VIDA DE SAN LUIS – Jean de Joinville, ed. de Martín Alvira Cabrer

En 2021, la Universidad de Extremadura, en su apreciable colección de fuentes medievales, Tempus Werrae, publicó, bajo el número VII, la Vida de San Luis que, en su día, elaboró el senescal de Champagne, Jean de Joinville. De este modo, la traducción directa de la misma llevada a cabo por Martín Alvira Cabrer, profesor titular de Historia Medieval de la Universidad Complutense de Madrid, se ha unido, en dicha colección, a las Historias de Gregorio de Tours, Las Gestas de Federico Barbarroja, las Gestas de los sajones o los Anales de Fulda. Y es esta, pues, la primera vez que se traduce y traslada al castellano este manuscrito desde el francés medieval en que fue originariamente compuesto, pues hasta hoy sólo contábamos con versiones de la traducción hecha al francés moderno por Antoine Pierre de Rieux. Ese era el caso de las ediciones reducidas de Jacobo de Liaño (1567) o del ilustrado José de Cornide (1794).

La edición de Alvira incluye, además de los pertinentes índices de nombres y lugares, siete apéndices con mapas de la cruzada de Ultramar impulsada por el monarca francés, así como de la batalla de al-Mansura, tablas cronológicas y genealógicas de las familias de Joinville y capeta, la canción Nus ne porroit de mauvaise reson, quizá compuesta por el propio senescal en 1250 durante su estancia en Acre, y el propio Credo en el que Jean de Joinville reflejó su religiosidad estamental y aristocrática. Con todo ello, se nos permite obtener un mejor cuadro de la personalidad del autor de la hagiografía de San Luis y de su visión sobre los hechos narrados, la época y el lugar en que aquellos se desarrollaron.

La traducción del texto de Joinville hecha por Alvira permite que nos imbuyamos en el espíritu esencial del siglo XIII medio y que participemos, casi de primera mano, en la Séptima Cruzada y en los negocios de Ultramar. Pero más que una biografía, una hagiografía del monarca capeto, es una otra y distinta mirada sobre el adversario y sus creencias, sobre los propios valores “cristianos” y morales del biógrafo y del biografiado, y sobre la forma de gobernar de un rey impulsivo, más que dominado, poseído por las Sagradas Escrituras y los sermones eclesiales: un monarca a veces ecuánime, casi beatífico, y otras muy radical, carente de la más mínima piedad, como sucede, por ejemplo, para con los castigos por blasfemia.

Por la obra desfilan las guerras iniciales del reinado de Luis IX, el esplendor de la corte de Saumur, la decisión de cruzarse, el desarrollo de la campaña en Egipto, la arrogancia de los hermanos del rey –Artois, Anjou, Poitiers–, la vívida descripción de las técnicas de combate,* la obcecación y poca destreza estratégica y  táctica del monarca, la toma y la pérdida de Damieta, la derrota de Mansura, el cautiverio, los contactos con el Viejo de la Montaña y sus hashshashin, así como la intimidad del senescal y el rey, quien le consultó muchas de sus decisiones durante casi siete años…

*No me resisto a citar, si quiera sea a título de ejemplo, alguno de los directos párrafos del senescal:

«Yo y mis caballeros acordamos que iríamos a atacar a varios turcos que cargaban su bagaje a mano izquierda de su campamento, y los atacamos. Mientras los perseguíamos entre el campamento, vi un sarraceno que montaba en su caballo; un caballero suyo le tenía el freno. Mientras tenía sus dos manos en la silla para montar, le di con mi lanza bajo las axilas y lo derribé muerto. Cuando su caballero vio esto, dejo a su señor y a su caballo, y me apoyó, en la pasada que hice, la lanza entre los dos hombros y me hizo caer sobre el cuello de mi caballo, y me tuvo tan apretado que no podía sacar la espada que llevaba al cinto. Me vi obligado a sacar la espada que llevaba en mi caballo; y cuando vio que había sacado mi espada, soltó su lanza y me dejó» (§§ 220, 221).

Y muchas cosas más, como la altivez y cerrazón del espíritu caballeresco, su entrega en el campo de batalla, las segundas intenciones de los consejeros regios, etc. Pero, sobre todo, el día a día de una hueste medieval, del combate frontal o de la diversión campamental. Un buen y gracioso ejemplo de esto último lo constituye la anécdota de Alfonso de Brienne, conde de Eu, aposentado en Sayette (Sidón) frente a la casa que había construido la compañía de Joinville y en la que sus hombres comían a la luz de su puerta. Brienne, caballero “muy malicioso” al decir del senescal, se entretenía en fabricar pequeños ingenios de madera (catapultas, balistas y demás) con los cuales amargaba la comida de sus vecinos champañeses, destruyéndoles platos y cazuelas con los pequeños bolaños que sus inventos lanzaban. Eso, por no citar a la joven osa que Eu soltaba contra las gallinas de Joinville:

«Y no sé quien le había dado [al conde] una joven osa a la que dejaba ir a por mis gallinas; y había matado más de una docena cuando llegué allí; y la mujer que las guardaba pegaba a la osa con una rueca» (§ 583).

Cita aparte merece la narración del asesinato del último califa ayyubí por los mamelucos de su guardia de corps, las negociaciones posteriores con sus “emires” o las relaciones entre cristianos poulains (los ya nacidos ya en Tierra Santa), cristianos cruzados, musulmanes de Homs y Egipto o con los tártaros.

Por su parte, la introducción académica de Martín Alvira permite que el lector conozca a Joinville y su incardinación en la sociedad feudal francesa por sus relaciones familiares y, en especial, como vasallo ligio del conde Teobaldo IV de Champagne  (primer rey de Navarra de dicho nombre), pero también su profunda religiosidad,** su ideario estamental, las razones que le llevaron a participar en la Séptima Cruzada, compartiendo la derrota y el  cautiverio, o a negar su colaboración en la Octava, tan trágica para un rey respecto del cual se había hecho “su hombre” y le servía ya desde 1250, hasta el extremo de testificar en su proceso de santificación y de desear obtener alguna reliquia de sus restos para la capilla que había fundado en su honor en Saint-Laurent de Joinville.

**«Todos los prohombres deben de combatir contra el enemigo y contra los malos deleites de la carne; porque  por caballería conviene conquistar el reino de los Cielos, del que Job dijo  que la vida del prohombre es la caballería en la tierra. Luchador debe de ser todo prohombre, porque deben tener a Dios en los dos brazos, sin dejarlo partir de ellos hasta que les haya dado su bendición y cambiado sus nombres como hizo con Jacob, al que puso por nombre Israel, que vale tanto como ‘el que ve a Dios’».

Jean de Joinville, Credo, obra compuesta en Acre, 1249-1250, y que explica bien su fe basada en el temor de Dios, a quien el caballero debe sujetarse con sus dos brazos: la fe firme y las buenas obras.

De otro lado, las notas que salpimentan profusamente la edición tienen, a mi juicio, un valor inestimable, al permitir una mejor comprensión de la cultura material coetánea. El decir de Joinville está lleno de términos propios de la época, tanto para la designación precisa de los objetos e instrumentos de uso cotidiano, como del habillamiento civil o del arnés militar. Pero lo mismo sucede con la cultura inmaterial en lo que hace al mundo de las ideas, de los valores individuales o de la religiosidad formal y ritual que empapa e impregna la vida aristocrática del siglo. Pero si algo tiene especial utilidad, es la luz con la que Martín Alvira alumbra la tremenda y feraz arborescencia de la relaciones interfamiliares del estamento nobiliario francés y el valor del linaje. Y eso por no citar el desentrañado de pasajes oscuros que solo podían ser esclarecidos por lecturas atentas y con la ayuda de conocedores específicos de los textos sagrados del Islam, como es el caso del mordaz discurso del viejo imam cojo en Mansura, que erróneamente el senescal toma por palabras consoladoras.

El resto de la introducción contiene los elementos habituales de toda introducción académica: estudio de las fuentes, estructura y modelo, manuscritos, ediciones. Lo habitual y esperable, y que por ello ha suscitado mucho menos interés, con tenerlo y mucho, en mi lectura.

En conjunto, merece mucho la pena acercarse a este trabajo, tan ajustado y completo como todos los que salen de la pluma o las teclas de Martín Alvira, no solo por la labor científica de su autor, sino porque, en lo esencial, la obra de Joinville permite un maravilloso acercamiento al siglo XIII fránquico en ambos extremos de Ultramar, a los hechos del reinado y, sobre todo, a la mentalidad y al ambiente vital de los altos estamentos sociales de ese momento histórico.

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Jean de Joinville, Vida de San Luis, traducción, introducción, notas, apéndice e índices de  Martín Alvira Cabrer. Cáceres, Universidad de Extremadura, 2021, CXVI + 279 páginas.

     

5 comentarios en “VIDA DE SAN LUIS – Jean de Joinville, ed. de Martín Alvira Cabrer

  1. Balbo dice:

    Peazo de reseñón. ¡Enhorabuena! ;-)

    Me apunto esta lectura. Gracias.

    1. Likine dice:

      No te defraudará, Balbo; seguro.

  2. iñigo dice:

    Coincido con Balbo.

  3. hahael dice:

    Una joya, habrá que conseguir un ejemplar.

    1. Likine dice:

      Hasta sale algún que otro trovador, hahael… :D

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