«Huye al fin del mundo y abandona tus moradas»

Primera respuesta del oráculo de Delfos a los Atenienses durante la segunda guerra médica.

¿Qué nos puede contar un libro más sobre la Grecia Clásica? Solo algunos detalles curiosos. Como que la denominación de «Tesoro de Atreo» no se le ocurrió a Schlieman en un rapto de inspiración, sino que ya aparece en Pausanias. Que Corinto se volvió famoso por sus vasos de cerámica no por ninguna casualidad, sino porque inició la moda del empleo masivo de aceites perfumados con costosas esencias. Que los griegos gustaban de representar, sobre todo, sus mitos locales. Pero que la perfección de sus templos exigía cuadrillas itinerantes de artesanos que se especializaron en mitos generales, panhelénicos, que iban adaptando a cada lugar concreto.

A esto hay que añadirle que el libro se enfoca desde la perspectiva de los artículos independientes sobre temáticas variadas de la época. Así podemos saber que el mismo Pericles reconocía que Atenas obtenía 600 talentos anuales de sus aliados. Jenofonte completaría la cantidad de los ingresos totales: 1000 talentos anuales por todos los conceptos se ingresaban en las arcas de Atenas, situadas en la Acrópolis. Allí había almacenados, en todo momento, 10.000 talentos en metálico. Una cantidad enorme que explica por qué se pudo costear un proyecto tan desmesurado como la Acrópolis. Hay que tener en cuenta que solo el Partenón, sin estatuas, costó 470 talentos. Atenas solo generaba unos 400 al año, así que la importancia de su «imperio» para Atenas fue capital.

Aunque llegaron a existir 750 Polis en Grecia continental, y 500 más en las colonias, la Liga Helénica que se opuso a los persas solo contaba de 30 entre sus miembros. Tesalia misma era ferozmente aristocrática y pro-persa. Pero eran esas 30 polis las que tomaron en sus manos la defensa de una Grecia independiente de poderes extranjeros.

¿Necesitamos más cifras a estas alturas? ¿Solo para saber que los vencedores en una batalla solían perder la vigésima parte de sus combatientes frente a  la séptima parte de muertos en el bando perdedor? ¿Necesitamos saber que solo una décima parte de los Atenienses sabían leer y escribir, pero que posiblemente un tercio de ellos tendría rudimentos de la lectura que les permitirían comprender inscripciones y edictos? Las tabernas eran lugares de mala nota, reputados como nocivos y degradantes. Por eso las barberías ocupaban su lugar en la transmisión de noticias y rumores.

Si te interesan estas curiosidades inútiles, como conocer los motivos de Platón para ser ferozmente homófobo, o que la música, por su exigente aprendizaje, era considerada un saber aristocrático que hacía bramar a muchos nobles contra la proliferación de músicos profesionales de clase baja, este es tu libro.

La Grecia clásica.
Robin Osborne.
Ed. Crítica.

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