Entrevista a Javier Negrete

Hislibreños todos, como sabéis, Javier Negrete esta semana ha presentado su nuevo libro, Atlántida. Le propusimos una entrevista y él aceptó. Creo que el resultado es muy interesante. Aquí os lo dejo. Que lo disfrutéis.

Buenas, Javier. Sabes que siempre es un placer saludarte y charlar un rato contigo. Como lector, tengo miles de cosas que preguntarte, asuntos que me han llamado la atención de tu nuevo libro Atlántida.

Imagino que como filólogo clásico siempre habrás estado en contacto con los libros de Platón. Sé que tus intereses te llevan siempre a estar a la última de lo que se publica en el campo de la historia antigua, más concretamente, egea. Y supongo que siempre te atrajo la civilización minoica. También te reconozco en esta obra cuando hablas de vulcanología, de placas, de flujos piroclásticos; de ADN, de nanobios; de mitos y de la Madre Tierra. Pero dinos una cosa: ¿cómo se te ocurrió hilarlo todo para esta obra?, ¿te costó mucho tiempo de investigación?

    Entrelazar tantos elementos siempre es complicado, y no se trata de algo que surja de la noche a la mañana, lógicamente. Desde el primer momento me planteé escribir sobre una Atlántida situada en Santorini. Mi opinión es que el mito platónico se basa en una catástrofe real, cuyo recuerdo se deformó con el tiempo, como suele ocurrir con las tradiciones. A partir de ese instante, era lógico que me interesara por la vulcanología. Un campo que ya me fascinaba: uno de los documentales que más me ha impactado en mi vida es el que narra la vida y muerte de los Krafft, la pareja de vulcanólogos que murieron bajo los flujos piroclásticos del Unzen, en Japón.

    De ahí que procurara ponerme al día sobre los volcanes y sus efectos y sobre la tectónica de placas. Libros no faltan. Señalaré dos en particular que me han sido muy útiles: The Day Their World Ended, de G. Thomas, que narra con escalofriante detalle la catástrofe del Monte Pelée, en la Martinica, y la monumental Encyclopedia of Volcanoes, de Haraldur Sigurdsson. Pero también he consultado otras obras sobre supervolcanes, los efectos de los volcanes en la historia humana, la historia de la vulcanología, etc. Como siempre, a costa de espacio físico en mi casa :-)

    Pero una novela de la Atlántida tiene que ofrecer siempre algo más. Se trata de un mito que ha despertado las fantasías de creadores y lectores desde hace siglos, así que no habría bastado con decir: «La Atlántida estaba en Santorini y se hundió por culpa de un gran volcán». En una historia así, los lectores esperan sorpresas y especulaciones más audaces. De modo que decidí internarme por otros terrenos, como el del origen de la vida en nuestro planeta —o fuera de él—, la posibilidad de que la Tierra sea una especie de superorganismo o la búsqueda científica de la inmortalidad. Todo a partir de la premisa siguiente: en mi novela nosotros, la humanidad del siglo XXI, somos la nueva Atlántida, y corremos peligro de ser destruidos como lo fueron los antiguos atlantes.

Se nota en las descripciones de todos los parajes en los que transcurre la acción que ahí hay un trotamundos.

    La verdad es que siempre he sido más bien trotamundos de sillón :-) Por suerte, Internet ofrece la posibilidad de conocer cada vez con más detalle lugares lejanos. Así ocurrió con Long Valley, Mammoth Lakes y otros lugares de California que describo en la novela. El Google Earth, las fotos de los lugares y los comentarios y blogs de excursionistas que han visitado esos parajes me resultaron muy útiles. Puedo asegurarte que estudié con el mayor detalle posible el emplazamiento de la gran erupción que describo casi a la mitad del libro: carreteras, vegetación, cotas de altura, historia geológica del lugar…

    En el caso de Santorini, en cambio, decidí viajar en persona, y pasé unos cuantos días allí cuando aún estaba escribiendo los primeros capítulos. Es un lugar maravilloso que impresiona a todo el que lo visita, como he comprobado hace unos días al visitarlo con un grupo de periodistas. Espero que en otras novelas futuras pueda viajar a los escenarios, o al menos a parte de ellos, como he hecho en Atlántida.

    Las hipótesis que barajas son de lo más atractivas, Javier, y atrevidas, y especulativas aunque verosímiles. Pero ¿has pensado que la percepción del libro podría irse por otros derroteros más…, digamos, esotéricos?

    Supongo que esa percepción dependerá de la orientación e intereses de cada lector. En cierto modo, es lo que pasa en la propia novela. Mientras que personajes como Gabriel Espada, el protagonista, o la vulcanóloga Iris intentan interpretar los extraños sucesos que los rodean desde un punto de vista científico, otros, como el profesor Valbuena, adoptan una visión que podríamos definir como más esotérica.

La revisión que haces del texto de Platón referente a la Atlántida es muy atractiva, en algún punto coincidente, por ejemplo, con la que desarrolla Gisbert Haefs en su Troya. ¿Nos la podrías explicar en pocas palabras?

    Yo tomo los siguientes elementos básicos del mito platónico: la Atlántida habría sido una civilización más avanzada que otras que la rodeaban, e incluso que muchas que vinieron luego. Su núcleo era una isla. Su poder la convirtió en arrogante e hizo que creara un imperio despótico que se enfrentó con Atenas. Y se hundió bajo las aguas en un gran cataclismo.

    Por supuesto, hay muchos otros elementos en el mito, y no todos aparecen en mi novela. En mi opinión, el exagerado tamaño de la Atlántida o su antigüedad —más de nueve mil años antes del relato de Platón— se deben al típico recurso mitológico de engrandecer o alejar en el tiempo aquello de lo que se habla.

    En mi novela la Atlántida sería la civilización minoica. Con una salvedad: en lugar de estar centrada en Creta y tener Santorini como un enclave más, el propio volcán de Santorini sería el centro espiritual y político de la Atlántida. Añado que esto último no es una hipótesis científica, sino de un argumento narrativo, que creo que adquiere su sentido en la novela.

    En el caso de la Atlántida “histórica”, su imperio se habría basado en la superioridad cultural y en el dominio del mar por su flota. En cambio, en mi libro el poder de la Atlántida en el libro no es puramente militar, sino que se relaciona con los volcanes, los terremotos y, en general, con los movimientos internos de la Tierra. Lógicamente, no puedo contar más por no destripar el argumento.

    Por tanto, en mi novela el cataclismo que acabó con la Atlántida sería la erupción del volcán de Santorini. Según algunos autores causó el final de la civilización minoica, según otros tan sólo inició su declive, y hay quienes aseguran que ambos hechos —erupción y decadencia— no tuvieron nada que ver. Enb este caso, elijo la hipótesis que mejor cuadra con mi novela: en Atlántida, el megavolcán supone el final de toda una época.

Al hilo de todo esto, dime, alguna de las muertes del principio de la obra parece una pequeña metáfora, un guiño a tu conciencia más clásica y conservadora. ¿Eliminas acaso a tu Pepito Grillo ortodoxo particular?

    No lo había pensado, la verdad. Pero tiene su gracia lo que me comentas. Meditaré en ello…

    Por otro lado, cuando escribo, mi conciencia no es nada “conservadora”. Incluso en una novela histórica pura como Salamina no me pude resistir a introducir elementos de cierta audacia, como el uso de un primitivo catalejo o la presencia de Jerjes en Maratón. Siempre insisto en una cosa: a la hora de escribir una novela, hay que ser primero novelista, y luego historiador, profesor de griego o lo que sea. La narración, la trama y los personajes son lo primero, y tienen prioridad absoluta sobre todo lo demás.

También hay una gran ironía del tratamiento que sufren algunas noticias en muchos de los personajes.

    En muchas novelas de catástrofes, thrillers digamos “esotéricos” y otras obras de ese tipo el tono suele ser de una seriedad casi funeral. A mí me gusta introducir siempre unas gotas de humor en mis novelas.

    Supongo que esto se aprecia en los comentarios entre irónicos y cínicos que hacen personajes como Gabriel Espada cuando ven por televisión o por móvil las noticias sobre las erupciones. Por ejemplo, cuando al ver al vulcanólogo Eyvindur, al que han echado de su puesto, piensa: «Un científico mediático. Entre los hombres de ciencia no se trataba de la especie más rigurosa, pero sí de la preferida por los periodistas.»

    Ese humor se aprecia sobre todo en las relaciones entre Gabriel, su amigo Herman —un cuarentón friki y broncas— y su antiguo profesor, César Valbuena, el típico profe inflexible y un tanto c***ón que todos los que hemos sido alumnos aún recordamos en nuestras pesadillas. Os incluyo un pequeño diálogo:

    “—Perdone, profesor —dijo Herman—. Confundir nueve mil con novecientos es fácil si a uno se le olvida escribir un cero. ¡Pero es que los griegos no conocían el cero!

    —¿Ah, no? —preguntó Valbuena.

    —Claro que no. Lo inventaron los árabes.

    —Su ignorancia alcanza proporciones homéricas, señor mío. Cuando al Germán Gil de la Grecia clásica le preguntaba su profesor: «Si tienes tres dracmas y te quito tres, ¿cuántas te quedan?», ¿qué cree usted que contestaba? ¿«No lo sé, no hemos inventado el cero»?

    —Dicho así suena absurdo…

    —Porque lo es. Los griegos conocían de sobra el concepto de cero, pero no se les ocurrió utilizarlo como notación para ocupar un puesto vacío. Y quienes lo introdujeron con esa función no fueron los árabes, sino los matemáticos indios, señor Gil. Como recompensa por ser tan ignaro, vaya usted a la cocina a preparar café. El filtro está puesto y cargado.”

¿Qué es lo que tienen los volcanes, y otro tipo de catástrofes, que levantan intereses tan irracionales, Javier?

    Por una parte, son una manifestación de poder, un poder incalculable que todavía sigue superándonos. Además, cuando despiertan poseen una grandiosa belleza; siniestra, sí, pero belleza al fin y al cabo. Los volcanes activos de Hawaii, por ejemplo, son un codiciado destino turístico. ¿Quién no se ha quedado pegado al televisor viendo flujos de lava o inmensas columnas de humo y ceniza que se elevan hacia el cielo? Todavía tengo recientes en la retina las imágenes de un espectacular corrimiento de tierras en Italia.

    Por otra parte, las catástrofes nos recuerdan nuestra propia mortalidad, y no ya de forma individual, sino colectiva. Y la muerte nos cautiva y nos atrae al mismo tiempo que nos repele. Tememos que llegue el fin del mundo, pero a la vez lo esperamos con una fascinación morbosa. Yo a veces sueño con cometas que surcan el firmamento y se estrellan más allá del horizonte. En esos sueños, sé que mi final y el de todos está cerca, pero cuando despierto no lo hago aterrorizado, sino maravillado.

¿Viste el docudrama de la BBC y Dicovery Channel Supervolcán: la verdad acerca de Yellowstone?

    Sí, fue parte de mi documentación. Compré en Amazon el dvd, que incluye el docudrama que mencionas —bastante bien hecho, considerando que el presupuesto es limitado—, y un documental. En ambos se encuentran imágenes espectaculares, y los escritores, sobre todo cuando escribimos novelas con “efectos especiales”, siempre necesitamos imágenes para inspirarnos.

    Pero, como el supervolcán de Yellowstone está más “visto” —recordemos la película 2012— decidí recurrir al de Long Valley, en California. Es lo que hacen John Savino y Marie D. Jones en el ensayo Supervolcano, otro de los libros que utilicé para documentarme.

Cuéntanos, ¿cuánto tiempo te llevó la ejecución de la novela?

    Más o menos un año. Mientras corregía las pruebas de La gran aventura de los griegos , ya estaba preparando Atlántida.

Para terminar, Javier, ¿qué esperas del lector, cuáles crees que van a ser sus impresiones?

    Espero que pase las páginas sin parar, enganchado no sólo por la trama, sino por los personajes. He intentado que éstos sean muy cercanos.

    En ciertas novelas que solemos calificar como bestsellers…

    Inciso. No creo en el bestseller como género. Una novela es bestseller si vende mucho. Eso incluye obras de calidad tan dispar como El código Da Vinci, las novelas de Stieg Larsson, las de Pérez Reverte o Ruiz Zafón en España, novelas que tienen tan poco que ver como It de Stephen King o El mundo según Garp de John Irving.

    En ese sentido, ojalá mi novela sea un bestseller, claro :—)

    … en esas novelas los personajes tienden a ser un poco de cartón piedra, y con tanto glamour que resultan lejanos e incluso a veces irreales. Por ejemplo, arqueólog@s que dominan veinte idiomas entre antiguos y modernos, tienen tiempo para estar en plena forma y si se tercia te pilotan un helicóptero o te disparan una ametralladora.

    En Atlántida la mayoría de los personajes son reconocibles de un modo o de otro, y tienen tantas debilidades que creo que resulta fácil empatizar con ellos. Gabriel Espada, que se ve obligado a hacer trampas con la VISA de un mes para pagar la del mes anterior, y al que se le estropea la comida del frigorífico porque le han cortado la luz. Su amigo Herman un cuarentón friki y con complejo de Peter Pan dispuesto a montar bronca por todo, cuya máxima aspiración sería convertirse en un superhéroe como Lobezno. Iris, una vulcanóloga con algo más de mundo, pero que se encuentra en la crisis de los treinta y no sabe cómo cortar una relación sentimental que lleva años muerta. Joey, un chaval de catorce años que vive en un parque de caravanas de California, fascinado y a la vez aterrado por la muerte y el fin del mundo. Celeste, la psiquiatra que se siente atraída por los hombres peligrosos como Gabriel y que a la vez es lo bastante madura para saber que ese peligro puede ser realmente destructivo. Valbuena, ese profesor hueso que todos hemos conocido, aterrador pero dotado a la vez de cierto carisma —quizá por el tan humano síndrome de Estocolmo—.

    Creo que incluso el misterioso Randall, que no recuerda su pasado, pero oculta un secreto relacionado con la Atlántida, tiene algo de familiar y entrañable: una especie de hippy barbudo que apenas posee propiedades materiales y que respeta tanto la vida que no prueba la carne ni el pescado.

    Insisto tanto en los personajes porque para mí son prioritarios cuando escribo una novela. Más que diseñar un argumento y encajar en él a los personajes, suelo crear a éstos primero y dejar que, cuando cobran vida propia, guíen el desarrollo de la acción. Como lector, busco personajes con los que identificarme, así que como escritor trato de ofrecer a mis lectores lo que yo mismo querría.

    Para terminar esta larguísima contestación, personajes aparte, creo que los lectores encontrarán una trama que enlaza a la vez el pasado con el presente —o con el futuro inmediato en que se desarrolla la acción— y que está sembrada de sorpresas. También hallará especulaciones sobre cuestiones que nos preocupan a todos como la búsqueda de la inmortalidad, el origen y el futuro de la vida y la posibilidad de que una catástrofe natural, provocada por nosotros o no, nos extinga como especie. Más una versión bastante radical de la hipótesis Gaia…

    Todo ello combinado con erupciones volcánicas que he tratado de narrar desde todos los puntos de vista posibles. Si en novelas como Salamina o Alejandro Magno y las águilas de Roma mi desafío era encontrar la técnica para narrar grandes batallas, ahora he tenido que poner toda la carne en el asador con las erupciones. Espero que sean lo bastante visuales y sensoriales como para que los lectores se sientan allí, bajo la nube de cenizas de Long Valley o de la propia Atlántida.

    Pero, sobre todo, creo que cuando cierre el libro, a pesar de tanta catástrofe volcánica, el lector lo hará con una sonrisa. Porque Atlántida es, por encima de todo, una novela positiva.

Mil gracias, Javier. Has sido generoso en tus respuestas y muy interesante, cosa que sabes que los hislibreños agradecemos.

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8 comentarios en “Entrevista a Javier Negrete

  1. Richar dice:

    Como siempre muy agradable.

    Esta novela me genera bastante curiosidad, así que caerá seguro.

    Ah, y no os olvidéis de pasaros por la web que hemos desarrollado: http://www.atlantidaellibro.com

    Un saludote,
    Richar.

  2. Aretes dice:

    Documentarse con el Google Earth…

    Todavía, la ciencia avanza que es una barbaridad.

  3. Akawi dice:

    Javier Negrete es una persona muy atenta y agradable, a la vista está.
    Habrá que agradecerle tan extensa entrevista que nos deja bien claro que su libro debe de ser muy interesante.

    En cuanto pueda iré a compralo y naturalmente a leerlo. Me ha picado la curiosidad con Santorini, esuve allí y me pareció una maravilla, impresionante.

  4. cavilius dice:

    Será posible que aún no he podido pararme a leer con tranquilidad esta entrevista…

  5. Esther dice:

    Le he comprado el libro de Atlántida a mi hijo de 14 años, y lo he devuelto porque no es adecuado para jóvenes, realmente un poco retorcido, asi que no lo aconsejo en absoluto, no he leído nada de él excepto este, tanto mi marido como yo nos pareció un tanto fuera de lugar, sobre todo porque el nombre es un tanto infantil para ser editado para adultos….en fin, una desilusión, por supuesto ni pienso leer otra cosa de él, me ha decepcionado muchisimo.

  6. Germánico dice:

    Pero… ¿»Atlántida» está destinado a menores? Me parece que no…

  7. juanrio dice:

    Es que es una novela para adultos…Se me ocurre que con ojearla un poco se nota perfectamente

  8. Kratos dice:

    Esther, no entiendo de donde sacas que Atlántida es un nombre infantil, y tampoco entiendo que te desilusiones con un escritor por comprar un libro sin haberte informado antes de que tipo de libro es. A mi personalmente me encantan los libros de Javier, diría que es mi escritor español favorito y para nada es un libro fuera de lugar, más bien estabas tu fuera de lugar… Tu te lo pierdes… Yo si que recomiendo Atlántida a todo el mundo, y cualquier libro de Negrete, Salamina es brutal, Los señores del Olimpo una maravilla y la saga de Tramoréa perfecta.

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