LOS GLADIADORES – Arthur Koestler

Los Gladiadores. Arthur KoestlerÚnica incursión de Koestler en el campo de la novela histórica, ‘Los gladiadores’, o ‘Espartaco’ (The gladiators, 1939), es el título inaugural de un terceto narrativo en que el autor aborda –entre otras cosas- el tema de la ética revolucionaria. Novelando el episodio de la sublevación de esclavos acaecida entre los años 73 y 71 a. C., Koestler estudia algunos de los dilemas relativos a fines y medios o el conflicto ‘moralidad trascendente v/s conveniencia social’ en una revolución. Se trata, pues, de una obra de registro político, basada parcialmente en la extrapolación y el anacronismo. Los otros componentes del trío son ‘Oscuridad al mediodía’ (Darkness at noon, 1941; también conocida en castellano como ‘El cero y el infinito’) y Arrival and departure (1943; al parecer, sin traducción al castellano); ambas novelas, ambientadas en el siglo XX.

Arthur Koestler (1905-1983) fue un escritor de origen judío, nacido en Budapest y educado en Viena. En 1931 se afilió al Partido Comunista alemán, cuando trabajaba en un periódico berlinés. Poco después viajó a la URSS en misión reporteril, ocasión en que pudo conocer la atroz realidad del alardeado ‘paraíso de los trabajadores’. Progresivamente desencantado del comunismo, Koestler realizó una indagación primaria sobre la figura de Espartaco, movido de la curiosidad sobre quien inspiró el nombre del Spartakus-Bund (Liga Espartaquista, movimiento del que había nacido el PC alemán). Entusiasmado por lo que descubrió y acuciado por la dura contingencia en que se hallaba inmerso, concibió la idea de componer una novela histórica sobre la rebelión de esclavos.

Koestler creyó notar ciertos paralelismos entre la época del mentado suceso y las primeras décadas del siglo XX. Postula en su autobiografía que el siglo I a.C. fue “un siglo de intranquilidad social, de revoluciones abortadas y de violentos movimientos de masas […]. Las causas que determinaron tales trastornos sociales y políticos tenían un rasgo igualmente familiar a nuestra era: el derrumbe de valores tradicionales, una rápida transformación del sistema económico, grandes masas de gente sin ocupación, debido a la importación de esclavos de trabajo y a los cereales mas baratos llevados desde las colonias, la ruina de los pequeños campesinos y el aumento de grandes latifundios, una administración corrompida y una clase rectora decadente [etc.]” (‘La escritura invisible’, Debate, 2000; p. 287). De acuerdo a esto, el autor procura reconstruir la historia de la sublevación recurriendo a las escasas fuentes históricas disponibles y al expediente de la ficción novelística, esto último con dos propósitos: suplir de modo especulativo los vacíos de la historiografía –curiosidad y prerrogativa de novelista, incipiente en su caso- y, ante todo, plasmar ciertas consideraciones nacidas de su evaluación del moderno paradigma revolucionario, extrapolándolas por vía de anacronismo al precedente establecido por Espartaco. El proceso de creación de ‘Los gladiadores’ permitió a su autor ordenar ideas y romper definitivamente con el comunismo.

Como anticipaba, Koestler hace de la ética revolucionaria el tema medular de la novela. En su versión del episodio histórico, Espartaco quiere construir una sociedad utópica, una “federación basada en la justicia y la buena voluntad” que llevaría el nombre de ‘Estado del Sol’. El ideario que lo inspira es de índole igualitaria y protocomunista: nadie debía arrogarse el derecho de imponerse a los demás y todos compartirían la propiedad de los bienes. El problema es que la realización de la utopía enfrenta un sinnúmero de dificultades, tanto internas como externas, y Espartaco no puede sino actuar como un tirano. Es lo que Koestler denomina la ‘ley de los desvíos’: el líder revolucionario, amante de su pueblo y colmado de buenas intenciones, se ve obligado a desviarse del camino que inicialmente se ha trazado -demasiado piadoso, excesivamente ingenuo- y a ejercer la crueldad en nombre de la bondad; para suprimir de la historia las matanzas y los despotismos, se convierte él mismo en déspota asesino. Considerado desde la lógica revolucionaria, es una porfiada realidad, refractaria a las buenas intenciones, lo que fuerza a que los iluminados como Espartaco –así nos lo presenta el novelista- pospongan virtud y humanitarismo en nombre de un futuro soñado, cuya (hipotética) realización justificaría los sacrificios del presente (tema que es mejor tratado en ‘Oscuridad al mediodía’). No obstante, la exasperada observación hecha por uno de los personajes es la de más precio: “No hay tirano más peligroso que el que está convencido de ser un abnegado guardián del pueblo”. Esta es, en definitiva, la conclusión que mejor identifica el pensamiento de autor.

El afán polémico de la novela es patente conforme se desenvuelve la trama y explícito en el post scriptum -apéndice explicativo añadido por el autor en la edición inglesa de 1965, e invariablemente incorporado en las ediciones en castellano-. La tentativa de Koestler no fue la única en su género ni en su tiempo. Otros representantes de la denominada ‘literatura del exilio’ (Lion Feuchtwanger, Alfred Döblin, Heinrich Mann) cultivaron la modalidad literaria que el venezolano Arturo Uslar Pietri calificara de “reconstrucción de la historia”, en novelas de tesis que se valen de paralelismos históricos para dilucidar un presente conflictivo. Más que en el acápite de la fidelidad histórica, mis reproches irían por el lado de la perdurabilidad de la obra; lado del que, como es lógico, suele cojear la ficción de tinte político. La sola presencia del post scriptum me suscita dudas acerca de la autonomía de la obra (aquello de “La novela debiera ser capaz de hablar por sí misma”). Con todo y recordar que el de la autonomía narrativa es un principio nacido de una época, un artificio literario entre otros, creo que la relevancia y la vigencia de ‘Los gladiadores’ están muy supeditadas al contexto histórico que impulsó su redacción. Se trataría, por tanto, de una obra con fecha de vencimiento.

Hecha constancia de tales reservas, me parece que la novela aún se sostiene satisfactoriamente, bien confeccionada como está, de modo que se deja leer con gratitud. Resulta interesante, además, por los dilemas que plantea.

En suma, recomendable.

Arthur Koestler, ‘Los gladiadores”. Pocket Edhasa, Barcelona, 2005. Traducción de María Eugenia Ciocchini, 504 pp. Hay edición por Altaya bajo el título de ‘Espartaco’ (1996, misma traducción, 346 pp.).

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83 comentarios en “LOS GLADIADORES – Arthur Koestler

  1. pepe dice:

    Espléndida reseña, Rodrigo. El asunto de la ética revolucionaria es de mucho interés. Las radicales transformaciones sociales a las que solemos llamar revoluciones han ido acompañadas de mucha violencia que se justifica con el fin perseguido. La regla general de que a la injusticia hay que combatirla con injusticia, al terror con más terror, a los secuestros con más secuestros -y así podríamos seguir un rato- se ha visto pocas veces desmentida con movimientos cuyas armas fueran la no violencia, la resistencia pasiva o la desobediencia civil. Hay que estar, por tanto, de acuerdo, con las tesis de Koestler. Hoy en día, salvo para unos pocos que sufren en cárceles o en selvas perdidas, la revolución es poco más que una hermosa utopía y un rostro en una camiseta.

  2. Rodrigo dice:

    Gracias, Pepe.
    Pertinente tu reflexión, ciertamente. La comparto.
    Poco después de elaborar la reseña leí «Espartaco», de Howard Fast. Fue mi estreno con este autor, y uno muy bueno: el de Fast me ha parecido un trabajo muy superior al de Koestler, en todos los aspectos. Creo que tiene muchísimas más probabilidades de perdurar. Es mejor literatura, técnicamente más fina, con una variedad de puntos de vista aportados por personajes sutilmente delineados; menos politizada, es también más estremecedora. Entusiasmado por el descubrimiento, proseguí con «El ciudadano Tom Paine» (Seix Barral, 1999), estupenda biografía novelada del célebre ideólogo-publicista del fines del siglo XVIII. Ahora voy en busca de «Berenice», tan calurosamente recomendada por Arauxo.

    Saludos.

  3. Vorimir dice:

    Buena reseña Rodrigo.

    A mi la novela me gustó y me pareció original.
    De hecho le regalé un ejemplar a un amigo mio.

  4. Rodrigo dice:

    No me ha disgustado del todo, Vorimir. De hecho, me ha resultado una lectura interesantísima, un buen complemento de «Oscuridad al mediodía» -siendo «Los gladiadores» anterior a ésta-. Pero la de H. Fast me parece mejor.

    Gracias por el comentario.

    Saludos.

  5. Koenig dice:

    Buenos días.

    Recuerdo que cuando me lancé a leer el libro de Koestler tenía en mente la película de Kubrick. Por supuesto el planchazo fue de los que escuecen.

    Y sin embargo una vez superada la impresión inicial, me resultó un libro muy interesante. No como novela histórica, pero si como reflexión política. Koestler describe muy bien, en parte supongo gracias a su propia experiencia, cómo una acción revolucionaria va enredándose a si misma hasta autodestruirse y arrinconar sus intenciones enviándolas a ser un objetivo futuro, después soñado, mientras para sobrevivir tiene que actuar de forma práctica, acabando incluso por aplicar la realidad que trataba de cambiar. Lo que un viejo profesor mío de literatura definía, aunque en otro plano, distinguiendo el «amor platónico» del «amor plato único».

    Y retomando la idea lanzada por Pepe, coincidir en parte. Mas que ser una hermosa utopía, o un rostro en una camiseta, pienso que hoy en día, la revolución, como otras muchas cosas (por desgracia), no es mas que un objeto de comercio.

    Opino, por si acaso.

    Saludos.

  6. pepe dice:

    Yo también estoy bastante de acuerdo contigo, Koenig. No es fácil describir el asunto con brevedad, pero tú intento quizá anda bien encaminado. Si es verdad que esta página es leída por tanta gente alrededor del mundo me gustaría saber qué responden lectores sudamericanos y de otras latitudes a la pregunta que ha quedado planteada implícitamente: ¿qué es hoy la revolución?. Por supuesto, también me interesa la opinión de los comentaristas habituales, que tal vez estén discutiendo ahora la difícil cuestión de si los hoplitas se desayunaban con churros o con magdalenas antes de entrar en combate.

  7. Incitatus dice:

    Gran reseña Rodrigo, siempre suscitandonos debates interesantes.

    En mi opinión las revoluciones están bastante «sobreestimadas» en la historia. Si analizamos, por lo menos desde mi punto de vista, estas revoluciones las han liderado siempre las élites. ¿Realmente en que revolución encontramos a los oprimidos en cabeza? Salvo en el caso de las revueltas de campesinos en la edad media, más por hambre que por otra cosa, las «revoluciones» han conducido a un cambio de élites por otras, y ni siquiera del todo (vease a Talleyrand que siempre estaba en el poder con todos los cambios de gobierno). Aquellos idealistas o utópicos que las han seguido, realmente se convertían en la carne de cañon…

    bueno ahí lo dejo para que me discutáis.

  8. Incitatus dice:

    Pepe siempre con madalenas que los churros dan acidez ;-)

  9. Geny Thales dice:

    Bueno, depende qué tipo de hoplitas. Los macedonios del gran Alejandro no desayunaban nada, para así estar más cabreados durante la batalla. Los lacedemonios, algo se desayunarían, digo yo, para que Leónidas dijera aquella famosa frase:¡desayunad bien, que luego comeréis a la sombra!.

  10. Urogallo dice:

    A la pregunta de ¿Qúe es un revolución?, respondo como los anteriores con otra, ¿Qué es un desayuno?. Y diremos que los antiguos desayunaban pan mojado en vino aguado, o un pedazo de queso, a menos que tengamos que creernos a Manfredi y aceptar «el bocado de Aquiles» como desayuno ( una masa de huevos, miel, harina y leche mezclados).

  11. Dodotis dice:

    ¡No es posible! El archifamoso profesor Thales, de la universidad del Peloponeso, aquí, en Hislibris… Aún no me lo creo, es un sueño tenerle con nosotros, profesor. He leído todos sus trabajos sobre gastronomía micénica, repostería macedonia, cinegética ateniense y bollería panhelénica (arcaica y clásica, por supuesto). Qué gran honor, no tengo palabras …

  12. Geny Thales dice:

    Es un placer estar aquí, Dodotis. Puesdes llamarme Geny porque, por difícil que pueda parecer, teniendo en cuenta mi autoridad en el mundo de la nutrición protominoica, gusto a menudo del trato llano y cordial. Si la cuestión la reducimos a churros o magdalenas, me inclino por estas últimas, como Manfredi y Urogallo. Poca gente sabe, sin embargo, que en el desyuno previo a la batalla de las Termópilas, siendo como digo las magdalenas el desyuno habitual de aquellas gentes, se sirvieron churros. La explicación está en el hecho de que, cuando el cocinero preguntó a Leónidas qué debía servir para desayunar, éste le respondió escuetamente que no estaba el horno para bollos. No cabe duda de que el caudillo espartano estaba sembrao aquel día y son muchas las frases que dijo que luego pasaron a la historia. Ésta es una de tantas.

  13. cavilius dice:

    Sin duda Leónidas estuvo aquel día tocado por las musas además de por los persas, pues otra de las memorables sentencias que salieron del cerco de sus dientes en medio de aquel trance persiánico y termopíleo, vino a colación de la falta de pan para mojar en el café con leche matutino. Ante tamaña imprevisión por parte de su cocinero de origen hindú, Leónidas exclamó «en fin, a falta de pan, buenas son tortas«, y se largó corriendo al campo de batalla. De todas formas, lo que a mí realmente me preocupa es el arcano significado del verbo «desayunar» cuando se usa en reflexivo modo, verbigracia, «desayunarse». ¿Constituye algún ejercicio de autofagocitosis que comienza y acaba en uno mismo? ¿O no? ¿O sí? ¿O qué?

    Excelente reseña, Rodrigo. La verdad es que, sin haber leído ni este Espartaco ni el de Howard Fast, siempre me ha atraído más el de este último, cuyo libro Mis gloriosos hermanos es tan excelente como esta reseña. Y te expongo una duda que siempre he tenido: ¿proviene la palabra «gladiador» de «gladius» o de «gladiolo»?

    Saludos.

  14. Urogallo dice:

    Esto me recuerda a Tip Y Coll que siempre repetían el mismo chiste…

  15. Germánico dice:

    A mí que me da que son el mismo usuario…

  16. Incitatus dice:

    Tiene pinta

  17. cavilius dice:

    ¿El mismo usuario que quién?

  18. juanrio dice:

    Que Faemino y Cansado en un día espeso….

  19. pepe dice:

    Toda aquella noche no durmió Don Quijote, pensando en su señora Dulcinea, por acomodarse a lo que había leído en sus libros, cuando los caballeros pasaban sin dormir muchas noches en las florestas y despoblados, entretenidos en las memorias de sus señoras. No la pasó así Sancho Panza, que como tenía el estómago lleno, y no de agua de chicoria, de un sueño se la llevó toda, y no fueran parte para despertarle, si su amo no le llamara, los rayos del sol que le daban en el rostro, ni el canto de las aves, que muchas y muy regocijadamente la venida del nuevo día saludaban. Al levantarse dio un tiento a la bota, y hallóla algo más flaca que la noche antes, y afligiósele el corazón por parecerle que no llevaban camino de remediar tan presto su falta. No quiso desayunarse Don Quijote porque como está dicho, dio en sustentarse de sabrosas memorias.

  20. cavilius dice:

    Ahivalaósa. Desayunémonos pues nosotros, que Don Quijote así hacía.

  21. cavilius dice:

    No hacía, mejor dicho, que desayunarse Don Quijote no quiso.

  22. Incitatus dice:

    De la revolución al desayuno… Rodrigo lo sentimos

  23. Aretes dice:

    Si… lo de la revolución tenía mejor pinta.
    Lo dejo para la noche, Redrigo (espero que no sigáis con la merienda)

  24. Geny Thales dice:

    Estimado joven: podríamos decir, sin temor a caer en exageración, que la revolución del desayuno son, sin duda, los cereales, alimento ya presente en las civilizaciones antiguas y que hemos recuperado para bien de la humanidad. Aceptados hoy en día por consumidores de toda condición, edad y sexo, y recomendados por expertos como yo mismo en NNN (nutrición nutritiva nutricional) por su alto valor (nutritivo), su consumo se asocia a los buenos hábitos deportivos y sociales. Cavilius, por ejemplo, no toma cereales y de ahí le viene su misantropía, que es palabra griega, y su incapacidad para distinguir unos pasos de salida de un campo atrás.

  25. Dodotis dice:

    Maravilloso, Geny, de qué metáfora tan elegante te has valido para unir ambos conceptos en un plano que podríamos llamar contextual, pero al mismo tiempo de tipo histórico-nutricional. Una obra de arte. De paso, nos has ofrecido las claves para entender la psiché de Cavilius. Memorable.

    Ahora debo explicarte cómo funcionan las cosas aquí. Las gentes no prestan el menor interés a cuestiones interdisciplinares como las que nos ocupan. No comprenden que la multiplicidad de la cultura es la base de la multiculturalidad y no han oído hablar en su vida de transversalidad ni, fíjate lo que te digo, de ósmosis dinámica. Así las cosas, pensarán que estamos estropeando el hilo y el debate, en el que por otra parte no piensan participar. Sugiero que nos retirémonos discretamente ahora que todavía no nos han insultado.

  26. Urogallo dice:

    Eh, que yo hice un curso de pedagogia y se que en el título incluía eso de transversalidad, que creo tiene que ver con los crucigramas.

    También hablaba de humor pedante y repetitivo, pero el sudoku concentraba mi atención.

  27. cavilius dice:

    Hombre, Geny, un campo atrás no sé yo, pero si quieres te explico lo que es el fuera de juego, que es algo mucho más de moda. Fíjate si es importante, que hasta le han puesto un museo, el Museo del Orsay.

    Ciertamente no tomo cereales, si exceptuamos los que crecen en los árboles llamados donuteros y que son de chocolate.

  28. Rodrigo dice:

    Vaya, Josepe, sí que debes estar aburrido.

  29. Urogallo dice:

    Si entrase más en el foro en lugar de regodearse en su imagen de eremita…

  30. Koenig dice:

    ¡Santo Dios!

  31. pepe dice:

    … llenaría el foro de un humor pedante y repetitivo, para evitar el aburrimiento (no te preocupes, Rodrigo, éste es ya el último comentario). Hace mucho tiempo leí una parte de Los sonámbulos, un ensayo lúcido de Koestler sobre los grandes hombres que cambiaron nuestra visión del universo: Galileo, Kepler, Newton. Seguimos hablando de revolución, pero ésta vez de la que se conoce con el nombre de revolución copernicana que fue combatida duramente por la Iglesia pero que acabó siendo uno de los más hermosos triunfos de la ciencia y de la filosofía, que aquí es como decir la propia Humanidad.

  32. Koenig dice:

    ¿Y fue revolución?

  33. Aretes dice:

    Volviendo al tema… me gusta la reflexión de Incitatus, y aunque no sea la más atractiva coincido con ella hasta cierto punto. Sí creo que, tristemente, lo que a lo largo de la historia se ha llamado revolución, toda esa gente levantandose por un ideal, han sido movidas por alguien mejor o peor intencionado.
    Es más fácil mover a una multitud que a un solo hombre.
    Quizá sea por eso que cuando surge, en contadas ocasiones algo verdaderamente espontáneo, me llama poderosamente la atención. Por cierto, cosa rara, porque hoy en día creo que vivimos anestesiados.
    ¿Será que llegará el momento en que nada sea capaz de mover nuestra voluntad?

  34. Aretes dice:

    Y el desayuno, con churros y chocolate. Mmmmmmm

  35. Rodrigo dice:

    Me parece, Incitatus, que tienes buena parte de razón en cuanto a lo escasamente popular que ha sido la iniciativa y conducción del fenómeno revolucionario. Creo recordar que en un debate sobre la insurrección popular de mayo de 1808 planteabas ideas afines, al manifestarte contrario a la tesis que la define como un movimiento espontáneo nacido de la base social, del pueblo mismo, o algo parecido -espero no equivocarme, e insisto en lo de ‘ideas afines’-. Ya en nuestro siglo, tipos como Lenin y Grasmci hicieron teoría sobre las élites revolucionarias, vanguardias e intelectuales orgánicos «que señalarían el camino» -y que en la práctica dicílmente provendrían del proletariado mismo-. Que, por otra parte, de las revoluciones no resulte sino un cambio de élites por otras, parece ser cierto. Aunque todo tiene sus matices, a este lado del océano México y Cuba serían un ejemplo perfecto. Algo de razón tendría R. Michels, con su famosa ley de hierro de las oligarquías -lo malo es que él se la tomó demasiado en serio y acabó por volverse fascista-.

    Pero no estoy muy seguro de que las revoluciones esté sobreestimadas, según dices. Como alternativa política o herramienta de cambio social, seguro que sí, dados los resonantes fracasos de los movimientos revolucionarios. Pero en tanto hecho histórico, no lo creo: han sido bastante dramáticas, las revoluciones, y tremendas sus consecuencias como para menospreciar su importancia. Ahora bien, si se distorsiona su naturaleza -el cómo han surgido y cómo se han desarrollado, además de cuáles han sido sus resultados-, adjudicándole a la base social, pueblo o como se lo quiera llamar, un papel más decisivo que el que realmente ha tenido -aquello a lo que aludía antes-, bueno, hablaríamos de otra cosa, creo.

    No me parece que deba arrogarme demasiada representatividad, nada más diré que por estos lares la idea de revolución no es aún un objeto de comercio, como ha planteado Koenig. Pero en Chile no es más que una idea residual, prácticamente ausente del discurso público y de la agenda de los partidos políticos de izquierda -salvo un anquilosado y muy marginal PC-.

    Saludos.

  36. Rodrigo dice:

    Tu comentario, Aretes, tiene mucha tela (uy, espero estar usando bien la expresión).
    Lo del anestesia me produce angustia. A veces creo que nos hace falta un buen remezón.

  37. Rodrigo dice:

    Una cuestión que me parecía que generaría controversia es la de los paralelismos históricos. Una de sus aristas, la muy concreta de similitudes y diferencias entre épocas y contextos tan distintos como la de la rebelión de esclavos en la península itálica el I a.de C., y Rusia -o Europa- en las primeras décadas del siglo pasado.

    Aparte: aprovecho de reproducir parte de un párrafo de las memorias de Koestler, que me ha parecido muy interesante, revelador de luces y falencias del escritor. A los más aficionados a la novela histórica puede llamar la atención:

    «… Cuando me hallaba escribiendo ya la mitad del libro decidí que nunca volvería a cultivar el género de la novela histórica. Existe una inercia fundamental de la imaginación que limita nuesttra capacidad de proyectarnos a mundos distantes en el tiempo y en el espacio. Toda cultura es una isla. Cada isla se comunica con otras, pero, en última instancia, uno sólo puede comprender la tragedia y la risa de su propia isla. Las costumbres y la mentalidad de, por ejemplo, un caballero de la Segunda Cruzada tienen un marco tan extraño a nosotros que nos resulta difícil creer en la realidad de tal personaje. Los pensamientos de un esclavo condenado a galeras o de un prisionero tracio arrojado a la arena y abandonado a las fieras nos son tan inconcebibles que sus figuras quedan reducidas a sombras dóciles o amanezadadoras, proyectadas en una pantalla oscura. Existen, según me parece, sólo dos técnicas por las cuales el novelista puede hacer que esas sombras históricas estén en foco. Una consiste en convertirlas en siluetas de agudos perfiles, en tipos característicos tan entretenidos como las figuras de las sombras chinescas de los juegos de la infancia, pero faltos de profundidad, calor y luminosidad, que son las condiciones indispensables para que sea posible una identificación emocional. La otra técnica consiste en falsificar, en hacer que las sombras cobren vida proyectando en ellas los sentimientos e ideas de la época propia del escritor. Todas las novelas y piezas teatrales históricas parecen exhibir el empleo de estas dos técnicas, o bien una combinación de ambas. En «Espartaco» [«Los gladiadores»] traté los personajes pertenecientes a las esferas elevadas de la sociedad romana, cuyas costumbres nos son familiares, siguiendo la técnica de la ‘modernización’, esto es, haciéndolos hablar y obrar como si fueran contemporáneos nuestros ligeramente excéntricos; en cambio, los trabajadores de la Campania y los pastores de Lucania, los gladiadores tracios y los sombríos y melancólicos celtas de bigotes de morsa obran inevitablemente, por así decirlo, como siluetas vistas de perfil o figuras coloreadas de bajos relieves». (‘La escritura invisible’, Debate, 2000, pp. 290-291).

    Cavilius, me has sometido a un difícil desafío. Azorado pregunto: ¿cuál es la pena por fallar? ¿Ostracismo, cicuta, o ser arrojado al vacío desde el Barathron? (espero haberlo escrito bien). ¿Mmm?

  38. cavilius dice:

    La pena la tengo yo, Rodrigo, porque no sé la respuesta, aunque la intuyo.

    Una mente lúcida la de Koestler, al menos en ese párrafo. Las dos aguas entre las que se mueve el escritor para hacer una novela histórica comprensible son, entonces, o traer su historia al presente, de modo que la Historia deje de tener importancia, o hacer su historia atemporal de modo también que la Historia carezca de valor; en cualquier caso, la Historia sale perdiendo. Porque, efectivamente, si ya la mente de mi vecino del quinto me resulta incomprensible, tanto más la de un hoplita tebano o la de un minero en la Inglaterra del siglo XVIII.

    Saludos.

  39. Rodrigo dice:

    En cambio, Cavilius, yo sé la respuesta correcta: ‘gladiolos’.
    (¿Es cicuta lo que huelo, o qué?)

    Novela histórica ¿comprensible, o plausible? Es cierto que el género tiene sus exigencias, y que sus lectores -sobre todo sus adeptos- esperan sentirse trasladados a la época que sirve de contexto a la novela de turno, lo cual es perfectamente lógico (natural, razonable, sensato, etc.). Acaso la de Koestler no satisfaga del todo esta expectativa, lo que sería uno de los factores que le impedirían ingresar en el canon de la novela histórica. Pero al menos me ha resultado comprensible. Claro que también se puede cuestionar la legitimidad o validez del intento de ‘reconstruir la historia’ con propósitos como los que señalaba en la reseña. O bien preguntarse uno: ¿qué tanto de novela histórica hay en esta de Koestler, qué tanto de novela de tesis o de novela política? Koenig la valora más en este último sentido, y me parece acertado. Aunque…
    Aunque Koestler, como defendiendo para su trabajo la categoría de novela histórica, destaca en el ‘post scriptum’ y en sus memorias la escasez de documentación concerniente al hecho histórico, y declara su intención de colmar de algún modo este relativo vacío -desde las posibilidades de la ficción novelesca, esto es, asumiendo sus restricciones y debilidades-, al tiempo que la de reflexionar sobre el fenómeno de la revolución y sus (presuntas) constantes.
    En definitiva: novelar para hacernos comprensible un episodio del pasado, a fin de hacer luz sobre la época presente. Suena a tópico, pero es que mi esforzado profe de Historia enfatizaba mucho el aspecto ‘utilitario’ de su disciplina -¿o sería sólo el de sus clases?-. Como sea, no creo que la Historia salga perdiendo; no siempre.
    Saludos.

  40. Rodrigo dice:

    ‘impidan’, ‘impidan’…

  41. Koenig dice:

    Aunque…

    Bueno, se me ocurre que hay dos formas (extremas) de tratar la historia. O bien hacemos un análisis de los restos que nos han llegado, desde la perspectiva mas purista posible, y nos quedamos con un marco, un esquema genérico, lleno de grandes huecos. O bien «rellenamos» esos huecos. Con todos los peligros que ello conlleva.

    Reconozco que hubo un tiempo en que la primera opción me pareció la mas deseable. ¿Qué sabemos de la historia?. Lo que ha llegado hasta nosotros: un capitel, un pergamino, una tumba. Y no hay mas. Es un punto de vista que debe incluso acabar con la deducción. Por ejemplo. Hay una compleja clasificacion de los tipos de templo griego construidos en el S. V. AC. (me la sabía en tiempos, pero reconozco que no la he practicado). ¿Significa eso que todos los templos de ese siglo fueron construidos acorde a uno de esos tipos?. En puridad no. En puridad significaría tan sólo que los templos griegos del S. V. AC. de los que tenemos noticia siguen alguno de estos tipos. No sabemos si hay mas tipos, porque no los hemos encontrado. Sin embargo, al menso cuando me la explicaron a mi, esa clasificiación era un «numerus clausus» (cerrada). Se había deducido que, dada la cantidad de hallazgos, era improbable que los que faltaran correspondieran a tipos diferentes.

    Sin embargo la labor del historiador es reconstruir el pasado, no solo analizar los restos que de él han llegado hasta nosotros. Así pues, y es la opción por la que me decanto hoy, el historiador debe, en la medida de lo posible «rellenar» los huecos. Juntar y analizar todos los textos y artefactos que han llegado hasta él para crear un tapiz coherente, o semi-coherente. Deducir e inducir, para ir mas allá de: «tal templo tiene tantas columnas de tal tipo», hasta: «las columnas de tal templo eran tantas y de tal tipo», a pesar de que no las hayamos encontrado todas.

    Un paso mas allá del historiador estaría el «novelista histórico». El novelista histórico tiene como ambición crear no solo un tapiz coherente, sino además un tapiz bonito y lleno de color. Es ahora donde mi reflexión llega a los comentarios de Koestler. Un escritor de novela histórica puede desplazarse entre dos extremos. Inventar por completo sería uno, pero cuanto mas inventa menos «novelista histórico» es, y mas se queda en «novelista» (lo cual no tiene porqué ser un desvalor, desde mi punto de vista un buen relato sobre como tres personas trataron de llegar a la luna en una bala de cañón es perfectamente aceptable y maravilloso. Pero no «novela histórica»). En el otro extremo está un relato sin invención, basado en textos y restos, que acaba convirtiendose en «historia novelada» (Que tampoco tiene porqué ser mala cosa).

    Así pues entre medias de estos extremos el «novelista histórico» debe dar color, sentimientos, dimensión… a los hechos que narra. Es el dilema de Koestler. Mi interpretación del texto anotado por Rodrigo es que lo consideraba posible sólo empleando colores, sentimientos y dimensiones… propios de la época del novelista. Sin embargo, buceando en las fuentes medievales, tenemos textos de la Ssegunda Cruzada (por seguir el ejemplo del propio Koestler). Textos donde podemos leer que pensaban, sentían o querían sus autores, contemporáneos o participantes en dicha cruzada. Textos con colores, sentimientos y dimensiones… de la época de la Segunda Cruzada. Se me ocurre suponer que el conocimiento y el análisis de dichos textos es lo que no tuvo Koestler. De ahí que considere como únicas opciones emplear «sombras chinescas» o rellenar con «sentimientos e ideas de la época del escritor». Olvidando ese análisis propio del historiador, esa búsqueda del «relleno» entre huecos del que hablaba mas arriba.

    En resumen, discrepo con Koestler (y amablemente con quien le diera o pudiera darle la razón). A las dos vías por el planteadas se me ocurre que debe añadirse una tercera: buscar en textos y restos cómo eran y pensaban los protagonistas de la historia, como se veían, como se relataban, que objetos usaban, como vestían… y emplear esta información para crear una imagen coherente y fiel de las épocas pasadas.

    Y con todo, esto no son mas que elucubraciones. Opino pues.

    Saludos.

  42. Rodrigo dice:

    Como señalé ya una vez: hasta donde se me alcanza, estoy de acuerdo con lo que has planteado, Koenig. De todos modos, por completar el cuadro y hacer justicia al escritor, reproduzco el párrafo en que se refiere a las fuentes históricas:

    «Las fuentes originales de la historia de Espartaco me defraudaron porque eran escasas y revelaban parcialidad. Hasta la ‘Enciclopedia Británica’ hace notar que . Todas las referencias a Espartaco que encontramos en Tito Livio, Plutarco, Apìano y Floro no alcanzan a cubrir juntas diez páginas. Evidentemente, todos ellos sintieron que el episodio era tan humillante para Roma que prefirieron guardar silencio aobre él. […] La única excepción parece haber sido la de Salustio, de cuyas ‘Historiae’ sólo han llegado hasta nosotros fragmentos. Un hstoriador francés del siglo XVIII, Charles de Brosses, llenó con muchos elementos imaginativos y retórica revolucionaria los vacíos de esa historia de la que faltan tantos detalles, con lo cual le dió una apariencia opuesta, casi jacobina» (‘Escritura invisible’, pp. 288-289).

    Saludos.

  43. Rodrigo dice:

    Uff, el párrafo siguiente es también pertinente:

    «Pero si bien las referencias directas a ,la rebelión de esclavos eran escasas, el material históprico relativo a las condicioines sociales y a las

  44. Rodrigo dice:

    intrigas políticas era abundante. Paralelamente, así como nada sabemos acerca del carácter de los jefes de los esclavos y de las ideas que los guiaron, se sabe mucho acerca de sus adversarios: Pompeyo Craso, Varinio, Gelio Publicola, sus amigos y contemporáneos; esta circunstancia permite por una parte desplegar mayor imaginación de lo que consiente la figura de un héroe históricamente bien definido. En efecto, era menester inventar no sólo el carácter de Espartaco y de sus lugartenientes, sino también los detalles de su campaña y la organización de la comunidad de esclavos. Pero, por otra parte, el conocimiento prolijo que tenemos acerca de aquel período histórico nos da un marco o molde del cual pueden deducirse muchas cosas; de esta suerte, llenar los vacíos que existen en la historia de Espartaco por falta de detalles se me convirtió en un problema de geometría intuitiva, como el de hacer encajar entre sí las distintas piezas de un rompecabezas» (ob. cit., p. 289).

  45. Rodrigo dice:

    Pido disculpas, hoy estoy más torpe que nunca. El primer párrafo está incompleto; debe decir:
    “Las fuentes originales de la historia de Espartaco me defraudaron porque eran escasas y revelaban parcialidad. Hasta la ‘Enciclopedia Británica’ hace notar que «el carácter de Espartaco fue deformado por los escitores romanos a quienes el nombre del caudillo inspiró terror hasta la época del Imperio». Todas las referencias a Espartaco que encontramos en Tito Livio, Plutarco, Apìano y Floro no alcanzan a cubrir juntas diez páginas…»

  46. Valeria dice:

    Precisamente ese carácter de «fábula política» que me pareció que destilaba esta novela fue la nota que me llamó más la atención en tu reseña, Rodrigo, e incluso me hizo plantearme la posibilidad de leer esta obra, a la que muchas veces he mirado de reojo, pero no acababa de convencerme. Ahora estoy un poco más confundida (aunque me encanta lo que estoy leyendo), porque parece que Koestler valoraba su novela como histórica por encima de otras consideraciones. Me sorprende.
    La escritura invisible, Rodrigo ¿es otra obra del autor?

  47. Koenig dice:

    Buenos días.

    Veo por los añadidos de Rodrigo que Koestler entonces si tuvo en cuenta esa «tercera vía», que yo planteaba.

    Sin embargo me sigue pareciendo que generaliza. Tal vez sus comentarios sólo pueden aplicarse a temas concretos susceptibles de novela histórica, y no a toda la novela histórica, como me parece que él hace en un primer momento. Ya que hay épocas muy bien documentadas, frente a otras peores.

    Opino, claro.

  48. Koenig dice:

    Por otro lado.

    Yo si animaría (que no recomendaría) a leer el libro. De hecho, sería un excelente sujeto para un libro-forum, o una lectura simultánea.

    Saludos

  49. Rodrigo dice:

    Valeria, «La escritura invisible» es el título del segundo y último volumen de la autobiografía de Koestler, libro que sí recomiendo sin reserva alguna. La época y las experiencias que el hombre vivió son movidísimas y cruciales, incluyendo su paso por la guerra civil española y una condena a muerte de la que se libró apenas. En general, tengo en alta estima a este escritor por su papel y posicionamiento en una época en que era difícil mantener el equilibrio y juzgar sensatamente lo que ocurría. ¿Sabías que G. Orwell y él fueron amigos? Bueno, como Orwell es otro a quien respeto, ya eso es un dato significativo, al menos para mí.

    En fin, como señalaba antes, yo valoro más la novela por su contenido político que por su carácter de novela históricas ‘a medias’, como Koenig.

    Koenig: ciertamente, coincido contigo en que la formulación de Koestler es una generalización que no se sostiene muy bien cuando se trata de novelar épocas o hechos muy bien documentados.

    Saludos.

  50. Koenig dice:

    Y ahora… ¿Sobre que discutimos?

  51. cavilius dice:

    Koenig, estás hecho todo un sofista.

  52. Koenig dice:

    Eso lo serás tu. Por si acaso.

  53. Ariodante dice:

    Bueeenas! Acabo de encontrar esta estupendísima reseña -como siempre, Rodrigo- después de dos días sin mirar la papri (no se puede una distraer, jolín). Y estupendísimos los comentarios. Me refiero a los comentarios sobre la reseña, no sobre las meriendas, quizás podríamos abrir un hilo en el foro sobre si churros o cereales, para que el personal necesitado de estas elucubraciones se pueda explayar a gusto.
    Me parece interesantísimo el tema que se ha planteado sobre la novela histórica. Yo ya lo habia planteado en algunas ocasiones, porque ciertamente uno puede escribir una buenísima novela pero no una novela histórica, si utiliza el procedimiento de escribir desde el pensamiento contemporáneo. Al menos, pienso y, ya que es prácticamente imposible pensar como pensarían ellos, al menos que no se note demasiado: utilizar la tercera persona, el narrador externo, podría ser una manera, pero claro, ello conlleva el distanciamiento emocional, pero algo hay que dejar, no podemos con todo.
    El tema de las revoluciones tambien es interesante, pero ha quedado algo difuso. Si, es cierto, Aretes, que hoy en dia parece que estemos algo «apardalados», que nos resbala todo…hasta que nos toca directamente. A ello ha contribuido, probablemente, las sesiones de reality show que suponen los telediarios, las pelis de superviolencia, etc. Y la propia realidad, que, si tuviéramos que tomárnosla realmente como es, no ganaríamos para disgustos y dramas, y los humanos somos asi, nos acostumbramos incluso a eso, fijate.
    Me ha gustado mucho esto. Cito la cita de Rodrigo.
    “No hay tirano más peligroso que el que está convencido de ser un abnegado guardián del pueblo”. Esta es, en definitiva, la conclusión que mejor identifica el pensamiento de autor.
    También me ha gustado mucho la cita que has hecho de la autobiografía de Koestler.En relacion con la novele histórica. Y pregunto ¿Cuántos tomos son y qué títulos llevan? Si lo has escrito mas arriba y se me ha pasado, no te repitas, dimelo y lo vuelvo a leer todo. estoy segura de dejarme algo, pero, como siempre, toda buena tertulia hace surgir muchas ideas y algunas se pierden o se quedan flotando en el aire inalámbrico mientras nadie las recoge.

  54. Rodrigo dice:

    Gracias, Ario.
    Los de la autobiografía de Koestler son dos tomos, el primero de ellos, ‘The God that failed’, que Debate publicó hace unos años bajo el título de «Flecha en el azul». El segundo tomo es el que he mencionado y citado. Tuve en mi poder, años atrás, el diario que el escritor llevó en conjunto con su esposa el período final de su vida, publicado por Editorial Thor (o algo así); no me pareció que tuviese mucha enjundia.
    Lo que señalas acerca de la novela histórica es muy sensato, y bastante acorde con lo planteado por el escritor. Tiene que ver con una cierta inconmensurabilidad -palabrita con la que mucho me macharon en la Facultad, aunque yo no la llevaría al extremo de una absoluta inasibilidad. Al final, si no me he perdido, es un problema afín al que enfrenta el historiador, exigido de no aplicar indiscriminadamente categorías del presente para entender el pasado. Pero Koenig ha resuelto súper bien el tema, ¿o me equivoco?
    Ahora bien, hay un punto sobre el que no tengo completa certeza -¿sobre qué puedo tenerlas?-: si acaso Koestler vuelve demasiado intemporal la historia de Espartaco y la rebelión, descontextualizándola, tal vez por abusar de los paralelismos y enfatizar demasiado las constantes. Tiene que ver con lo que planteaba Cavilius. Pero, diablo, que ya he optado por tomarla más por novela política que histórica -y en este sentido resulta muy interesante-.
    Mira, me he dado cuenta de la falta de una ‘l’ en la reseña, en esa frase que citas: «Esta es, en definitiva, la conclusión que mejor identifica el pensamiento DEL autor». Condenada errata.

    Hombre, Koenig, discutir; pero es que para esto hace falta un desacuerdo fundamental, y no veo por dónde…

  55. Rodrigo dice:

    ‘Machacaron’, que no ‘macharon’ (arggg…).

  56. Koenig dice:

    Lo que, por otro lado, me cuesta aceptar es que siendo Koestler un comunista desencantado pretendiera que «La Rebelión de los Gladiadores» fuera exclusivamente una novela histórica.

    Me escama.

    Saludos.

  57. Rodrigo dice:

    Bueno, bueno, Koenig, no es que Koestler la considere ‘exclusivamente’ novela histórica, sino que la caracteriza como tal.

  58. Koenig dice:

    Juas, juas.

    Entonces si la «histórica» es sólo una caracterización ¿a que protestar tanto?

    Si es que hoy tengo el día.

  59. Ariodante dice:

    Cito a Koenig: «A las dos vías por el planteadas se me ocurre que debe añadirse una tercera: buscar en textos y restos cómo eran y pensaban los protagonistas de la historia, como se veían, como se relataban, que objetos usaban, como vestían… y emplear esta información para crear una imagen coherente y fiel de las épocas pasadas.»
    Si, estoy de acuerdo, pero hay que admitir que no siempre es posible encontrar esos datos. Y sobre todo, al novelar, lo más dificil es interpretar la manera de pensar, de sentir. No digo que sea absolutamente imposible. Lo que es imposible es comprobarlo. Es decir, novelar la historia y que siga siendo novela histórica, …mmm, caray, es complicado. Por eso me fastidia esta cantidad de escritorcillos de best sellers que, basándose exclusivamente en los sentimientos y la manera de pensar y reaccionar actual, te construyen en un pis pas una historia que nada tiene que ver con el original, pero que se lee divinamente porque está escrita hoy para lectores de hoy y sin muchas pretensiones. Y están en su derecho, lógicamente, pero…corramos un tupido velo.

  60. Josep, como siempre llevando la contra, dice:

    Hace décadas que leí «Espartaco» y me gustó, sobre todo por los secundarios. Ese magistrado de los mercados, eternamente circunscrito por la mediocridad y la dificultad de ascenso social, soñando con su rentable 10% y unas acciones que lo enriquezcan; ese pseudohistoriador lavándose con agua fría y golpeándose la cocorota contra una viga…
    Se critica demasiado el «¡qué parisinos son estos griegos!». La mayor parte de nuestra mentalidad se basa en una estructura física que no ha variado ni un ápice desde hace más de 100000 años. La cultura de cada época es como la espátula que suaviza la superficie de la arcilla y puede añadir algún matiz expresivo en la obra, pero no modifica el volumen total del barro.
    ¿Acaso no os reconocéis al leer a Ovidio? Incluso quienes no disfrutan con los trágicos ¿no se ven reflejados en Aristófanes? ¿No es universal e intemporal el deseo de «construir arados con las lanzas que la paz habrá vuelto inútiles»? Cuando las mujeres dicen en «Lisandra» que «nosotras también queremos follar» ¿no os parece estar escuchando a una de vuestras compañeras? Los hombres comunes nos movemos por unos impulsos, pasiones y sentimientos que no son tan distitos de los de nuestros antepasados. No es nuestra mentalidad la que cambia tanto, sino la (falsa) forma en la que los poetas la embellecen.

  61. Rodrigo dice:

    Por supuesto, Josep, «el hombre es hombre aquí y en la quebrá (quebrada) del ají», que diría el huaso (campesino de mi país). Y hay temas que son históricamente transversales y trascienden las diferencias culturales. Pero no creo que estas diferencias sean mera ficción poética. El fondo emocional es en esencia el mismo, pero en el cómo se manifiesta y por qué vías se canaliza hay variaciones insoslayables según épocas y lugares. La mentalidad es una variable que supera la sola estructura física del hombre -y, ya que estamos, la psicológica-, e incorpora elementos históricos, culturales, en fin, sociales, de los que no es cuestión de hacer tabla rasa como si nada. Los imaginarios cambian; los valores predominantes no son siempre los mismos. Por algo existe una rama o corriente de estudios historiográficos denominada ‘historia de las mentalidades’, en la que confluyen aportes multidisciplinarios sumamente complejos.
    Estoy de acuerdo en que no hay que hacer de las diferencias de mentalidad un abismo infranqueable al punto de hacernos incomprensble todo cuanto ocurra fuera de las coordenadas valóricas o culturales en que nos movemos (por así decir). Pero tampoco es que haya que menospreciarlas, a mi entender.
    Por último, seguro que coincidiríamos en admitir que las mejores obras literarias son -entre otras cosas- aquellas en que nos reconocemos cualquiera sea el ropaje que vistamos o el modo en que nos ganemos la vida.
    Saludos.

  62. Ariodante dice:

    «seguro que coincidiríamos en admitir que las mejores obras literarias son -entre otras cosas- aquellas en que nos reconocemos cualquiera sea el ropaje que vistamos o el modo en que nos ganemos la vida.» Rodrigo dixit.
    Coincido completamente, Rodri. Efectivamente, una lee Lisístrata (creo que te referías a esa obra, Josep, no Lisandra) encuentra muchos parecidos, como cuando una lee a Shakespeare, o a cervantes, o Montaigne…te reconoces en las grandes pasiones, en los ideales, en los valores universales. Efectivamente, asi es. Pero «la forma», el «cómo», eso es lo que diferencia las épocas. Y si quieres representarlo en una obra de ficción histórica, has de tenerlo en cuenta, digo yo…

  63. Ariodante dice:

    Uuuuh, ¡he puesto Cervantes con minúscula….! ¡Si Don Miguel me leyera!

  64. Rodrigo dice:

    Irreverente que eres…

  65. Josep, el despistado, dice:

    Pues sí, era Lisístrata…

  66. Ariodante dice:

    Aaaah, menos mal que la memoria aún me funciona a ratillos.

  67. Josep dice:

    Eso es porque llevo más cervezas que tú (se llama Wernicke-Korsakov)

  68. esta es una obra literaria genial pero sin ofender hay mejores y no es que sepa mucho pero aqullos que les gusta leer visite mi link

  69. JJsala dice:

    He entrado en este foro en la creencia de que se trataba de «Los gladiadores» de Roger Mauge. Eso me pasa por leer solamente el título de la novela.
    Ya consciente de que se trataba de «Espartaco» de Koestler, que lo tengo pero no lo he leido, he tenido el gusto y el placer de leer todo el hilo a velocidad supersónica.
    Algoal rerspecto.
    ¿No es revolución lo contrario de evolución, o sea volver hacia atrás, hacia el origen?
    En cualquier caso, ¿no son las verdaderas revoluciones aquellas que, a lo largo de la historia, han cambiado las condiciones de vida de las personas, y en este sentido solo lo serían (revoluciones) las producidas por inventos y descubrimientos científicos (revolución agrícola de hace 10.000 años, revolución industrial de hace 200 años y la revolución tecnológica reciente) que de verdad cambian la vida y el pensamiento humano????.
    Por cierto, he leido en algúna parte que la idea de Espartaco (y sus seguidores) era salir de la península itálica y convertirse en piratas y vendedores de esclavos. Lo cual sería lógico en la época. Lo que no tiene sentido es la versión pre-cristiana que Kubric le dá al personaje en su homónima película.

    Salud

  70. Rodrigo dice:

    Hola, JJsala.

    Me parece que, más que volver al origen, la propiedad genérica de las revoluciones es el intento de romper drásticamente con el orden establecido y con el pasado que lo hizo posible. No ha faltado la referencia a unos orígenes idealizados ni un quimérico propósito de restablecerlos, pero no me parece que esto sea una constante ni un factor más decisivo que la voluntad de ruptura. Creo que a muchos revolucionarios les hubiera chocado el sentido regresivo de una ‘vuelta a los inicios’; hacer tabla rasa con la historia y empezar poco menos que de cero: esto sí que los congregaba, más generalmente. Por supuesto, revolución sí que se contrapone a evolución, entendida ésta como desarrollo gradual.

    Las revoluciones políticas y sociales han logrado menos de lo que prometían, ciertamente; tal vez trastocaron menos de lo que se proponían las estructuras de la sociedad -entendida como un todo-, pero no creo que desmerezcan de su condición de tales. En términos de efectividad, puede que las de tipo económico y científico-tecnológico a que aludes sean más exitosas, por decirlo de algún modo. Pero aquellas también fueron ‘verdaderas revoluciones’, lo suficiente como para parecerles a los que las vivieron -y padecieron- una especie de cataclismo y como para hacer de puntos de inflexión en la historia.

    Según he entendido, tanto «Los gladiadores» (Koestler) como «Espartaco» (Fast) -en la que se inspiró la película de Kubrick- juegan con los paralelismos históricos y cuentan con que los lectores las interpreten en clave anacrónica, pero esto es mucho más acentuado en la primera. En ambos autores hubo una clara motivación proveniente de su propia contingencia política. Por otro lado, me parece que los realizadores de la película imprimieron a Espartaco ese sentido pre-cristiano más fuertemente que H. Fast en su novela.

    Saludos, nuevamente.

  71. Joaco dice:

    Este libro lo lei cuando tenia siet años primer libro que lei y si bien no lo entendí, no el sentido alegorico por lo menos, si me quedaron un monton de cosas que luego germinarían en ideas. Años mas tarde lo volvi a agarrar y comprendí de lo que estaba hablando.
    Es realmente un libro interesantisímo, como novela, como novela histórica y como novela política. Aunque no compato totalmente la opinión que vierte en sus páginas, me parece uno de los mejores libros que se han escrito sobre la Roma antigua. En cuanto a lo de las revoluciones, me parece que muy lejos de tener poca importancia son infravaloradas. Sencillamente son el motor de la historia, o a lo sumo los pequeños saltos que esta va dando. Sin caer en el ejemplo clarísimo de la Revolución Francesa, la Revolución Rusa ha cambiado para siempre totalmente la faz del mundo. Si bien el sistema comunista cayó hace rato. Es gracias a ella que los gobiernos occidentales tuvieron que incorporar a su plataforma política muchisimas conceciones que sin ella no hubieran hecho.
    En cuanto a la vigncia de la Revolución hoy por hoy, es mucho más que en una camiseta. En mi país Argentina en dos semanas derribamos cuatro gobiernos. Más tarde la cosa se calmó pero por un momento no se sabía que podía pasar. En ese momento la alternativa de la Revolución estaba ahí vigente en los pensamientos de la gente enfurecida. Por eso la revolucion no ha muerto puede volver en cualquier momento y mas fuerte que nunca. La crisis de este sistema demuestra que las cosas no estan calmas en absoluto. Va a seguir habiendo hambre y pobreza, desocupación y miseria. Mientras esto no cambie la Revolución siempre va a ser una posibilidad.
    Desde estos montes en el living de micasa
    Saludos

  72. JJSala dice:

    Aprovecho para aclarar algo que expresé en mi intervención del 7 de Noviembre.

    Cuando decía que revolución era lo contrario de evolución, le aplicaba el mismo sentido que tiene la palabra rebobinar, es decir volver el hilo a la bobina. Solo era una cuestión semántica.

    En cuanto a las revoluciones socio-políticas (francesa, rusa), o lo que es lo mismo, levantamientos populares, dirigidos por vanguardias, no siempre o nunca procedentes de estas clases populares y que, a la postre, son las que obtienen beneficio de las mismas y acaban constituyendo nuevas élites gobernantes (Francia napoleónica,URSS, Cuba, China.) que siguen la misma senda de dictadura y explotación de sus antecesores, pero con la falaz excusa de la «revolución».

    Por ello mantengo que las únicas y verdaderas revoluciones que han existido, son las que producen cambios tecnólogicos, los cuales facilitan y hacen menos dura la vida de las gentes y, a la postre, conciencian sobre los valores de la libertad y los derechos de los individuos y de los pueblos mas que cualquiera de las otras revoluciones.

    Sostengo, revolución agrícola de hace 10.000 años, revolución industrial del siglo XIX y revolución tecnológica del siglo XX.

    Quien siga pensando que las llamadas «revoluciones (sangrientas y crueles)» son la solución actualmente para los problemas de todo tipo que afligen a esta nuestra sociedad, viven en un verdadero anacronismo histórico.

    Si existe solución (?), ésta vendrá de un cambio, que una de dos, o lo produce un nuevo paradigma mental y/o una nueva revolución tecnológica que nos sitúa y traslada a una forma diferente de vivir la vida.

    Y todo esto nada tiene que ver con las necesarias y deseables rebeliones de los individuos contra aquellos (de todo color e intención) que tratan de obligarnos a seguir las sendas borreguiles que ellos marcan.

    Salud

  73. Rodrigo dice:

    Ni por asomo me consideraría un experto en la materia, Joaco, pero no creo que las revoluciones sean “el” motor de la historia. No si se las entiende (cual sucede en el paradigma moderno) como ruptura de la continuidad histórica, una cesura histórica radical; cosa por demás bastante diferente de los “pequeños saltos” de la historia. Pienso que la dinámica histórica es bastante compleja como para reducir su interpretación a uno solo de sus factores. En cuanto tales también son gravitantes las guerras, los movimientos de los pueblos –migraciones, invasiones, procesos de conquista y colonización-, los descubrimientos geográficos, el comercio y las transformaciones socio-económicas, las innovaciones científico-tecnológicas, los vuelcos culturales; también las crisis o convulsiones políticas y sociales de alcance medio y de menor dramatismo que las revoluciones (revueltas, asonadas, golpes de estado). No sólo cuentan los cambios abruptos sino también de los de tipo gradual y las reformas. Y hay que valorar el asunto desde una perspectiva propiamente histórica. Es decir, creo que acabaríamos por desvirtuar el concepto de revolución si lo aplicásemos indiscriminadamente a toda época y a toda forma de cambio histórico, por drástico que fuera éste en el pasado. Hubo muchos siglos de historia antes de que la revolución socio-política, en su acepción estricta (que es según entiendo la que empleamos aquí), se convirtiese en factor, y bien que hubo historia antes de la modernidad. (Difícilmente pudiera explicarse su transcurso por la vía simplista de la revolución como motor impulsor.) Esto mismo define la mecánica con la que opera de propósito, no veladamente, la novela de Koestler, “Los gladiadores”: el anacronismo y la extrapolación.

    Pues mira, JJSala, si –por ejemplo- una rebelión de esclavos no es lo mismo que una revolución, tampoco lo es un levantamiento popular. Levantamiento popular es un movimiento de insurrección de la base social –las masas, en los tiempos modernos- al que se puede atribuir un grado de espontaneidad en su gestación y de improvisación en su desarrollo, y cuyos logros son bastante más limitados que los de una revolución. Los levantamientos populares suelen ser manifestaciones político-sociales informes, estructuralmente deficientes, con mucho de dispersión y vaguedad respecto a organización, conducción y metas; inmediatistas, su impacto es por lo general de corto o, a lo más, mediano plazo. Por lo mismo es que en general son eventos históricos puntuales y efímeros, a diferencia de las revoluciones. Ahora bien, pueden estar asociados a las revoluciones, como es el caso del levantamiento que resultó en la destrucción de La Bastilla en 1789.

    Aparte lo anterior, suscribo a tu caracterización crítica de las revoluciones socio-políticas (tercer párrafo de tu última intervención), y concuerdo en tu escepticismo respecto de la validez de la revolución como instrumento de cambio y mejora. (Pienso que, si somos bastante sabios como para aprender de lo que llaman las lecciones de la historia, dejaremos de asignarle demasiada vigencia a la revolución como alternativa.) Sin embargo, disiento de tu consideración de las revoluciones tecnológicas como las únicas y verdaderas. El concepto de “revolución” se sostiene con independencia de su bondad o efectividad, y no creo que haya que confundir el nombre con el adjetivo ni reducir el concepto a uno solo de sus tipos. Semántica, si quieres. Una revolución política o social no deja de serlo porque resulte fallida, porque deje de cumplir lo que promete o porque sus efectos sean eventualmente menores o menos benéficos que los de una revolución de otro tipo. Los ejemplos clásicos de revolución que has mencionado fueron lo bastante súbitos, violentos y sus consecuencias bastante profundas como para encajar en la definición y tenerlas por verdaderas. Ocurrieron, ¿no?

    Sí, las revoluciones tecnológicas, incluso innovaciones tecnológicas específicas, tienen un impacto político, social y cultural importante, hasta de onda larga que diría alguno. Ni qué decir de su impacto económico. Aunque puede que convenga más considerarlas como condiciones de posibilidad (entre varias otras) de ciertas transformaciones antes que como causa directa de éstas. La imprenta, por ejemplo, no ocasionó por sí sola -obviamente- el quiebre con la era premoderna, ni todo lo que ha resultado de este quiebre es bueno o conveniente (aunque esto es ya otro tema).

    Saludos.

  74. JJSala dice:

    Hola Rodrigo.

    Ciertamente, un levantamiento popular no es una revolución.

    Yo no digo que lo sea, ni mucho menos, digo que las llamadas y conocidas revoluciones, (francesa, rusa, china), han sido levantamientos populares contra el orden establecido, dirigidos, comandados e ideologizados por vanguardias/élites, las cuales, una vez en el poder, han reproducido el mismo sistema que decían combatir, aunque con la coartada/disfraz del cambio o sea de la revolución ( Alboroto. Sedición. Cambio violento de las instituciones políticas de un país).

    Ciertamente, cuando valoro estas «revoluciones», lo hago en virtud de sus
    resultados en relación a sus pretendidos fines. ¿Sobre que base sino habremos de analizarlas?.

    ¿No es sobre los resultados de cualquier acción, cuanto menos sobre las que persiguen mejorar la vida de los seres humanos, que debemos juzgarlas, o debemos hacerlo por las supuestas buenas intenciones, aún y cuando causen tanto o más dolor y muerte que lo que pretenden combatir?.

    Ya sabes aquello de que el infierno está lleno de buenas intenciones (fallidas).

    Esta conversación mas o menos ya la tuvimos en mi primera intervención en Noviembre.

    Mi insistencia ha venido determinda por las palabras de Joaco, el cual me parece que entiende el término revolución en el único y exclusivo sentido
    de sedición y cambio violento de las instituciones políticas.

    En cualquier caso, mi concepto de revolución, lo que personalmente entiendo por ello, va más allá de descubrimientos o invenciones, como la invención de la imprenta o el de la polvora o el de la rueda o el del fuego, sino como el resultado último al que estos descubrimientos pueden haber coadyuvado,es decir al cambio de paradigmas sociales.

    Salud

  75. Rodrigo dice:

    Bueno, estimado JJSala, yo no criticaba tu evaluación de las revoluciones sociopolíticas (evaluación que en general comparto). Sí trataba de precisar un poco en el concepto.

    Por un momento parece que lo desvirtuaras al equipararlo a conceptos como levantamiento, alboroto y sedición, pero luego lo radicalizas al referirte a la idea de cambio del paradigma social, asumiendo un concepto de revolución aún más riguroso que el que yo reivindicaba. Esto es confuso.

    Y claro, esta última versión dejaría fuera eventos que la historiografía consagra como revoluciones (la inglesa del siglo XVII, la estadounidense, las de independencia en América Latina, por ejemplo), aunque supusieran en su momento suficiente conmoción social y bastantes trastornos estructurales (“cambio violento de instituciones”) como para considerarlas más que meras rebeliones o revueltas.

    Por otra parte, la idea de revolución –la de tipo sociopolítico- es una idea fallida, por quimérica (aquello de cancelar el pasado y hacer tabla rasa de lo existente es imposible), y hoy resulta irresponsable, por decir lo menos.

  76. Rodrigo dice:

    Eh, me faltó el saludo.

    Saludos, pues.

  77. Joaco dice:

    Veamos, tanto la revolución francesa como la rusa y de hecho todo el resto fueron posibles gracias a la intensa participación popular. Lenin y su pequeño grupo de seguidores jamas hubieran tomado el poder sin el apoyo de las masas urbanas y de la simpatía de las masas rurales Que luego se haya instalado en el poder una élite, cosa incuestionable, es otra cosa, pero para mi decir que es una «ley general de todas las revoluciones» sería caer por lo menos en un mecanisismo facil.
    La revolución no es el motor de la historia como equivocadamente plantee, sino la expresión concreta y radical de cambios mas profundos y mas largos. Pero eso no le resta merito alguno. Los grandes cambios sociales desde la antiguedad hasta la actualidad estubieron fuertemente condicionadas por revoluciones y rebeliones populares (y por otros factores por supuesto) incluida la de Espartaco, que evidenció la debilidad de las instituciones republicanas a la hora de enfrentar la creciente conflictividad social, (los movimientos y aspiraciones que latían detras de la reforma de los hermanos Gracos, la rebelión italiana, las guerras serviles y la lucha entre los sectores reformistas y conservadores del patriciado).
    En cuanto a la vigencia de la revolucion hoy por hoy. La revolucion rusa cayó hace apenas 20 años, la cubana todavíano cayó. En estas últimas dos decadas tuvimos crisis económicas, estallidos populares en todas partes del mundo y la brecha entre pobres y ricos creció enormementee. Decir que laa revoluciones no son viables, me parece un poco osado.
    Cordiales saludos.

  78. Rodrigo dice:

    Qué tal, Joaco.

    Tratándose de revoluciones sociopolíticas, pienso que extrapolar el concepto de revolución a la antigüedad es arriesgado. Por desgracia no sé tanto de historia como quisiera, y me gustaría que los contertulios que sí saben opinaran sobre la rebelión de esclavos liderada por Espartaco. Según recuerdo, Koestler afirma en su autobiografía que, de acuerdo a las fuentes por él consultadas (en los años treinta), no está del todo claro el alcance de los propósitos de la rebelión y que no cabe descartar el intento de fundar una colonia utópica de propiedad común. Robin L. Fox en “El mundo clásico” (libro que leí hace poco), sostiene que la rebelión no pretendía suprimir la esclavitud: los propios sublevados compraron esclavos. En fin, que sería de mucha ayuda saber sobre esto.

    Creo que en Cuba lo que sobrevive no es la revolución sino el régimen arbitrario que ella engendró. Por tales o cuales razones, la revolución cubana acabó y fracasó hace rato.

    Alentar el ideal revolucionario me parece a estas alturas irresponsable. Yo no descarto que en algún futuro se den estallidos revolucionarios aquí o allá, pero dudo que haya de esperarse mucho de bueno de ellos. La radicalidad y el utopismo de la revolución sí que la hace inviable, diría que una amenaza en sí.

  79. JJSala dice:

    Joaco, yo creo que lo que es osado es plantear las revoluciones como la lucha entre pobres y ricos.

    Por ejemplo. La revolucion francesa no fue tanto una lucha entre pobres y ricos, como entre la burguesía y la aristocracia, ambos ricos, en la que las masas populares actuaron de comparsas y carne de cañón.

    Prácticamente se puede decir lo mismo de cualquier «revolución» tal y como tú parece que las entiendes.

    Concedes a la rebelión (que no revolución) de Espartaco, el mismo valor que a las reformas de los Graco (aritócratas del más alto linaje de los Cornelios Escipiones), cuando lo primero es una guerra de liberación de aquellos que se hallaban esclavizados (sistema social/productivo que aún hoy permanece en muchos países), contra sus amos, los romanos ricos y pobres, aristócratas, plebeyos y populus en general, con unos politicos, los Graco, que obtenían sus clientela en las clases populares y que, al fin y al cabo, lo que buscaban,, por encima de todo, era el poder, al igual que sus oponentes del partido aristocrático, a cuya clase, repito, pertenecían.

    Cayo Mario, del partido popular de los Graco, hizo más por la emancipación de las clases populares, al darles opción a ingresar en el ejercito , que todas las reformas de los dichos Graco.

    Por otra parte, creo sinceramente que cometes un anacronismo ideológico al comparar las luchas entre reformistas y conservadores romanos, miembros todos de la aristocracia, con lo que es hoy día esta misma lucha.

    No entro en custiones sobre el resultado de la revolución rusa y sobre la permanencia de la revolución en Cuba, ya que los resultados de la una y de la otra en cuanto a la la vida de quienes han sufrido la una y sufren la otra, es evidente. Dictadura, tiranía y en el caso de la URSS 100 millones de seres humanos muertos en nombre de la revolución, o mejor dicho en nombre e interés de quienes han ostentado su dirección.

    Rodrigo, creo que en lo fundamental estamos de acuerdo, lo que pasa es que el diálogo epistolar es más bien un monologo alternativo, en el que los matices y las aclaraciones no pueden hacerse en tiempo real y a cada nueva intervención le sucede un nuevo matiz semántico o conceptual.

    Salud

  80. Joaco dice:

    Veamos, entonces coincidimos bastante más de lo que pense.
    En cuanto al tema actual: las revoluciones son momentaneas, por eso la cubana hace tiempo ya terminó. Lo que quise decir es lo que tu mismo afirmaste, que el regimen que creo se mantienen en pie. El tema de si fomentar una revolución es irresponsable daría para largo, pero yo no reivindicó el estalinismo asesino, que quede claro. Creo que bien encarada se podría hacer una revolución que defienda los intereses populares (o por lo menos lo espero) porque este sistema democrático que tenemos, ni es tan deemocrático, ni sirve para solucionar los problemas que aquejan a los pueblos del mundo, tales como hambre desocupación , pobreza, guerras, racismo y tantos otros. En ese sentido si una revolución implica la muerte de muchas personas, también implicaría la salvación de muchas otras, por hambre se mueren 35.000 personas por dia. En tres años tendrías más muertes que por el régimen asesino de Stalin (que no son 100 millones JJSala, si hubiesen muerto tantos no hubiesen quedado hombre vivo).
    En cuanto al tema de Espartaco (que es el más interesante): yo no digo que haya sido uuna revolución, una rebelión. El anacronismo de Koestler es «El estado del sol» esa ciudad utópica que plantea, le da una dimensión política a una rebelión popular de caracter social.
    En cuanto a los Gracos no creo que quisiesen solo poder, me parece demasiado simplista. Creo que querían defender la república de las fuerzas que 100 años despues provocaron su caida tratando de conciliar los intereses patricios y plebeyos. Pero detras de sus reformas se manifestó una poderosa fuerza de las masas campesinas y urbanas que querían cumplir sus reclamos. Al ser aplastados por la oligarquía siguieron manifestandose hasta la Rebelión Italiana, que puso en jaque a la República. Las rebeliones serviles (que no fueron unicament la de Espartaco) fueron a la par de las mismas y si bien sus intereses eran contradictorios fueron una expresión distinta de los mismos males que aquejaban a la república..
    En cuanto a los conservadores y reformistas. Pues no digo que unos eran «revolucionarios» a lo Lenin. Digo que intentaban captar el favor popular mediante conceciones. Esto no quita que esos relamos estubiesen ahí y que condicionasen el juego político que desembocó en el principado.
    Saludos cordiales.

  81. JJSala dice:

    O.K. Joaco

    Saludos

  82. Ernesto Boudichon Eaton dice:

    Joaco, concesiones y estuviesen. No conceciones y ni estubiesen. Lo demás, todo bien.

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