LA MUJER DE ANDROS – Thornton Wilder

LA MUJER DE ANDROS, Thornton Wilder«Los favores dejan de ser favores cuando se les imponen condiciones. La magnanimidad no negocia con su poder». La mujer de Andros.

Thornton Wilder (Wisconsin, 1897 – Connecticut, 1975), único escritor galardonado con tres premios Pulitzer, navegó con éxito por los mares de la ficción histórica, la dramaturgia, el cine –fue guionista de la película La sombra de una duda de Hitchcock– e incluso la música, a la que aportó los libretos de dos óperas estrenadas en Alemania y una obra teatral en la que se inspiró el musical Hello, Dolly! Pero los anhelos intelectuales de este inquieto norteamericano no acabaron aquí ya que, además de destacar como profesor, traductor y conferenciante, cursó estudios de Arqueología, Lengua italiana y Literatura francesa; se desenvolvió con fluidez en cuatro idiomas y llevó a cabo una destacada investigación literaria sobre Lope de Vega.

Recibió numerosos honores a lo largo de su carrera; entre ellos la Medalla de Oro de Ficción de la Academia Americana de las Artes y las Letras, la primera Medalla Nacional de Literatura y el Premio Nacional de Ficción. Alistado como voluntario en la Segunda Guerra Mundial, alcanzó el grado de teniente coronel en el Ejército del Aire y, entre otras distinciones militares, fue nombrado oficial honorario de la Orden del Imperio Británico.

Causa extrañeza que, a pesar de tales credenciales, La mujer de Andros –una novela corta de apenas 100 páginas– haya pasado casi desapercibida para el lector español, quizás ahogada por la difusión alcanzada por la excelente novela Los idus de marzo –su obra más conocida junto con El puente de San Luis Rey–. Y, sin embargo, en escasas ocasiones las olas arrojan a la playa de la literatura, mezcladas con conchas vulgares, delicadas perlas en las que brilla la excelencia narrativa de un escritor capaz de recrear épocas pretéritas, hondos sentimientos y personajes profundamente humanos con aparente sencillez; con un manejo del lenguaje exquisito, poético y evocador –no hay más que leer las dos primeras páginas–; capaz de trasladar al lector a través del tiempo y del espacio para depositarle con dulzura en una playa griega, mecido por el sonido del mar y acariciado por la brisa del anochecer. Demasiado tarde se da cuenta de que está envuelto por los hilos de la narración, rodeado de unas hebras finísimas de seda tejidas con pequeños y sutiles datos históricos, presenciando un relato de profunda carga teatral y dramática, y en el que la Historia apenas es el paisaje, el fondo que contrasta o los bastidores de la tragedia.

A la pequeña isla de Brinos arriba Críside, una bella y culta cortesana procedente de Andros; allí, en su casa, arropada por su rebaño de menesterosos, una noche a la semana organiza cenas para jóvenes al abrigo de miradas adultas y de envidias femeninas mientras recita obras de Homero o Platón. A esos encuentros acude Pánfilo, heredero de las tradiciones de Brinos, quien descubre gracias a la extranjera, que la verdadera influencia sobre los demás no es consecuencia de un momento de elocuencia ni de unas cuantas palabras bien elegidas, sino de la acumulación de toda una vida de pensamientos cuyo poso se asienta en la mirada. En el mar de Brinos también navegan otros personajes, como los padres de Pánfilo –Simón y Sóstrata– , su prometida –Filomena–, la tímida e inocente hermana de Críside –Gliceria–, el marinero desequilibrado –Filocles–, la sirvienta fiel –Misis- o el sacerdote de la isla, conocedor de que hay algo mejor que curar una enfermedad, y es aceptarla y compartir con el enfermo esa aceptación. De entre todos ellos emerge la mujer andriana, haciendo oídos sordos a la discriminación que la margina, dignificando su sexo y revelándose como la conciencia de una sociedad patriarcal e inamovible.

Wilder arroja al mar medusas, algas y redes rotas; solo deja la arena brillante y tibia, formada por protagonistas humanos alejados de héroes y míticas batallas, maravillosamente definidos con apenas unos trazos; guiados por Críside, la extranjera, la hetaira, que con su dignidad zarandea sus tristezas y alegrías, hace zozobrar sus costumbres y atormenta su moralidad aun en su ausencia; Críside, la necesitada de amor, la pastora del rebaño de desposeídos, la que añoraba su propia felicidad; Críside, la mujer de Andros, consciente de la fugacidad de la alegría y de la realidad del dolor.

«Añoramos lo que no tenemos, nuestras vidas pasadas aunque, cuando las vivíamos, no éramos conscientes de nuestra propia felicidad». La mujer de Andros.

CARACTERÍSTICAS TÉCNICAS: La mujer de Andros (The Woman of Andros), 451 editores, 1ª edición, marzo 2007, 123 páginas.

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