LA SOMBRA DE GOYA – Matilde Lladó

«Capítulo 1, GRIS El miedo a tener que desaparecer del mundo había hecho perder la cabeza a los hombres grises». Momo, Michael Ende. Así comienza esta novela y es necesario confesar que el nombre de Goya en su título enciende mi curiosidad. Es cierto que nada tiene que ver la cita con el tema abordado y así ocurre en la mayoría de los capítulos, pero el recurso de otorgar un color y una cita literaria a cada uno de ellos, sin ser novedoso, resulta cuanto menos pertinente. Escrita por Matilde Lladó y publicada con Círculo Rojo, esta ibicenca, formada en Arte Dramático e Historia del Arte, presenta una novela dividida en dos líneas temporales: por una parte, una historia que transcurre en 2019 y que abarca hasta la pandemia; y por otra y en paralelo, la vida de Rosario Weiss, ambientada entre 1833 y 1837. Dos personajes femeninos, Sara y Rosario, unidos para rescatar del olvido la figura de esta pintora del siglo XIX, discípula de Francisco de Goya.

Para los que desconozcan en profundidad la figura de Francisco de Goya será provechosa la lectura como método para recrear el destierro del maestro acaecido en sus últimos años. Aunque Goya nunca se sintió perseguido por sus ideas liberales, en mayo de 1824 decide exiliarse en Burdeos. Allí es acogido por la colonia de expatriados españoles, intelectuales y nobles, como Manuel Silvela y Leandro Fernández Moratín. La sombra del maestro, como el título indica, se proyecta sobre la vida de Rosario Weiss lo que, sin duda, condiciona su infancia y posterior desarrollo como pintora. Descubriremos en ella a una niña superdotada para el dibujo que absorbe el método y la sabiduría del pintor hasta equipararse al mejor de sus discípulos.

Como es habitual, la condición femenina ocultó la existencia de esta niña privándola de su reconocimiento en la historia hasta el punto en que son muy pocos los datos que nos han llegado de ella. El acierto de la autora al elegirla es manifiesto. Con la novela suple esta falta, gracias a un ingente trabajo de documentación y ficciona con solvencia la posible historia del personaje. Debo señalar que, en este caso, el hecho de ser mujer no es la causa principal, (o no la única), del silencio histórico, más bien, la sombra alargada de Goya recayó de manera injusta sobre esta artista casi desconocida como lo hubiera hecho de haber sido un hombre. Goya es mucho Goya.

Alternando los capítulos de dos épocas muy diferentes, nos adentramos en la vida de Rosario Weiss Zorrilla, una madrileña nacida en 1814, hija de Isidoro Weiss y Leocadia Zorrilla. En 1817, tras la ruina de los Weiss, Leocadia es contratada por Francisco de Goya como ama de llaves para la Residencia campestre de la Quinta del Sordo, a la que se traslada con sus dos hijos pequeños Guillermo y Rosario. Es allí donde Goya percibe las cualidades artísticas de la pequeña Rosario y la inicia en el dibujo. Mucho se ha especulado sobre la relación del pintor con Leocadia, incluso hasta afirmar que Goya era el verdadero padre de Rosario, debido a la estrecha unión que mantuvo con ella hasta el punto de en interesarse personalmente en su formación. La historia vital de Rosario estará marcada por la personalidad de Goya y por la relación tan estrecha que su madre mantuvo con él, tras el fallecimiento de la esposa del pintor, Josefa Bayeu. La autora recrea con verosimilitud, momentos de la infancia de la niña Rosario junto a Goya. Rosario aprendió de los silencios del maestro, a causa de la sordera ya muy avanzada y aprendió desde temprana edad el lenguaje de signos para comunicarse con él. Como curiosidad señalo la existencia de una obra del pintor que representa la posición de las manos con las distintas letras del alfabeto.

Cuando Goya marcha al exilio, en 1824, Rosario y su familia lo acompañan a Burdeos, ciudad francesa que se había convertido en el asentamiento principal de los exiliados liberales españoles. Allí Rosario se formará junto al maestro y en la escuela regentada por Pierre Lacour. La muerte del pintor en 1828 agrava la precaria situación económica de Leocadia. Al no estar casada con Goya queda fuera del testamento, lo que obliga ella y a sus hijos a regresar a Madrid en 1833. Gracias a los contactos del pintor, Rosario empieza a trabajar en el Museo del Prado y en la Academia de San Fernando, copiando las pinturas de los grandes maestros. Era una dibujante excepcional que dominaba el arte del retrato, por lo que pronto su fama se extiende entre la burguesía liberal.

Especial mención merece el cuadro titulado La lechera de Burdeos por el que Rosario siente predilección. Las necesidades económicas obligan a su madre a vender la obra al banquero Muguiro en 1920. Hecho que provoca en Rosario la ira y el rencor hacia su ella. Una circunstancia que nunca llegará a perdonarle.

Tras la amnistía que Fernando VII otorga a los liberales exiliados en 1833, Rosario regresa a Madrid. Con solo diecinueve años escribe una carta a la reina regente María Cristina, para que le permita copiar las obras de los pintores más relevantes del Museo del Prado, convirtiéndose así en copista. La intención no era otra que mantener el sustento de su casa con los beneficios. Su genialidad con los pinceles se cuela en los corrillos de la alta sociedad madrileña gracias a los retratos. Entre las copias más conocidas están la copia del retrato de Goya, pintado por Vicente López que posteriormente adquirió la Real Academia de San Fernando, y también las dos versiones al óleo de La Tirana de Goya. Su fama de retratista, tanto en Francia como en Madrid, la llevará a ser nombrada académica de Mérito en la Real Academia de San Fernando. Es una época en la que su prestigio va creciendo y recibe muchos encargos de las editoriales para retratar a autores como José de Zorrilla, Mariano José de Larra o Mesonero Romanos. Mariano de Larra, Espronceda son autores con los que cultiva una gran amistad y adquieren relevancia en el relato. La salud, siempre precaria de Rosario Weiss se va deteriorando poco a poco y morirá de cólera, no epidémico, en julio de 1843, a la temprana edad de 29 años.

Centrémonos ahora en la trama que transcurre en 2019 y que se prolonga hasta el comienzo de la pandemia de Coronavirus, ya en 2020. El personaje de Sara es una joven afincada en Madrid, graduada en Arte, con una vida disoluta y descentrada. Salta de un trabajo a otro, enlaza becas y cursos varios sin encontrar la motivación que centre su vida y sus intereses. Solo le preocupa conseguir el éxito. En uno de estos tumbos aterriza en un seminario de Dramaturgia impartido por un actor en horas bajas que lastra su despegue y se aprovecha de su trabajo. La obsesión por Rosario Weiss concentra el interés de Sara quien se embarca en la tarea de escribir su primera obra en torno a la vida de la artista; un proyecto ambicioso y vital que defiende hasta la humillación. El personaje sufre una situación común a muchos escritores. El profesor se aprovecha de la excelencia de la alumna lo que dará un giro al rumbo de los acontecimientos. Tal y como le ocurre al personaje histórico, la protagonista no consigue el reconocimiento que se merece. Matilde Lladó utiliza un recurso que, a mi parecer, no encaja del todo en la narración. La protagonista de la parte actual desarrolla la capacidad de escuchar las conversaciones que los personajes de los cuadros mantienen entre sí durante sus frecuentes visitas al Museo del Prado. Incluso llega a interactuar con ellos.  Algo que induce a equívoco. No quedan claras las transiciones y cuesta ponerlas en contexto, aunque la idea sea buena.

La historia que corre en paralelo solo se justifica por la obra de teatro que Sara escribe. Por lo demás, en ningún momento empatizo con ella. Son situaciones llenas de estereotipos, el rollo con su profesor, la falta de objetivos, la relación tensa con la madre, la pérdida de control a causa del alcohol y, a mi parecer, un lenguaje demasiado forzado en una chica de su edad. Las escenas sado cómicas le restan interés. Entiendo esta dualidad como un viaje en paralelo de dos mujeres, en dos épocas distintas. La fascinación de Sara por Rosario es una excusa para ordenar su vida sin conseguir el tan ansiado éxito, tal y como le sucedió a Rosario Weiss.

El trabajo de Matilde Lladó por rescatar la vida de esta artista es importante y necesario. Enriquece a los amantes de la pintura de Goya y arroja luz sobre los artistas que la historia decidió mantener a la sombra de los genios.

 

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Matilde Lladó, La sombra de Goya. Almería, Editorial Círculo Rojo, 2023, 266 págs.

     

3 comentarios en “LA SOMBRA DE GOYA – Matilde Lladó

  1. Iñigo dice:

    Cómo me gustan estas reseñas objetivas, llenas de opinión y sinceridad. Esta debe ser la impronta hislibreña. Objetividad, criterio y crítica instructiva. Bravo.

  2. Iñigo Montoya dice:

    Gracias,Iñigo. Aprendí con los mejores maestros.

    1. Iñigo dice:

      Es que aquí solo queda aprender todos…

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