1914. DE LA PAZ A LA GUERRA – Margaret MacMillan

1914-de-la-paz-a-la-guerra-9788415832089«Fue Guillermo [II] el culpable de la Gran Guerra? ¿Fue Tirpitz? ¿Grey? ¿Moltke? ¿Berchtold? ¿Poincaré? ¿O no hubo un culpable? ¿Hemos de volvernos más bien hacia las instituciones y las ideas? ¿Estados mayores demasiado poderosos, gobiernos absolutistas, darwinismo social, culto a la ofensiva, nacionalismo? Una vez más, las preguntas son tantas como las respuestas. Acaso a lo más que podamos aspirar sea a entender lo mejor posible a aquellos individuos que debieron decidir entre la guerra y la paz, así como sus fuerzas y sus debilidades, sus amores, sus odios, sus prejuicios. Para ello tenemos también que entender su mundo, los supuestos de la época. Hemos de recordar, como lo hicieron estos líderes, lo que había sucedido antes de la última crisis de 1914 y las lecciones que se sacaron de las crisis marroquíes, de la de Bosnia o de los sucesos de las primeras guerras balcánicas. El propio éxito de Europa al haber sobrevivido a esas crisis anteriores condujo paradójicamente a la peligrosa seguridad, en el verano de 1914, de que una vez más surgirían soluciones en el último momento y se lograría preservar la paz. Y si quisiéramos señalar culpas desde nuestra perspectiva del siglo XXI, podríamos acusar de dos cosas a quienes llevaron a Europa a la guerra. Primero, de falta de imaginación para ver cuán destructivo sería un conflicto semejante; y segundo, de falta de valor para enfrentarse a quienes decían que no quedaba otra opción que ir a la guerra. Siempre hay otras opciones» (p. 759).

Las lúcidas palabras con las que Margaret MacMillan (n. 1943) cierra su libro pueden servir al lector interesado en 1914. De la paz a la guerra (Turner, 2013)  para saber qué se va a encontrar cuando lo hojeé en una librería –si es que el título original, The War That Ended Peace: The Road to 1914 no lo convence– y busque argumentos para decidirse entre este y otros libros que se han publicado y se publicarán en las vísperas del centenario de la Primera Guerra Mundial. La oferta es amplia: a los ya publicados por John Morrow, Michael Neiberg, Marc Ferro, Martin Gilbert o Adam Hochschild, Hew Strachan y otros tantos (y cito las obras de conjunto), llegan ahora obras más concretas en su contenido. El lector encontrará en estos días de noviembre dos títulos que comienzan con una fecha: 1914. El año de la catástrofe de Max Hastings (Crítica), que recoge los acontecimientos bélicos y políticos de finales de julio a diciembre de 1914, los primeros seis meses de guerra, y este libro de Margaret MacMillan, que justamente acaba con las declaraciones de guerra de principios de agosto de 1914. Pero, para llegar a los hechos que dieron paso a la Gran Guerra, la autora canadiense retrotrae la atención del lector a unos quince años atrás, comenzando con la situación de Europa en 1900, cuando se inaugura la Exposición Internacional de París: otro mundo, otras esperanzas finiseculares, en la óptica de quienes ya luchaban en las trincheras apenas tres lustros después. Y es a partir de ese momento que comienza un libro que hará las delicias de quienes ya disfrutaron del estilo de la autora en libros como París 1919: seis meses que cambiaron el mundo (Tusquets, 2005).

No es baladí la cita con la que he comenzado esta semana, por otro lado. Se habrá percatado el lector curioso en los nombres que aparecen, en protagonistas de la primera década y media del siglo XX. Pues tiene su razón pues este libro se nutre de un estilo plutarquiano, en el que la biografía de personajes como el káiser Guillermo y colaboradores alemanes como el general Moltke, el almirante Tirpitz, el canciller Bülow; el zar ruso Nicolás II y su ministro de defensa Sujómlinov; los primeros ministros británicos Salisbury y Asquith o ministros de asuntos de exteriores como Balfour o Grey; los franceses Poincaré, presidente de la República, o Delcassé, ministro de asuntos exteriores; los austrohúngaros, comenzando por el emperador Francisco José, su heredero el archiduque Francisco Fernando, o el jefe del estado mayor Conrad von Hötzendorf… la biografía de todos ellos, y de muchos más, cuenta y es esencial para comprender cómo lo que en 1900 era impensable, una guerra a escala europea cuando no mundial, acabó siendo la solución que se adoptó finalmente, descartando la baza de seguir manteniendo la paz. Pues esta es la pregunta –la pregunta de las preguntas– a la que MacMillan trata de dar una respuesta: ¿por qué en última instancia las potencias europeas apostaron en agosto de 1914 por la guerra? O, mejor dicho, ¿por qué no se mantuvo la paz que el káiser, el zar, el emperador austrohúngaro y los dirigentes políticos británicos y franceses preconizaron por encima de las crisis que desde 1905 se produjeron?

Mencionaba la biografía como el elemento que destaca en el estilo de Margaret MacMillan, y que el lector ya conoció en su otra obra magna. Es importante conocer qué pensaban estos y otros personajes, cómo concebían el mundo en 1900, cuando en los albores de un nuevo siglo nadie parecía imaginar que todo se hundiría en una guerra general y de resultados catastróficos. Ponerse en su piel, tratar de dilucidar cuál era su óptica de las relaciones internacionales y qué alianzas había que forjar (o evitar), de todo ello trata MacMillan en una primera parte del libro, en el que seguimos los avatares, domésticos y foráneos, de las cinco potencias europeas del momento: Reino Unido, Alemania, Rusia, Francia y el Imperio austrohúngaro; en otra esfera, secundaria en 1900 pero que será de vital importancia a medida que avancen los años, están el moribundo Imperio otomano, Italia y las naciones que surgen en la península balcánica: Bulgaria, Rumanía, Montenegro y, cómo no, Serbia. El canciller alemán Otto von Bismarck expuso en un momento dado: «si alguna vez hay otra guerra en Europa, será resultado de alguna maldita estupidez en los Balcanes». El tiempo le acabaría dando la razón, pero no por los motivos que él quizá imaginaba. La debilidad de las potencias europeas, la cobardía de algunas, la agresividad de otras, conjuntada con un juego de alianzas que no conoció el viejo  Canciller de Hierro, todo ello dio pie a la guerra que acabaría con la paz. Alemania inició su plan de construcción naval como desafío al predominio del Reino Unido en los mares, mientras que Francia buscaba un aliado potente (¿Rusia o el Reino Unido?) de cara a una guerra que restañara la herida de 1870. Por otro lado, ¿cómo iban a establecer una alianza británicos y rusos, tan diferentes y tan a priori alejados de objetivos comunes? La supervivencia del Imperio austrohúngaro, a su vez, pasaba por la alianza a ultranza con una Alemania que se postulaba como la nación preponderante en el continente, velis nolis.

Y es en la segunda parte del libro, una vez conocida en la primera las alianzas que desde finales del siglo XIX se forjaron –y que conocemos bajo el nombre de triple alianza (Alemania, el Imperio austrohúngaro e Italia) y tripe entente (Reino Unido, Francia y Rusia), que a su vez fue la evolución a largo plazo de la entente cordiale entre Reino Unido y Francia, y la alianza financiero-militar entre Francia y Rusia–, y una vez el lector se adentra en los diversos planes de guerra que los estados mayores de países como Alemania, el Imperio austrohúngaro, Francia y Rusia (del plan Schlieffen al plan XVII francés y los mecanismos de movilización rusos)… es en la segunda parte del libro, decía, donde asistimos a la erosión de la paz en el continente europeo. Una erosión que comienza, después de episodios extraeuropeos como la guerra de los bóers en Sudáfrica o el tenso encuentro franco-británico en Fachoda, en una serie de crisis que pusieron a prueba las alianzas y la diplomacia de las grandes potencias: Marruecos en 1905-1906 (con una segunda parte en 1911), Bosnia en 1908 y las guerras balcánicas de 1912-1913. En estas crisis los soberanos, políticos y altos militares europeos pusieron a prueba el concierto de las naciones decimonónico y pusieron en marcha los mecanismos bélicos y diplomáticos en caso de una guerra que aunque nunca deseada de un modo u otro siempre estuvo en la retina de todos ellos desde que la guerra franco-prusiana de 1870 pusiera la puntilla al sistema surgido en el Congreso de Viena de 1815 y los avances tecnológicos en cuanto a la guerra hiciera ver que una guerra a escala general sería mucho más larga, intensa y destructiva que los conflictos de los cien años anteriores. En la crisis marroquí Alemania trató de poner una cuña entre Francia y el Reino Unido, mientras que la anexión austrohúngara de Bosnia prefiguró la escalada que llevaría a la guerra entre el viejo imperio habsbúrgico y la Rusia de los Románov. Las guerras balcánicas fueron el escenario en miniatura de lo que podía suceder cuando la diplomacia de las cinco potencias era puenteada por las ambiciones de las pequeñas pero ambiciosas nuevas naciones. La debilidad mostrada por Rusia en cuanto a la protección de Serbia o la timidez de Alemania respecto a un apoyo a gran escala del Imperio austrohúngaro (el «cheque en blanco» que posteriormente el káiser le daría al emperador) ya daban a entender que los motivos para sostener la paz eran cada vez menos asumidos, mientras que el recurso a la guerra como última instancia se convertía en un mecanismo cada vez más aceptable. Se podría decir que fue el hartazgo y la presión de la década anterior a 1914 lo que llevó a las cinco potencias a dejarse llevar en el juego de alianzas (convertidas en un corsé ineludible, cuando en 1900 eran más bien proyectos en marcha), y a dejar que el asesinato de alguien a quien casi nadie importó (el archiduque Francisco Fernando) se convirtiera en catalizador de una maquinaria que ya no se podría  (o no se querría) detener; de hecho, el archiduque fue uno de los defensores de una paz general y su muerte sería el último obstáculo para preservarla.

El libro de Margaret MacMillan trata numerosas cuestiones, buscando una respuesta a la pregunta de las preguntas, y se convierte en una lectura adictiva y apasionante. Quizá se pueda decir que no aporta nada aparentemente nuevo a lo que ya se ha estudiado desde hace un siglo (¿acaso lo hay?), siendo esta época rica en documentación de todo tipo (memorias, biografías, estudios militares y de relaciones internacionales, trabajos de economía y monografías de cariz social), pero desde luego ello no es óbice para estar interesados ante una obra que apasionará a los lectores que buscan en la biografía su ámbito y para aquellos otros que desean profundizar en el camino, la larga y ardua senda, que condujo a las declaraciones de guerra en función de las alianzas establecidas (si el Imperio austrohúngaro ataca a Serbia, Rusia le declarará la guerra, lo cual provocará que a su vez Alemania le declare la guerra; ello inducirá a Alemania a, mientras se inicia la movilización rusa, atacar a Francia, aliada de Rusia, para derrotarla lo antes posible antes de volverse al este; y es en el ataque sobre Francia, vulnerando la neutralidad de Bélgica, cuando el Reino Unido declara la guerra a Alemania como garante de los belgas y en función de su alianza con Francia…).

«Las luces se apagan en toda Europa; ya no volveremos a verlas encendidas en nuestros días», dijo el ministro británico de asuntos exteriores, Grey, cuando se produjeron las declaraciones de guerra. Algo debía de saber Grey en todo ello, pues como el resto de personajes de esta tragedia, él mismo contribuyó a que esas luces titilaran antes de apagarse.

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33 comentarios en “1914. DE LA PAZ A LA GUERRA – Margaret MacMillan

  1. Davout dice:

    – Ya lo he regalado a una amistad. Aunque se me quedaba pegado a los dedos como el Anillo Único. Gracias por la reseña. Ya caerá.

  2. Iñigo dice:

    Apuntado esta… Porque me interesan más las causas y los años previos que la guerra en sí. Un placer como siempre.

  3. Arturo dice:

    Fascinante tema y espléndida reseña, Farsalia. Mi conocimiento limitado del tema, y por tanto la temeridad de la ignorancia, me llevan a formular juicios poco matizados sobre la cuestión. Creo que la I GM la hizo inevitable el militarismo alemán. Igual que la II GM. Tendré que echar mano a textos como este para no simplificar tanto.

  4. Farsalia dice:

    Pongan la portada del libro. :-P

    No es (únicamente) el militarismo alemán, Arturo, el factor a tener en cuenta, aunque en su reciente libro Max Hastings cargue especialmente las tintas en el imperio del kaiser Hohenzollern. Para la MacMillan fue el hartazgo/la desidia por mantener la paz, que a pocos beneficiaba, en una relación que podría acercarse a los costes/beneficios en cuanto al prestigio internacional, lo que llevó a la guerra. En clave titoliviana, cuando a los gobernantes de la época se les hizo un hueco en la toga, como ofreciendo entre la paz y la guerra, y se les preguntó de qué podían prescindir, prácticamente todos dijeron que de la paz.

  5. Sila dice:

    Excelente reseña para un tema apasionante, cuya bibliografía en castellano se renueva por obra y gracia del centenario. El militarismo alemán tuvo su importancia, pero no hay que olvidar que todas las potencias estaban inmersas en una carrera armamentística, y un ejemplo lo constituye el desarrollo de los «dreadnought» británicos. En todo caso, y en mi modesta opinión, el factor predominante lo constituye la banalización de las consecuencias destructivas y del alcance de un conflicto moderno. El último conflicto europeo a cierta escala había sido la Guerra Franco-prusiana, y ya hacía más de 40 años. ¿Se sacaron conclusiones de las mucho más recientes guerras balcánicas? Dudo mucho que alemanes, franceses e ingleses dejaran de considerar los Balcanes como un escenario «poco civilizado» y lo valoraran como ejemplo de conflicto moderno. Este aspecto hay que sumarlo, al atractivo que la guerra tenía desde el punto de vista económico y político.

  6. ARIODANTE dice:

    Apasionante tema. La I Gran Guerra creo que es la más desconocida para el gran público, bombardeado a películas sobre los nazis. Intuyo que este año vamos a ser igualmente bombardeados por todo tipo de literatura al respecto y no vienen nada mal análisis de libros como este, Farsalia. Enhorabuena.

  7. Farsalia dice:

    Y los que llegarán… ;-)

    Resulta muy interesante conocer el camino hacia la guerra, y MacMillan lo hace con un brío apasionante. Mientras, Max Hastings, en el libro de Crítica, nos cuenta el desarrollo de esos primeros seis meses de guerra…

  8. Arturo dice:

    Tomo nota y agradezco las opiniones, mucho más doctas que la mía. Desde luego, algo de tanta magnitud tuvo que responder a un amplio conjunto de razones. Pero creo que sobre todo ello entraban en conflicto visiones antagónicas del mundo. El libro sobre el siglo XX de Peter Watson dedica mucha atención a ello. La intelectualidad británica movilizó al mundo anglosajon en favor de la guerra porque veían al militarismo alemán como algo abominable, que no se detendría hasta dominar el mundo. Claro que ellos estaban al servicio, consciente o inconsciente, del imperialismo británico.

  9. Farsalia dice:

    No todos, obviamente… he ahí el caso de Bertrand Russell (que pagó con sanciones e incluso una estancia en la cárcel) su condena de la guerra. Incluso Kipling moderó (o cambió) su propaganda al servicio militar cuando su hijo John desapareció en combate. Adam Hochschild trata el tema de la división de UK entre belicistas y contrarios a la guerra en su reciente libro, Para acabar con todas las guerras: una historia de lealtad y rebelión (1914-1918) (Ediciones Península, 2013), reseñado acá hace unos meses. Este libro muestra la guerra desde la óptica británica, en la que no pocos ciudadanos, de un modo u otro, se movilizaron en contra del conflicto militar.

  10. David L dice:

    Parece que este libro puede ser uno de los trabajos estrella que se van a publicar sobre la Gran Guerra, si es tan bueno como su «París 1919: seis meses que cambiaron el mundo» (Tusquets, 2005). creo que merecerá la pena leerlo.

    Sobre las causas o motivos parece que hay donde elegir para poder explicar por qué estalló este gran conflicto. Yo he leído alguna que otra teoría que viene a decir más o menos que cuando unos países comienzan a evidenciar muy a las claras unas coaliciones donde los compromisos adquiridos van cada vez en aumento al final la olla a presión acaba por explotar y arrastra consigo a todos. Además, el asesinato del Archiduque Fernando y su esposa en Sarajevo, parece que no fue la causa de que estallase la guerra, sino un motivo muy oportuno para dar rienda suelta al militarismo del Imperio austro-hungaro hacia su archienemiga Serbia y, de una manera indirecta, sino alentada por Alemania, aprovechar la circustancia por esta última para dar un golpe certero y rápido sobre Francia y posteriormente acabara el trabajo derrotando a Rusia. Es decir, detrás de todo este entramado estaba Alemania. No sé MacMillan se apunta a esta hipótesis que culpabiliza principalmente a los germanos de la guerra.

    Un saludo.

  11. Farsalia dice:

    MacMillan culpabiliza a los gobiernos y estados mayores que dejaron de lado la paz y prefirieron, voluntaria o involuntariamente, abrir el zurrón de la guerra. Y ahí más bien se libran pocos… por no decir ninguno.

  12. milanero dice:

    Buen libro, aunque desde mi punto de vista no está al nivel del excelente «París 1919» de la misma autora.

    En cuanto a las causas de la guerra, quedarnos, a estas alturas, con algo tan simplista como la responsabilidad exclusiva del «militarismo alemán», tal y como se estableció con notoria injusticia en Versalles, resulta por completo indefendible. Si hablamos de causantes inmediatos, la responsabilidad principal recae sin duda en Austria-Hungría, o, más bien, en el «partido» belicista de las altas esferas austríacas (sobre todo, el jefe de estado mayor Franz Conrad von Hötzendorf y en el ministro de exteriores Berchtold), ya que otros (como el primer ministro húngaro, Tisza, y el propio emperador) eran contrarios a asumir el riesgo de un conflicto con Rusia. Lo mismo se puede decir de Rusia, donde los «halcones» presionaron (e incluso engañaron) todo lo posible al dubitativo zar para conseguir que refrendara la fatal orden de movilización.

    Y, en cuanto a las causas de fondo, efectivamente Alemania tiene parte de la responsabilidad, pero sobre todo por su insensata «carrera naval» con Gran Bretaña, pues sin ella es muy improbable que los ingleses llegaran a un entendimiento tan estrecho con franceses y rusos. La invasión alemana de Bélgica fue una excusa de lo más conveniente, y un craso error por parte germana, pero aún sin ella es casi seguro que el Reino Unido habría entrado igualmente en la guerra.

    El paneslavismo propugnado por Rusia y con Serbia como peón, que amenazaba gravemente la misma supervivencia de Austria-Hungría, y el revanchismo francés (a cuenta de Alsacia y una parte de Lorena, recuperadas para el Reich en 1870), más o menos latente pero nunca extinguido, y siempre atento a una oportunidad favorable para la venganza, también son elementos fundamentales para entender cómo se pudo llegar al desastre en 1914.

  13. Arturo dice:

    Supongo que me he dejado llevar por las opiniones anglófilas de Barbara Tuchman en su «The Guns of August». Cita a George Bernard Shaw: «We were rasped beyond endurance by Prussian Militarism and its contempt for us and for human happiness and common sense; and we just rose at it and went for it». Y a H. G. Wells: The enemy was «the monstruos vanity begotten in 1870.» The victory of Germany, of «blood and iron, flagwagging Teutonic Kiplingism» would mean «the permanent enthronenment of the war god over all human affairws.»
    Es, desde luego, sólo un punto de vista, pero uno que me es particularmente cercano.

  14. Farsalia dice:

    Max Hastings comenta en el prólogo de su reciente libro, 1914. El año de la catástrofe que los estudiantes de historia de su generación se «criaron» leyendo a la Tuchman, y que fue un shock para él cuando escuchó a un historiador especialista en el tema decir que su libro, como monografía histórica, no se sostenía por la falta de rigor. Aún así, mantiene Hastings, es un libro que acercó a mucha gente al tema; recordemos, por otro lado, que se publicó en 1962, el mismo año de la crisis de los misiles, y que Kennedy lo leyó y parece que le dejó suficiente poso como para aprender de las lecciones del 14. Leído varias veces, no he sido capaz de apreciar esa falta de rigor en el libro de la Tuchman, aunque si lo dicen los especialistas será cierto, no lo dudo; de cualquier modo, es un ejemplo de (altísima) divulgación histórica que sigue siendo magistral en cuanto a su discurso, y que ennoblece la auténtica divulgación, mezclada con el ensayo periodístico (que es lo que era la Tuchman, periodista).

    De hecho, me sigo quedando con la Tuchman, en comparación con el libro de Hastings.

  15. Farsalia dice:

    Vaya, moderación… y eso que esta vez no puse ningún enlace.

  16. Clodoveo11 dice:

    Seguro que el libro de Mac Millán, pese a que no diga nada nuevo, será interesante como lo fue su 1919, aunque sea por con qué amenidad cuenta las cosas. Aunque si valiese un bastante menos sería mucho MAS interesante.

    Sobre las causas de la guerra… hombre, se han barajado todas las hipótesis habidas y por haber, pero creo que la más coherente es que aquel momento era el del tránsito de la guerra tradicional, en la que se jodían básicamente los de abajo mientras que las cúpulas y el tejido económico seguía más o menos intacto, a las guerras tecnificadas modernas en las que no se salva ni Dios. Con el cambio de siglo la tecnología pegó un salto (al albur de la ciencia también en eclosión) que posibilitó guerras de destrucción masiva que hacen que haya que pensárselo 2 veces antes que ponerle los pies en pared al vecino de al lado. La prueba es que salvo nacionalismos irracionales (como el de Hitler o el yugoslavo) nadie se ha liado la manta a la cabeza desde entonces en Europa.

    Si no fuera por eso a los de arriba poco les importaría liarla parda nuevamente. No es lo mismo mandar a los tontos a pegarse tiros mientras te quedabas en las Tullerías o en Hofburg que te tiren un Tomahawk al cogote o te arrasen el país y su fuerza productiva sin capacidad de recuperación. Yo, por lo menos, me lo pensaría… ;-)

  17. Arturo dice:

    Gracias por ese esclarecedor comentario final, Farsalia.

  18. Farsalia dice:

    Te recomiendo mucho este libro de la MacMillan, Arturo.

    Y siguen llegando más «novedades» sobre el tema… Galaxia Gutenberg publica un libro de contenido similar a este para final de mes: Sonámbulos. Cómo Europa fue a la guerra en 1914. Pude hojear la edición original hace un tiempo: http://www.amazon.com/The-Sleepwalkers-Europe-Went-1914/dp/006114665X

  19. toni dice:

    Como siempre despertando interés con las reseñas, Farsalia. Me interesa el libro aunque los reyes me traerán el ladrillo de Stevenson que espero valga la pena. También tengo pendiente Los cañones de agosto. Este año espero dedicarle tiempo al conflicto.

  20. Farsalia dice:

    Una obra completa la de Stevenson, ya comentarás…

  21. David L dice:

    Este libro de MacMillan, como el mencionado de Hastings, se centra en 1914 y en las causas que pudieron ser la causa de que el mundo se viese inmerso en la más grande hasta entonces contienda bélica…pero…¡ qué difícil resulta encontrar en este conflicto mundial una razón de peso que sobresalga por encima de otras añadidas! Por eso creo que la publicación de libros como este reseñado por farsalia puede aportarnos alguna luz más a este complejo choque de naciones. Desgraciadamente la Gran Guerra sirvió, una vez más, como factor de cambio y de transformación en todos los niveles de las sociedades europeas y mundiales, el conflicto en sí fue terrible en vidas, pero si de algo podemos estar seguros es de que la guerra fue la herramienta desmesurada que aceleró este cambio político y social y que llevó a otra estratosfera, hasta entonces desconocida, a la movilización de masas en aras del esfuerzo en pos de la victoria. Algo viejo cayó emergiendo una nueva sociedad contemporánea que a su manera también estuvo en las trincheras de los Polius franceses, o de los teutones en la trinchera de enfrente. Las causas pues son importantísimas para conocer hasta qué punto la propia sociedad europea de principios de siglo anhelaba cambios en su vida diaria.

    Un saludo.

  22. Farsalia dice:

    Y por si no faltaran libros sobre el tema, DeBolsillo acaba de publicar La crisis mundial, 1911-1918, o el relato de Winston Churchill, uno de los implicados en el conflicto, de los años precedentes y el curso de la guerra. Por lo que comenta el propio autor en el prefacio, es la compilación de cuatro volúmenes que escribió en los años veinte.

    No pongo el enlace a la web, que siempre acabo moderado por ello…

  23. iñigo dice:

    Y con lo bien que escribe, valdrá la pena. Yo me leí sus memorias de la 2ª GM (6 tomos) y su redacción es muy buena, eso si, suele aportar multitud de datos, sobre todo, por su cercanía a los archivos británicos…

  24. Farsalia dice:

    No faltará su justificación por Galípoli…

  25. iñigo dice:

    Seguro, como la que tuvo en la 2ªGM para realizar la operación en Dieppe…
    El país está por encima del individuo… Mäs o menos.

  26. Yllanes dice:

    Excelente artículo de MacMillan en The Guardian sobre la «guerra» de interpretaciones sobre la Guerra y su uso político, que enlazo aun a riesgo de caer en moderación: http://www.theguardian.com/commentisfree/2014/jan/10/first-world-war-centenary-understanding-not-political-point-scoring

  27. toni dice:

    Terminado el libro. Buenísimo. No se hace nada largo a pesar de su extensión.

  28. milanero dice:

    sobre este mismo tema, acabo de terminar «Sonámbulos», de Peter Clark… Pedazo de libro (en todos los sentidos). Soberbio. De los pocos análisis que he leído serios, ponderados y mínimamente objetivos, más allá de la propaganda «ententista».

  29. milanero dice:

    perdón, CHRISTOPHER Clark es el nombre del historiador… lapsus

  30. Farsalia dice:

    El libro de Clark… más adelante lo leeré. No quiero saturarme con el tema.

  31. milanero dice:

    No me disgustó el libro de MacMillan (aunque creo que no está a la misma altura que el suyo de «París 1919», como ya he comentado)… Pero el de Clark, para mí, es otro nivel.

    Eso sí, hay que tomarlo con calma, y con interés… más de 600 páginas. Pero no tiene desperdicio.

  32. David L dice:

    Otra gran lectura para finalizar el año este magnífico trabajo de Margaret MacMillan. Creo que esta obra está enfocada de un modo muy diferente al escrito por Christopher Clark( Sonambulos), creo que aquí hay un estudio más transversal, es decir, hay una visión más amplia de los diferentes elementos que influenciaron en el estallido de la Primera Guerra Mundial. No quiero decir con esto que me parezca major libro que el referido, creo que son compatibles y que con ambas obres son más que suficientes para hacerse una idea preclara de lo que pasó en esos primeros años del siglo XX.

    Queda meridianamente patente que las cosas se podían haberse desarrollado de otra manera, las numerosas crisis anteriores al inicio de la guerra se pudieron solventar porque hubo voluntad para ello, los líderes políticos y las Monarquías implicadas decidieron, y me gustaria remarcar este último termino, que no se utilizase la guerra como medio para solucionar los conflictos. No sucedió así aquel verano de 1914 y, como en cascada, todos se vieron arrastrados hacia un combate que dejaría el continente europeo arrasado. Después de acabar esta obra no me queda duda de lo peligroso que puede ser para la sociedad un liderazgo político inconsciente, aquellos Hombres que piensan que ellos son la nación y empujan a sus pueblos al conflicto permanente. En 1914 se pagó caro tal actitud.

    Este libro es de esos que dejan huella. Recomendable al máximo.

    Saludos.

  33. Farsalia dice:

    Muy de acuerdo con lo que comentas, David.

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