LA VENGANZA DEL EMPERADOR – Gisbert Haefs

A menudo echamos de menos a Gisbert Haefs. Los que nos consideramos seguidores de sus novelas históricas siempre esperamos otro título más. ¿Adónde nos llevará ahora?, nos preguntamos. Pues con La venganza del emperador (Edhasa, 2011) lo hacemos al siglo XVI, al Sacro Imperio Romano Germánico de Carlos V, Martín Lutero, la Reforma luterana, la Guerra de los Campesinos de 1524-1525, los ecos de la batalla Pavía y la derrota y captura de Francisco I de Francia, el Sacco de Roma de 1527, el asedio turco de Viena de 1529, la colonización de las Indias Occidentales (la América hispana),… y no es precisamente poco, ¿verdad? Y es que uno de los (muchos) alicientes de las novelas de Haefs es que con él viajamos a diversos escenarios a través de sus páginas.

Y, por supuesto, todo ello con el estilo de Haefs al que ya estamos acostumbrados  («sangre, sudor y semen») y con una venganza de por medio. Porque de eso va la novela, más allá de los acontecimientos y los escenarios históricos. Una venganza, la del joven Jakko Spengler, cuya familia al completo fue asesinada (así como los habitantes de la aldea alemana en que vivían) una noche de 1519. Cuatro hombres, uno de ellos con una mano de hierro, y sólo Jakko sobrevivió, aunque con el rostro de sus asesinos en la retina. Entrando al servicio de un misterioso mercader y diplomático musulmán, Kassem, que le acogió como a un hijo, y rodeado de dos fieles servidores de éste, Jorgo y Avram, auténticos hermanos, Jakko creció pero nunca olvidó el propósito de su vida: encontrar a cada uno de los asesinos de su familia, vengarse y descubrir quién estaba detrás de todo ello.

En este sentido, pues, estamos ante una novela con ese estilo de Haefs al que ya estamos acostumbrados (y que la traducción de Carlos Fortea refleja bien): diálogos vivaces, un ritmo ágil, personajes que no hablan como si estuvieran en un escenario, y que incluso puede parecer que lo hacen como si no vivieran en el siglo XVI (lo agradezco: acabo por hartarme de novelas trufadas con interminables “vos”, “vuecencias”, “usías” y demás giros culteranos que, a la postre, suenan huecos), descripciones ricas en detalles pero sin necesidad de aburrir (y apabullar) al lector. Haefs nos sumerge en la época, nos sitúa en escenarios sin necesidad de darnos demasiadas lecciones de historia (alguna hay, no obstante: por ejemplo, el Sacco de Roma o el asedio turco de Viena). Y es cierto que no estamos ante una novela perfecta, ni de lejos: la trama, la búsqueda de los asesinos, ese particular (y plurinacional) “grupo salvaje”, es predecible en bastantes tramos; la explicación de lo que subyace en el asesinato de la familia de Jakko suena a déjà-vu (el Gran Juego); me sobran los capítulos del viaje de Jakko a Santo Domingo (¿una oportunidad más de Haefs para lucirse con su dominio de la época?). Con todo, el estilo del autor te atrapa desde el principio y, a pesar de que queden flecos sueltos, casi todo se resuelve; lo que se abre en las primeras páginas se cierra en las últimas. Quizá el asunto Kassem quede algo descolgado… pero no os voy a adelantar más.

Por otro lado, es fácil ver esta novela como un engranaje más del imaginario literario de Haefs, de su manera de crear mundos, de acercarse con detalle a diversas grandes épocas, vastos imperios y grandes personajes. Jakko tiene mucho del Tigo de Aníbal. La novela de Cartago, del Tiglath en Troya y del Dimas del díptico alejandrino. El Gran Juego del Imperio de Carlos V evoca el otro Gran Juego de las dos novelas de Alejandro o lo que se cuece en La primera muerte de Marco Aurelio. Mientras en novelas anteriores el personaje histórico real (Alejandro, César, Aníbal) forma una parte esencial de la trama, en este caso Carlos V es apenas un nombre mencionado, pero nunca visto (como Francisco I de Francia). La Venecia de esta novela juega un papel similar a la Cartago del duo alejandrino y especialmente de la saga de novelas que a modo de spin-off derivan de Aníbal (con, por ejemplo, La espada de Cartago), moviendo los hilos en la sombra; y el Mantegna de esta novela a ratos me recuerda el Bagoas alejandrino o el Hannón anibálico.

Me lo he pasado muy bien con esta novela, la he disfrutado mucho. Incluso los defectos acaban por ser peccata minuta. Quizá al final el lector esperaba más de lo que esconde el título de la novela. Pero por el camino, como Jakko buscando a los asesinos de su familia, habrá encontrado viveza, estilo, buen pulso narrativo. Haefs sigue ofreciéndolo. Y no decepciona.

     

4 comentarios en “LA VENGANZA DEL EMPERADOR – Gisbert Haefs

  1. Iñigo dice:

    Es curioso, creo recordar que la novela de Mika Waltari, «El aventurero» transcurre en la misma época… y por cierto es un libro del que tengo un gran recuerdo.

  2. Farsalia dice:

    Por no hablar de Q del colectivo Luther Blissett.

    Esta es una novela menor de Haefs, pero muy reconocible de su estilo y, como suele pasar en su obra, no decepciona. La leí cuando era finalista de la categoría de Mejor novela histórica en los Premios de Literatura Histórica Hislibris 2012…

    1. Iñigo dice:

      Q, otra fantástica novela…

  3. Balbo dice:

    Ummm… me empieza a apetecer echarle un vistazo.

    Sí, en cuanto a lo que pones del abuso de vos, vuecencias y usias, tienes razón. Últimamente se está abusando de esta formula literaria. Es como si hubieran cogido el esquema del primer Alatriste y lo utilizaran para cualquier novela de época. Como una planilla de escritura. Al principio fue novedoso pero ya aburre y en algunas novelas actuales queda impostado o se utiliza cuando no es necesario. Como una opereta barata. Llevo tiempo pensando que la novela histórica ambientada en los siglos XV-XVII está quemadisima y que en muchos casos ha muerto de éxito. Falta un poco más de creatividad e introducir más temas, más savia fresca, en la novela histórica española.

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