Cayó en mis manos de una forma inesperada. Únicamente conocía, de oídas, a Manfredi como el autor de la famosa trilogía Alexandros sobre la vida y conquistas del emperador macedonio. Pero miré la trasera del libro y me convencí de que me lo iba a llevar a casa: ese iba a ser mi compañero de vacaciones de este año.
¿Por qué…?

Porque era una novela basada en una de las mayores epopeyas de la historia de la humanidad, la peripecia de los diez mil. Porque aquellas páginas estaban inspiradas en la Anábasis, el relato del ateniense Jenofonte que cuenta la expedición de la que él mismo formó parte y que llevó a más de diez mil griegos (aunque parece que en realidad eran más de quince mil…) a través de un inmenso territorio hostil hasta el corazón mismo del todopoderoso imperio persa. Por eso me lo llevé conmigo y, por eso, esas páginas me han acompañado durante unos días de este verano.

La novela recrea la aventura de aquel ejército mercenario griego que, a finales del siglo V a.C., se puso a las órdenes de Ciro, hermano del emperador persa Artajerjes II para ayudar a aquel a arrebatar el trono imperial a su hermano. Aquellos griegos, junto con varias decenas de miles de persas servidores de Ciro llegaron, partiendo de Sardes, hasta las mismas puertas de Babilonia donde tuvo lugar la batalla de Cunaxa y en la que el ejército de Artajerjes, sensiblemente superior en número, resultó vencedor, dando muerte al traidor Ciro. Sin embargo, los soldados griegos, contando con su experiencia y preparación y, seguramente también, con el terror que infundían los legendarios mantos rojos de los espartanos entre las filas asiáticas, consiguieron vencer al ala izquierda del ejército persa, poniéndola en fuga y lanzándose en su persecución. A la vuelta a la línea del frente, los griegos comprobaron que, aunque ellos habían vencido, el ejército del que formaban parte había sido derrotado y que Ciro había sido ejecutado por los vencedores. Quedaban por lo tanto perdidos en el corazón del imperio persa, en mitad de un inmenso territorio desconocido y hostil y tenían ante ellos la ardua tarea de volver a casa.

Manfredi aborda la epopeya del ejército abandonado en la inmensidad del imperio enemigo desde la visión de una mujer, Abira: una joven bárbara que, por amor, abandona su aldea para unirse a una expedición que cambiará para siempre su vida. Los ojos de Abira son testigos de los hechos que nos cuentan los libros de historia y también de lo que no nos cuentan: por un lado, la toma de decisiones de los generales, las estrategias, las conjuras políticas y las batallas y, por otro, las pasiones, los momentos de desfallecimiento o los de serenidad y belleza ante los paisajes que la expedición va descubriendo o las pequeñas historias de supervivencia personificadas en los hombres y mujeres que forman la caravana. Pero, aunque es una de las características diferenciadoras de la novela, no se consigue redondear esa visión femenina de la historia. No llega a ser verosímil la visión que la muchacha recién salida de una pequeña aldea de Asia tiene de lo que está ocurriendo a su alrededor, en muchos casos, más clarividente y perspicaz que la de los cultos generales griegos, curtidos en mil batallas y preparados para la guerra y la vida en las polis más florecientes del orbe. Lo que podría haber sido el factor que determinase que la novela se elevase hasta convertir en excelsa una obra que sí que consigue excitarnos la imaginación, exponernos ante la magia del viaje y la aventura, la valentía y el honor de soldados que hicieron historia, se queda, en mi modesta opinión de primerizo en estas lides reseñeras, en un intento fallido. Todo lo cual no quita para que dicho viaje, las batallas, la aventura y la presencia hipnótica y, por momentos mágica, de determinados personajes, haga que las más de cuatrocientas páginas de la novela, te hagan vivir emocionantes momentos de lectura.

En resumen tengo que decir que el libro me ha gustado, me ha conseguido atrapar y, por instantes, me ha hecho disfrutar: tiene alguna imperfección como la que ya he comentado que le impide convertirse en una obra completamente redonda, pero creo que pesa más en la balanza todo lo que tiene a su favor y los buenos momentos que me ha hecho pasar. Así que me arriesgo a recomendaros que lo leáis, que os sumerjáis, sin más aspiraciones, en la impresionante hazaña de aquellos soldados que escribieron una de las páginas más heroicas de la historia; que os dejéis acompañar por Jenofonte, por Clearco y Quirísofo por desiertos ardientes y montañas heladas, combatiendo salvajes tribus indígenas y siempre vigilados de cerca por el poderosísimo ejército persa, hasta que por fin podáis gritar ¡Thalassa! ¡Thalassa! Ah, y también, si me permitís, que profundicéis como quiero hacerlo yo, en la fuente, que vayáis a Jenofonte y que oigáis la historia de primera mano. Ese será también mi próximo viaje.

«Formados en campo abierto, a la luz del sol, delante de un enemigo aunque fuese superior, habrían afrontado el peligro recurriendo a cada recurso de su corazón y de su brazo. Solos, en la oscuridad, en el corazón de un país enemigo, sin saber de dónde llegaría la muerte, estaban indefensos y espantados.»

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(Podéis leer también la visión de Vorimir de El ejército perdido en L2R.)

Valerio Massimo Manfredi
EL EJÉRCITO PERDIDO
Debolsillo 2009.

 

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Esta entrada fue enviada el jueves, 20 d+02:00 agosto d+02:00 2009 a las 13:00 y está archivada bajo Novela histórica. Puedes seguir las respuestas a esta entrada a través de la fuente RSS 2.0. Puedes dejar una respuesta, o trackback desde tu propia página.