EL MISTERIO TUCÍDIDES – Luciano Canfora

EL MISTERIO TUCÍDIDES - Luciano Canfora«La fuente que transmite esta noticia de Demetrio es un erudito de la antigüedad poco conocido, Marcelino, el biógrafo de Tucídides. Marcelino, que posiblemente ni siquiera podía leer directamente la obra de Demetrio, recoge a su vez un célebre comentario alejandrino, el de Didimo. ¿Habrá sido, por tanto, Didimo el lector de Demetrio?»

La investigación histórica es una aventura apasionante, por los peligros que encierra y por las maravillas que permite descubrir. Tratar de reconstruir el pasado entraña, en efecto, un alto grado de complejidad y de riesgo, y requiere un considerable nivel de librepensamiento y de ausencia de prejuicios, y también de responsabilidad. Porque el resultado de esa labor es la obtención de una pieza a colocar en el gran puzzle que es la Historia de la Humanidad, del que por desgracia no tenemos ni todas las piezas (pues es infinito) ni tampoco un modelo en el que fijarnos para colocarlas.

Es obvio que la existencia de algún testimonio escrito sobre una época determinada ayuda en la investigación histórica. Disponer de una obra o de un fragmento que alguien escribiera en algún momento es, como mínimo, un punto de partida. Lo mismo cabe decir de los hallazgos arqueológicos. El problema puede venir, paradójicamente, cuando tenemos no uno sino varios testimonios, pues bien puede suceder que no digan lo mismo o incluso que se contradigan. En tal caso el historiador ha de tomar una decisión, ha de optar por uno u otra versión, y en su decisión ha de ser consciente de que su palabra irá a parar a los libros de texto y será una piedra más en ese monumento en ruinas que es la Historia del hombre. También puede optar por la indeterminación, y de hecho así sucede infinidad de veces, en las que los testimonios que nos brindan los textos antiguos o las excavaciones arqueológicas no se consideran suficientes para reconstruir el pasado. Pero la indecisión es un camino poco atractivo y el ser humano está hecho al riesgo, a la participación y al partidismo, de modo que son habituales los veredictos en los que se afirma que «todo indica que tal cosa fue así hasta que no se demuestre lo contrario». Y si no se demuestra lo contrario estos veredictos se hacen añejos y sólidos con el paso del tiempo, hasta el punto de verse convertidos, tácita y subrepticiamente, en juicios del tipo «tal cosa fue así». Es una transformación involuntaria, que se produce de manera casi automática con el propio transcurrir del tiempo y que sin duda encuentra un buen apoyo en la propia naturaleza del ser humano, quien, si por un lado está hecho al riesgo, por otro tiene una enorme necesidad de buscar seguridad, seguridad en lo que hace y en lo que dice, en lo que sabe y en lo que no sabe, seguridad que sólo siente si está en posesión de la verdad. El mismo argumento sirve para las encuestas: el «sí» y el «no» siempre permiten avanzar en algún sentido, el «no sabe/no contesta» nunca aporta nada. El avance, el progreso, la ciencia, dependen de afirmaciones y negaciones, mejor o peor fundadas, en pos de alcanzar la verdad, pero rara vez dependen de incertidumbres. En eso consiste el juego del conocimiento, el juego del saber, el juego del vivir.

«Sócrates no escribió nada», «Alejandro no sufrió ninguna derrota frente a los persas» o «Armstrong estuvo en la Luna», son juicios históricos apoyados en testimonios que indican que tales cosas fueron de esa manera. Si un día apareciera un pergamino que reprodujera una tragedia griega atribuida a Eurípides encabezada con una introducción afirmando la autoría de Sócrates, o si se recuperaran los manuscritos perdidos de Calístenes y en ellos leyéramos que Alejandro luchó contra Darío III  después de Granico y antes de Issos y perdió, o si el gobierno de los USA hiciera públicos sus archivos sobre el Proyecto Apolo y allí se revelara que la grabación televisada del año 1969 fue un montaje, es obvio que la Historia de la Humanidad, tal y como está escrita ahora, cambiaría. Porque, efectivamente, existen  aseveraciones que tienen tal calado que su simple puesta en duda hacen tambalear todo el edificio. En esa línea apunta, por ejemplo, el libro Aristóteles y el Islam. Las raíces griegas de la Europa cristiana, de Sylvain Gouguenheim, que plantea un cambio de perspectiva en cuanto a los orígenes de la cultura occidental. En esa línea apunta también, pero a una escala muchísimo menor, El misterio Tucídides, del helenista italiano Luciano Canfora. El tema de este libro despierta el mismo interés que el anterior al menos en cuanto a la intensidad, aunque probablemente no en cuanto a la extensión: pretende poner en cuestión ciertos aspectos, durante siglos entendidos y aceptados por todos de una determinada manera, sobre la biografía del historiador ateniense Tucídides, que vivió aproximadamente entre el 460 y el 395 a.C. y que es autor de una historia de la guerra que enfrentó a Atenas y Esparta en el último tercio del siglo V a.C.. Es obvio que el alcance del tema es reducido, hasta el punto de que cualquier variación en la biografía tradicional de Tucídides supondría pocas variaciones en el Gran Libro de la Historia de la Humanidad. Pero eso no importa en absoluto porque el objetivo de la investigación histórica no es este; el objetivo es, como ya se ha dicho, la búsqueda de la verdad.

Luciano Canfora es un importante helenista y filólogo italiano nacido en 1942, de reconocida fama y con tradicional gusto por el cuestionamiento de los hechos establecidos. El estudio que lleva a cabo en esta pequeña obra puede servir como botón de muestra para ver en qué consiste eso que antes se ha llamado investigación histórica, y es por ello que, aunque una reseña no debería descubrir el entramado del libro reseñado, en este caso sí conviene desgranar los entresijos y seguir todas las argumentaciones. Se trata de una investigación casi detectivesca, con pruebas evidentes, otras no tanto, sospechas, dudas, verosimilitudes e improbabilidades. Desmenuzar de esta manera este breve ensayo no impedirá (al contrario, probablemente alentará) que quien lo desee pueda después leer el libro y disfrutar igualmente con él.

La biografía tradicional de Tucídides establece una serie de datos sobre el ateniense que en principio han quedado siempre fuera de toda duda. En el marco de la guerra del Peloponeso entre atenienses y espartanos acaecida entre el 431 y el 404 a.C., parece claro que:

1.   En 424 a.C. Tucídides fue el responsable de la defensa de la ciudad de Anfípolis frente a los espartanos.

2.   La ciudad cayó y se culpó de ello al ateniense, quien fue castigado con el exilio.

3.   Él mismo atestiguó haber estado 20 años en el exilio, en sus tierras de Skaptè Hyle (en Tracia).

4.   Nadie, ni en la paz de 421 a.C., ni en los posteriores llamamientos de exiliados, ni en ningún otro momento, revocó ese exilio. Otros exiliados sí volvieron a Atenas, pero no él.

5.   En 404 a.C., al acabar la guerra, Tucídides volvió por fin a Atenas, donde murió poco después.

6.   Fue autor de una Historia de la guerra del Peloponeso, sobre la que hay que decir lo siguiente:

a)   Aunque la intención de Tucídides era relatar los 27 años que duró el conflicto, la obra abarca solo 21, hasta el año 411 a.C., seis años y medio antes del fin de la guerra.

b)   La continuación de ese trabajo la realizó Jenofonte (quien vivió entre el  431 y el 354 a.C.) con sus Helénicas, prolongando su relato hasta la batalla de Mantinea, bastantes años después de terminada la guerra.

En conclusión: Tucídides fue exiliado de Atenas en 424 a.C. y no volvió hasta 20 años después, con la derrota ateniense de 404 a.C. Estos datos sobre su vida son admitidos con habitual complacencia; el mismo protagonista, en su Historia de la guerra del Peloponeso,  refuerza que así sea. Sin embargo Canfora presenta una serie de elementos discordantes, en absoluto desconocidos pero que suelen ser pasados por alto:

A) Una inscripción hallada en un documento ateniense fechado en 411-409 a.C. relativo a las cuentas de las entradas en la ciudad, que dice «lingotes de oro de Skaptè Hyle». En Skaptè Hyle había unas minas de oro propiedad de la familia de Tucídides. ¿Por qué iba a enviar Tucídides, exiliado de Atenas, lingotes a Atenas precisamente? ¿O acaso no fue él quién los envió? ¿Era Skaptè Hyle territorio ateniense? ¿Cómo podía serlo, si Tucídides estaba exiliado y residía allí? ¿Y si no lo era, ¿por qué enviar lingotes a Atenas? Preguntas sin respuesta que al menos siembran alguna duda sobre si Tucídides estaba realmente en Skaptè Hyle en 411-409 a.C.

B) Una cita de Demetrio Falero (filósofo peripatético ateniense del siglo IV-III a.C., primer bibliotecario que tuvo la biblioteca de Alejandría) recogida por Didimo de Alejandría (gramático del siglo I a.C.) y a su vez por Marcelino (biógrafo tardío de Tucídides, probablemente del siglo V d.C.) que dice que «los atenienses permitieron el regreso de los exiliados después de la derrota en Sicilia», es decir, después del 413 a.C. También el historiador Filocoro (siglo IV-III a.C.), en su Historia de Atenas (obra de la que solo se conservan fragmentos) afirma esa amnistía para los exiliados. Según su biografía tradicional, Tucídides no volvió hasta el 404 a.C. ¿Por qué no lo hizo antes? A esta pregunta ha habido dos intentos de respuesta:

1.    Si en la cita de Demetrio se considera «en Sicilia» como un añadido posterior, y por tanto se prescinde de ello, entonces la derrota puede hacer alusión a la que se produjo en 404 a.C. frente a Esparta, que fue cuando, según la biografía tradicional, regresó Tucídides. Pero ¿por qué razón habría añadido alguien «en Sicilia» al fragmento? No hay respuesta.

2.    Según Hermipo (filósofo peripatético del siglo III a.C.), Tucídides no pudo volver en 413 a.C. porque era descendiente del tirano ateniense del siglo VI a.C. Pisístrato, sobre cuya familia existía una perenne condena de exilio. Pero entonces ¿cómo pudo volver Tucídides en 404 a.C.? Por un decreto elaborado ad personam que le conmutaba la pena. ¿Y por qué pudo permanecer en Atenas hasta 424 a.C.? Según Canfora, esta explicación de Hermipo, que plantea más problemas de los que soluciona, es absurda y cae por su propio peso.

C) Un par de referencias a un discurso pronunciado en 411 a.C. por el orador ateniense pro-oligarca Antifón para defenderse de una acusación que la ciudad de Atenas le hacía:

1.   Una frase del propio Tucídides en su Historia de la guerra del Peloponeso: «pronunció la mejor defensa que nunca se ha escuchado en un juicio capital hasta mis tiempos».

2.    Un texto perdido de Aristóteles resumido por Cicerón en su diálogo Bruto: «De Antifón sabemos por Tucídides, fuente competente, quien en aquella ocasión lo había escuchado personalmente, que nadie trató la propia causa, en un proceso capital, mejor que cuando lo hizo él defendiéndose a sí mismo».

Ambos casos, especialmente el segundo, dan a entender bastante claramente que Tucídides escuchó «personalmente» ese discurso pronunciado en Atenas en 411 a.C. ¿Cómo es posible, si según su biografía tradicional él estaba exiliado? Los intentos de conciliación con el exilio de 20 años han sido dos: o bien Cicerón hace una mala lectura del texto de Aristóteles, o bien se considera el «personalmente» («se audiente») como un añadido posterior. Porque lo contrario sería lo mismo que afirmar que Aristóteles sabía que Tucídides había estado en Atenas en 411 a.C., es decir: que Aristóteles conocía otra versión de la biografía de Tucídides diferente a la tradicional. Y eso es exactamente lo que defiende Canfora.

D) Dos fragmentos de Praxífanes, autor contemporáneo de Demetrio Falero (s. IV-III a.C.), recogidos de nuevo por Marcelino, relativos a la relación entre Tucídides y Macedonia:

1.    «Praxífanes, en Sobre la Historia, dice que Tucídides era contemporáneo de Platón, el poeta cómico, de Agatón, el poeta trágico, de Nicerato, el poeta épico, de Querilo y de Melanípides». Todos estos autores tienen algo en común: marcharon de Atenas a la corte del rey Arquelao de Macedonia a partir del 411 a.C., por su escasa simpatía hacia la democracia ateniense recién reinstaurada tras derrocar el régimen oligárquico que se había impuesto ese mismo año. Decir que Tucídides fue contemporáneo precisamente de ellos (y no nombrar a ningún otro ateniense de esa época) hace plausible suponer que se le quiere incluir en el mismo grupo, es decir: que también Tucídides podría haber comulgado con esas ideas no democráticas, y que también marchó de Atenas (¿con destino a la corte de Macedonia?) en esas fechas.

2.    «El mismo Praxífanes dice que, durante la vida de Arquelao, Tucídides era poco menos que desconocido y sólo después fue objeto de una extraordinaria admiración». Según Canfora, mencionar precisamente al rey Arquelao de Macedonia da pie a pensar que entre Tucídides y Arquelao o Macedonia hubo algún tipo de relación; y el hecho de que fuera precisamente la muerte de Arquelao (en 399 a.C.) la que inaugurara el periodo de fama de Tucídides permite suponer que sobrevivió al rey y, quizá también, que en aquella época  (399 a.C.) Tucídides estaba en Macedonia; ambas suposiciones contradirían la biografía tradicional, que afirma que Tucídides murió en Atenas poco después del 404 a.C.

Otras fuentes también relacionan a Tucídides con Macedonia o sitúan su muerte lejos de Atenas (según Plutarco, en su Vida de Cimón, Tucídides no volvió ya nunca a Atenas y murió en Skaptè Hyle), de modo que la conjunción de referencias hacen posible a Canfora reconstruir una o varias estancias del ateniense en la corte de Arquelao entre el 411 y el 399 a.C., así como su participación en la más que probable diáspora  de intelectuales atenienses a la corte macedonia a partir del 411 a.C., lugar donde, por cierto, los artistas fueron tradicionalmente bien acogidos e incluso solicitados (el pintor Zeuxis, el músico Timoteo, el dramaturgo Eurípides…). Para contrarrestar el «factor macedónico», la biografía tradicional de Tucídides se limita a eliminar «de Arquelao» en el segundo fragmento de Marcelino, con lo cual queda dicho que Tucídides fue desconocido durante su vida.

E) El testimonio de Teopompo de Quíos (siglo IV a.C.), amigo de Alejandro Magno y autor de una Historia de Filipo, que se puede reconstruir gracias a diversas fuentes que lo citan, y según el cual los «mejores» de Atenas se vieron obligados a exiliarse: los generales Conón, Ifícrates, Timoteo, Cares, Cabrias… Tucídides no aparece en la relación, lo cual según Canfora se hace incomprensible si Teopompo hubiese conocido la historia, difundida con posterioridad, de que Tucídides estaba exiliado por no haber salvado Anfípolis durante su mandato como estratega en el 424 a.C.

F) La relación entre Tucídides y Jenofonte: Canfora toma en consideración varios elementos:

1.   Como se ha dicho, es sabido de todos que Tucídides narró la guerra entre atenienses y espartanos desde el 431 a.C. hasta el 411 a.C., y Jenofonte lo hizo desde ese momento hasta su final en el 404 a.C. Pero es olvidado con frecuencia que lo que ahora son dos relatos independientes, en su origen vio la luz como una obra única (de hecho a la «parte de Jenofonte» se la conocía en la antigüedad como Suplemento de la Historia de Tucídides). Fueron los copistas de la Biblioteca de Alejandría los que escindieron arbitrariamente el texto, como arbitrariamente dividieron la obra de Tucídides en ocho libros. Ello explica que las Helénicas de Jenofonte comiencen con la frase «Después de estos acontecimientos…» sin introducción alguna, porque no eran sino unos capítulos más de la obra que inició Tucídides.

2.    En el libro V de la Historia de la guerra del Peloponeso aparece lo que se conoce como «segundo proemio», una introducción parecida a la que figura al inicio de la obra, situada en el momento en que Atenas y Esparta han firmado una paz (421 a.C.). En ese texto se dice que Tucídides escribió hasta el final de la guerra. ¿Dónde está entonces lo que escribió sobre el periodo del 411 al 404 a.C.? ¿Es acaso el texto de las Helénicas -sus libros I y II-? ¿O es cierto que las escribió Jenofonte pero en base a textos, notas o apuntes de Tucídides, quien quizá no pudo redactarlo adecuadamente porque la muerte le sobrevino? Según Diógenes Laercio (siglo III d.C.), Jenofonte pasó por Skaptè Hyle cuando regresaba de su aventura persa (relatada en su Anábasis) y fue entonces cuando pudo disponer del material de Tucídides, el cual se llevó a su retiro en el Peloponeso para usarlo en la redacción de la continuación de la obra tucidídea.

3.    En ese «segundo proemio» del libro V de la obra de Tucídides se dice que «se ha dado la circunstancia de que debí exiliarme de mi patria veinte años, después de mi mando de Anfípolis y, puesto que he estado con ambos protagonistas y, sobre todo, en el Peloponeso a causa de mi exilio…». Canfora hace notar que Jenofonte permaneció en el exilio desde el año 394 a.C., que este transcurrió íntegramente en tierras peloponesias y que le sobrevino pocos años después de su mando sobre 10.000 hoplitas griegos en tierras persas.  Es por tanto factible, según Canfora, pensar que ese «segundo proemio» lo escribiera Jenofonte y no Tucídides.  ¿Y cómo se explicaría entonces lo de «después de mi mando de Anfípolis»?: entendiendo «de Anfípolis» como un añadido posterior para conciliar así el texto con la biografía tradicional de Tucídides, es decir: suponiendo que «mi mando» se refiere al mando que Jenofonte tuvo en Persia, no al que Tucídides tuvo en Anfípolis.

¿Cuál es el resultado tras el análisis de estos fragmentos? Para Canfora, la biografía tradicional de Tucídides, esquematizada en seis puntos al inicio de esta reseña, fue un producto alejandrino que se dio a conocer con posterioridad (mucha o poca) a Aristóteles, pues es seguro que el filósofo sabía de otra biografía según la cual sería perfectamente posible lo siguiente:

1.   En 424 a.C. Tucídides fue el responsable de la defensa de la ciudad de Anfípolis frente a los espartanos.

2.   La ciudad cayó y se culpó de ello al ateniense, quien fue castigado con el exilio.

3.   Permaneció en el exilio, probablemente en sus tierras de Skaptè Hyle en Tracia, hasta que alguna amnistía le permitió regresar.

4.   Regresó a Atenas, como muy tarde, gracias a la amnistía del año 413 a.C.. Es por ello que pudo oír el discurso de Antifón en 411 a.C.

5.   En los años siguientes al 411 a.C. Tucídides se fue de Atenas, a Tracia probablemente. A partir de entonces mantuvo contactos con Macedonia y los atenienses que, como él, habían abandonado Atenas. Murió en fecha posterior al 399 a.C., probablemente en Tracia.

6.   Fue autor de una Historia de la guerra del Peloponeso, que en su formato actual abarca 21 años de ese conflicto, sobre la que se puede decir que:

a)   Es posible que en su origen llegara a abarcar los 27 años que duró la guerra, o al menos que Tucídides tuviera apuntes y notas sobre los últimos 6 años y medio.

b)   Jenofonte completó y editó la obra de Tucídides. El relato total se extendía desde el 431 a.C. hasta la batalla de Mantinea, 50 años más tarde.

c)   El texto conocido como «segundo proemio», que aparece en el inicio del libro V de la obra de Tucídides  lo pudo escribir Jenofonte como introducción a la segunda parte de la guerra, de la cual Tucídides habría escrito hasta el año 411 y Jenofonte habría redactado el resto en base a las notas de aquel.

El estudio de Canfora, que apenas ocupa unas cien páginas, se completa con casi otro centenar que recoge una selección de textos de Tucídides, Jenofonte y algún otro autor, con los que se pretende ilustrar los puntos clave del estudio que se acaba de hacer.

El trabajo de Luciano Canfora se encuadra dentro de lo que tradicionalmente se ha dado en llamar la «cuestión tucidídea», que se inicia a mediados del siglo XIX y que pretende determinar cómo, en qué orden y bajo qué condicionamientos se escribió la obra conocida por la modernidad como Historia de la guerra del Peloponeso. En esta cuestión existen dos posturas básicas: la de los llamados «unitarios» y la de los «analíticos». Los primeros defienden que Tucídides empezó a escribir su obra al final de la guerra o antes, pero que lo hizo con normalidad y tal y como se lee, de manera cronológica y sin saltos adelante o atrás en su redacción. Los «analíticos», en cambio, opinan que Tucídides empezó a escribir probablemente cuando parecía que el conflicto ya había terminado, hacia el 421 a.C. con la paz de Nicias; que cuando resultó que la guerra seguía Tucídides abandonó la redacción de esa parte y se puso a escribir la continuación (ese momento sería el «segundo proemio»); que en algún momento volvió atrás para concluir la parte inacabada; y que luego siguió por donde iba hasta que la muerte le impidió finiquitar el relato. Paralelo a este debate, Canfora alinea el de la autoría de la obra, al plantear argumentos razonables para pensar que quizá Jenofonte tuviera algo que ver en dicha autoría.

Cabe decir que este estudio no es presentado como «la verdadera biografía» de Tucídides, al menos no explícitamente, sino más bien como un sometimiento de la versión tradicional a dudas razonables, olvidos históricos y equívocos infundados. Como es lógico, al análisis de Canfora se le podría achacar también alguna cosa. Pero el objetivo de esta reseña no es tanto dilucidar si este trabajo es más o menos acertado, o si ha tenido más o menos seguidores, o si ha sido aceptado o refutado con posterioridad (el libro fue publicado en Italia hace diez años); el objetivo es más bien presentarlo como ejemplo de cuán apasionante es la labor del historiador, cómo difícilmente se sabrá si se ha dicho ya la última palabra sobre un tema, cuán retorcidos son los caminos que se han de recorrer para interpretar los textos antiguos, los cuales también tienen su propia historia; en fin: cómo los intentos de reconstrucción de nuestra Historia, nuestra búsqueda de la verdad, nos llevan a la terrible conclusión de que es infinitamente mayor nuestra ignorancia que nuestra certeza.

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14 comentarios en “EL MISTERIO TUCÍDIDES – Luciano Canfora

  1. Thersites dice:

    Cavilius, esta reseña podrías (deberías?) enviarla además a una revista como Gerion, o a Classical Review, ya puestos…
    Para tí, mis respetos.
    Para el respetable, mis respetos multiplicados si se la leen de arriba abajo y la comentan. Qué nivel!

  2. FLESDBEST dice:

    Yo me he mareado un poco en la renfe leyendolo, realmente sois unas maquinas, tiene pinta interesante pero si la reseña es así creo q no podré con el libro.

  3. Valeria dice:

    Pues a mí me da la sensación de que ya he leído el libro, depués de la reseña.
    Pero como soy una ignorante, pregunto: Además de la búsqueda de la verdad, que inspira y dirige esta investigación….¿tiene otras consecuencias suponer que Tucídides volvió antes de lo supuesto a Atenas, o que Jenofonte participase de manera más intensa en la redacción de la Historia de las Guerras del Peloponeso? ¿Se cuestiona con esto de alguna manera algo del trascurso de estas guerra que hasta ahora se daba por bueno?

  4. Tasos dice:

    Estoy con Thersites; no es reseña es una contundente recensión que intimida. Me leí en su momento el «Julio césar» de Canfora y me gustó pero con este no creo que me atreva. Me descubro Cavilius.

  5. APV dice:

    Excelente reseña.

    Centrándonos en el punto A que mencionas Skaptè Hyle estaba próximo a la isla de Thasos, sino dependía de ella, y esta era parte de la Liga Délica.
    Así que podría ser una explicación Thasos tributa a Atenas con oro de sus dependencias continentales; o pudiera ser un envió privado no siendo la familia de Tucídides los únicos con intereses económicos allí.

    Lo que deja algunas incognitas interesantes ¿Hasta que punto estaba la familia de Tucídides relacionada con Thasos?
    Pues hay que destacar que precisamente Thasos tuvo un golpe justo cuando Atenas atravesaba el gobierno oligarca del 411, pasándose a Esparta.

  6. cavilius dice:

    Gracias a todos por las opiniones (¿pagan bien los de Gerión, Thersites?) pero tened en cuenta que no es una reseña sino, como bien dice Tasos, una recensión, es decir, que me he limitado a resumir y esquematizar el libro. Libro que, por otra parte, es más bien cortito y de lectura cómoda.

    Vale, el mundo seguirá igual, y la historia de Grecia poco más o menos también, tanto si Tucídides estuvo fuera 20 años como si fueron menos, tanto si Jenofonte escribió algo de la Historia de la guerra del Peloponeso como si no. Si acaso, podría variar la impresión del lector de esta obra, pues al pensar que parte de ella la pudo haber escrito Jenofonte quizá «viera» en ella filoespartanismos. Tampoco Canfora pretende que cambie la Historia, sólo presenta argumentos para cuestionar la biografía tradicional de Tucídides. La cosa no va más allá, al menos en este libro.

    APV: efectivamente, Tasos explotaba minas tanto en territorio insular como peninsular, es decir, en Tracia. Pero creo que la concesión de explotación de Skaptè Hyle la tenía en exclusiva la famila de Tucídides. En cualquier caso, si tu teoría fuera válida, Canfora se alegraría porque precisamente él pretende dudar de que Tucídides estuviera en Skaptè Hyle en aquellos años (411 a.C.). Y no podía estarlo si era territorio de un tributario ateniense pues su exilio no era sólo de la ciudad, Atenas, sino de todo el imperio. ¿Quién y por qué envió los lingotes desde Skaptè Hyle hasta Atenas? ¿Una ofrenda? ¿Un tributo? ¿Un error? ¿Una deuda? ¿Un soborno? Hay muchas posibilidades y probablemente nunca sabremos cuál es la buena.

  7. Vorimir dice:

    Vaya Cavilius, que gran exposición.
    Un tema muy interesante, sobre el que algo vi en la facultad hace años. Tras leer tu reseña-artículo me siento como si hubiese leido el libro.

  8. Thersites dice:

    Cavi: Como buena publicación académica, Gerión paga con el agradecimiento honesto de quienes beben de la sabiduría de lo allí publicado, con la satisfacción del avance del conocimiento, y con el vitriolo de quienes no están de acuerdo con la evaluación del trabajo o el trabajo en sí.
    Pero con eso no da para tomarse un café…

  9. cavilius dice:

    Ah, son como una ONG del saber. Bueno, tampoco está mal. No daría para tomarse un café pero sí para estar más contento que unas pascuas durante un par de décadas.

  10. APV dice:

    Bueno décadas antes había habido una guerra entre Tasos y Atenas siendo unos motivos el control sobre las minas de oro del continente, siendo sometida la ciudad por Cimón en el 463, perdiendo Tasos su control, aunque tras tantos años la situación pudo variar. Teniendo que la ciudad pagar tributo a Atenas.

    El 411 fue un año confuso en Tasos, desde Atenas en manos de la oligarquía se intentó imponer modelos oligarquicos en su Imperio, lo que afecto a Tasos, pero la jugada fue aprovechada por los filolaconios para hacerse con la ciudad.

  11. pepe dice:

    Me gustaría puntualizar algunas cosas:
    1. Los antiguos griegos ya se planteaban la existencia del concepto de «infinito» y las contradicciones que dicha existencia suponía.
    2. Según lo concibió Aristóteles, podemos hablar de «infinito actual» o de «infinito potencial».
    3. El propio estagirita acabó rechazando el concepto, que no le traía más que dolores de cabeza.

    Dicho esto, de la lectura de la reseña se deduce una de estas dos cosas:
    A) El reseñador escribió lo que le plugo y desconoce el significado del concepto «infinito» (porque el puzzle al que se refiere es a todas luces finito).
    B) Conociéndolo lo rechaza, y por ese motivo lo utiliza de forma alegre y desenfadada, como para quitarle importancia.

    De todo ello cabe decir:
    a) es manifiestamente irresponsable jugar con algunos conceptos, por más que uno quiera dárselas de sofista, que viene del griego sophi, es decir,
    a1) experto, maestro
    a2) hombre de sabiduría
    b) la filosofía, que como madre de todo saber anda siempre intentando explicar el mundo
    (b1) en base a términos físicos (escuela jonia)
    (b2) haciendo hincapié en el mundo de las ideas (escuela pitagórica)
    está siendo injustamente arrastrada por las páginas de Hislibris, mientras que la Historia, cuya actividad más conocida es la de andar por ahí enseñando los pechos está siempre subida en un pedestal.

    Y de todo lo dicho anteriormente se puede inferir que:
    i) La reseña me ha gustado mucho.
    ii) Hago míos los elogios de los todos los comentarios
    ii1) anteriores
    ii2) posteriores

  12. Aretes dice:

    Normalmente puedo sacar un ratito para leer la reseña del día, pero ésta creo que me la voy a imprimir por apartados.
    Haciendo otro Hincapié… seguro que es buenísima.

  13. lola2 dice:

    Gracias, qué interesante .

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