VICTORIANOS EMINENTES – Lytton Strachey

VICTORIANOS EMINENTES - Lytton StracheyGiles Lytton Strachey (Londres, 1880-Ham, Wiltshire,1932), escritor y biógrafo eminente, fue el alma del Grupo de Bloomsbury, junto a las hermanas Stephen (Vanessa y Virginia), alrededor de los cuales revolotearon los demás miembros, como mariposas nocturnas, atraídos por la luz brillante de estos potentes focos. Nacido en el seno de una aristocrática familia victoriana formada por ¡trece hijos! de los que hacía el número once, su padre era militar en el ejército colonial y su madre una activa sufragista. Cursó sus estudios en Cambridge, en el famoso Trinity College, participó del grupo intelectual universitario Los Apóstoles, donde conoció a algunos del más tarde llamado grupo de Bloomsbury, y también e G.E. Moore, Maynard Keynes, Leonard Woolf, entre otros.

Victorianos eminentes, publicada en 1918, es la obra que le catapultó a la cresta de la ola, al éxito y a su popularidad inmediata, tras algunas tentativas literarias anteriores que pasaron sin pena ni gloria.

El cardenal Manning (1808-1892), miss Florence Nightingale (1820-1910), el Dr. Thomas Arnold (1795-1842) y el general Gordon (1833-1885), representativos de la clase dirigente de la sociedad del siglo XIX británico, son los personajes elegidos por Strachey para desarrollar su visión del victorianismo, descartando otros ya de sobra conocidos y sobre los que se había derramado ríos de tinta. No son figuras de primera línea, sino de los que, en segundo plano, ponen en la práctica las decisiones políticas que se han tomado previamente. Y no sólo nos habla de ellos, sino que nos presenta un entramado de personajes políticos del momento, por el que también vamos descubriendo el funcionamiento de la sociedad que les sirve de escenario y lo especial de sus vidas, contrastadas con las de aquellos que los rodean y con los que se relacionan.

Para los lectores españoles, quizás sólo el general Gordon, personaje controvertido, ligado al desastre de Jartum, nos resulte más conocido, o como mucho, miss Nightingale, experta en estadística y en epidemiología, reformista del sistema sanitario militar, y conocida principalmente por su heroica participación dirigiendo un batallón de treinta y ocho enfermeras que organizó, saneó y aprovisionó, (muchas veces usando de su propio patrimonio personal) los hospitales en la guerra de Crimea y modificó radicalmente el concepto de enfermería. Pero para los británicos, Thomas Arnold, reformador de la enseñanza, y el Cardenal católico Manning, (aunque anglicano una gran parte de su vida) cuya labor educativa y en otros ámbitos, sobre todo religiosos, fue también muy importante. Claro que quizá sea el binomio Gordon/Nightingale el que bien pudiera representar al resto. Ambos rompieron los esquemas a los que estaban atornillados, demostrando una capacidad singular de organización, de tesón y de decisión más allá de lo habitual.

Destaca Dámaso López en su prólogo, por una parte, la importancia que al género biográfico se le concedía tradicionalmente en Inglaterra, y asimismo, la ruptura que supone el estilo de Strachey con respecto a la escuela ochocentista de biografía, basada en el enciclopedismo, que descarta la acumulación desordenada de datos, y resume los momentos más importantes en la vida que se trata de contar, resaltando lo más relevante, lo que nos hace comprender la importancia del personaje en cuestión. Dos características, la brevedad y la concisión, se pueden subrayar en su estilo. Y yo añadiría una tercera: una fina ironía. Baste por ejemplo la elegida descripción de sí mismo que hace Gordon en sus Diarios de Jartum, cuando esperaba el desenlace final y desesperaba de recibir la ayuda del ejército: «Sé que si yo fuera el jefe, no me daría empleo a mí mismo, pues soy incorregible» y «Cuando Dios estaba distribuyendo el miedo a las gentes del mundo, y por fin me llegó el turno, no quedaba miedo que darme». Y cuando habla de Lord Harrington, Strachey dice de su éxito: «Por encima de todo, lo amaban porque era aburrido. Con él podían estar siempre completamente seguros de que nunca, bajo ninguna circunstancia, sería brillante, sorprendente, apasionado o profundo.» Esto podría aplicarse perfectamente a la Reina Victoria. De Victoria cuenta que, tras una serie de entrevistas en Balmoral con Flo Nightingale, manifestó: «¡Qué cabeza! ¡Cómo me gustaría que estuviese en el Ministerio de la Guerra!» Sin embargo, era mujer, lo que suponía un fuerte handicap, e implicaba una necesidad permanente de aliados políticos (como en su caso lo supuso Sydney Herbert, en el Ministerio de la Guerra) que pudieran escuchar y llevar a cabo sus iniciativas o permitirle libertad de movimiento. Las incursiones en el terreno teórico de Miss Nightingale, son comentadas por Strachey, como sigue: sus «Sugerencias para pensar, dedicadas a los artesanos de Inglaterra buscadores de la verdad» (1860) resuelve, a lo largo de tres gruesos volúmenes, las dificultades –hasta entonces, cosa curiosa, irresueltas (sic)- relacionadas con materias tales como la fe de Dios, el plan de la creación, el origen del mal, la vida futura, la necesidad y la libre voluntad, la ley, y, en fin, la naturaleza de la moralidad. Al parecer, los «artesanos buscadores de la verdad» no reaccionaron ante sus logros teóricos; por otra parte, le envió un ejemplar a Stuart Mill, que cortésmente acusó recibo pero declinó entrar en polémica con ella.

El aspecto psicológico de la personalidad de los biografiados, es otro punto a resaltar como novedoso en el momento en que se publicó el libro. Hay una intención de profundizar en aspectos que hasta el momento no se habían tratado por pudor o prejuicio, encontrando en la infancia de los personajes algunas de las claves de su existencia posterior, así como sueños, deseos, e inquietudes. Claro que en este aspecto, el autor se atribuye una interpretación que podrá ser o no cierta, pero son sugerencias que nos amplían la visión que trata de mostrar. También cuida Strachey los personajes secundarios con tanto mimo casi los principales, consiguiendo que participen de la historia y ofreciendo un marco adecuado. Quizás peque el autor de primar la parte literaria sobre la histórica al recrear determinados momentos en la vida de sus biografiados, no absolutamente documentados, pero sí creíbles y de este modo más humanos. El propio Strachey, en su Prefacio, dice: «Mi intención ha sido ilustrar antes que explicar. (…) Pero en las biografías de un hombre de la iglesia, una autoridad en asuntos educativos, una mujer de acción y un aventurero, he intentado examinar y elucidar ciertos fragmentos de esta verdad que captaron mi imaginación y me vinieron a mano.(…) La tarea del biógrafo no es hacer cumplidos, sino exponer los hechos del caso como él los entiende. Eso es lo que he intentado hacer en este libro.»

La publicación del libro, 1918, coincide con el final de una guerra que ha conmocionado a Inglaterra, a Europa, y que ha hecho tambalearse los pilares de la sociedad occidental, rompiendo moldes y cambiando los planteamientos públicos y privados ante la vida, planteamientos que el victorianismo mantenía inmutables. Y en la medida en que el espíritu del libro contiene ese nuevo enfoque, esa crítica sutil e irónica que otros intelectuales de su generación y siguientes empiezan a esgrimir ante el monolítico sistema victoriano, que tras su imperturbable fachada escondía un patio trasero lleno de inconfesables miserias, podría considerarse como una suerte de posicionamiento generacional, lo cual hizo que su aceptación por el público fuera tan exitosa.

Ariodante
Noviembre 2009

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13 comentarios en “VICTORIANOS EMINENTES – Lytton Strachey

  1. Urogallo dice:

    Yo diria que Florence Nightingale si es muy conocida en España, y por encima del General Gordon. Otra cosa es si es debidamente conocida, ya que modernamente su halo de santidad ha sido muy revisado en Inglaterra. Sin ir más lejos, en EL VALLE DE LA MUERTE, se revisa profundamente la benevolente visión de la dama del farolillo.

  2. ARIODANTE dice:

    Bueno, el propio Strachey le da un buen repaso, la mujer debía ser una sargenta de muchísimo cuidado. No conozco el libro del que hablas, Uro. Y supongo que también habrá alguna peli sobre el tema, ¿no? Pero no recuerdo ninguna.

  3. ARIODANTE dice:

    Si, había leído ya tu reseña; cuando Florence llegó a Crimea ( llegó a Escutari, un suburbio asiático de Constantinopla el 4 de noviembre de 1854), acababa de ocurrir lo de Balaclava (25 de octubre de 1854) y lo que se encontró en los hospitales hubiera desesperado al más lanzado.
    Para febrero de 1855 la tasa de mortalidad había caído de 60% al 42.7%. Mediante el establecimiento de una fuente de agua potable así como usando su propio dinero para comprar fruta, vegetales y equipamiento hospitalario, para la primavera siguiente la tasa había decrecido otro 2.2%.
    Fuera lo que fuera posteriormente, lo cierto es que su trabajo en Escutari fue impresionante.

  4. Urogallo dice:

    No tengo el libro para consultarlo, pero investigaciones modernas no aportan un saldo tan positivo. Si mencionan en cambio a otra persona, comunmente olvidada por la historia. Pero no no tengo el dato ahora mismo.

  5. Urogallo dice:

    Vale, viva el google.

    http://en.wikipedia.org/wiki/Mary_Seacole#Crimean_War.2C_1854.E2.80.9356

    Mary Seacole. Frente a Nightingale que lo único que hizo fué mejorar las condiciones fisicas de habitabilidad ( Que ya era mucho) fué Seacole la que se esforzó por proporcionar a los soldados un tratamiento adecuado a sus necesidades.

  6. ARIODANTE dice:

    Bueno, yo hablo de un libro que fue publicado en 1918. Lógicamente puede haberse investigado posteriormente y quizás hayan datos de los que no pudo disponer Strachey. Pero de un modo u otro, lo que sí es cierto es que el empujón que Nightingale le dio al tratamiento de los enfermos/heridos militares y a los hospitales, fue el detonante para que se empezaran a tomar medidas que poco a poco comenzaron a cambiar el panorama. Sus dotes fueron más como organizadora y planificadora que como enfermera, propiamente. Ella no habia estudiado medicina, y sus cursillos sobre enfermería ya te puedes imaginar lo que serían. Pero llegó alli y vio lo que vio y decidió mover cielo y tierra hasta conseguir que la maquinaria burocrática empezara a moverse. Y abochornó a más de un funcionario, al resolver ella con su propio pecunio muchas de las dificultades que le planteaban.
    ¿Que era una mojigata? ¡Por supuesto! pero una mojigata con dotes de organización.

  7. ARIODANTE dice:

    Me parece que Strachey no la nombra en su libro. Pero quizá me equivoque. Habla de las 38 ayudantes, pero no recuerdo si especifica nombres, desde luego no recordaba este. Claro que todas ellas fueron tan heroicas como la Nightingale (ya sólo el hecho de desplazarse hasta alli y aguantar aquello, merece una alabanza). Pero recuerda que este grupo de ensayos es a modo de biografías, con lo que no trata exclusivamente el hecho de Crimea, sólo es una parte del ensayo.

  8. Urogallo dice:

    Seacole no fué ayudante de Nightingale, que la rechazó, posiblemente por su raza.

    En todo caso también está demostrado que la primera en organizar la atención a los enfermos fué Seacole en el Caribe, lo que tampoco se le reconoció, nuevamente por su color de piel.

    Esto no quita a Nightingale su mérito, pero si lo pone en perspectiva.

  9. ARIODANTE dice:

    Me imagino. Si lo de la Nightingale fue meritorio, siendo mujer, (que ya de por sí era una discriminación) lo de la que tu hablas aun sería más, por ser mujer y negra (doble discriminación). Estudiaré el caso en la red.

  10. Rodrigo dice:

    Como Strachey siga en este libro una línea similar a la de La reina Victoria, ya me parece que será una interesante lectura. Eso sí, el precio es algo excesivo, así que veré si lo encuentro en biblioteca.

    Me atrae la intención crítica a que aludes en el último párrafo, Ario. Strachey, uno de los leones del Bloomsbury, propinando unos cuantos zarpazos.

    Muy buena reseña.

  11. ARIODANTE dice:

    Si, Rodri, pero los zarpazos de Strachey, a primera vista parecen suaves arañazos, son terribles cargas de profundidad. Es curioso cómo, siendo partícipe por nacimiento -quizás por eso, que le permite un conocimiento profundo de su propia clase social- de una posición de poder, tiene la agudeza de ver a través del espejo, ver lo que hay detrás, y sugerirlo con unas cuantas frases atinadísimas. Y además se atreve con personajes muy queridos, idolatrados (y por tanto, desfigurada su realidad) por el público británico victoriano, empezando por la propia Reina. En mi opinión, es casi más fiable esta visión que la que aportaba H G Wells, o D H Lawrence, que provenían de un estamento inferior y resentido, lo cual también desvirtuaba vu visión.

  12. Hindenburg dice:

    Por Dios, al principio leí el título como » Victorianos dementes «. Me hacen falta una comida o unas gafas para leer de cerca, aparte de las de miope que ya uso…

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