LA CUARTA CRUZADA Y EL SAQUEO DE CONSTANTINOPLA – Jonathan Phillips

“De hecho, parecía que allí había una flota capaz de conquistar tierras, pues hasta donde la vista alcanzaba no había otra cosa que velas desplegadas sobre la enorme colección de naves, una visión que llenaba el corazón de cada hombre de intensa alegría.”

Godofredo de Villehardouin, La conquista de Constantinopla.

¿Cuántas veces es preciso que los cristianos tomen Jerusalén? Las que haga falta. Los recalcitrantes musulmanes se empeñan en conquistar y reconquistar la sagrada ciudad, y desde Occidente falta tiempo para organizar ejércitos inmensos y acudir al rescate. Reyes europeos, príncipes, nobles, monjes, siervos, labriegos y hasta mujeres y niños se enrolan en la expedición, generalmente alentada, auspiciada y bendecida por el papa, obispo de Roma, o en su defecto inspirada por el audaz espíritu de algún rey cristiano cuyo corazón (de león alguna vez) no puede tolerar que la ciudad en la que Jesucristo vivió, predicó y murió, luzca una media luna en sus estandartes. Esto, grosso modo, fueron las Cruzadas, el entretenimiento oficial de los reinos de Europa entre los siglos XI y XIII, en plena Edad Media, “la época de la historia más atormentada por la culpa» según algún historiador.

El libro de Jonathan Phillips La Cuarta Cruzada y el saqueo de Constantinopla es un relato de una parte de esa culpa, y, según se mire, también de su expiación. Y es un relato excelente, dicho sea cuanto antes; hacía tiempo que no disfrutaba tanto leyendo algo. La única objeción que se me ocurre es el título, en concreto lo de “y el saqueo de Constantinopla”. El autor (o la editorial) manda, pero es un poco como desvelar cuál es la batalla final y quién la gana. Aunque cuando la primera frase de la introducción es “En abril de 1204, los ejércitos de la Cuarta Cruzada conquistaron y saquearon Constantinopla”, poco importa ya que el título lo haya anunciado. El libro cuenta, por supuesto, ese saqueo brutal y sangriento, pero también y sobre todo cómo se llegó a semejante situación extrema y, podría decirse, rocambolesca, en la que los cruzados cristianos sitiaron,  asaltaron y cometieron atrocidades sin fin contra los habitantes de la mayor ciudad de la Cristiandad.

Siendo un ensayo de divulgación histórica, la obra se lee como una novela. Una vez más merece la pena recordar lo bien que saben hacer los británicos lo que se suele llamar “alta divulgación”. Se trata de uno de esos trabajos que hacen pensar en la falacia de que, cuando existen abundantes crónicas sobre los hechos que se quiere explicar, el esfuerzo invertido por el historiador es menor. Porque sobre el período que se extiende la Cuarta Cruzada, desde 1198, año de los primeros llamamientos a la guerra, hasta 1204 y quizá un poco más, existen numerosos textos que relatan los hechos de primera mano y desde diferentes perspectivas. El investigador debe en ese caso saber combinar todos ellos, armonizarlos y compatibilizarlos en un relato coherente y unitario, lo cual no debe de ser nada fácil. Jonathan Phillips emplea las crónicas de muchos y variados autores contemporáneos a los sucesos, entre ellos Nicetas Choniates, griego de Constantinopla que sufrió en sus carnes el saqueo de la ciudad; o Godofredo de Villehardouin, caballero francés que participó en la expedición en el bando cruzado; o la Devastatio Constantinopolitana, texto anónimo escrito en latín por testigos presenciales de los hechos.

Pero ¿qué fue lo que sucedió? ¿Las Cruzadas no tenían por objetivo arrancar Jerusalén de manos de los infieles? ¿Por qué esta acabó con la toma de Constantinopla? Evidentemente, para responder a esto lo más conveniente sería leer el libro, y en verdad que vale la pena; pero algo sí se puede contar aquí. La Cuarta Cruzada tuvo mala fortuna ya desde su gestación: así como en ocasiones anteriores la Guerra Santa había estado liderada por reyes (sin ir más lejos, Ricardo Corazón de León y Felipe II en la Tercera Cruzada, hacía menos de una década), esta vez estos se encontraban muy ocupados con problemas internos en sus respectivos reinos, Inglaterra y Francia. Así que se hubo de predicar en un famoso torneo de caballeros en Écry, Francia, para tratar de convencer, a falta de reyes, a lo más selecto de la nobleza caballeresca de la época, que allí se dio cita. A través de ese y otros discursos pronunciados por el abad Martin, bajo los auspicios del papa Inocencio III, se consiguió que varios nobles de renombre y prosapia abrazaran la cruz. El rito de “abrazar la cruz” era un proceso bastante simple: como el propio Phillips describe, primero se daba la bendición, y luego se mostraba la cruz al tiempo que se decía: “Señor, bendice a tu siervo”. El siervo en cuestión, ya propiamente cruzado, se ataba la cruz al hombro y recibía las tradicionales insignias del peregrino: el bastón y la bolsa. Con ello se pretendía recalcar el estrecho vínculo entre cruzada y peregrinación. Porque si algún sentido tenía hacerse cruzado, este era el de peregrinar a Tierra Santa; no existía ningún otro motivo para “abrazar la cruz”, para ser nombrado cruzado.

Solventada la dificultad del liderazgo (no hubo reyes pero sí nobles caballeros, en su mayoría franceses, pero también de otros lugares como Flandes o la península ibérica), se presentó otra no menos importante: la del transporte hasta la Sagrada Jerusalén. No habiendo fortuna real que financiara los barcos, las dificultades fueron extremas. Aquí es donde empieza a jugar un papel importantísimo en la cruzada el propietario de una de las mayores y mejores flotas del Mediterráneo: Enrico Dandolo, dogo de Venecia, persona anciana (más de 90 años) y ciega, pero hábil y astuto como ningún otro en su época. Fue Dandolo quien determinó la primera desviación de la expedición de su destino original, y quien sembró la semilla del descontento entre los cruzados. ¿Fue él quien los condujo al saqueo? Sí pero no. Enfilar las proas rumbo a Constantinopla y no a Jerusalén no fue cosa del mandatario veneciano, sino una decisión meditada y consensuada por todos. Decisión que se hubo de tomar cuando apareció otro de los personajes importantes de la historia: el desgraciado hijo del destronado emperador bizantino Isaac II Ángelo, llamado Alejo. Jonathan Phillips relata con tono aventurero, y es que se trata de una auténtica aventura, lo que le sucedió a Isaac y a su hijo, cómo dieron con sus huesos en prisión, y la razón por la que Alejo se presentó ante los cruzados. Y hasta aquí puedo decir, y es en este momento cuando entra en escena un nuevo protagonista, el más importante de la Cuarta Cruzada: la propia ciudad de Constantinopla.

La urbe más grandiosa del mundo cristiano, eso era Constantinopla en aquel tiempo. Tenía una extensión de unos 30 kilómetros cuadrados y una población de entre 375.000 y 400.000 habitantes; comparada con ella, París o Venecia, de quizá unos 60.000 habitantes cada una, eran simples villorrios. La ciudad antiguamente llamada Bizancio no tenía parangón en toda la Cristiandad, y pocas en el mundo islámico se le igualaban. En Constantinopla se guardaban un gran número de reliquias sagradas para el mundo cristiano: dos grandes fragmentos de la Veracruz, algunos de los clavos que habían atravesado las manos y los pies de Cristo, una ampolla con su sangre, la corona de espinas, una parte del vestido de la virgen María, la cabeza de Juan el Bautista… Era ni más ni menos que la capital de uno de los dos imperios que existían en la Europa cristiana: el imperio bizantino. Constantinopla despertaba la envidia de la propia Roma, el otro centro de la Cristiandad con el que mantenía una relación de frialdad y tensión mal disimulada. Esa fue la ciudad cuyo esplendor, belleza, enormidad y valor simbólico dejaron boquiabiertos a los cruzados cuando llegaron a ella en junio de 1203. La misma ciudad que sin ningún pudor saquearon menos de un año después.

Este libro cuenta, con extremado lujo de detalles, en un tono trepidante y dando voz a los propios protagonistas, la emocionante historia de esa depredación despiadada que escandalizó a Inocencio III y a toda la Europa medieval. Miles de cruzados, llegados a bordo de la inmensa flota veneciana (Dandolo se había comprometido a construir transporte para 4500 caballos, 9000 escuderos, 4500 caballeros y 20.000 soldados de a pie; finalmente acudieron a la cita unos 20.000 hombres) fueron los protagonistas del mayor ataque naval de toda la Edad Media hasta la fecha. La convulsa situación de la ciudad en ese período, entre junio de 1203 y abril de 1204, hizo que por su imperial trono desfilaran hasta seis gobernantes, y en algún momento, cuatro de ellos lo ocuparon al mismo tiempo. Los protagonistas de la historia (Bonifacio de Monferrato, Balduino de Flandes, Alejo III, Alejo IV, el general Murzuflo…) tuvieron suerte diversa en el desenlace final, y las consecuencias del saqueo supusieron un giro en la situación internacional entre la Cristiandad y los musulmanes del Oriente. En fin, tiene uno que morderse la lengua (o ponerse manoplas que impidan teclear) para no contar más cosas, que deben ser descubiertas por el propio lector con la lectura de este apasionante libro.

En cuanto a la bibliografía, quizá llame la atención que Phillips no mencione el monumental trabajo de Christopher Tyerman Las guerras de Dios. Una nueva historia de las Cruzadas, pero es que esta obra vio la luz un año después de la de Phillips. Tampoco se cita el igualmente extenso libro de Thomas Asbridge Las Cruzadas, por la misma razón. Es interesante decir que Tyerman dedica una setentena de páginas a la Cuarta Cruzada, y en ellas se enfrenta a la reputada opinión de Steven Runciman sobre el efecto revitalizador del poderío islámico que tuvo la toma de Constantinopla. La misma opinión que Runciman es expresada, muy sucintamente y en apenas unos párrafos, por Amin Maalouf en Las Cruzadas vistas por los árabes, aunque Maalouf apenas menciona esta cruzada puesto que su obra se centra en los enfrentamientos entre cristianos y musulmanes, y en este caso no los hubo. El libro de Phillips, aunque brevemente, sí dedica algunas páginas finales a lo sucedido en tierras musulmanas a partir de la caída de Constantinopla y la instauración del breve y fugaz imperio latino en dicha ciudad, pero huye de toda polémica y toma de posición. Runciman y su clásica y fantástica Historia de las Cruzadas sí es por supuesto citado en la bibliografía del libro de Phillips, pese a que el medievalista apenas invirtió 20 páginas en hablar de la cruzada que nos ocupa. Por otro lado, el propio Jonathan Phillips está especializado en el tema de las Cruzadas y es autor de numerosos libros al respecto, varios de ellos traducidos al castellano.

La editorial Ático de los Libros ha rescatado de un relativo olvido La Cuarta Cruzada, que fue escrito en 2004 y publicado por la editorial Crítica al año siguiente. Ha sido una feliz idea; ahora solo queda tratar de que no vuelva a caer en el olvido, porque el libro merece la pena.

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Jonathan Phillips, La Cuarta Cruzada y el saqueo de Constantinopla. Barcelona, Ático de los Libros, 2022, 492 páginas.

     

5 comentarios en “LA CUARTA CRUZADA Y EL SAQUEO DE CONSTANTINOPLA – Jonathan Phillips

  1. Manuel dice:

    Buenos días Cavilius, excelente reseña, te doy las gracias de corazón.
    Tengo que hacerte una confesión y una pregunta.

    La confesión y su preámbulo: cuando me leí los libros de Runciman (los de las cruzadas y el de La Caida de costantinopla) me entusiasmaron, pero me dejaron un regusto terriblemente amargo al saber la tragedia que fue (que fueron, primero herida de muerte con la cruzada y finalmente tomada por los turcos siglos despues), y todo lo que se perdió con la ciudad (tengo entendido que incluso la Atenea Promacos de Fidias).

    Si descubriera la máquina del tiempo no dudaría en visitar la Costantinopla en su apogeo… así que me dio mucha pena.

    Y ahora mi pregunta. Sabiendo cómo soy de sentimental, seguro que disfruto con el desarrollo del libro pero ¿me causará mucha congoja su final?

    De nuevo muchas gracias por tu reseña.

  2. Farsalia dice:

    Pendiente de lectura, Phillips publicó recientemente una espléndida biografía de Saladino, también traducida hace unos meses por Ático dw los libros. La leí en su edición de bolsillo en inglés hace dos veranos, este otro libro suyo, anterior, espero devorarlo pronto.

    Brava reseña.

  3. cavilius dice:

    Gracias, muchachos.
    Manuel, el libro habla de un buen número de atrocidades que los cruzados cometieron en Constantinopla, pero tampoco se regodea ni se explaya en ello in extenso. Yo creo que no te causará demasiada congoja, pero no sé qué decirte, esto de las congojas es algo tan personal… En cualquier caso la ciudad sobrevivió, puesto que ahí la tenemos.

  4. Iñigo dice:

    Excelente reseña de una de las cruzadas más interesantes y sorprendentes, por su desarrollo y conclusión, de la historia de la cristiandad. Me lo apunto.

  5. cavilius dice:

    Es un libro entretenidísimo, vale la pena.

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