LA NACIONALIZACIÓN DE LAS MASAS – George L. Mosse

LA NACIONALIZACIÓN DE LAS MASAS - George L. Mosse«En una sociedad como la nuestra, cada vez más compleja, el abandono de la libertad y la responsabilidad nunca ha carecido de atractivos.»

Estando sumida Europa en el drama de lo que más tarde sería conocido como Primera Guerra Mundial, volcó Thomas Mann sus impresiones acerca de la realidad del momento en un escrito que sería muy pronto publicado, en 1918, bajo el título de Consideraciones de un apolítico. Verdadero desahogo y un intento de diagnosticar la crisis espiritual, social y cultural europea, en sus páginas Mann dio rienda suelta a un profundo malestar en la modernidad, esto es, su personal disgusto con el modelo ilustrado de civilización, un paradigma eminentemente racionalista y secularizante. (Lejos de volverlo un pájaro raro entre sus compatriotas, este malestar lo inscribía por entonces en una muy alemana tradición de acerba crítica de la modernidad.)

Así, por ejemplo, Mann repudiaba el deslinde entre religión y política practicado por el liberalismo. Sin religión, argüía, la política social es a largo plazo inviable, por exigirle la propia naturaleza humana un contenido religioso; a falta de religión metafísica, el hombre traslada el hecho religioso al ámbito social y eleva a los altares la vida colectiva (cosa de la que Mann recelará sólo a la vuelta de los años, a raíz de la experiencia nacionalsocialista). Considerada en retrospectiva, cuando el actual haber de la civilización occidental sanciona la pertinencia de la mentada separación, la tentativa del notable escritor aparece como uno de los síntomas de la crisis.

En las Consideraciones, de las que su autor acabará por distanciarse, consta –entre otras cosas- una suerte de nostalgia del mito y la liturgia como base de comunidades armónicas de creyentes, las que se han visto progresivamente socavadas por el avance de la modernidad. Las denominadas «religiones políticas» o «seculares», cuyos primeros antecedentes datan de la Revolución Francesa, fueron una respuesta al repliegue de la religión del ámbito de lo público y su marginación como primer factor de cohesión social -el fenómeno de la secularización-. Por medio de una espuria sacralización del espacio político y de una sugestiva parafernalia simbólico-ritual de masas, estos sucedáneos de religión –cuya expresión culminante han sido las ideologías y regímenes totalitarios del siglo XX- procuraron no ya responder a una demanda colectiva de orden y estabilidad, sino proveer unidad a una sociedad gradualmente fragmentada y sentido de pertenencia a quienes la integran.

La nacionalización de las masas, obra del historiador George L. Mosse (Alemania, 1918 – EE.UU., 1999), es uno de los trabajos capitales en materia de religiones políticas, nacionalismo y nacionalsocialismo. Publicado originalmente en 1975, el libro rastrea los fundamentos del culto político alemán en sus manifestaciones simbólicas y rituales, desde la guerra por la independencia contra Napoleón hasta el III Reich. Mosse establece que el ascenso del nacionalismo y la democracia de masas en el siglo XIX alentó el desarrollo del culto al pueblo (volk) como variante germana de religión secular, la que además se vio propiciada por el romanticismo, con su arraigado antirracionalismo y su desprecio de los referentes modernos de institucionalidad política (república, democracia, parlamentarismo, también dotados de un lenguaje simbólico pero de rango más modesto). El nazismo heredará este ethos antimoderno llevándolo a extremos aberrantes: precisamente el eje motriz del libro.

La religión secular del culto al pueblo alemán (es la terminología empleada por Mosse) confirió a la política germana una estética ritualista y mitologizante que proporcionó -a quienes se dejaron imbuir por esta apócrifa forma de fe- una ilusión de continuidad temporal y de integración en un todo orgánico perenne y superior a cualquier contingencia. Mérito del autor es que se cuide de establecer una relación de simple causalidad entre las manifestaciones cúlticas prenazis y el nacionalsocialismo. Mosse sostiene que la estética de la política ritualista nacida en el siglo XIX influyó en el nazismo, siendo sólo uno entre muchos factores que impulsaron su consolidación.

El libro se funda en un intento de abordar el tema del nazismo desde una perspectiva distinta de la tradicional de izquierdas, que lo interpretó como mera reacción defensiva de un capitalismo tardío ante el «fantasma de la revolución»; pero también diferente de la que por años orientó al liberalismo, cuyo racionalismo y civilizada mentalidad dificultó la comprensión de una irrupción tan brutal como la del partido nazi. La perplejidad inicial del liberalismo se refleja en su lectura de la pasión de los nazis por el ceremonial y los símbolos como simple propaganda destinada a movilizar unas masas previamente dispuestas. Desde el enfoque de Mosse, el nazismo, que adoptó y potenció los elementos litúrgicos del culto del pueblo, fue una ideología mesiánica y de tonos apocalípticos en que, más que los aspectos doctrinales, lo decisivo era el ceremonial cúltico y la actitud reverencial y acrítica de una comunidad de creyentes. El objetivo de este ceremonial era inculcar a las masas una pedagogía nacionalista valiéndose de formas simbólicas emocionalmente sugestivas: lograr la nacionalización de las masas. El nazismo fue un fenómeno más que simplemente político; fue una fe, de suyo refractaria a los parámetros del racionalismo y de la democracia parlamentaria. El propio Hitler, que sabía del valor propagandístico de la liturgia y la simbología nazis (en cuya magnificencia cifraba también la esperanza de disimular la eventual mediocridad de su sucesor), concedía a estos elementos una importancia más que utilitaria; según nuestro autor, Hitler «no establecía ninguna distinción clara entre las necesidades organizativas pragmáticas y los ritos cúlticos».

Mosse pasa revista a variables como las siguientes: la propensión al monumentalismo; la síntesis de lo clásico (el ideal griego de belleza) y lo alemán; el llamado a fundar un arte superador del individualismo y enaltecedor de lo eterno e inalterable, un arte que practicase la apología de la germanidad; la usurpación por el nazismo de ciertas prácticas de la tradición cristiana, especialmente protestante; una tríada de instituciones que hicieron las veces de crisol de la conciencia nacional alemana: clubes de gimnasia, asociaciones de tiro al blanco y agrupaciones corales, en los que tempranamente cristalizaron elementos autoritarios, militaristas y judeófobos.

Wagner, por supuesto. El pensamiento de Richard Wagner constituye uno de los temas estudiados en el libro, relevante en este contexto por su tentativa de conciliar mythos y cristianismo, por su invocación al retorno a los «misterios primigenios de lo alemán» y por su síntesis de heroicidad y valores burgueses. No menos importante: el gusto de Hitler, conservador y retrógrado; factor gravitante por un liderazgo que devino símbolo y síntesis del nazismo.

El libro es breve y de comprensión abierta a un amplio público. Resulta de suma utilidad para aproximarse a los antecedentes simbólico-culturales del nacionalsocialismo.

-George Mosse, La nacionalización de las masas. Marcial Pons, Madrid, 2005. 286 pp. / Siglo XXI Editores Argentina, Buenos Aires, 2007. Íd.

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45 comentarios en “LA NACIONALIZACIÓN DE LAS MASAS – George L. Mosse

  1. Koenig dice:

    Buenas noches.

    Pues es un libro curioso este que citas Rodrigo. Sin ser un especialista en historia política de esta época ya me habían llamado la atención los elementos rituales y pseudoreligiosos del nacismo.

    Y ahora se me ocurre preguntar. ¿Se refiere también a otras dictaduras de la época? El fascismo Mussoliniano, las dictaduras de Primo de Ribera y Franco en España, las dictaduras balcánicas del este de Europa o, incluso, el culto a la persona de la Francia Petainista.

    Porque por lo que se de ellos son fenómenos que tuvieron también elementos de este tipo.

    Pregunto.

    Saludos.

  2. ARIODANTE dice:

    Rodri, me has dejado K.O.: ¡menuda reseñita! Excelente, por supuesto, aunque quizá tu nivel explicativo sea un pelín demasiado elevado, después de las jornadas «invasivas» del Dia D, y aqui el personal está un tanto exhausto, espatarrado en la playa de Omaha o en cualquier otra.

    Pero el tema es interesantísimo. Toca dos puntos clave: uno, el elemento religioso que, reconozcámoslo o no, está afincado en la naturaleza humana y que se manifiesta de modo diversos: en las religiones instiuidas como tales o en otras formas como el nacionalismo o los totalitarismos, por cuanto que ambos precisan de una fe para ser asumidos, y de un ritual para alimentarse.

    El otro es el fenómeno Wagner en relación al nazismo en Alemania. Aunque yo sea ferviente admiradora de la grandiosa música wagneriana, ello no quita para detestar cordialmente al Wagner como persona, porque era un insoportable y además sus ideas políticas nacionalistas me parecen delirantes. Pero sí, unificó o trató de hacerlo, el cristianismo con el mito germánico. El resultado musical es excelente, el político es espantoso.
    Pero bueno, hay mucho qque hablar sobre ello, supongo; y no a estas horas, que todo el mundo estará durmiendo.

  3. Pingback: meneame.net
  4. farsalia dice:

    Tengo el libro entre mis pendientes. Buena e instructiva reseña, Rodrigo.

  5. Rodrigo dice:

    Gracias a todos.

    Koenig, el libro es muy monográfico y sólo aborda el tema alemán. Por lo que sé (mira que tampoco soy especialista), es uno de esos estudios pioneros en materia de “religiones políticas” -o pseudoreligiones, claro- que luego han hecho escuela. Michel Burleigh, por ejemplo, ha aportado recientemente una visión panorámica del asunto en su tándem “Poder terrenal” y “Causas sagradas”. También hay los trabajos especializados, como el del italiano Emilio Gentile, muy deudor de Mosse, que analiza los elementos rituales y simbólicos del fascismo italiano en “El culto del littorio”. (Los menciono porque ya antes he hecho referencia a ellos aquí en Hislibris.)

    Ario, eres muy gentil. Lo cierto es que en esta ocasión he estado cuando menos pedantuelo. En fin.

    La música wagneriana es fascinante, ciertamente, y que lo diga uno con oídos de palo como servidor ya tiene su punto –o no-. Pero fuera de esto, el personaje me resulta bastante desagradable.

    Saludos.

  6. Koenig dice:

    Mmmm Gotterdamerung

  7. David L dice:

    Interesante reseña Rodrigo. Los símbolos, el arte, la política, los mitos, etc. todos ellos tenían en la Alemania nazi un doble objetivo: por una parte, podríamos hablar del componente estético, éste no podía desligarse de su génesis inicial, es decir, el arte por el arte; por otro lado, el segundo objetivo al que yo hacía referencia anteriormente se trataba del componente ideológico, este último es el que ofrecía una cara más siniestra: el racismo, la preponderancia de la raza germánica. Esas eran las dos caras de todo lo que rodeaba al arte, la arquitectura, la música, la política, etc…en la Alemania de Hitler.

    Un saludo.

  8. Valeria dice:

    A mí me ha interesado mucho más la parte introductoria de la reseña que el contenido de la obra en sí. Es decir, no tanto el asunto de la religíón política nazi , como la disquisición acerca de las religiones políticas en general; cómo se denosta el hecho religioso y, sin embargo, se trasladan a la política y a la sociedad «civil» ceremonias, cultos o liturgias a las que se pretende privar del elemento metafísico.

    Seguro, Rodri, que puedes sugerir alguna lectura de este tipo. ¿Tal vez la obra que citas de Mann?

  9. ARIODANTE dice:

    A mi también me parece más atrayente el tema de la desviación del elemento religioso a aspectos políticos como el nacionalismo, por ejemplo, los totalitarismos de cualquier índole u otros modos de canalización de ese impulso, cuando no se quiere manifestar en la religión en sí. Porque en el nazismo es evidente, pero hay otros fenómenos que no lo son tanto, se manifiestan encubiertosy podrían ser más perniciosos.
    Respecto a la posición de Thomas Mann, no me queda muy clara. Si no se separa la religión de la política, tenemos el islamismo, por ejemplo.O quizás no me ha quedado muy claro cuál es la posición de Mann. O él mismo tampoco la tenía clara.

  10. juanrio dice:

    Supongo que los simbolos religiosos, y los ritos, son anteriores a la religión, y vienen de una primitiva sociedad civil que los transforma en algo que las trascienda y le sirva para comprender porque pasan las cosas que no tienen explicación para su conocimiento. La vuelta de los ritos, de la simbología, las liturgias, etc a una sociedad, en la que la religión ha perdido un cierto peso, entra dentro de esa necesidad que tenemos de darle forma a los sentimientos en forma de ceremonial. Esto, que en principio no es malo, tiene el inconveniente de la sobreactuación. Estamos sustituyendo un ceremonial religioso en uno civil y copiando, posiblemente, lo peor de él. Nos casamos en el Juzgado y pretendemos que la boda sea un remedo de las que celebra la Iglesia. Enterramos a nuestros muertos sin que haya presencia de la religión, pero creamos un rito que excede nuestras costumbres, posiblemente copiamos lo que estamos hartos de ver en el cine. Cada vez que queremos expresar nuestro luto por la muerte de personas, bien por un atentado, un accidente o una muerte súbita, exageramos más el ritual público y quizá nos olvidemos del dolor privado, del dolor del cercano.

    No sólo los nacionalismos adoptaron los rituales religiosos, lo que creo que paso es que los elevaron al nivel de una inmensa representación. Visto desde las perspectiva que nos da el tiempo parece que en Alemania todos eran nazis, en Italia fascistas y en España franquistas; y sin embargo toda esa exaltación cayó derrumbada cuando cayeron sus creadores, demostrando que todo era falso, que no había un sentimiento verdadero en esas sociedades y si una necesidad de formar parte de la masa.

    Una vez más, Rodrigo, gran reseña.

  11. ARIODANTE dice:

    Hola, Juanri: completamente de acuerdo con lo que dices. Estoy cansada de comentar lo absurdo que me parece que después de poner de vuelta y media a los ritos religiosos, se los sustituya por otros civiles tan complicados o más; este verano hube de soportar una boda civil y acabé hasta los bemoles de tanto rollo patatero que nos hicieron pasar. Al menos cuando yo me casé (por lo civil), en 1979, la ceremonia duró un cuarto de hora, yo vestía un trajecito de calle mono pero normalito, y en cuanto acabó saludamos a los cuatr gatos que vinieron, en la calle y nos largamos con viento fresco. Y no que ahora, por no paar por la Iglesia, has de pasar por otro «calvario» ritual y encima soportar ideología igualmente, aunque sea de diferente inclinación.
    La necesidad de rituales parece ser algo muy arraigado en la humanidad, por eso con los años me voy preguntando si no hubiera sido mejor dejar algunas cosas como estaban, sin exagerar, pero que no nos dieran la vara con otras. No sé si me…

  12. Rodrigo dice:

    Gracias por los comentarios.

    Vale, David. Cierto que en el nazismo la parte estética –por no hablar de la cosa simbólica- no tenía pizca de gratuidad sino que estuvo siempre supeditada a los objetivos políticos de conquista y dominio (nada de raro). A propósito de mitos: interesante el que Hitler recelara del libro de Alfred Rosenberg, “El mito del siglo XX”, con que éste pretendiera darle una pátina filosófica al régimen. Nunca llegó a leerlo completo por parecerle ininteligible pero sobre todo le disgustó el título: lo de “mito” (que Rosenberg usó en sentido de cosmovisión, acentuando su aura romántica y anti-ilustrada) sonaba demasiado a “fábula” y “patraña”, una asociación muy poco conveniente. Por otra parte, entiendo que tu intención es enfatizar la relevancia del aspecto ideológico del nazismo. No seré yo quien la desmienta, sobre todo considerando el impacto de algunos de los fines perseguidos por el partido y por el régimen: conquista de “espacio vital”, forjar una Pangermania, “limpieza racial” de Alemania, hegemonía racial en Europa y más allá… objetivos todos dictados por la ideología nazi. Pero también es cierto que esta ideología era una cosa muy escueta. A Hitler no le interesó desarrollar (ni que otro lo hiciese por él, como fue el caso de Ronsenberg) una ortodoxia doctrinaria comparable en extensión y complejidad a la de su gran enemigo, el marxismo; una ideología que fuese más allá del programa de los 25 puntos y de los panfletillos que escribió estando preso. Hitler era demasiado antiintelectualista, practicón y demagogo como para comprometerse en –y dejarse amarrar por- disquisiciones teóricas. Su indiferencia doctrinaria era también en buena medida programática. Joachim Fest y otros han hablado de oportunismo ideológico; creo que lo decisivo en el nazismo era el pragmatismo, la elasticidad táctica y la práctica concreta del poder por el poder, bajo ciertos lineamientos ideológicos ciertamente pero más bien gruesos.

    Uf, Valeria, me llevas a mis años mozos –más mozos, se entiende: los de la facultad-, y me pones también en un brete. Pasa que la mayor parte de la bibliografía sobre el tema de las “religiones políticas” y el lenguaje simbólico de (o en) la política está en inglés (que se me ha oxidado) y otros idiomas bárbaros (que desconozco), sin traducir. Recuerdo un ensayo del antropólogo Clifford Geertz sobre el simbolismo del poder, en castellano, pero mejor te remito a Michael Burleigh y su libro “Causas terrenales”, que reseñé hace tiempo: sobre los cruces entre religión y política en el siglo XX (“Poder terrenal” es sobre el sigo XIX, aunque igual sirve la introducción). El problema es que, siendo bueno, el libro es más que nada narrativo, muy descriptivo y escasamente interpretativo; le falta profundidad analítica. (También se puede recurrir a parte de la bibliografía sobre el totalitarismo, pero también está el problema de la escasez de traducciones; y tampoco es que la conozca en profundidad.)

    Ario: justamente algo característico del islamismo es el rechazo a deslindar política de religión. Ahora bien, Mann en aquel escrito que mencionaba también rechazó esta separación imputándola con desprecio al liberalismo, pero luego se retractó de esta postura. Fue en vista de las aberraciones perpetradas por el nazismo que aprendió a valorar mejor republicanismo y liberalismo. Que yo sepa, este vuelco se trasluce en su repudio del nazismo, también en un ensayo crítico sobre Nietzsche –muy interesante- y en su novela “Doktor Faustus”.

    Juanrio, has puesto el dedo en la llaga. Parece que no pudiéramos vivir sin símbolos y ceremonias, por la razón que sea. A falta de los originales, proporcionados por la tradición, nos inventamos los correspondientes sucedáneos. Qué pobres nos parecen éstos, artificiales y faltos del nimbo de autenticidad y legitimidad que parecían tener aquéllos, sólo que, bueno…, también lo tradicional tiene mucho de invento.

    Saludos.

  13. ARIODANTE dice:

    Rodri: eres un libro abierto. Me encantan esas laaargas explicaciones. Efectivamente, al lado de la ideología marxista, Hitler y sus ideólogos eran bebés de guardería. Tenían cuatro ideas y luego ya funcionaban como una apisonadora. El marxismo ha elaborado una teoria complejísima y muy variada, y ha tenido ilustres ideólogos (al margen de que se compartan o no sus ideas, claro).
    Una cosa que te quería preguntar: el artículo de Thomas Mann que citas (Consideraciones de un apolítico) ¿está incluido dentro de algún otro libro o es un libro en si o cómo se puede acceder a él? Y lo mismo te digo sobre el otro sobre Nietzsche.

  14. Rodrigo dice:

    “Consideraciones de un apolítico” es todo un libro, Ario, y según recuerdo bastante extenso. Publicado en castellano por Grijalbo, en los 70. El ensayo sobre Nietzsche está en un volumen titulado “Schopenhauer, Nietzsche y Freud”, la versión de Alianza (hay una anterior de Plaza y Janés que está incompleta).

    Dos consideraciones:

    Apuntar que no por ser el marxismo más teóricamente elaborado ha sido más benigno que el nazismo. En absoluto.

    Decía que lo decisivo en el nazismo era, más que lo ideológico, el pragmatismo, etc. Agrego también esta dimensión de “religión política” en que George Mosse hace hincapié. Curiosa combinación.

  15. juanrio dice:

    Y sin embargo el marxismo partía de la base de mejorar la vida de la humanidad, partiendo de los proletarios y los campesinos, y sin embargo el nazismos sólo quería el bien de los alemanes arios, y alguna otra parte de la «raza escogida». Esa es una gran diferencia, sin disculpar las barbaridades que se han perpetrado en nombre del marxismo.
    Añado que uno puede ser dignamente marxista en cualquier parte y sin embargo resulta intolerable ser nazi, algo que sólo podría entender en un alemán, o similar, con un serio problema mental, pero que no puedo comprender en un individuo de cualquier otra nacionalidad, salvo que se encuentre en una fase anal en edad avanzada.

  16. ARIODANTE dice:

    Jajaja, eso de la «fase anal» me ha hecho gracia, Juanri…Si, bueno, hay diferencias pero ahora ya no vamos a discutirlas. Efectivamente unos y otros han cometido abusos y de buenas intenciones está plagado el infierno, que dicen los católicos.
    Gracias, Rodri, por tus datos de Mann. Lo anoto.

  17. Valeria dice:

    Gracias, Rodrigo. Siempre es una gozada leer tus escritos.

  18. ARIODANTE dice:

    A ver, un pañuelito para Rodri, para recoger ese goteo…

  19. Rodrigo dice:

    Sonrojado

    Gracias a ti, Valeria.

  20. Rodrigo dice:

    Snif.

    ¡Resulta! ¡Por fin, las cursivas!

  21. Koenig dice:

    Buenas tardes.

    No soy experto en el tema, pero se me ocurre -a falta de iluminación- que tal vez comparar nacismo con marxismo es como comparar ultranacionalismo con comunismo.

    Por otro lado hay una frase que me ha llamado un tanto la atención:
    «Supongo que los simbolos religiosos, y los ritos, son anteriores a la religión, y vienen de una primitiva sociedad civil que los transforma en algo que las trascienda y le sirva para comprender porque pasan las cosas que no tienen explicación para su conocimiento.»

    No sé como pueden ser los símbolos religiosos anteriores a la religión.
    Por otro lado pensar que ritos civiles: obediencia al jefe o entrega de tributos, por ejemplo, hayan podido convertirse posteriormente en ritos religiosos es afirmar que en las primeras sociedades humanas se crearon sin manifestación religiosa alguna. Cosa que me chirría un poco.

    Insisto, sin ser experto en prehistoria siempre he tenido la impresión de que la religión y las primeras organizaciones humanas fueron casi de la mano. Y digo casi porque se me ocurre que tal vez el fenómeno religioso pudo ser anterior.
    – En primer lugar porque las manifestaciones humanas mas importantes que nos han llegado de los primeros seres humanos -si no las mas antiguas- son los enterramientos. Ritos funerarios, que tienen un elemento esencialmente religioso.
    – Y en segundo lugar porque una tendencia del ser humano es preocuparse mas de lo desconocido, lo inexplicable y lo no controlable -en suma, de aquello que lo asusta- : que fueron los elementos de base de las primeras religiones; que de cuestiones mas comprensibles como fueron las relaciones con los demás miembros de su especie.

    Opino.

    Saludos.

  22. Rodrigo dice:

    Koenig, ¿quieres decir que te parece una comparación improcedente, descabellada tal vez?

    Por mi parte, coincido con lo que señalas a continuación. Admito que se me había escapado la frase inicial de nuestro contertulio. (Mea culpa, Juanrio.)

  23. juanrio dice:

    Perdon, hermanos, sobraba el religiosos detrás de símbolos. que creo que es lo que le hace perder sentido a mi frase…quiero decir que una sociedad sin religión, sin una religión estructurada, pude crear unos símbolos, unos ritos, que acaben formando parte de algo mayor, de un tipo de creencia trascendental y que supera los meros inicios de la construcción de una sociedad e cualquier tipo. Posiblemente tienes razón, Koenig, y la sociedad civil y religiosa, sin comparación con lo que la religión representó después, nacieron de la mano. Es más, las dudad más grandes acerca de lo que afecta al hombre debieron nacer entonces.

  24. David L dice:

    Juanrio, tienes razón cuando comentas que alguien puede hoy en día autodenominarse marxista y no pasa nada, pero si lo hace como nacionalsocialista la cosa ya es otro cantar. Creo que la diferencia es clara. Los marxistas han dado la oportunidad de poder incorporarse a esa ideología, aunque hayan sido tremendamente brutales también a la hora de enfrentarse a sus enemigos, sin hacer distinciones. El nazismo no fue una doctrina ideológica en la que tuvieran sitio todo aquel que se acercara a la misma, las diferencias raciales impedían ya de facto poder formar parte de la comunidad germánica nacionalsocialista a un gran número de personas.

    Un saludo.

  25. Koenig dice:

    Buenos días.

    Rodrigo. Siempre he pensado que el comunismo es una exacerbación del marxismo; y el nacismo (o nacionalsocialismo) una exacerbación del ultranacionalismo. Por eso me chirriaba la comparación.

    Por lo demás sería muy interesante -se me ocurre, a raiz de lo dicho y lo leído- si no habrá también un deslinde entre nacionalsocialismo y nacismo.
    Por lo que conozco del tema el partido nacional socialista de los trabajadores alemanes fue fundado antes de que Hitler se integrara en él, y convivieron durante bastante tiempo dos corrientes bien distintas: una de ellas, personificada en «Mein Kampf», contenía una mucha mayor dosis de violencia y odio racial que la otra, mas izquierdista. La cirsis final fue la «Noche de los Cuchillos Largos», a partir de la cual quedó una sola corriente.

    Por consiguiente, y sin pretender hacer una justificación y mucho menos un panegírico, ojo, me pregunto si decirse nacional y socialista es malo por los recuerdos históricos, o es malo por el significado intrínseco de dichas palabras. Tal vez habría que deslindar nacionalsocialista de «nazi».

    Con respecto a la incorporación a la ideología. El caso es que el nacismo alemán dio oportunidad de incorporarse a todos los que consideraban de raza germánica, no sólo a los alemanes, lo que incluía suecos, noruegos y otras naciones noreuropeas. Pero si es cierto que su vocación es nacional, racial a lo sumo, de ahí que sea mas excluyente que el marxismo, o el comunismo, que tienen vocación internacional.

    Por lo demás, voy a ser crítico, me cuesta tanto tragar a un «comunista» como a un «nazi». Sintiéndolo mucho entre ambas ideologías: igualmente dictatoriales, igualmente revolucionarias e igualmente violentas con todo el que se les opone -entre otras cosas-; la única diferencia que veo es el conocimiento que el común tiene de ellas.
    Que mas decir, sobre este tema he conversado unas cuantas veces con «comunistas ignorantes» y siempre les he hecho la misma pregunta: «cítame un sólo país comunista que tenga un régimen democrático».
    Y listo.

    Opino.

    Saludos.

  26. juanrio dice:

    Koenig, es imposible que un país se diga comunista y democrático. Espero no equivocarme, pero creo que en el gobierno del Frente Popular en Francia participaban los comunistas, y Francia es un país democrático. Individualmente no ha habido ningún gobierno de un Partido comunista en ningún país, democrático por supuesto, lo que no impide que yo piense que podría existir y no ser ninguna merma para nuestras libertades.

    Otra cosa bien distinta es una dictadura comunista, a la que por supuesto no puedo apoyar de ninguna manera. El caso es que en los países donde hubo una revolución de corte marxista se supero una situación muy mala para el pueblo, estoy pensando en Rusia o en Cuba, y esa revolución trajo una nueva esperanza, lo malo es que al final se sustituyo un régimen perverso por otro que se convirtió en algo similar o peor.

    Lo que si tengo claro es que ideológicamente, quedandonos en el terreno de las ideas, el nazismo parte de una perversión y el comunismo o marxismo no.

  27. Enchumig dice:

    Espectacular reseña y comentarios.
    Nada más a aportar.
    Gacias como siempre.

  28. ARIODANTE dice:

    Cito a Juanri: «es imposible que un país se diga comunista y democrático.(…) Individualmente no ha habido ningún gobierno de un Partido comunista en ningún país, democrático por supuesto, lo que no impide que yo piense que podría existir y no ser ninguna merma para nuestras libertades »

    Si tenemos que C=comunista y D=democrático
    Primera premisa: C implica no D
    Segunda premisa: D implica No C
    luego: si C, entonces No D y si D, entonces No C

    Comprendo que estamos en nuestro derecho de imaginar grifos,centauros, dragones y basiliscos…y paises comunistas con democracia. Pero el paso siguiente, a decir que pueden existir, creo que la pura lógica lo inhabilita. Y la experiencia, también, fíjate.

    La propia teoría conlleva la ausencia de democracia. ¿Se te ha olvidado lo que Marx opina de la propiedad privada, Juanri? Por nombrar sólo una idea…

  29. juanrio dice:

    Sin embargo yo creo que un Partido Comunista como el español, con todos sus defectos, podría gobernar una nación democrática como es España sin hacerlo mejor o peor que el PSOE o el PP. Pongo el ejemplo de los ayuntamientos que estás regidos por el PCE, se llame como se llame, y no son peores por ello, de hecho uno de los municipios que más admiro en la Comunidad de Madrid es Rivas Vaciamadrid, con alcalde comunista desde hace un montón de años y un ejemplo de como se debe gestionar un pueblo. Hay que recordar que los partidos comunistas occidentales rompieron con la Unión Soviética a partir de lo sucedido en Hungría y Checoslovaquia y optaron por lo que se llamó el Eurocomunismo. Lo cierto es que, para mí, comunismo no es lo que se ha practicado en el antiguo bloque del este o en Cuba. Y encima estamos viviendo casos rarísimos en ese campo en Asia. Por un lado ese extraño experimento que es Corea del Norte y por otro lado China, un régimen comunista que está virando hacia la industrialización y el capitalismo y del que no podemos saber en que acabará…La realidad cambiante de éste mundo.

  30. Koenig dice:

    Buenas tardes.

    A lo mejor cometo el error de categorizar, pero creo que es una de las formas de entendernos.

    Marx expuso en el siglo XIX una serie de teorías que dieron origen a una ideología que de su nombre tomó el de Marxismo. De la que, simplificando, derivaron dos grandes corrientes: socialismo y comunismo.

    Siempre simplificando, parece que una de las importantes diferencias entre ambas fue que el socialismo era un marxismo capaz de actuar en un estado democrático, siguiendo las «reglas del juego», y aceptando criterios dispares en su entorno; mientras que el comunismo pretendía la implantación de una dictadura -por mucho que fuera del proletariado- mediante acciones violentas, específicamente contra todos aquellos que no estuvieran de acuerdo -o, como nos enseña la experiencia, aquellos que pudieran resultar no estar de acuerdo, para no darles ocasión de actuar-.

    Basándome en este planteamiento no veo la posibilidad de que un partido comunista pueda ser admitido en una democracia. Cosa distinta es una partido «que se dice, o llama, comunista». Como bien sabe todo el mundo, por mucho que al queso en Francia lo llamen «fromage», no deja de ser queso. Y es que las cosas deben responder a su realidad, no al nombre que se les quiera poner.

    En virtud de esto me he preguntado muchas veces si el comunismo de muchos comunistas es realmente tal o un socialismo radical. La diferencia es importante y estriba en lo que decía antes: el socialista radical ni pretende subvertir el orden democrático ni pretende echarme de mi casa a patadas.
    Sin embargo poder distinguirlos es muy importante. Hablábamos antes del nacionalsocialismo. No hay que olvidar que el partido nazi ganó las elecciones y Hitler formó gobierno, para a continuación impulsar su revolución desde dentro. Lo mismo puede suceder con un partido comunista cualquiera si al final resulta que de verdad son comunistas, y no socialistas radicales.

    Obviamente no es la victoria en un municipio lo que provocará esto. Ni en diez. Por eso un municipio gobernado por el PCE, actualmente, puede ser estupendo y eficacísimo, aunque haya opiniones en contra (y en el caso que me citas de Rivas las hay, las conozco incluso).

    Por eso sigue sin gustarme el comunismo español. Principalmente porque podría serlo de verdad. En segundo lugar porque podría no serlo, y ser sólo un socialismo disfrazado de algo mas.

    En todo esto, claro, siempre hay que dejar a salvo a las personas. Las personas «individuales» (es importante), son un mundo totalmente diferente de las masas y los ismos.

    Opino, claro.

    Saludos.

  31. ARIODANTE dice:

    No veo que me hayas contestado, Juanri, quizás he dicho una estupidez, (recordando mis clases de lógica matemática) y optaste por ignorarla…
    Una cosa son las teorias o las ideologías o lo que sea en el mundo digamos teórico y otra las personas. Uno puede ser una bellisima persona y a la vez tener unas ideas políticas completamente distintas, utópicas o realistas, buenas, malas o regulares. O estar convencido de cosas del todo punto inadmisibles pero si, al margen de que se declare afiliado a tal o cual idea, su comportamiento es impecable…pues por sus hechos los conoceréis.
    Quizás no es el momento ni el lugar para una discusión como ésta, pero da la casualidad de que sé muy bien de lo que hablo porque he vivido toda la historia de los PCs occidentales y el español, y en momentos muy duros. Y sé perfectamente que hay personas majísimas: pero si aplicasen de verdad las teorias que dicen sustentar, una de dos, o dejarían de ser majísimas…o cambiarían de teorías, por inaplicables, aunque se siguieran llamando igual (lo cual confunde a las personas, que aprendemos que a un nonbre se le asigna un significaco y no otro).
    Pero bueno, por mi parte, no le vamos a dar más vueltas…

  32. ARIODANTE dice:

    Parece que nuestros comentarios se han solapado, Koenig. Estoy bastante de acuerdo contigo aunque precisaría algunas cosillas, pero bueno, en lo principal, estoy de acuerdo. Y tampoco me interesa alargar el asunto.

    Pero me gustaria reconducir el tema un tanto, volviendo al tema de la relacione religiosidad y política, ritos religiosios y ritos políticos.

    No sé si me meto en un avispero, pero Rodri ¿se trata en algun momento en el libro del tema de Israel? Porque Israel, que es un estado formalmente democrático, tiene un partido religioso y en su fundación intervino en un papel importantísimo, la religión judía. Es un estado democrático pero a la vez, es un estado en el que la religión casi casi no se desmarca. Y no se puede decir que sean comunistas o socialistas, pero todo ese asunto de los koljozes y las explotaciones agrarias colectivas… ¿Toco un tabú o podemos hablar de ello sin tirarnos piedras?Ojo, que no quiero tocar bajo ningún concepto el derecho o no de la existencia del Estado de Israel. Ni su relación con los palestinos. ¡Lagarto, lagarto! Sólo me gustaría que hablásemos de la relación religión y Estado. Si es posible.
    ¿Rodri? ¿estás por ahi?

  33. juanrio dice:

    A mi también me gustaría que alguien me aclarara esa duda. Se que en el parlamento israelí hay partidos religiosos, pero no se la fuerza que tiene la religión en el gobierno y si éste esa confesional o no. Porque de hecho muchos de los judios europeos descubrieron que lo eran «gracias» a los nazis. Eso lo dice Zweig en sus memorias, como un gran número de europeos que no profesaban ninguna religión acabaron, por obra y gracia de Hitler, convertidos en creyentes forzosos….

  34. ARIODANTE dice:

    Efectivamente, Juanri. Tienes toda la razón. A ver si Rodri nos dice algo sobre si el libro lo trata o no.

  35. Rodrigo dice:

    Estoy, Ario, estoy. Pasa que subrepticiamente he debido tomarme un tiempito para responder a algunos de los interesantísimos comentarios. En parte.

    Creo que capto adónde apuntas, Koenig. Por supuesto, jamás objetaría un intento de categorizar tan lúcido como el tuyo.

    Puse antes, un par de veces, nazismo y marxismo en plano de equivalencia. Por cierto que el marxismo es una ideología que inspira movimientos y partidos políticos como el socialista y el comunista, que es lo que más o menos señalas. Supongo, por tanto, que lo correcto es oponer nazismo a comunismo y, por mayor rigor, usar el término “nacionalsocialista” si lo que se quiere es hacer un parangón en el plano doctrinario o de las ideas –y por aquí iban mis tiros, ciertamente. Sólo que lo que se puede llamar ideario nacionalsocialista es tan burdo que me ha dado tirria y pereza esquivar la designación de “nazi”, más coloquial. Apenas tengo que recalcar que lo que sé sobre este ideario me resulta lamentable. No hallo pizca de rescatable en su nacionalismo a ultranza, sus quimeras comunitaristas, su antisemitismo – o, por mejor decir, judeofobia-, su racismo en general, su militarismo y expansionismo, sus disparates sobre la supuesta necesidad de conquistar “espacio vital”, o esa rara vertiente de las patrañas bucólicas de un Himmler.

    Mira, lo que entiendo de estos asuntos es que la corriente “izquierdista” del nazismo era la que representaban los hermanos Strasser, Gregor y Otto, quienes fueron expulsados del partido (Gregor fue asesinado en la Noche de los Cuchillos Largos). Hacían énfasis en un programa anticapitalista y estatizante que –esperaban- fuese implementado por el partido una vez llegado al poder: programa que no entusiasmaba a un Hitler que, en vez de suprimir el orden capitalista alemán, lo que pretendía era subordinarlo a sus planes políticos y militares.

    Röhm y las SA bajo su dirección presionaban en favor de la radicalización de la “revolución nazi” por encima de cualquier escrúpulo legalista y con menosprecio de toda conveniencia de táctica política, de manera que el partido y las SA en particular asumiesen de inmediato el control total de la sociedad alemana –y las SA se convirtiesen en el primer cuerpo armado del país, absorbiendo al ejército-. Las SA ponían su fidelidad más al servicio de Röhm que de Hitler y su jefe resultaba un personaje bastante díscolo, un rival potencial para el último. Además, su radicalismo y su afición a la violencia callejera y brutal estorbaban el deseo de Hitler de ganar en respetabilidad y aprobación frente a los sectores conservadores de Alemania: burguesía, los mandos de las FF.AA. y los “jerifaltes del gran capital”.

    Justamente, dices “revolución desde dentro”: la estrategia adoptada por Hitler después del fracaso del “putsch” del ’23. Conquistar el poder aceptando las reglas del juego -el orden constitucional-, y una vez en el poder mandarlas al diablo. (Lo curioso es que Hitler nunca ocultó demasiado su desprecio por este orden ni su intención de subvertirlo desde dentro. Indicador del decrédito de la República de Weimar es que no tuviese defensores resueltos que parasen los pies a los nazis.) También hay que tener en cuenta que los nazis no llegaron al poder porque ganasen elecciones –en las últimas de nivel nacional incluso habían perdido votos y en enero del ’33 el partido se hallaba en crisis-, sino más bien en virtud de una serie de intrigas y violaciones a la Constitución, aparte de la capacidad de maniobra demostrada por Hitler (su táctica del todo o nada resultó muy efectiva). Tipos como Papen, Meissner, el hijo de Hindenburg, Oskar, y otros que no eran nazis y que creyeron que podrían controlar a Hitler y manejarlo en favor de sus propios intereses, lo hicieron todo para prácticamente servirle el poder en bandeja.

    Compañeros: Mosse no se refiere en este libro al tema de Israel.

    Saludos.

  36. ARIODANTE dice:

    Jolín, Rodri: nos has dejado estupefactos: ¡vaya verbo! Te has explicado a la perfección, con pelos y señales.
    Vale, pues si no se ocupa de Israel, ya hablaremos de ello otro día, con algún librillo que trate el tema.

  37. Rodrigo dice:

    Pero no, Ario. No he hecho más que añadir una que otra precisión o comentario. Es Koenig el de los análisis brillantes. Los comentarios de Juanrio y tuyos son también muy estimulantes.

  38. ARIODANTE dice:

    Sin quitarle ningún punto de brillantez a Koenig, tú también te explicas que da gusto. Por cierto, Galo, leí tu articulito en LR contando tu viaje a NY, no sé si has visto mis comentarios, pero ¡qué gozada de artículo! Me llegó al alma…Parece que la Gran Manzana te ha tocado el corasón a ti también.

  39. Rodrigo dice:

    No sabía de ese artículo. Lo leeré.

    Olvidaba mencionar a David L., que también es una gran contribución.

    Saludos.

  40. ARIODANTE dice:

    Aqui lo tienes, Rodri: http://www.larevelacion.com/la-ciudad-de-las-palomas/
    El galo se lo ha pasado pipa en NY pero ha conseguido emocionarnos con el relato de su estancia.

  41. David L dice:

    Creo que hay que matizar un poquito cuando nos referimos a los hermanos Strasser como los “izquierdistas” dentro del NSDAP. Los Strasser tenían una visión muy particular, puramente germánica, si se me permite la expresión, para denominar sus concepciones ideológicas. Estas podrían ser denominadas como una especie de “socialismo alemán”, una ideología que se basaría en un antimarxismo acompañado de una vertiente antisemita y nacionalista. Como ocurre en todos los partidos o movimientos políticos, a veces conviven muchas veces en ellos facciones ideológicas enfrentadas, llegando en ocasiones a producirse una escisión en los mismos. El socialismo lo vivió con el comunismo, vertiente escindida ésta del primero. En el caso del NSDAP, George Strasser, el asesinado la Noche de los Cullillos Largos, intentaba barnizar al partido con una capa más antimarxista o revolucionaria frente a la más nacionalista y burguesa que preconizaba el propio Hitler. En definitiva, ambos grupos eran claramente antimarxistas, pero con matices significativos, los cuales podían hacer dar un giro al partido hacia un sentido u otro.

    Un saludo.

  42. Rodrigo dice:

    Correcto, David: la cosa requiere ser matizada, como bien señalas. De todos modos, resulta ilustrativo el que se diga de los hnos. Strasser que representaban el ala “izquierdista” –aunque sea de modo figurado, evitando categorizaciones tajantes y simplistas. Pero es cierto, hay que ser más precisos. El propio binomio “derechas”/”izquierdas” resulta impreciso e insuficiente si lo que se quiere es hilar fino –en un buen sentido-. Por otra parte, no tengo muy claro en qué consistiría la especificidad alemana del pensamiento de los Strasser, aquello de “puramente germánico”. Al fin y al cabo, ni nacionalismo, ni antimarxismo ni antisemitismo son atributos exclusivos del nacionalsocialismo. Y lo que sé de esto es que los Strasser eran un punto menos extremadamente nacionalistas que los otros.

    Suele decirse que los Strasser ponían énfasis en el componente “socialista” del ideario nazi, sobre todo Otto, más radical en su recelo frente al capitalismo. Ahora bien, este presunto “socialismo” era sumamente nebuloso y muy contenido en comparación con el socialismo a secas, de raigambre marxista. Pero bastante decidor es que ambos propugnasen la defensa de los pequeños productores frente a la gran industria, incluso una reducida forma de socialización de los medios de producción. Gregor, por su parte, fundó un sindicato nazi –de corta vida- no sólo con fines instrumentales del tipo de disputar terreno a los partidos de izquierda sino también por un sincero afán de promover los derechos de la clase trabajadora. Hitler, en cambio, despreciaba el sindicalismo.

    Un punto relevante (destacado por F. Gallego) es que los Strasser querían moderar el factor carismático del partido y potenciar el factor programático, de tal manera que la capacidad movilizadora del partido se basase más en ideas y proyectos que en el carisma del líder. Con lo cual sólo podían ganarse la enemistad de Hitler.

    Tengo entendido que lo que distanció a ambos hermanos fue la negativa de Otto a contemporizar con los sectores conservadores de la derecha alemana, mientras que Gregor sí estaba dispuesto a transar con ellos con tal de llevar al partido al poder, incluso a integrarse a título personal en un gobierno de signo conservador.

    Tan difusas eran las cuestiones doctrinarias entre los nazis que apenas había una definición estricta en materia económica. Lo decisivo era la estrategia, o sea, lo que dictaba la conveniencia del momento, y fue por conveniencia que Hitler optó por moderar los rasgos anticapitalistas del discurso nazi. El factor carisma era tan crucial que algún nazi pudo decir que “nuestra ideología se llama Adolf Hitler”.

    Saludos.

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