa de modo absoluto. Es decir, en suma, Godoy como una figura no de avance, sino de retroceso. Un último valido del absolutismo.
Si esta cuestión va a permanecer forzosamente en la oscuridad, sà resultan mucho más luminosas y bien documentadas la gran acumulación de riquezas del personaje, su difÃcil relación con Francia y el tormentoso contexto diplomático en el que se vio obligado a navegar. Godoy aparece aquà como un polÃtico mediocre, apto para una época de paz y tranquilidad en la que incluso podrÃa haber cosechado ciertos éxitos gracias a su extraordinaria capacidad de trabajo, pero alguien sin la formación teórica y sin un programa ideológico y polÃtico claro que le hubiese permitido enfrentarse a la extraordinaria situación internacional que provocaron la Revolución Francesa y la irrupción de Napoleón Bonaparte.
Esta falta de polÃtica propia y la necesidad de acomodarse a las circunstancias se destacan durante la «Guerra de las Naranjas», en la que los reyes esperaban un armisticio que salvase el trono de su hija, siendo Napoleón tajante en su deseo de que al menos varias provincias portuguesas fuesen ocupadas y retenidas. Godoy se ve obligado a lanzar la campaña antes de lo programado, con fuerzas exclusivamente españolas, ya que la llegada de los refuerzos franceses harÃa bascular en favor de estos la iniciativa bélica… y la dirección de la campaña (y con ella, el prestigio de la victoria).
La última parte del libro se dedica a su caÃda y exilio, motivo fundamental de la irrupción francesa en España. Una invasión con la que los franceses, y el propio Napoleón, ya habÃan amenazada en otras ocasiones, irritados por el poco rédito que obtenÃan, a su juicio, de la alianza española.
Con respecto a Godoy, se puede decir que nunca una caÃda de caballo fue tan acertada. Es uno de los personajes más importantes y ambiguos dé la España contemporánea. Y lo que me llama la atención es cómo, no sé si por desidia, falta de memoria histórica o dinero, no se intenta repatriar sus restos a España. Son dudas que tengo. Por lo demás me apunto este libro que tiene buena pinta. ¡Buena reseña! ;-)
¿Repatriar? ¿A que santo? ¿Por sus grandes mèritos? Que risa.
Entoncés la idea para Goya no era muy diferente de lo que querÃa Jorge III en Inglaterra en aquella época: crear un grupo de «amigos del rey» leales que neutralizaran en el Parlamento los whigs y tories como partidos, teniendo como Primero Ministro alguien de confianza que hiciera lo que deseaba el rey.
Ciertamente el papel de Godoy era complicadÃsimo entre la potente armada británica y el potente ejército francés. Lo triste es que al final se daba de cuenta de como soplaban los vientos y habÃa organizado la espantada a América de la familia real. Pero claro Fernando se metió en medio.
En mi opinión, al margen del aspecto moral y personal de Godoy, no le considero un polÃtico mediocre. SÃ, es el último valido, pero hay validos cuando los reyes delegan sus obligaciones en otros. Representaba al poder absolutista, obviamente, en una época de cambio de paradigma. Tuvo que lidiar con muchos elementos y torear situaciones difÃciles como el juego entre los dos bandos de golillas y aragoneses, mantener a raya a británicos y franceses (en este último juego, claramente perdió) y resolver mil y un berenjenales de la polÃtica interior. Y todo ello siendo un jovencÃsimo e inexperto personaje. La capacidad de trabajo que tenÃa era increÃble, quizás ligada a su excesiva juventud.
Godoy fue trabajador,pero no un genio. CarecÃa de elementos de fuerza para una postura independiente, pero nunca tuvo un verdadero proyecto. Sólo reaccionaba a los sucesos