LITTLE – Edward Carey

“En esta época dinámica y moderna, el Gabinete del doctor Curtius es de visita obligada en el Palais-Royal y a lo largo del bulevar. Incluso hay quien dice que no hay nada que lo supere en toda la capital. El Gabinete de Curtius es un espectáculo excelente para los hombres de cualquier profesión, para los niños, las mujeres, los ancianos, los curiosos, los desinformados, los valerosos, los aburridos, los que están hartos de la vida, los que están faltos de estímulos, los finolis, los harapientos, los débiles, los poderosos, los amos y sus sirvientes, los atrevidos y los correctos, los de aquí, para que entiendan cómo funciona su capital en estos tiempos de cambios, y para que los extranjeros comprendan una ciudad que no conocen”.
Louis-Sébastien Mercier, Los celebrados salones de cera.

De vez en cuando leemos novelas que crean un universo propio. Por la historia que cuenta, por el estilo del escritor, por el carácter de los personajes, por los escenarios en los que se desarrolla… Esta novela, cuyo modesto nombre no hace honor a lo que contienen sus páginas, podría perfectamente ser una de ellas.

La extraordinaria vida e históricas aventuras de una criada llamada LITTLE, que incluye viajes a través de tres países, niños perdidos, padres perdidos, fantasmas de monos, maniquíes de sastre, muñecas de madera, un pueblo artificial, un rey, dos princesas, siete doctores, el hombre que caminaba por todo París, el hombre que era un muñeco de escaparate, su madre emprendedora, el hombre que coleccionaba asesinatos, célebres filósofos, héroes y monstruos, toda la gente importante, varias casas, cada una más grande que la anterior, progresos, retiradas, una gran familia, escenas de trascendencia histórica, gente famosa, gente corriente, amor, odio, masacres de inocentes, contemplación de asesinatos, cuerpos destrozados, sangre en las calles, miseria, prisión, pérdida de todo, matrimonio, recuerdos capturados y recogidos, exposición de desgracias cotidianas, la propia historia. Escrita por ella misma, o simplemente Little, que es el más escueto título que su autor, Edward Carey, le ha puesto a la novela, es la historia, ficticia o no —la cuestión se vuelve irrelevante en cuanto uno empieza a leer—, de una niña llamada Anne Marie Grosholtz, nacida en Berna pero cuya vida se desarrolló en el Paris prerrevolucionario de la segunda mitad del siglo XVIII. El París mugriento y miserable de las calles y las plazas, pero también el elitista y refinado de los palacios versallescos y los jardines reales; depende de a qué lado de la verja la situara su azarosa vida. Little es una especie de cuento: la historia es como un cuento y la narración se lee como un cuento. No comienza con un “Érase una vez”, pero por ahí le anda. ¿Y qué hay de llamativo en este personaje diminuto y nada agraciado, para que Edward Carey quiera contar, nunca mejor dicho, su vida? Pues para descubrir qué tiene de especial quizá baste decir que, con el correr de los años, Anne Marie Grosholtz se hizo mucho más conocida por el nombre de Madame Tussaud.

Anne Marie, o Marie, o Little, es una niña huérfana, canija y fea (no necesariamente en ese orden), cuyo cuerpo, mente y ropas van a parar a la casa del médico Curtius, Philippe Curtius. Curtius se dedica, para estudiarlas pues forma parte de su trabajo, a elaborar moldes de cera de las interioridades del cuerpo humano (lenguas, hígados, corazones, alguna que otra cabeza), y la pequeña Little, valga la redundancia, pese a su tierna edad se convierte en su ayudante. Una ayudante excelente, por cierto. Este es el inicio y despegue de una historia trágica y cómica a la vez, mágica y verídica, cruel y tierna, dulce y esperpéntica, en la que la pequeña Marie se codea con lo mejor (es un decir) y lo peor (también lo es) de la vida parisina de los años 60, 70, 80 y 90 del siglo XVIII. Sí, en efecto: el siglo de Luis XVI y María Antonieta, el siglo de la Ilustración, de Voltaire y de Rousseau, el siglo de la Revolución Francesa y la guillotina (la louisette). El siglo de las luces y de las sombras. Y también el siglo de Louis-Sébastien Mercier. Sí, el mismo Mercier que apareció reseñas atrás como autor de una ucronía (¿la primera de la historia?) titulada El año 2440. Un sueño como no ha habido otro, y que en esta novela es un personaje más que destacado. Ya es casualidad. O causalidad.

Y es que uno (el reseñador, en concreto) se pierde en ese juego, tal vez involuntario por parte del autor, entre lo ficticio y lo real. Cuando a las primeras de cambio aparece un personaje llamado Ernst, y en un par de líneas se lo relaciona con otro llamado Curtius (el médico Curtius antes citado), no puede uno evitar la unión de nombre y apellido y pensar en Ernst Curtius, eminente historiador alemán que vivió una centena de años después. ¿Es acaso un guiño del autor, o es de nuevo casualidad? O cuando aparece el cadáver, o muñeco de trapo, o lo que sea, de Henri Picot, y uno descubre que existió alguien llamado así más o menos por aquella época, también arquea las cejas. Y lo mismo con Jacques Beauvisage, y con André Valentin, y con otros. En fin, que uno no sabe por dónde le vienen los tiros, ni si le vienen. La novela, por otro lado, está impregnada del misterio que provocan los museos de cera. ¿Por qué estos lugares están tradicionalmente relacionados con el terror, o al menos con un sentimiento de cierto desasosiego? En Little hallaremos algunas respuestas. Y, pese a que la historia está repleta de situaciones inquietantes, estas son descritas con la sencillez bucólica de la protagonista, la niña Little que va creciendo y creciendo y que relata en primera persona, con su punto de vista y sus ojos de niña, desde una decapitación a toda una Revolución Francesa.

Por situar un poco el tipo de novela de que estamos hablando, veamos qué tal una comparación con una película: Little recuerda mucho, a mí al menos, a Eduardo Manostijeras de Tim Burton. No por la historia, claro, sino por el modo en que esta se nos cuenta. Un mundo real, pero con la bruma de lo imaginario cubriéndolo todo. Tiene toques de absurdo, de trágico, de terrorífico incluso. Pongamos un par de premisas y que quien lea esta reseña deduzca la conclusión del  silogismo. Premisa uno: Curtius se dedica a hacer figuras de cera, sobre todo cabezas humanas; premisa dos: estamos en los años de la Revolución Francesa y de la guillotina. ¿Hace falta dar más pistas? El horror tiene, pues, su espacio en la novela, pero también la ternura, el amor, la amistad. No desvelaré el final, claro, pero he de confesar que es de aquellos que remueven y conmueven, al menos un poquito. Los personajes son realmente dignos de ser destacados. Little se muestra, por su comportamiento más que porque el narrador la describa, como una persona bondadosa, paciente, sufrida, y también habilidosa. A su alrededor, un hombre y una mujer merecerían entrar en una antología de personajes de cuento: Curtius y la viuda Picot. Curtius es ingenuo, simple, manipulable, mientras que la viuda se erige como uno de los personajes más detestables que se pueda encontrar en unas páginas. Little soporta lo indecible con esta mujer, hasta el punto que uno tiene que convencerse de que esas cosas solo pueden pasar en un cuento. Aunque sepamos que en realidad eso no siempre es cierto.

El libro está atiborrado de dibujos, unos grandes, otros diminutos, realizados por el propio autor, con trazo sencillo y en blanco y negro. Quizá para hacer la historia más llevadera (no hacía falta), o para mejor comprensión de lo que en ella se cuenta (tampoco era necesario), o porque una de las vocaciones de Edward Carey es precisamente la ilustración (la otra es escribir). O quizá para remarcar que la historia de la vida de Anne Marie Grosholtz es una vida repleta de imágenes, modeladas en cera por ella misma. La mano que ha escrito Little (es decir, la de Edward Carey) es la misma que también ha escrito (y dibujado) otras novelas ciertamente curiosas y sorprendentes, como la trilogía Iremonger, cuyo primer volumen, Los secretos de Heap House, ya ha sido traducido al castellano y al catalán y publicado por Blackie Books. La edición de Little, como es costumbre en esta editorial, es una pequeña joya. El libro de Carey es de esos que gusta hojear, tener, leer, regalar y releer. De esos que destacan tanto en las manos mientras se lee, como en su rinconcito de la estantería.

Novela envolvente que engatusa al lector, lo hechiza y lo introduce en un universo particular, tierno y cruel a un tiempo. Novela interesante en muchos sentidos. Novela con encanto que no apetece dejar pasar.

 

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Edward Carey, Little (traducción de Lucía Barahona). Barcelona, Blackie Books, 2021, 530 páginas.

     

2 comentarios en “LITTLE – Edward Carey

  1. Balbo dice:

    Este libro en concreto no me lo he leído, pero creo que mi esposa sí… espera que se lo pregunto… (one moments later)… sí, me comenta que sí se lo leyó y que en su tiempo le gustó un montón, aunque no se acuerda de muchas cosas me comenta que le entretuvo y le pareció muy original y que le pareció muy curiosa, además de la trama todo lo relativo a la fabricación de muñecos de cera.

  2. cavilius dice:

    Es original, sí. Lo que está claro es que es una novela diferente, y crea una atmósfera de cuento en la que uno no sabe si lo que le están contando es imaginario o real.

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