1914. DE LA PAZ A LA GUERRA – Margaret MacMillan
«Fue Guillermo [II] el culpable de la Gran Guerra? ¿Fue Tirpitz? ¿Grey? ¿Moltke? ¿Berchtold? ¿Poincaré? ¿O no hubo un culpable? ¿Hemos de volvernos más bien hacia las instituciones y las ideas? ¿Estados mayores demasiado poderosos, gobiernos absolutistas, darwinismo social, culto a la ofensiva, nacionalismo? Una vez más, las preguntas son tantas como las respuestas. Acaso a lo más que podamos aspirar sea a entender lo mejor posible a aquellos individuos que debieron decidir entre la guerra y la paz, asà como sus fuerzas y sus debilidades, sus amores, sus odios, sus prejuicios. Para ello tenemos también que entender su mundo, los supuestos de la época. Hemos de recordar, como lo hicieron estos lÃderes, lo que habÃa sucedido antes de la última crisis de 1914 y las lecciones que se sacaron de las crisis marroquÃes, de la de Bosnia o de los sucesos de las primeras guerras balcánicas. El propio éxito de Europa al haber sobrevivido a esas crisis anteriores condujo paradójicamente a la peligrosa seguridad, en el verano de 1914, de que una vez más surgirÃan soluciones en el último momento y se lograrÃa preservar la paz. Y si quisiéramos señalar culpas desde nuestra perspectiva del siglo XXI, podrÃamos acusar de dos cosas a quienes llevaron a Europa a la guerra. Primero, de falta de imaginación para ver cuán destructivo serÃa un conflicto semejante; y segundo, de falta de valor para enfrentarse a quienes decÃan que no quedaba otra opción que ir a la guerra. Siempre hay otras opciones» (p. 759).
Las lúcidas palabras con las que Margaret MacMillan (n. 1943) cierra su libro pueden servir al lector interesado en 1914. De la paz a la guerra (Turner, 2013) para saber qué se va a encontrar cuando lo hojeé en una librerÃa –si es que el tÃtulo original, The War That Ended Peace: The Road to 1914 no lo convence– y busque argumentos para decidirse entre este y otros libros que se han publicado y se publicarán en las vÃsperas del centenario de la Primera Guerra Mundial. La oferta es amplia: a los ya publicados por John Morrow, Michael Neiberg, Marc Ferro, Martin Gilbert o Adam Hochschild, Hew Strachan y otros tantos (y cito las obras de conjunto), llegan ahora obras más concretas en su contenido. El lector encontrará en estos dÃas de noviembre dos tÃtulos que comienzan con una fecha: 1914. El año de la catástrofe de Max Hastings (CrÃtica), que recoge los acontecimientos bélicos y polÃticos de finales de julio a diciembre de 1914, los primeros seis meses de guerra, y este libro de Margaret MacMillan, que justamente acaba con las declaraciones de guerra de principios de agosto de 1914. Pero, para llegar a los hechos que dieron paso a la Gran Guerra, la autora canadiense retrotrae la atención del lector a unos quince años atrás, comenzando con la situación de Europa en 1900, cuando se inaugura la Exposición Internacional de ParÃs: otro mundo, otras esperanzas finiseculares, en la óptica de quienes ya luchaban en las trincheras apenas tres lustros después. Y es a partir de ese momento que comienza un libro que hará las delicias de quienes ya disfrutaron del estilo de la autora en libros como ParÃs 1919: seis meses que cambiaron el mundo (Tusquets, 2005).
No es baladà la cita con la que he comenzado esta semana, por otro lado. Se habrá percatado el lector curioso en los nombres que aparecen, en protagonistas de la primera década y media del siglo XX. Pues tiene su razón pues este libro se nutre de un estilo plutarquiano, en el que la biografÃa de personajes como el káiser Guillermo y colaboradores alemanes como el general Moltke, el almirante Tirpitz, el canciller Bülow; el zar ruso Nicolás II y su ministro de defensa Sujómlinov; los primeros ministros británicos Salisbury y Asquith o ministros de asuntos de exteriores como Balfour o Grey; los franceses Poincaré, presidente de la República, o Delcassé, ministro de asuntos exteriores; los austrohúngaros, comenzando por el emperador Francisco José, su heredero el archiduque Francisco Fernando, o el jefe del estado mayor Conrad von Hötzendorf… la biografÃa de todos ellos, y de muchos más, cuenta y es esencial para comprender cómo lo que en 1900 era impensable, una guerra a escala europea cuando no mundial, acabó siendo la solución que se adoptó finalmente, descartando la baza de seguir manteniendo la paz. Pues esta es la pregunta –la pregunta de las preguntas– a la que MacMillan trata de dar una respuesta: ¿por qué en última instancia las potencias europeas apostaron en agosto de 1914 por la guerra? O, mejor dicho, ¿por qué no se mantuvo la paz que el káiser, el zar, el emperador austrohúngaro y los dirigentes polÃticos británicos y franceses preconizaron por encima de las crisis que desde 1905 se produjeron?
Mencionaba la biografÃa como el elemento que destaca en el estilo de Margaret MacMillan, y que el lector ya conoció en su otra obra magna. Es importante conocer qué pensaban estos y otros personajes, cómo concebÃan el mundo en 1900, cuando en los albores de un nuevo siglo nadie parecÃa imaginar que todo se hundirÃa en una guerra general y de resultados catastróficos. Ponerse en su piel, tratar de dilucidar cuál era su óptica de las relaciones internacionales y qué alianzas habÃa que forjar (o evitar), de todo ello trata MacMillan en una primera parte del libro, en el que seguimos los avatares, domésticos y foráneos, de las cinco potencias europeas del momento: Reino Unido, Alemania, Rusia, Francia y el Imperio austrohúngaro; en otra esfera, secundaria en 1900 pero que será de vital importancia a medida que avancen los años, están el moribundo Imperio otomano, Italia y las naciones que surgen en la penÃnsula balcánica: Bulgaria, RumanÃa, Montenegro y, cómo no, Serbia. El canciller alemán Otto von Bismarck expuso en un momento dado: «si alguna vez hay otra guerra en Europa, será resultado de alguna maldita estupidez en los Balcanes». El tiempo le acabarÃa dando la razón, pero no por los motivos que él quizá imaginaba. La debilidad de las potencias europeas, la cobardÃa de algunas, la agresividad de otras, conjuntada con un juego de alianzas que no conoció el viejo Canciller de Hierro, todo ello dio pie a la guerra que acabarÃa con la paz. Alemania inició su plan de construcción naval como desafÃo al predominio del Reino Unido en los mares, mientras que Francia buscaba un aliado potente (¿Rusia o el Reino Unido?) de cara a una guerra que restañara la herida de 1870. Por otro lado, ¿cómo iban a establecer una alianza británicos y rusos, tan diferentes y tan a priori alejados de objetivos comunes? La supervivencia del Imperio austrohúngaro, a su vez, pasaba por la alianza a ultranza con una Alemania que se postulaba como la nación preponderante en el continente, velis nolis.
Y es en la segunda parte del libro, una vez conocida en la primera las alianzas que desde finales del siglo XIX se forjaron –y que conocemos bajo el nombre de triple alianza (Alemania, el Imperio austrohúngaro e Italia) y tripe entente (Reino Unido, Francia y Rusia), que a su vez fue la evolución a largo plazo de la entente cordiale entre Reino Unido y Francia, y la alianza financiero-militar entre Francia y Rusia–, y una vez el lector se adentra en los diversos planes de guerra que los estados mayores de paÃses como Alemania, el Imperio austrohúngaro, Francia y Rusia (del plan Schlieffen al plan XVII francés y los mecanismos de movilización rusos)… es en la segunda parte del libro, decÃa, donde asistimos a la erosión de la paz en el continente europeo. Una erosión que comienza, después de episodios extraeuropeos como la guerra de los bóers en Sudáfrica o el tenso encuentro franco-británico en Fachoda, en una serie de crisis que pusieron a prueba las alianzas y la diplomacia de las grandes potencias: Marruecos en 1905-1906 (con una segunda parte en 1911), Bosnia en 1908 y las guerras balcánicas de 1912-1913. En estas crisis los soberanos, polÃticos y altos militares europeos pusieron a prueba el concierto de las naciones decimonónico y pusieron en marcha los mecanismos bélicos y diplomáticos en caso de una guerra que aunque nunca deseada de un modo u otro siempre estuvo en la retina de todos ellos desde que la guerra franco-prusiana de 1870 pusiera la puntilla al sistema surgido en el Congreso de Viena de 1815 y los avances tecnológicos en cuanto a la guerra hiciera ver que una guerra a escala general serÃa mucho más larga, intensa y destructiva que los conflictos de los cien años anteriores. En la crisis marroquà Alemania trató de poner una cuña entre Francia y el Reino Unido, mientras que la anexión austrohúngara de Bosnia prefiguró la escalada que llevarÃa a la guerra entre el viejo imperio habsbúrgico y la Rusia de los Románov. Las guerras balcánicas fueron el escenario en miniatura de lo que podÃa suceder cuando la diplomacia de las cinco potencias era puenteada por las ambiciones de las pequeñas pero ambiciosas nuevas naciones. La debilidad mostrada por Rusia en cuanto a la protección de Serbia o la timidez de Alemania respecto a un apoyo a gran escala del Imperio austrohúngaro (el «cheque en blanco» que posteriormente el káiser le darÃa al emperador) ya daban a entender que los motivos para sostener la paz eran cada vez menos asumidos, mientras que el recurso a la guerra como última instancia se convertÃa en un mecanismo cada vez más aceptable. Se podrÃa decir que fue el hartazgo y la presión de la década anterior a 1914 lo que llevó a las cinco potencias a dejarse llevar en el juego de alianzas (convertidas en un corsé ineludible, cuando en 1900 eran más bien proyectos en marcha), y a dejar que el asesinato de alguien a quien casi nadie importó (el archiduque Francisco Fernando) se convirtiera en catalizador de una maquinaria que ya no se podrÃa (o no se querrÃa) detener; de hecho, el archiduque fue uno de los defensores de una paz general y su muerte serÃa el último obstáculo para preservarla.
El libro de Margaret MacMillan trata numerosas cuestiones, buscando una respuesta a la pregunta de las preguntas, y se convierte en una lectura adictiva y apasionante. Quizá se pueda decir que no aporta nada aparentemente nuevo a lo que ya se ha estudiado desde hace un siglo (¿acaso lo hay?), siendo esta época rica en documentación de todo tipo (memorias, biografÃas, estudios militares y de relaciones internacionales, trabajos de economÃa y monografÃas de cariz social), pero desde luego ello no es óbice para estar interesados ante una obra que apasionará a los lectores que buscan en la biografÃa su ámbito y para aquellos otros que desean profundizar en el camino, la larga y ardua senda, que condujo a las declaraciones de guerra en función de las alianzas establecidas (si el Imperio austrohúngaro ataca a Serbia, Rusia le declarará la guerra, lo cual provocará que a su vez Alemania le declare la guerra; ello inducirá a Alemania a, mientras se inicia la movilización rusa, atacar a Francia, aliada de Rusia, para derrotarla lo antes posible antes de volverse al este; y es en el ataque sobre Francia, vulnerando la neutralidad de Bélgica, cuando el Reino Unido declara la guerra a Alemania como garante de los belgas y en función de su alianza con Francia…).
«Las luces se apagan en toda Europa; ya no volveremos a verlas encendidas en nuestros dÃas», dijo el ministro británico de asuntos exteriores, Grey, cuando se produjeron las declaraciones de guerra. Algo debÃa de saber Grey en todo ello, pues como el resto de personajes de esta tragedia, él mismo contribuyó a que esas luces titilaran antes de apagarse.
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– Ya lo he regalado a una amistad. Aunque se me quedaba pegado a los dedos como el Anillo Único. Gracias por la reseña. Ya caerá.
Apuntado esta… Porque me interesan más las causas y los años previos que la guerra en sÃ. Un placer como siempre.
Fascinante tema y espléndida reseña, Farsalia. Mi conocimiento limitado del tema, y por tanto la temeridad de la ignorancia, me llevan a formular juicios poco matizados sobre la cuestión. Creo que la I GM la hizo inevitable el militarismo alemán. Igual que la II GM. Tendré que echar mano a textos como este para no simplificar tanto.
Pongan la portada del libro. :-P
No es (únicamente) el militarismo alemán, Arturo, el factor a tener en cuenta, aunque en su reciente libro Max Hastings cargue especialmente las tintas en el imperio del kaiser Hohenzollern. Para la MacMillan fue el hartazgo/la desidia por mantener la paz, que a pocos beneficiaba, en una relación que podrÃa acercarse a los costes/beneficios en cuanto al prestigio internacional, lo que llevó a la guerra. En clave titoliviana, cuando a los gobernantes de la época se les hizo un hueco en la toga, como ofreciendo entre la paz y la guerra, y se les preguntó de qué podÃan prescindir, prácticamente todos dijeron que de la paz.
Excelente reseña para un tema apasionante, cuya bibliografÃa en castellano se renueva por obra y gracia del centenario. El militarismo alemán tuvo su importancia, pero no hay que olvidar que todas las potencias estaban inmersas en una carrera armamentÃstica, y un ejemplo lo constituye el desarrollo de los «dreadnought» británicos. En todo caso, y en mi modesta opinión, el factor predominante lo constituye la banalización de las consecuencias destructivas y del alcance de un conflicto moderno. El último conflicto europeo a cierta escala habÃa sido la Guerra Franco-prusiana, y ya hacÃa más de 40 años. ¿Se sacaron conclusiones de las mucho más recientes guerras balcánicas? Dudo mucho que alemanes, franceses e ingleses dejaran de considerar los Balcanes como un escenario «poco civilizado» y lo valoraran como ejemplo de conflicto moderno. Este aspecto hay que sumarlo, al atractivo que la guerra tenÃa desde el punto de vista económico y polÃtico.
Apasionante tema. La I Gran Guerra creo que es la más desconocida para el gran público, bombardeado a pelÃculas sobre los nazis. Intuyo que este año vamos a ser igualmente bombardeados por todo tipo de literatura al respecto y no vienen nada mal análisis de libros como este, Farsalia. Enhorabuena.
Y los que llegarán… ;-)
Resulta muy interesante conocer el camino hacia la guerra, y MacMillan lo hace con un brÃo apasionante. Mientras, Max Hastings, en el libro de CrÃtica, nos cuenta el desarrollo de esos primeros seis meses de guerra…
Tomo nota y agradezco las opiniones, mucho más doctas que la mÃa. Desde luego, algo de tanta magnitud tuvo que responder a un amplio conjunto de razones. Pero creo que sobre todo ello entraban en conflicto visiones antagónicas del mundo. El libro sobre el siglo XX de Peter Watson dedica mucha atención a ello. La intelectualidad británica movilizó al mundo anglosajon en favor de la guerra porque veÃan al militarismo alemán como algo abominable, que no se detendrÃa hasta dominar el mundo. Claro que ellos estaban al servicio, consciente o inconsciente, del imperialismo británico.
No todos, obviamente… he ahà el caso de Bertrand Russell (que pagó con sanciones e incluso una estancia en la cárcel) su condena de la guerra. Incluso Kipling moderó (o cambió) su propaganda al servicio militar cuando su hijo John desapareció en combate. Adam Hochschild trata el tema de la división de UK entre belicistas y contrarios a la guerra en su reciente libro, Para acabar con todas las guerras: una historia de lealtad y rebelión (1914-1918) (Ediciones PenÃnsula, 2013), reseñado acá hace unos meses. Este libro muestra la guerra desde la óptica británica, en la que no pocos ciudadanos, de un modo u otro, se movilizaron en contra del conflicto militar.
Parece que este libro puede ser uno de los trabajos estrella que se van a publicar sobre la Gran Guerra, si es tan bueno como su «ParÃs 1919: seis meses que cambiaron el mundo» (Tusquets, 2005). creo que merecerá la pena leerlo.
Sobre las causas o motivos parece que hay donde elegir para poder explicar por qué estalló este gran conflicto. Yo he leÃdo alguna que otra teorÃa que viene a decir más o menos que cuando unos paÃses comienzan a evidenciar muy a las claras unas coaliciones donde los compromisos adquiridos van cada vez en aumento al final la olla a presión acaba por explotar y arrastra consigo a todos. Además, el asesinato del Archiduque Fernando y su esposa en Sarajevo, parece que no fue la causa de que estallase la guerra, sino un motivo muy oportuno para dar rienda suelta al militarismo del Imperio austro-hungaro hacia su archienemiga Serbia y, de una manera indirecta, sino alentada por Alemania, aprovechar la circustancia por esta última para dar un golpe certero y rápido sobre Francia y posteriormente acabara el trabajo derrotando a Rusia. Es decir, detrás de todo este entramado estaba Alemania. No sé MacMillan se apunta a esta hipótesis que culpabiliza principalmente a los germanos de la guerra.
Un saludo.
MacMillan culpabiliza a los gobiernos y estados mayores que dejaron de lado la paz y prefirieron, voluntaria o involuntariamente, abrir el zurrón de la guerra. Y ahà más bien se libran pocos… por no decir ninguno.
Buen libro, aunque desde mi punto de vista no está al nivel del excelente «ParÃs 1919» de la misma autora.
En cuanto a las causas de la guerra, quedarnos, a estas alturas, con algo tan simplista como la responsabilidad exclusiva del «militarismo alemán», tal y como se estableció con notoria injusticia en Versalles, resulta por completo indefendible. Si hablamos de causantes inmediatos, la responsabilidad principal recae sin duda en Austria-HungrÃa, o, más bien, en el «partido» belicista de las altas esferas austrÃacas (sobre todo, el jefe de estado mayor Franz Conrad von Hötzendorf y en el ministro de exteriores Berchtold), ya que otros (como el primer ministro húngaro, Tisza, y el propio emperador) eran contrarios a asumir el riesgo de un conflicto con Rusia. Lo mismo se puede decir de Rusia, donde los «halcones» presionaron (e incluso engañaron) todo lo posible al dubitativo zar para conseguir que refrendara la fatal orden de movilización.
Y, en cuanto a las causas de fondo, efectivamente Alemania tiene parte de la responsabilidad, pero sobre todo por su insensata «carrera naval» con Gran Bretaña, pues sin ella es muy improbable que los ingleses llegaran a un entendimiento tan estrecho con franceses y rusos. La invasión alemana de Bélgica fue una excusa de lo más conveniente, y un craso error por parte germana, pero aún sin ella es casi seguro que el Reino Unido habrÃa entrado igualmente en la guerra.
El paneslavismo propugnado por Rusia y con Serbia como peón, que amenazaba gravemente la misma supervivencia de Austria-HungrÃa, y el revanchismo francés (a cuenta de Alsacia y una parte de Lorena, recuperadas para el Reich en 1870), más o menos latente pero nunca extinguido, y siempre atento a una oportunidad favorable para la venganza, también son elementos fundamentales para entender cómo se pudo llegar al desastre en 1914.
Supongo que me he dejado llevar por las opiniones anglófilas de Barbara Tuchman en su «The Guns of August». Cita a George Bernard Shaw: «We were rasped beyond endurance by Prussian Militarism and its contempt for us and for human happiness and common sense; and we just rose at it and went for it». Y a H. G. Wells: The enemy was «the monstruos vanity begotten in 1870.» The victory of Germany, of «blood and iron, flagwagging Teutonic Kiplingism» would mean «the permanent enthronenment of the war god over all human affairws.»
Es, desde luego, sólo un punto de vista, pero uno que me es particularmente cercano.
Max Hastings comenta en el prólogo de su reciente libro, 1914. El año de la catástrofe que los estudiantes de historia de su generación se «criaron» leyendo a la Tuchman, y que fue un shock para él cuando escuchó a un historiador especialista en el tema decir que su libro, como monografÃa histórica, no se sostenÃa por la falta de rigor. Aún asÃ, mantiene Hastings, es un libro que acercó a mucha gente al tema; recordemos, por otro lado, que se publicó en 1962, el mismo año de la crisis de los misiles, y que Kennedy lo leyó y parece que le dejó suficiente poso como para aprender de las lecciones del 14. LeÃdo varias veces, no he sido capaz de apreciar esa falta de rigor en el libro de la Tuchman, aunque si lo dicen los especialistas será cierto, no lo dudo; de cualquier modo, es un ejemplo de (altÃsima) divulgación histórica que sigue siendo magistral en cuanto a su discurso, y que ennoblece la auténtica divulgación, mezclada con el ensayo periodÃstico (que es lo que era la Tuchman, periodista).
De hecho, me sigo quedando con la Tuchman, en comparación con el libro de Hastings.
Vaya, moderación… y eso que esta vez no puse ningún enlace.
Seguro que el libro de Mac Millán, pese a que no diga nada nuevo, será interesante como lo fue su 1919, aunque sea por con qué amenidad cuenta las cosas. Aunque si valiese un bastante menos serÃa mucho MAS interesante.
Sobre las causas de la guerra… hombre, se han barajado todas las hipótesis habidas y por haber, pero creo que la más coherente es que aquel momento era el del tránsito de la guerra tradicional, en la que se jodÃan básicamente los de abajo mientras que las cúpulas y el tejido económico seguÃa más o menos intacto, a las guerras tecnificadas modernas en las que no se salva ni Dios. Con el cambio de siglo la tecnologÃa pegó un salto (al albur de la ciencia también en eclosión) que posibilitó guerras de destrucción masiva que hacen que haya que pensárselo 2 veces antes que ponerle los pies en pared al vecino de al lado. La prueba es que salvo nacionalismos irracionales (como el de Hitler o el yugoslavo) nadie se ha liado la manta a la cabeza desde entonces en Europa.
Si no fuera por eso a los de arriba poco les importarÃa liarla parda nuevamente. No es lo mismo mandar a los tontos a pegarse tiros mientras te quedabas en las TullerÃas o en Hofburg que te tiren un Tomahawk al cogote o te arrasen el paÃs y su fuerza productiva sin capacidad de recuperación. Yo, por lo menos, me lo pensarÃa… ;-)
Gracias por ese esclarecedor comentario final, Farsalia.
Te recomiendo mucho este libro de la MacMillan, Arturo.
Y siguen llegando más «novedades» sobre el tema… Galaxia Gutenberg publica un libro de contenido similar a este para final de mes: Sonámbulos. Cómo Europa fue a la guerra en 1914. Pude hojear la edición original hace un tiempo: http://www.amazon.com/The-Sleepwalkers-Europe-Went-1914/dp/006114665X
Como siempre despertando interés con las reseñas, Farsalia. Me interesa el libro aunque los reyes me traerán el ladrillo de Stevenson que espero valga la pena. También tengo pendiente Los cañones de agosto. Este año espero dedicarle tiempo al conflicto.
Una obra completa la de Stevenson, ya comentarás…
Este libro de MacMillan, como el mencionado de Hastings, se centra en 1914 y en las causas que pudieron ser la causa de que el mundo se viese inmerso en la más grande hasta entonces contienda bélica…pero…¡ qué difÃcil resulta encontrar en este conflicto mundial una razón de peso que sobresalga por encima de otras añadidas! Por eso creo que la publicación de libros como este reseñado por farsalia puede aportarnos alguna luz más a este complejo choque de naciones. Desgraciadamente la Gran Guerra sirvió, una vez más, como factor de cambio y de transformación en todos los niveles de las sociedades europeas y mundiales, el conflicto en sà fue terrible en vidas, pero si de algo podemos estar seguros es de que la guerra fue la herramienta desmesurada que aceleró este cambio polÃtico y social y que llevó a otra estratosfera, hasta entonces desconocida, a la movilización de masas en aras del esfuerzo en pos de la victoria. Algo viejo cayó emergiendo una nueva sociedad contemporánea que a su manera también estuvo en las trincheras de los Polius franceses, o de los teutones en la trinchera de enfrente. Las causas pues son importantÃsimas para conocer hasta qué punto la propia sociedad europea de principios de siglo anhelaba cambios en su vida diaria.
Un saludo.
Y por si no faltaran libros sobre el tema, DeBolsillo acaba de publicar La crisis mundial, 1911-1918, o el relato de Winston Churchill, uno de los implicados en el conflicto, de los años precedentes y el curso de la guerra. Por lo que comenta el propio autor en el prefacio, es la compilación de cuatro volúmenes que escribió en los años veinte.
No pongo el enlace a la web, que siempre acabo moderado por ello…
Y con lo bien que escribe, valdrá la pena. Yo me leà sus memorias de la 2ª GM (6 tomos) y su redacción es muy buena, eso si, suele aportar multitud de datos, sobre todo, por su cercanÃa a los archivos británicos…
No faltará su justificación por GalÃpoli…
Seguro, como la que tuvo en la 2ªGM para realizar la operación en Dieppe…
El paÃs está por encima del individuo… Mäs o menos.
Excelente artÃculo de MacMillan en The Guardian sobre la «guerra» de interpretaciones sobre la Guerra y su uso polÃtico, que enlazo aun a riesgo de caer en moderación: http://www.theguardian.com/commentisfree/2014/jan/10/first-world-war-centenary-understanding-not-political-point-scoring
Terminado el libro. BuenÃsimo. No se hace nada largo a pesar de su extensión.
sobre este mismo tema, acabo de terminar «Sonámbulos», de Peter Clark… Pedazo de libro (en todos los sentidos). Soberbio. De los pocos análisis que he leÃdo serios, ponderados y mÃnimamente objetivos, más allá de la propaganda «ententista».
perdón, CHRISTOPHER Clark es el nombre del historiador… lapsus
El libro de Clark… más adelante lo leeré. No quiero saturarme con el tema.
No me disgustó el libro de MacMillan (aunque creo que no está a la misma altura que el suyo de «ParÃs 1919», como ya he comentado)… Pero el de Clark, para mÃ, es otro nivel.
Eso sÃ, hay que tomarlo con calma, y con interés… más de 600 páginas. Pero no tiene desperdicio.
Otra gran lectura para finalizar el año este magnÃfico trabajo de Margaret MacMillan. Creo que esta obra está enfocada de un modo muy diferente al escrito por Christopher Clark( Sonambulos), creo que aquà hay un estudio más transversal, es decir, hay una visión más amplia de los diferentes elementos que influenciaron en el estallido de la Primera Guerra Mundial. No quiero decir con esto que me parezca major libro que el referido, creo que son compatibles y que con ambas obres son más que suficientes para hacerse una idea preclara de lo que pasó en esos primeros años del siglo XX.
Queda meridianamente patente que las cosas se podÃan haberse desarrollado de otra manera, las numerosas crisis anteriores al inicio de la guerra se pudieron solventar porque hubo voluntad para ello, los lÃderes polÃticos y las MonarquÃas implicadas decidieron, y me gustaria remarcar este último termino, que no se utilizase la guerra como medio para solucionar los conflictos. No sucedió asà aquel verano de 1914 y, como en cascada, todos se vieron arrastrados hacia un combate que dejarÃa el continente europeo arrasado. Después de acabar esta obra no me queda duda de lo peligroso que puede ser para la sociedad un liderazgo polÃtico inconsciente, aquellos Hombres que piensan que ellos son la nación y empujan a sus pueblos al conflicto permanente. En 1914 se pagó caro tal actitud.
Este libro es de esos que dejan huella. Recomendable al máximo.
Saludos.
Muy de acuerdo con lo que comentas, David.