LOS DIARIOS DE BERLÍN (1940-1945) – Marie Vassiltchikov

Los diarios de BerlínPues me acabo de leer este librito que ha resultado ser la frívola y pesada exposición de la vida civil de los berlineses en la guerra, a través de las vivencias de una joven (y hermosa) báltica refugiada en Alemania y muy bien relacionada con lo que se llama “alta sociedad”.

Pese a lo dicho, se trata de una obra interesante, pues refleja duros aspectos de la vida cotidiana como eran el estado de ánimo al enfrentarse a un bombardeo, cómo funcionaban los cupones de racionamiento en tiendas y restaurantes, qué se comía, cómo se iba del trabajo a casa bajo una alarma de bombardeo, qué sentían los que tenían a un familiar en el frente, cómo era el transporte público para civiles, cómo les llegaban las noticias de la guerra así como las declaraciones de los Aliados, cuál era el ambiente entre los funcionarios de la Administración Civil del Reich, qué oportunidades de diversión existían,… De especial interés resulta su narración de la conspiración del 20 de julio y sus consecuencias, pues, según manifiesta, conocía previamente los planes y a muchos de los implicados.

Ojo a unos datos muy, muy importantes: pese a hablarse de “diario”, las entradas del 22 de junio del 1941 (¡qué casualidad!) a julio de 1943 (¡vaya, otra casualidad!) se han “perdido”, reconstruyéndose parcialmente a través de cartas y recuerdos posteriores. Y lo narrado entre 1944 y 1945… está escrito a posteriori, aunque, según manifiesta, se trata de una fiel transcripción de notas taquigráficas tomadas en su momento. No sé yo…

Otro asunto que levanta suspicacias: las notas históricas que contextualizan los asuntos tratados, están escritas por el hermano de la autora.

Pues eso, que el que quiera se lo lea.

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23 comentarios en “LOS DIARIOS DE BERLÍN (1940-1945) – Marie Vassiltchikov

  1. Germánico dice:

    Me gusta la imagen que has puesto, Richar, por ese saborcillo cutre que siempre tuvo el ejército soviético. Creo que es un comisario subido a un T-34 arengando a la tropa, ¿no? Aunque el cañón tiene freno de boca, y, por lo que yo recuerdo, los T-34 no lo tenían… Pues no sé.

    Saludos.

  2. Germánico dice:

    Que conste que este texto estaba escrito para el foro, no para el blog.

    Saludos.

  3. Julio dice:

    Yo sigo pensando que una muy buena reseña nada tiene que ver con la cantidad de palabras (así como un libro, ahora se me viene a la mente Sidharta de Hesse). Al contrario, la capacidad de resumir es un don muy preciado Germánico, has dicho en pocas palabras lo justo para despertar mucho interés (y eso que esta época no es mi favorita ni mucho menos), saludos

  4. richar dice:

    Pues la cabecera la he encontrado por ahí, pero no sabría decir si se trata de un T-34. Vamos, no distingo mi coche del de al lado, como para distinguir tanques.

    Saludos,
    Richar.

  5. Germánico dice:

    Bueno, una aclaración. Hablo de que qué casualidad que desaparecieran sus comentarios a raíz del 22 de junio de 1941, porque precisamente ese es el día en que se desencadenó Barbarossa, la invasión de la URSS. Siendo de origen báltico, mucho me temo que la reacción de Marie fuese de extrema alegría. Lógico: los países bálticos habían sido ocupados por la URSS, y en ellos se recibió a los alemanes como libertadores. Craso error: la represión alemana en la zona fue durísima (la soviética también lo había sido, y lo sería posteriormente).

    Entre los entendidos del tema, hay un claro consenso en los factores que produjeron la derrota alemana en la URSS. Y uno de ellos, clave, fue el racismo. Los alemanes podrían haberse ganado a la población, cortando así la vía a la durísima lucha partisana que soportaron en su retaguardia durante toda la guerra. Pero la condición de «eslavos inferiores» que los alemanes les daban, dio paso al trato inhumano, las deportaciones, las ejecuciones,… Y, claro, se ganaron un enemigo.

    Los planes alemanes para la URSS eran convertir el territorio en un área colonial alemana, en la que los pioneros-soldados dispusieran de amplias granjas servidas por semi-esclavos eslavos a los que se les daría una educación suficiente «para distinguir las señales de tráfico» (sic) y servir a sus amos. Y nada más. La población sobrante sería deportada (y ya sabemos lo que significaba «deportación» en el vocabulario nazi).

    Pues eso. A ver si esto se anima y terminamos pelándonos todos.

    Saludos.

  6. Germánico dice:

    Como veo que a nadie le interesa el asunto, sigo con mi soliloquio.

    Otra incongruencia que tiene el libro está, justamente, en la entradilla del uno de enero de 1940 que inicia el libro. La autora habla ya de una «guerra mundial», cuando ni siquiera Francia había sido invadida y Europa vivía la famosa «drole-de-guerre» (la «guerra de broma», o algo así). ¡Qué clarividencia! Se ve que esta mujer sí había leído el «Mein Kampff». Aunque, en ese caso, lo interpretó justo al revés, ya que Hitler siempre habló de una guerra en el Este. Y resulta que la guerra empezó en el Oeste (quitando Polonia, claro).

    Saludos.

  7. Germánico dice:

    Jó, qué interesante. ¿Puedes contarnos algo más, Germánico?

    Saludos,
    Británico.

  8. Germánico dice:

    Quizá sí, amigo, pero no me veo motivado.

    Saludos.

  9. RBK dice:

    Je,je, qué jartón a reir con tus entradas. No, en serio, me está pareciendo muy interesante lo que explicas, y más dado que esta época la desconozco mucho (es que las guerras simpre se me atragantan, al contrario que a ti, por lo que veo). En cambio hablas de que en el libro se reconstruye la vida civil, lo que me parece muy interesante, y más porque van explicadas a través de una chica. De este tema no has explicado mucho, si está bien recontruída la época y si resulta creíble el personaje.
    Por cierto, por qué levanta suspicacias que el hermano escriba las notas históricas?
    Un saludo, y ha sido un gustazo volver al blog con estas explicaciones tuyas (por culpa de las lluvias por aquí por Tarragona llevábamos dos semanas desconectados de internet, puede alguien imaginarse semejante tortura?

  10. Aquiles dice:

    No he leído esta obra, Germánico, por lo que no puedo opinar sobre ella más allá de lo que tú nos refieres; sin embargo, y como presunta contraposición a la vida de esta protagonista, propongo la lectura – aunque imagino que muchos de vosotros ya lo conoceréis – del libro «Una mujer en Berlín» en el que una alemana reflejó en unos diarios la durísima vida de las berlinesas durante los últimos coletazos de la guerra. En estas anotaciones refiere las continuas violaciones y vejaciones a las que eran sometidas por parte de los soldados rusos que, aparte de saciar sus instintos, querían vengar todo el daño causado por los alemanes en su tierra. Con otra óptica radicalmente distinta, también me apetece señalar los dos volúmenes de los diarios de Víctor Klemperer que bajo el título «Quiero dar testimonio hasta el final» publicó Galaxia Gutenberg junto con Círculo de Lectores; se trata de los apuntes de un judío que se libró de las deportaciones gracias a lo que se denominaba un matrimonio «mixto» pues estaba casado con una alemana no judía. Pero eso no le salvó de marginaciones y represiones.

    Por último, veo que este libro que refieres lo publica la editorial El Acantilado; quiero creer que cierto valor literario o histórico sí que tiene, porque esta es una editorial que selecciona y cuida con mimo todas sus publicaciones.

    Saludos.

  11. Germánico dice:

    El libro no es malo, Aquiles. Sólo que me resultó un tanto frivolón y un poco rollo: «Hoy cenamos en casa de los Bismark. Henri me dijo que hacía mucho que no veía a Joseph». Etc.

    El de «Una mujer en Berlín» lo conozco y le he echado algún vistazo. No me decido a comprarlo por el asunto de que se haya publicado como anónimo. No sé, no me fío. Y Viktor Kemplerer son ya palabras mayores. ¿Conoces su obra sobre el lenguaje en el III Reich? Yo aún la tengo pendiente.

    Hola, RBK. ¡Cuánto tiempo! Lo del hermano es una simple idea boba mía. La verdad es que sus anotaciones poco aportan a la obra, a menos que no tengas ni la más remota idea del conflicto del que habla. Hubiera sido preferible que recurrieran a alguien más dotado para el asunto, o que la edición incluyera algunas notas escritas por un experto (sobre todo teneiendo en cuenta que el libro no es barato). Da la impresión de que el chico busca, sobre todo, justificar lo escrito por su hermana. Pero ya te digo: es una valoración muy personal y que puede estar equivocada.

    Saludos.

  12. Aquiles dice:

    Si no te decides a comprarlo, cógelo en una biblioteca, pero no dejes de darle un vistazo. Creo que te gustará. En cuanto a la obra de Klemperer sobre el lenguaje en el III Reich también lo conozco. ¡Cuántas cosas deberíamos aprender en nuestro país sobre los perversos usos del lenguaje y sus distorsiones, en política, en educación, en historia….!

    Saludos, amigo.

  13. Germánico dice:

    Anoto tu recomendación, Aquiles, gracias.

    Por cierto, he estado escribiendo «Kemplerer», con la «l» cambiada de sitio.

    Saludos.

  14. Arauxo dice:

    Salve.

    Discrepo, Julio: me he formado una opinión del libro cuando ya había leído los interesantes comentarios y sarcásticos «diálogos del alma» de Germánico. ¿Porqué, entonces, no incluirlos -me refiero, claro, a los comentarios, no a los «diálogos»- en la reseña?

    No conozco la obra, pero por lo que sugieres, Germánico me da la impresión de que encubre demasiadas lagunas, temporales o mentales. Aun así, los testimonios directos, y especialmente los que a conflictos bélicos se refieren, ofrecen una perspectiva tan próxima que llega a doler. Por ello, suelen resultar tan auténticas como subjetivas. Y, desde luego, imprescindibles.

    Sí conozco «Una mujer en Berlín». Es verdad que el anonimato de la autora resta credibilidad, pero no verosimilitud. El libro es estremecedor, casi un tratado sobre la miseria humana, el monstruo de la guerra y la supervivencia en tiempos de odio y crueldad sin límites. Sinceramente, creo que la narración es tan cruda, que desborda los límites de la imaginación. O sea, que «se non é vero é ben trovato».

    De todas formas, la verdad suele ser prismática. Pero estoy convencido de que, en el caso de la II Guerra Mundial y desde el punto de vista del ciudadano anónimo, no es prismática, es… “caleidoscópica”. Porque las vivencias personales fueron tan intensas, tan dramáticas, tan terribles que pueden escribirse tantas historias como personas la sufrieron.

    En relación con ello y sobrepasando el ámbito natural de Hislibris, me tomo la libertad de recomendar otro tipo de fuentes más relacionadas con la «arqueología de experiencia directa» que con los libros. A quien disponga de tiempo, recursos, mente abierta y curiosidad histórica, aconsejaría visitar un triángulo -de 6 puntas, un tanto extraño, pero en fin- que ayuda a relativizar cualquier postura extrema y a vencer prejuicios ideológicos, y cuyos vértices principales serían:

    1. Varsovia-Austwich. En Varsovia, basta recorrerse el -enorme- perímetro del famoso -y desaparecido de la faz de la tierra- guetto judío. En Austwich conviene visitar los 3 campos, especialmente los dos primeros, con el Museo de los Horrores» del campo nº 1. Es una excursión para pasárselo «superguay» y empezar a reír y no parar. En ella uno descubre lo estupendo del nazismo y su ferviente devoción hacia el género humano, mucho más allá de la mera filantropía.

    2. Berlín-Dresde. En Berlín, es fácil descubrir los efectos de la peor locura hasta la fecha. No solo porque se percibe la destrucción absoluta que provocó la ofensiva aliada ante la canallesca obstinación de Hitler (con las huellas aún visibles en los edificios, más parcheados que un barco de piratas), sino porque se respira la inmensa dicha de que gozaron sus habitantes -presentes y futuros- al ser «liberados» por el ejército rojo. En Dresde y su reconstruido –más bien, reedificado o reinventado- casco histórico, por el contrario, resulta evidente la inmensa generosidad de los ya casi gloriosos vencedores, manifestada en el romántico regalo de enamorados (1.500 toneladas de bombas explosivas y 1.200 de bombas incendiarias) de la noche del 14 de febrero, la “noche del apocalipsis” (durante la que murieron 150.000 personas), cuando la ciudad ya no era ni objetivo militar, ni estratégico, ni nada de nada.

    3. Normandía- Bastogne (Bélgica). En Normandía, hay un entretenimiento estupendo para los maníacos de los números: contar cruces (y estrellas de David) de los muertos. En Bastogne (en cuyo ayuntamiento ondea, junto a la belga, una bandera de Estados Unidos), puede uno contemplar el Memorial Mardasson, levantado por los pelotas y belicistas belgas en homenaje a los 77.000 americanos muertos, que no se les ocurrió otra cosa que ir a liberar Europa.

    En fin, esto es para hacerse una idea aproximada de las posibilidades que ofrece el cercano suelo europeo para entender, con los ojitos de uno mismo, las múltiples perpectivas que pueden emplearse para interpretar cualquier hecho histórico y, especialmente, la mayor y más destructora guerra que la humanidad ha conocido. No he mencionado otras opciones –la antigua Stalingrado o Hiroshima, por ejemplo- porque no las conozco personalmente. Pero sin duda, su visita debe estimular aun más el entusiasmo del alma y la fe en el género humano.

    Un saludo, pese a todo, muy optimista.

  15. capitantrueno dice:

    Hola a todos!
    Volviendo a la imagen de arriba, creo Germánico, que se trata de un carro de combate «Iosef Stalin», posiblemente la versión IS- 2. Este carro es superior al T-34 en tonelaje, potencia y armamento, y lo digo porque si ves el grueso del tubo del cañón se asemeja más al de los 122 mm. de calibre del IS- 2 que al del T-34 que es más pequeño.
    Por otra lado, y esperando no pecar de pedante, creo además que la imagen está tomada en Berlín, concretamente delante de las Puertas de Brandenburgo, que son las columnas que se ven al fondo.

    Saludos.

  16. Germánico dice:

    Efectivamente, Arauxo: las particularidades de la obras le restan muchísima credibilidad, desde mi punto de vista. Refuerzan ese «puntito frívolo» que ya comenté, y parecen deberse a, por un lado, ocultar la alegría por la invasión de la URSS, y, por otro, presentarse como una antinazi que estuvo involucrada en la conspiración del 20 de julio de 1944. Como si eso, añado, fuera esencialemente bueno; sabido es que en ella hubo de todo, dándose por muy probable que incluso detrás estuviera el propio Himmler, que ya por aquella época había iniciado su cobarde preparación para sobrevivir a la guerra.

    A «la tourné» me apunto, desde luego.

    Captantrueno, creo que tienes razón. De hecho, posteriomente, pensé lo mismo que tú.

    Saludos.

  17. nando dice:

    Sinceramente, Germánico, por lo que cuentas no parece que sean muy atractivos esos diarios. No creo que sea el caso, pero he leido que más de un «diario» se ha escrito décadas después precisamente para recomponer pasados en donde las piezas no lograban encajar del todo y sobre todo para aliviar más de alguna conciencia.

    A mi el género de los diarios me gusta, por la inmediatez del momento y por como el paso del tiempo permite valorar como se percibían hechos en el mismo momento en que se dieron. Y más de uno seguro que ha tenido que recomponer y arrojar al fuego hojas en donde esa percepción de lo cotidiano no se ajusta a la corrección política del momento en que se pretende publicar.
    Estoy de acuerdo contigo en que a veces, los diarios se pierden en comentarios que se convierten en algo demasiado liviano y volátil con el paso del tiempo y que, lógicamente, tienen significado para personas próximas a qu¡én lo escribe; genial esa cita tuya: «… hoy cenamos en casa de los Bismark…», aunque si la señora cenó con la familia del paridor de los famosos «sistemas» tal vez tuviese su encanto.

    Yo no llegué a acabarme las memorias de Albert Speer. Memorias escritas con la inestimable ayuda del recientemente fallecido Joaquim Fest y en donde esa intencionalidad de lavar publicamente una imagen es evidente.
    Aquí el género dá para más comentarios y, sobre todo, para desenmascarar a más de un fariseo. En el caso de Speer había cosas que provocaban sonrojo, como ese pasar por encima y de puntillas por el asunto de los judios. Su actitud se ajustaba muy bien al famoso » nosotros no sabíamos nada»… pero hombre, viniendo de un ministro del Reich la cosa es más inverosimil.

    Aquí ya se comentó extensamente y con gran acierto La Historia de un Alemán de Sebastian Haffner; libro lúcido y valiente en donde se podía valorar como el compromiso moral de un liberal-conservador podía rechazar la aberración del nazismo, pero sobre todo la facilidad de caer en él cuando la situación era muy propicia tanto a nivel histórico como personal.

    Recientemente Günter Grass nos descubre en unas memorias , todavía no publicadas en español, su paso por las Waffen SS. El gran crítico e inquisidor que señaló frecuentemente con el dedo a personas por haber «formado parte» del nacional-socialismo que latigó a decenas de intelectuales por sus posiciones ideológicas tan laxas… pues resulta que fue soldado, muy joven, de las SS… ¿ Que habría pasado si lo hubiese dicho antes?
    … me imagino que Fest se estará retorciendo de risa en su tumba.

    saludos

  18. Germánico dice:

    El atractivo de este diario en concreto, Nando, está en lo ya citado: la vida frívola de un Berlín en guerra. Es un punto de vista muy curioso, del que hasta ahora yo no había leído nada. Todos sabemos de la «decadencia» del Berlín de entreguerras, tan criticada por el soso de Hitler (él odiaba esta ciudad). Pero no conocía yo las tendencias a la «dolce vita» durante el desarrollo de la guerra. Las posibilidades eran escasas, claro, pero aquí vemos cómo se aprovechaban: cenas en casas de los amigos en época de racionamiento, carreras nocturnas en el coche de un colega bucando un restaurante abierto en el que comprar vino, la alegría de encontrar ostras (producto de lujo no racionado), bailes, fines de semana en el campo, etc.

    En cuanto a Speer y su leyenda de Nazi Bueno… prefiero pasar del asunto. Tan sólo recordar no sólo la omisión que hace al asunto judío, sino también su perfecto conocimiento del trabajo esclavo en la industria bélica alemana. Soy un gran admirador de Fest. Su biografía de Hitler (tal vez un tanto sobredimensionada en cuanto a las miras políticas del Fui) y su obra «El hundimiento» son fundamentales para el entendimiento del nazismo. Pero esa amistad con Speer…

    ¿Qué decir de Grasss? Tan sólo reconocer mi decepción no por lo que hizo, sino por lo que calló. En su defensa, diré que en las Waffen-SS del año 44 no había ingresos voluntarios sino sólo obligados (aunque él mismo ha dicho que entró gustosamente…); que no hay que confundir a las Waffen-SS (algunas de cuyas unidades se vieron implicadas en duros crímenes de guerra) con las temibles SS adscritas a la «seguridad» del Reich y a los campos de exterminio; y que el hombre tenía la edad que tenía cuando todo esto sucedió.

    Saludos.

  19. Fabrizio dice:

    hola, nesesitaría que me dijeras si en la historia aparecen los oficiales más tristementes destacados del Tercer Reich, porque estoy escribiendo una reseña sobre la literatura relacionada con la Segunda Guerra Mundial y tengo que ver cuantas veces son mencionados los personajes más importantes.

  20. Amelia dice:

    A mí sí me ha gustado, y mucho, el diario de Missie. No comprendo que pueda parecer superficial, cuando las referencias a Adam Trott son continuas. Y no digamos las referencias a su amiga Loremarie, quien fue la encargada de notificar al Papa la intención de asesinar a Hitler y solicitar el perdón previo…..Tampoco comprendo por qué Missie no añadió más contenido una vez terminada la guerra, está claro que sabía bastante más de lo relatado. El hermano da una pista al respecto: mucha de la gente a quien pidió colaboración para contextualizar el diario de su hermana se negaba a recordar épocas de tanto sufrimiento. Otros, en cambio, todo lo contrario. Para mí está claro que Missie trató de olvidar con todas sus fuerzas. Fueron demasiados los amigos y conocidos que murieron.

  21. Raulius dice:

    A mi, personalmente me encanta por la vida, no sólo frívola, sino cotidiana que refleja. Continuos cortes en el transporte, realojamiento, cambios en los horarios laborales…Es curioso como se pierden esos datos del día a día por falta de interés en recordarlos. Posiblemente un ciudadano de Damasco o Sarajevo en su día podrían haber escrito algo similar.
    Por cierto, también refleja en los detalles de vida frívola una realidad ya extinta, la de la dolce vita de los nobles de la época anterior, en la que por lo visto, no había otra ocupación que ir de fiesta, de cacería, a la ópera,…y que después de la guerra desapareció.
    Es muy probable que la primera guerra mundial y su segunda parte tuvieran su origen en un intento de mantener ese modo de vida, por lo que considero que es relevante.

  22. alexander dice:

    La frivolidad es la esencia de la vida.

  23. Milius dice:

    Aquí hay mucha chicha que cortar, una guerra, con la típica celebración de la vida que suele traer la cercanía de la muerte; una ciudad -como ella misma comenta- de «solteros», de donde las familias han desaparecido en la medida de lo posible, y desde donde se dirige la guerra y la diplomacia, un lugar plagado de embajadas en plena ebullición, con un personal bien pagado por sus respectivos países y ajenos a la disciplina de guerra que sujeta a los propios alemanes y cuyas recepciones y fiestas eran todo un imán para los achuchados aborígenes; una población significativa de emigrantes extranjeros, entre los que se encuentran muchos rusos «blancos» de la aristocracia rusa… Por cierto, que la protagonista no es báltica, sino rusa y miembro de pleno derecho de su alta sociedad, ahora en plena diáspora y descomposición. No me parece una sociedad distinta a la actual y un modo de vida que se acaba. Es lo típico en un lugar en guerra sometido a racionamiento y privaciones y una población flotante extranjera que vive allí como en una burbuja, alimentados por los tentáculos de las economías de sus respectivos países, empresas o familias. No debe ser muy diferente de cualquier guerra actual y el contraste entre la vida de los ciudadanos y la de diplomáticos, periodistas y mercaderes en los hoteles de cinco estrellas que se yerguen entre los escombros.

    Tampoco me llama la atención las incongruencias de quienes narran de primera mano ¿Que pesarán en el futuro de quienes hablan hoy en día de la guerra de Irak y luego llaman «misión de paz» a Afganistán? ¿Creéis que las sutilezas de las perversiones políticas del momento llegarán a los lectores de dentro de 50 años? Pues no.

    Dentro de esta línea de testigos particulares de su mundo en esta época, yo me atrevería a recomendar «La noche quedó atrás» de Jan Valtin (seudónimo), otra visión personal de su tiempo de un tipo normal… o no tanto, y esta vez proveniente del estrato social contrario, hombre y con una vida más aventurera pero igualmente interesante y sesgada por la inmediatez de la experiencia personal, con lo bueno y lo malo que tiene esto, pero que es imprescindible para entender una época, junto con las interpretaciones y estudios de los historiadores.

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