EL GUERRERO DEL BRONCE, AGAMENÓN ANTES DE TROYA – George Shipway

EL GUERRERO DEL BRONCE, AGAMENÓN ANTES DE TROYA, George ShipwayUn cinco sobre diez, que ya es mucho tratándose de Historia Antigua.

Leí este libro por varios motivos: me había encantado Lanceros, del mismo autor; se ambientaba en una civilización por la que siento debilidad (qué os voy a contar que no sepáis); lo editaba Pàmies. Estuve esperando su publicación desde que se anunció con meses de antelación. Cuando por fin lo tuve entre las manos, me dispuse a devorarlo a pesar de haber escuchado alguna crítica adversa. No sé si porque soy hipercrítico con esa época, por las expectativas que había forjado, o porque Lanceros había puesto el listón muy alto, me sentí decepcionado. Pero veamos la cal, la arena y otros componentes de la mezcla.

Empezaremos con su mayor mérito: no confunde la Grecia Micénica con la Grecia Clásica. «Era el día de la batalla de Brunete. Los republicanos se preparaban puliendo sus yelmos, engrasando la madera de sus escudos, afilando espadas y lanzas, mientras los escuderos cepillaban y daban heno a los caballos. El Almirante de Castilla paseaba entre sus hombres, el penacho de plumas de avestruz meciéndose al viento». O bien: «Mío Cid, sin bajar de la motocicleta, sacó de la funda su pistola de combate Astra y apuntó al sarraceno, el cual dejó caer su fusil Mauser y levantó las manos». Algún día, un novelista del futuro escribirá algo así, y sus lectores se lo tragarán sin percatarse que entre El Cid y Miaja hay casi mil años de diferencia. Esto es lo que suele suceder con las novelas supuestamente ambientadas en la Grecia de la Edad del Bronce: la sombra de Leónidas o Pericles es alargada. Evitando semejante burrada, Shipway ya se ha apuntado un buen tanto. No obstante, la novela dista mucho de ser perfecta en este sentido, como ya veremos.

Otro punto a favor es el distanciamiento moral entre la mentalidad del siglo XX y la propia de la Antigüedad: Agamenón narra saqueos, violaciones, cosificación de las mujeres, desprecio por la vida humana, con toda naturalidad, como esperaría escucharlas un contemporáneo suyo. Shipway, como ya vimos en Lanceros, es un maestro en ese aspecto.

Pero el autor tiene algunos patinazos…

En religión, acierta de pleno al rehuir el calco de la religión helénica (o incluso helenística) que emplean otros autores, pero se excede pendularmente. No seré yo quien niegue la importancia de la Diosa Madre, pero Shipway nos presenta una religión monoteísta centrada en «la Dama», absolutamente desprovista de dioses indoeuropeos (perfectamente documentados en las tablillas), con un sacerdocio matriarcal («las Hijas») que hace palidecer al propio Graves, un culto más propio del Neolítico que de las civilizaciones mediterráneas y unos rituales mistéricos (sacrificios humanos incluidos) donde sólo falta Nicholas Cage. Tangencialmente se acepta un culto marginal a Urano, el cual reúne características de Hades y Poseidón pero ninguna del Padre Cielo, y a la tumba del héroe Zeus.

En el proceso de desmitificación de los dioses, es más evemerista que el propio Evémero. Zeus no es un remoto antepasado plenamente divinizado, sino un rey heroico de muerte cercana en el tiempo cuya tumba aún se conserva en Micenas, donde descansa junto a su esposa Hera. Poseidón es el almirante de Zeus, además de su hermano. Chispún, ya no salen más númenes en la novela.

Se empeña en asociar a los pueblos griegos (y no griegos) las características regionales peculiares que tuvieron en etapas más tardías. Vemos «piratas sicilianos» (sic), arqueros cretenses, atenienses fanfarrones, espartanos severos, y hasta un antecedente montado en carros del Escuadrón Sagrado de Tebas: «los Carroñeros». Éste último roza lo risible: un conjunto de héroes identificados como «sodomitas y catamitas» que luchan por parejas en su carro, en el cual montan desnudos para que no haya dudas de su pervertida naturaleza.

Tiene unos curiosos prejuicios (o especulaciones puras y duras) que impregnan buena parte de la novela: los tebanos (de origen fenicio, claro) son una raza degenerada y los introductores de la sodomía en Grecia; Pisa es un villorrio miserable tributario de Elis; los espartanos, cuando no tienen enemigos extranjeros, se hacen la guerra a sí mismos en una especie de liga deportiva entre aldeas, para seguir matando y no aburrirse; los orcomenios han desecado el lago Copais y lo han convertido en tierra cultivable (algo que sucedió siglos después, por cierto), pero los malvados tebanos se han apoderado del cereal…

Mención especial merece el caso de los escribas ¡que son judíos! Los escribas son una «secta» de judíos que mantienen celosamente guardados sus arcanos secretos de contabilidad y administración; además, son de la tribu de Dan. Ellos fueron los inventores de la escritura, que llevaron primero a Egipto, luego a Creta y finalmente a Grecia. Para que sean fáciles de reconocer, el autor les confiere la típica nariz aguileña de la literatura católica del XIX, y los viste con un largo manto gris como en tiempos de los romanos (aunque sin borlas, que hasta los tópicos tienen un límite).

En un repaso a la Historia Antigua, en boca del judío Gelón que se lo cuenta a Agamenón, el autor sitúa el origen de los griegos en Egipto, alrededor del 1700 AC. Ellos serían los «reyes pastores» que vivían en el lugar hasta que llegaron los egipcios y los expulsaron. Dirigidos por su rey, Zeus, desembarcaron en Creta y sometieron a los pobres y pacíficos cretenses, hasta que la explosión de Thera (todo ello en una sola generación) devastó el país, por lo que Zeus lió de nuevo el petate y los griegos desembarcaron en Acaya. En su nueva patria, aún dirigidos por Zeus, volvieron a encontrar pueblos pacíficos a los que sometieron y exterminaron o esclavizaron, dando así origen a los sátiros, montañeses bárbaros y caníbales vestidos con pieles de cabra y dirigidos por Dionisio.

También llama la atención la obsesión por centrar en la ciudad de Micenas todos los méritos de la Grecia del Bronce. Así, Agamenón es el inventor de la armadura de Dendra, el inventor de las cargas de carros y el reformador del modo de combatir de los aqueos; Atreo es el creador de la marina de guerra micénica, el descubridor de los campos de cereal de los «kimerios» (sic) y el padre del comercio en el mar negro; y Euristeo es el patrocinador de la expedición a la Cólquide.

Incluye unos cuantos anacronismos. Por ejemplo, tras una larga disertación sobre los distintos tipos de armaduras en la época, decide olvidarse de su propia lección magistral y vestir a sus héroes con cotas de malla.

Otro anacronismo se da en la navegación. Debido a que los barcos tienen la mala costumbre de pudrirse, y los restos de los pecios hallados no siempre coinciden con las representaciones pictóricas, siempre habrá discusiones sobre las características exactas de las galeras micénicas. Si queréis, desplegad sobre la mesa las fuentes disponibles (y a Javi, que sabe un huevo) y veréis. No obstante, algunos puntos podrían afirmarse tajantemente: no eran birremes; no tenían espolones de bronce; no tenían una dotación de 10 lanceros acorazados y 4 arqueros (y esta dotación es, cómo no, invención de Atreo). También resulta chocante su afirmación de que el diseño de las naves mercantes y de las galeras de guerra era el mismo.

Un anacronismo particularmente gracioso es que los soldados saludan llevándose el dorso de la mano a la frente: Agamenón hizo la mili en los Marines.

Tiene algún error de continuidad, de esos que tanto me incomodan. «Yo dirigía el contingente de Tirinto: veinte carros y trescientas lanzas», y después, refiriéndose al conjunto, dice que «nuestra hueste (dos veintenas de carros y doscientas lanzas) superaba a los heráclidas por tres a uno». Magia de las matemáticas: un solo contingente tiene más lanceros que el conjunto de la hueste.

Y no sigo porque me canso.

Como novela de aventuras está bien: el ritmo es bueno; las escenas son creíbles; los personajes están bien caracterizados y son coherentes en su evolución; la narración de hechos, las descripciones y los diálogos están bien equilibrados. Vamos, que entretiene. Su único fallo en ese sentido es que te deja a mitad de la historia, listando todos los asuntos pendientes en la última página, como si quedara pendiente una segunda parte (que obviamente no se escribirá como no sea a través de una Ouija).

Vamos, diversión a raudales, pero no a la altura de Lanceros.

Ficha técnica.
Título: El Guerrero del Bronce. Agamenón antes de Troya.
Autor: George Shipway.
Editorial: Ediciones Pàmies, histórica. Madrid, 2008.
Cartoné. 336 páginas.
PVP: 23,95 euros

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26 comentarios en “EL GUERRERO DEL BRONCE, AGAMENÓN ANTES DE TROYA – George Shipway

  1. Koenig dice:

    Buenos días.

    Ya sospechaba yo que comparar Asensi con Shipway podía ser una descomunal muestra de desconocimiento. :-). Bueno, ahora toca reconocerlo humildemente y disculparse, en lo que sea necesario, con sinceridad.
    Ejecuto.

    Siguiendo en otro orden de ideas no deja de ser interesante poder contrastar la diferencia de enfoque entre quien conoce en profundidad la época histórica que narra una novela y quien no es mas que un mediocre (mediocre+, por salvar el honor) conocedor de la misma.

    A mi «El Guerrero de Bronce» me pareció una novela entretenida, fácil de leer y con una acción bien desarrollada. Como decía el propio Josep en su reseña, sus personajes están bien caracterizados y evolucionan de una forma coherente, los diálogos y las descripciones se encadenan bien y todo eso… A esto podemos añadir que la historia resulta interesante desde el punto de vista del lector, no una larga exposición ligeramente sazonada de hechos conocidos. Que también las hay.

    Con respecto a los fallos mencionados, la verdad es que algunos los pillé. Otros me parecieron simplemente un elemento que añadía peso a la acción y no les hice demasiado caso; ya se sabe, el «prota» siempre ha de ser el mas listo y si me apuras, inventar la rueda. Otros… vaale, no lo sabía. Pero tampoco me los creí, creo.

    Pero personalmente siempre he defendido el derecho del lector a no creerse lo que el autor cuenta en una novela histórica, por aquello de que es una novela, y si el autor no es perfecto, debe supeditar la verdad histórica a la historia novelada.
    Claro que esto es solo una opinión.

    En fin, gracias por la reseña Josep.

    Opino.

    Saludos.

  2. Javi_LR dice:

    Yo tuve la suerte de poder leer esta obra recién salida del traductor, cuando aún era la protoedición en castellano, gracias a la confianza de Carlos, el editor de Pàmies. Él era muy consciente de algún anacronismo y de ciertos errores históricos, pero, con buen criterio, decidió no eliminarlos, pues el texto es el que es, y hay que tener en cuenta que fue escrito hace más de sesenta años. En el ínterin de ese período se ha avanzado en el estudio micénico una barbaridad, y hay cosas que nos chocan, pero uno tiene que evadirse de esos asuntos e intentar disfrutar con la ficción, que para algo es novela. A mí, de la obra, hubo cosas que no me gustaron mucho, pero por lo demás, como bien dices, es de un entretenimiento bastante elevado.

    En cuanto a la navegación… Gracias por las palabras que dedicas al tal Javi, pero te tengo que decir que en el «Catálogo de las naves» aparecen varias embarcaciones de 120 pasajeros, lo que hace suponer una pentecóntera de dos niveles o birreme, y dependiendo de si aceptáramos 100 remeros o 116, aceptaríamos el acompañamiento de lanceros o arqueros. Como no sabemos si hubo o no hubo birremes, entiendo que se pueda seguir a Homero. En la Ilíada, lo más normal son los barcos de veinte remos; también aparecen mencionadas las triacónteras y las pentecónteras (las de Aquiles, por ejemplo). Todas ellas, están respaldadas por la iconografía, no así la birreme.

    En lo que respecta al espolón, no recuerdo haber leído que fuesen explícitamente de bronce; aún así, sí es cierto que se narra un combate con una técnica basada en las batallas navales de siglos posteriores. Pero es rizar mucho el rizo, caramba. Creo que son asuntos que no varían la calidad de la novela.

  3. cavilius dice:

    Oye, pues a mí la novela me entretuvo mucho. Vamos, que me fue amena. Vamos, que me amenizó. En fin, que me amenizó de muerte. Y eso ya es mucho.

    Y sobre si la novela es fiel o no a su contexto histórico, la verdad es que en cuanto leí que hablaba de «los héroes» como si fuera un rango social al que se pudiera llegar tras vete tú a saber qué sufrimientos y penurias, pues dejé de preocuparme por esa cuestión.

    Saludos.

  4. Vorimir dice:

    Me da a mi que la reseña es más interesante que el libro…

  5. Josep, el contradictor, dice:

    Yo quiero hacer un par de matizaciones…
    A) La novela no se escribió hace 70 años, sino en 1970. Para entonces, y por poner sólo un ejemplo, el libro de Emilly Vermeulle llevaba diez años circulando. Yo soy el primero en defender, por razones de «estado de la ciencia» en el momento de la composición, a Waltari o Prus, pero no podemos utilizar esa escusa para las transgresiones de Shpway.
    B) Insisto en la inexistencia de birremes. Aparte de ser un invento tardío (véase la serie de artículos «la época del remo y el espolón», aparecida hace un huevo de años en «La aventura de la Historia»), el «catálogo de las naves» tiene otra lectura posible (…)
    B1) Las naves pequeñas corresponden a estados insulares, mientras que las grandes naves corresponden a potencias terrestres.
    B2) En las naves pequeñas (Filoctetes, Odiseo) se especifica la función
    como marineros de los tripulantes, pero no es así en las naves mayores.
    B3) En un caso, además (Arcadia), se especifica que viajan a Troya en naves prestadas por Agamenón porque ellos «no se cuidaban de las cosas del mar». Resulta difícil llevar una birreme cuando nunca se ha cruzado el agua salada.
    B4) Los reyes de estados insulares con naves pequeñas NO combaten en carro, y sí lo hacen los reyes de estados continentales (y en algún sitio han debido transportar el antedicho)
    B) (continuación) Por todo ello me atrevo a afirmar que dichas naves no son birremes, sino cargueros abarrotados como transporte de tropas.

    Y que salga el Sol por Antequera…

  6. Javi_LR dice:

    Vaya tela… Que sí, Josep, que seguramente no existieran birremes, pero no es, en absoluto, un error que no pueda pasar por licencia, pues a Homero se le puede interpretar de una u otra manera. Más criticable, si se entiende así y como bien apunta Cavi, es la verosimilitud de la sociedad micénica expuesta en el libro, con todo eso de «los caballeros» y «los héroes», o lo que tú apuntas de ese Zeus cabeza de familia aquea, llegando desde Creta (la transformación lingüística de su nombre es de nota) y antes desde Egipto, o cómo funde, por exigencias de la trama, o confunde Tirinto con Corinto. Pero insisto, es ficción, y si se supera la prueba de lo verosímil (para mí no la pasó), que le den al dato científico, carajo, que esto no es un tratado de guerra naval en el Mediterráneo antiguo.

  7. Pentesilea dice:

    Bueno, siento contradeciros, pero si existe una segunda parte. Se llama «King of Splendour» y trata acerca de los episodios más conocidos dela vida de Agamenón, desde su llegada a Troya hasta su muerte.

    http://www.amazon.com/King-splendour-George-Shipway/dp/0432147586/ref=sr_1_1?ie=UTF8&s=books&qid=1236722058&sr=8-1

    Aprovechando la coyuntura, ¿sacará la editorial la segunda parte? Espero que sí!

  8. cavilius dice:

    Por cierto, jefe: el título del libro es El guerrero del bronce.

  9. juanrio dice:

    Felicidades, Josep. Me quedo con lo dicho por Vorimir. Me dá que vale más la reseña y lo dicho después, que la novela.

  10. Javi_LR dice:

    Ciertamente, Cavi, ciertamente.

  11. Josep, el incrédulo, dice:

    Como muy bien dice el jefe, el problema es que yo no me acabé de creer la novela…

  12. Valeria dice:

    Pero te pareció un buen entretenimiento, una novela aceptable, al menos eso deduje de tu reseña. (Que sí, que lo pones al final).
    Yo reconozco que soy muy tiquismiquis, mucho, pero en el fondo, si me lo paso bien, mi lado contemporizador se impone y suelo disfrutar de las lecturas.

  13. Josep, el briboncete, dice:

    Pues sí, es cierto que me divirtió. Otra cosa es que no me la creí, pero divertirme…

  14. sertorio dice:

    Pues leyendo tu libro de Layos (pregunta que me imagino debería estar en su reseña, pero como se ha abierto el tema de la guerra en el período micénico, lo hago aqui), ¿se puede hablar de caballería con los micénicos?
    Siempre he leido lo de los carros de guerra, pero de caballería en esta época sólo lo he leido con referencia a Pentesilea la amazona, y me imagino que es un personaje mítico y, por lo tanto, introducido en la época clásica ¿no? No soy experto y sólo pregunto :P

    Saludos.

  15. Josep, yo mismo, dice:

    No, no debe hablarse de «caballería» en un sentido moderno de la palabra, como unidad de choque durante una gran batalla, pero sí de uso militar de caballos en otras funciones.
    Es imposible saber si había «caballería de choque» entre los micénicos pero probablemente no. Ese uso aparece entre los siglos VIII y VI, y siempre de forma secundaria a las formaciones de infantería, aunque algunos grupos (beocios y tesalios) la empleaban en mayor medida.
    Por el contrario, hay restos arqueológicos de uso de caballos en combate desde épocas muy antiguas, y los indoeuropeos son esencialmente una «cultura del caballo».
    En mi novela los caballos se emplean como medio de transporte de oficiales y personalidades, como correos y como exploradores, pero NO como caballería de choque dado que, efectivamente, en esa época ese «nicho» estaba ocupado por los carros de guerra.

    Salve atque vale.

  16. Josep dice:

    ¿Cómo que no? ¡Me decepcionó muchísimo!

  17. Javi_LR dice:

    Ja, ja, ja…

    Creo que Farsalia te ha leído con buenos ojos.

    Por cierto, ¿has leído su reseña? ¿Has visto que el Gato se lamenta de ciertas alusiones a los cristianos que no pegan mucho que digamos y que se podía haber ahorrado. ¿Te suena?

    1. Javi_LR dice:

      Uy. ¿He dicho el Gato?

      No, no. Vorimir el malacitano.

  18. Josep dice:

    ¿Lo dices por los escribas judíos?

  19. cavilius dice:

    Pues a mí me entretuvo, aunque no recuerdo absolutamente nada de la novela.

    ¿Es grave, doctor?

  20. Josep dice:

    No, a mí también me entretuvo. Y lo de no recordar nada es normal también; a mí me pasa mucho últimamente, también con películas.

  21. Vorimir dice:

    Eeeeeh…. que como Josep le puso al menos el aprobado pues uno pensó que no estaba decepcionado con la novela, no seais malos. :P

  22. Josep dice:

    O sea, que conmigo un aprobado es mucho, ¿no? Menuda fama estoy criando, leñe.

  23. Vorimir dice:

    Sastamente. ;)

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