LA SOMBRA DEL MERCENARIO – Rufino Fernández

LA SOMBRA DEL MERCENARIO, Rufino FernándezQue este libro acabara en mis manos no obedece más que a caprichos del destino o al propio azar. Y lo digo así porque, inmersos como estamos en un mundo en el que la comunicación, la publicidad y la divulgación nos tratan de marcar señas y pautas de comportamiento, da –en cierto modo- un poco de coraje tropezarse, de forma tan inopinada, con algo tan especial como la lectura que paso a presentaros.

Y duele, además, porque lo siento como algo propio, cercano y muy nuestro.

Fue precisamente aquí, en Hislibris, como por pura casualidad y cotilleando en ese magnífico apartado de la página principal que se llama «comentarios sin leer», aparecían (en no sé qué hilo) opiniones de participantes en los que, de pasada, hacían referencia a la novela La sombra del mercenario, de un tal Rufino Fernández, como del típico caso de un trabajo bien hecho que, sin embargo, y no se sabe bien por qué motivos, no encontró los apoyos editoriales suficientes para una adecuada divulgación a tono con la calidad que atesoraba.

Los comentarios picaron mi curiosidad por venir de quien venía –gente muy trabajada en esta materia y muy sobrada de prestigio en cuanto a su conocimiento y gustos- y anoté el libro como uno más de tantos desde que aterricé en esta apasionante y, a la vez, gravosa página de Internet.

Y lo compré. Y lo apilé. Y lo «añejé».

Y, entre lectura y lectura, no dejaba de echarle el ojo, mientras pensaba: «¡Caramba, a ver si termino éste y le meto mano al de Rufino, que me da morbillo!»

Y ¡catapum! Cayó.

¡Y qué pena que se terminó!

Hay gente por ahí que le da pena o nostalgia acabar un libro. A mí, no. A mí los libros me gusta empezarlos y me gusta terminarlos. Aunque sean malos de solemnidad. Pero con éste no. Con éste me ha pasado algo diferente, algo que no esperaba. Yo disfruto mucho con la lectura, me embarco tanto en ella que paladeo como un dulce cada frase y cada párrafo sin importarme si lo tengo que volver a releer, si lo leo en voz alta o si, incluso, le doy tonos a la lectura en función del diálogo. Si, si, así es. Así de raro es el Jerufa.

Pues con la La sombra del mercenario me he vuelto «cansino» de tanto paladeo. ¡Qué deliciosa lectura! ¡qué lastima que dure tan poco!

Pero vamos por partes.

Antes de seguir con mis impresiones, me gustaría resumir brevemente la trayectoria literaria del autor.

Rufino Fernández, tal y como reproduce la contraportada, ha realizado excavaciones arqueológicas en yacimientos de época prehistórica, íbera, romana y alto medieval, y divulgó trabajos sobre el mundo antiguo. Como narrador, ha editado cuentos en antologías y en revistas del género y una novela sobre acoso moral y perversidad titulada ¡Acorralado!

Ya está.

Y, sin embargo, decide embarcarse en una aventura acerca de las vivencias que experimenta un mercenario combatiendo al lado de Aníbal, tan de cerca que la historia que relata es la de Abato, un íbero lasceta, que combate a la sombra del mismísimo general púnico.

Hasta aquí, nada que pueda despertar en mí una sospecha diferente a la posibilidad de leer algo interesante o especial acerca de la controvertida vida del jefe cartaginés. Sin embargo, desde la primera página, el lector se enamora ya del lenguaje y del estilo narrativo que emplea el autor. Como si del ojo de un huracán se tratara, quien lee se ve envuelto inmediatamente en un torbellino de sensaciones que lo arrastran, sin vuelta atrás, a una aventura apasionante que gira a lo largo de unos años decisivos en los que el poder de Roma estuvo más que cuestionado por el brillante genio del Barca.

Sin embargo, no es en sí la historia lo que me ha cautivado sino la forma tan envolvente y rica en matices en que Rufino Fernández llega al lector.

La técnica narrativa empleada trabaja mucho en la dinámica de recrear pasajes aislados en la vida del lacetano a la vera de Aníbal sirviendo de pretexto para el enlace y la trabazón, cualquier suceso cotidiano que a Abato le acontecía, mientras en lo alto del monte y debidamente resguardado de enemigos de a pie y alimañas, esperaba a la muerte.

Así, numerosas son las excusas que el protagonista encuentra para hablarnos, por ejemplo, de Imilce, su amor. O de las andanzas en Cannas, Trasimeno, Tesino o Zama. Del encuentro cara a cara con Cneo Cornelio Escipión. Y tantas otras, tantas que hasta el autor nos desvela cómo se desarrolló la batalla de Roma. Pero siempre, al final de cada intenso capítulo, nos devuelve a la montaña y nos deja con la calma y la placidez de la naturaleza para que, a solas, dibujemos sobre los valles que más abajo quedan, pensamientos sobre conceptos tan viejos como el honor, la amistad, el amor, la creencia, el valor y el poder. Todo ello aderezado con una prosa que envuelve y embriaga. Por todo esto y mucho más que prefiero guardar para aquellos que deseen adentrarse en las aventuras de Abato, creo que estamos ante una pequeña joya hecha realidad por un novelista español que se asoma con modestia pero con fuerza y personalidad al mundo de la narrativa histórica, pues consigue mediante la sutileza del lenguaje, la hermosura de sus frases, la descripción de las situaciones, la riqueza del pensamiento, la lluvia de matices y su enorme pulso narrativo, atrapar y enganchar al lector hasta límites insospechados.

Si están dispuestos a sentirse guerreros, escuchar los latidos del corazón a golpe de falcata y vivir intensamente cada segundo; pasen, acomódense, relájense y hagan como yo. Esperen ansiosamente a que llegue ese mágico momento del día en que te encuentras a solas con él. Ábrelo y hazlo tuyo.

Características técnicas: Editorial El andén. Primera edición, febrero de 2008. Tapa blanda. 23×15 cms. 379 pp, 18,95 € .

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