UNA MUJER EN LA TORMENTA – Judith Merkle Riley

Una mujer en la tormenta – La mujer tiene menor capacidad que el hombre para juzgar las cualidades abstractas. Por consiguiente, lo que una mujer debe hacer es guiarse en estas cuestiones por la opinión del hombre. Aristóteles deja bien sentada la cuestión cuando dice que la única virtud de que es capaz la mujer es la obediencia.
Bastaba con eso: Aristóteles era una autoridad aplastante. Margaret bajó la vista al bordado, aniquilada. El fraile no veía la expresión de su cara.
– Ese Aristóteles, era un hombre ¿verdad?- inquirió ella, sin que fray Gregorio advirtiese el leve tono irónico.
– Desde luego- respondió él.
– Sí, claro –añadió ella, sin levantar la cabeza, porque le costaba ahogar la risa.


Este diálogo representa el conflicto que subyace en todo el libro.

No se trata de un hecho histórico, aunque toda la trama transcurre en la Inglaterra medieval, de la que describe la vida diaria, costumbres y ambientes de la época, por otro lado originales y raros en este tipo de libros, sin faltar esa dosis de oscurantismo de pócimas, alquimia y experiencias religiosas.

Tampoco es una novela de “amor y lujo”, pues la protagonista nace en el campo y vive en los ambientes humildes y de la incipiente burguesía, no encontraremos nobles ni caballeros ni guerreros ni cruzados, como no sea las relaciones de amo hacia sus inferiores, que también tienen su aquél.

De una forma u otra, la protagonista aúna en sus peripecias casi todas las situaciones y vivencias de los seres marginados en aquella época: las hijas humildes, las esposas maltratadas, las curanderas y comadronas, los feriantes, los reos de un sistema inquisitorio… Vive sin entender el sistema que intenta someterla, no se rebela contra él pero tampoco deja que la encierre en sus esquemas y le parece de lo más natural el querer dejar sus memorias a sus hijas o a las hijas de sus hijas, o a alguien que en algún momento pueda leerlas. Para eso necesita una pluma, un escribiente, fray Gregorio, uno de esos segundones que se empeña en tener un encuentro divino, a base de penitencias y sacrificios, y la antítesis de la protagonista, hombre, culto, supuestamente más libre pero igualmente preso de un destino, que aceptará por razones fundamentalmente económicas y gastronómicas el encargo de convertir esa vida insignificante en un libro.

Lo mejor, sin duda, la relación entre los dos, la influencia de uno en el otro, la cara y cruz del mundo que les toca vivir y cómo los papeles se tornan. Una y otra vez, el discípulo se vuelve maestro.

También destacaría personajes secundarios entrañables y pasajes muy logrados, como la escena de los partos simultáneos o el interrogatorio de los inquisidores.

Por supuesto, también tiene peros, aunque no los revelaré aquí pues pertenecen al final y sería como contar quién es el asesino. En cualquier caso, merece la pena el resto.

Para los que la quieran adquirir, debo recomendar librerías de segunda mano, pues es de 1989 y, aunque hay ediciones posteriores, no son tan recientes.

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48 comentarios en “UNA MUJER EN LA TORMENTA – Judith Merkle Riley

  1. cavilius dice:

    Curiosa novela, Aretes, y estupenda exposición. Sobre la cita del libro que pones en cabecera, digo yo que tampoco es cuestión de echarle toda la culpa de la discriminación histórica de la mujer al pobre Aristóteles, que escribió muchas cosas buenas y otras no tanto. Aunque sí es cierto que lo que él dejó escrito fue creído a pies juntillas durante siglos (y aún hoy), y es que el argumentum ad verecundiam, a la autoridad, es una falacia que anula la capacidad de pensar del más pintado. Y si no, a ver qué hacen tantos famosillos en la tele anunciando natillas, coches o colacaos.

    Triste papel el de la mujer a lo largo de la Historia; por suerte, de un tiempo a esta parte las cosas han ido cambiando. Y si no, en Hislibris mismo tenemos el ejemplo: aquí estás tú, Aretes, que ya hasta te dejan hacer reseñas y todo.

    Vale, vale, era broma, que el humor también es otra virtud de la mujer, junto con la que decía Aristóteles…

    Bueno, ya me voy…

    Saludos.

  2. pepe dice:

    Maravilloso, mi segundo intento también está retenido. Hace unas horas escribí un comentario que está esperando moderación (magnífico título para un libro, por cierto) de modo que pensé copiarlo y pegarlo en otro porque ver una reseña estupenda con un solo comentario me produce cierta incomodidad. Hecho esto he pensado «tendría gracia que ahora volviera a pasarme lo mismo». Pues me ha pasado, así que vuelvo a copiar todo y a enviarlo por tercera vez. Espero que Richar se dé cuenta y no ponga después los dos comentarios anteriores.

    Aretes, me uno a las felicitaciones de Cavilius. Creo que leí el libro hace tiempo, aunque no estoy seguro del todo. Sé que he leido dos de esta autora y que uno de ellos me ha parecido estupendo: El oráculo de cristal, ambientado en la Francia del rey Sol y con un trasfondo de hechicería. Tal vez el otro sea el que tú reseñas, pero quizá lo confundo con El diablo del agua, de la misma autora. En cualquier caso, sea cual fuere mi segunda lectura, no me gustó tanto como el que cité primero. Esta tarde cuando vuelva a casa saldré de dudas.

    Saludos.

  3. cavilius dice:

    Ahondando en la cuestión (eufemismo de «hurgando en la herida»), me viene a la memoria un librito de otro filósofo, Immanuel Kant, titulado Consideraciones acerca de lo bello y lo sublime y escrito a finales del s.XVIII. En esta deliciosa obra, Kant (cuyo conocimiento de las mujeres se sustentaba en el hecho de que nunca se casó, y cuya vida por cierto estuvo infinitamente más cerca de la beatitud que del libertinaje, por decirlo así) concede al género femenino la cualidad de lo bello: la mujer es capaz de producir y percibir cosas bellas, en ella misma hay belleza. El hombre, en cambio, está más capacitado para la cualidad de lo sublime, rasgo éste que al bello sexo se le escapa. Vale decir que Kant distingue también entre naciones bellas y naciones sublimes, y lo mismo con las razas, si no recuerdo mal. A ver si tengo un poco de tiempo luego y pongo alguna cita, porque creo que valdrá la pena.

    Saludos.

  4. Nivga dice:

    Hace tiempo que leí este libro y su continuación, En busca del León Verde, y me gustaron algunas cosas pero otras no tanto. Pero sí recuerdo que los leí con rapidez y ahora pienso, tras la estupenda reseña de Aretes, que no supe apreciar sus detalles y sutiles descripciones del día a día de las personas corrientes, ofuscada por el planteamiento del libro que me pareció bastante increíble: que una mujer que no era un personaje público poderoso tuviera la ocurrencia de ponerse a escribir las memorias de su ‘pequeña vida’.
    Por eso me propongo leer la tercera parte de la vida de la protagonista con mucha más atención (acabo de buscar el título, es El diablo en el agua, por si os interesa).
    Felicidades Aretes y saludos a todos.

  5. Aretes dice:

    Perdón por la tardanza en contestar pero es que ayer tuve una de esas experiencias bellas, nunca mejor dicho. Mi hijo se despedía del colegio y, siguiendo con la tesis de Kant, si, el género másculino, o sea su padre, se fijaba en lo sublime, en la importancia del acto y en su transcendencia, mientras que yo seguía viendo a mi niño, ese que empezó a gatear con una pierna estirada, que le costaba comer, que no quería ir a la guardería, que pasaba conmigo mañanas en el parque, que venía con los problemas de sumas y restas, que se enamoró en 1º de la ESO, que salió su primer fin de año… y si, es bello todo lo que atesoramos y lo que callamos las mujeres, quizá el sexto sentido sea no tanto en crear belleza sino en la capacidad de descubrirla y darle la importancia que merece.
    Perdonad el comentario pero no creí que me fuera a emocionar tanto que me durara hasta hoy, pero como viene algo a cuento, ahí lo dejo.

  6. clio dice:

    Pues yo leí éste y el Oraculo de cristal, pero no tenia idea que hubiese una continuación de Una mujer en la tormenta, trilogía por más señas, recuerdo que éste me gustó más que el Oraculo, pero hace demasiado tiempo que lo leí, tendré que repasarlo ( Dios! desde que entro en hislibris, no sólo se me acumula la lectura nueva, si no que he de repasar lo ya leido creo que voy a necesitar dos vidas más de lectura ininterrumpida, y eso que solo me dedico a la novela histórica…)

  7. Aretes dice:

    En cuanto al libro, como diría Umbral:

    Cavi: hemos evolucionado hasta el punto que a mi me dejen hacer reseñas e incluso me las publiquen, pues ya es evolucionar, si.
    Pepe: sabía que había una segunda parte, pero me dio miedo perder el buen sabor de boca que me dejó ésta y ni la busqué.
    Nivga: ciertamente es una novela escrita para disfrutar pedacitos de, como se comentaba en otro hilo, intrahistoria, como fotogramas de una película. Cuando hay un pasaje que lo merece, lo releo más despacio.
    A los tres, gracias por vuestros comentarios.

  8. Aretes dice:

    Clío: nos hemos solapado. Si te sirve de consuelo, comparto tu falta de tiempo y la acumulación de títulos. Yo también tengo alguno que va a repetir a causa de los comentarios de Hislibris.

  9. cavilius dice:

    El bello sexo tiene tanta inteligencia como el masculino, pero es una inteligencia bella; la nuestra ha de ser una inteligencia profunda, expresión de significado equivalente a lo sublime … La meditación profunda y el examen prolongado son nobles, pero pesados, y no sientan bien a una persona en la cual los espontáneos hechizos deben sólo mostar una naturaleza bella … A una mujer con la cabeza llena de griego, como la señora Dacier… parece que no le hace falta más que una buena barba … La mujer, por tanto, no debe aprender ninguna geometría; del principio de razón suficiente o de las mónadas sólo sabrá lo indispensable para entender el chiste en las poesías humorísticas con que se ha satirizado a los superficiales sutilizadores de nuestro sexo … Del universo, igualmente, sólo es menestr que conozcan lo necesario para hacerles conmovedor el espectáculo del cielo en una hermosa noche…

    Kant, autor de la Crítica de la Razón Pura, de la Crítica de la Razón Práctica, «creador» del imperativo categórico, figura clave en la historia de la filosofía y punto de referencia para todos los filósofos posteriores, era hijo de su tiempo, como también nosotros lo somos del nuestro. Y es bien cierto lo que dijo el filósofo (y hombre, me temo) Hegel: los prejuicios constituyen el sentido común de cada época.

    Saludos.

  10. clio dice:

    !Un misógino este Kant¡

  11. Arauxo dice:

    ¡Una anacrónica, esta Clío!

    (Y mil perdones, Aretes. No estoy ninguneando tu reseña. Me parece muy interesante, pero quisiera encontrar algún ratillo para añadir algo más al «muy interesante». La pongo en cola)

  12. clio dice:

    Aclarame ese anacronismo, Arauxo, no te entiendo

  13. Arauxo dice:

    Pues está bien claro, Clío, y además vengo «denunciando» ese tipo de anacronismo desde que entré en Hislibris: Kant no era más misógino que el resto de sus contemporáneos. Como dice Cavilius, era hijo de su tiempo, como también nosotros lo somos del nuestro. Y es que lo que para nosotros es misoginia, para un hombre del siglo XVIII, no era más que expresar y reconocer la verdad sobre la condición y naturaleza de la mujer. De los hombres es propia la meditación profunda y de la mujer, la belleza, la ternura y la discreción. Enjuiciar las categorías mentales, morales y estéticas de 1700 y pico bajo el prisma de los valores, esquemas y pautas de comportamiento propios del siglo XXI es… anacronismo en estado puro, es decir (y como reza el Diccionario de la Real Academia Espeñola), «Error que consiste en suponer acaecido un hecho antes o después del tiempo en que sucedió, y, por extensión, incongruencia que resulta de presentar algo como propio de una época a la que no corresponde«.

    A mandar.

  14. Valeria dice:

    Anacronismo o no, la lástima fue que la señora Dacier no le diera un soberano bofetón a don Immanuel…. por la mención a la barba, que no dudo que sería un comentario totalmente fuera de lugar en el siglo XVIII.

  15. Arauxo dice:

    Pues no sé, Valeria, pero arrearle el susodicho bofetón si que hubiese estado fuera de lugar, sí…

  16. cavilius dice:

    No sé, Vale, a lo mejor te hubiera pasado lo que al protagonista de esta anécdota que Thomas de Quincey cuenta sobre Kant en su desternillante obrita Del asesinato considerado como una de las bellas artes:

    «En un tiempo, por razones de salud, Kant andaba unas seis millas diarias en el camino real. Esto llegó a oídos de alguien que tenía sus razones personales para cometer un asesinato y que se sentó en la tercera piedra miliar a partir de Könisberg a esperar a su «pretendido». Kant llegó a la hora exacta, puntual como un coche de correo. De no mediar un accidente era hombre muerto. El accidente estuvo en el carácter escrupuloso y, como diría la señora Quickley, quisquilloso de la moralidad del asesino. Un viejo profesor, se dijo, estará abrumado de pecados … El asesino era un aficionado que comprendió lo poco que ganaría la causa del buen gusto con el asesinato de un metafísico viejo, árido y adusto que no le daría ninguna oportunidad de lucimiento, puesto que no era posible que, una vez muerto, se pareciese más a una momia de lo que ya se parecía en vida.

  17. Valeria dice:

    En que quedamos, Arauxo ¿enjuiciamos el comentario enmarcándolo en su momento histórico? ¿Se ofendería en el siglo XVII una dama culta? ¿Estaría fuera de lugar en ese siglo que la señora Dacier, en cuanto volviese a ver al filósofo, le arrease? Quizá lo habitual sería que algún pariente de la ofendida le enviase a su padrino, yo que sé. Pero no se me ocurriría decir al hilo del texto que se trata de un comentario de mal gusto y que su autor debería acudir a un psiconlalista porque esos comentarios sobre la presencia de vello facial en una notable dama asociados a sus grandes conocimientos de griego presuponen , según Freud, un problemas en sus relaciones con las mujeres debido a un trauma de la infancia, por decir algo. Ni le recomendaría a la ofendida señora -si fuera menester una consulta en corporación dermoestética. En fin, que digo yo por el contexto que ese fue un golpe bajo para la pobre señora, seguro, lo infiera Kant o su porquero. Pero no te preocupes que soy pacífica y noviolenta y no le pego a nadie.

  18. Arauxo dice:

    Yo, por si acaso, no voy a llevarte la contraria…

  19. Valeria dice:

    Ya lo dijo Cavi al principio:

  20. Valeria dice:

    «que el humor también es otra virtud de la mujer, junto con la que decía Aristóteles»

    (despareció de la anterior intevención)

  21. clio dice:

    Bueno la palabra puede que sea actual y anacrónica, pero la actitud es antigua como el hombre y me da lo mismo que sea Kant o Aristoteles, gracias a que hoy podemos aplicar palabras anacrónicas que expresan bien esa «condescendencia» masculina, y de momento no nos cuelgan por ello…

  22. Arauxo dice:

    No, Clio. La palabra no sólo es anacrónica sino inapropiada, y también lo es el concepto y la «actitud» que describe, como tú la llamas, si se aplica a las categorías mentales que conforman las pautas de comportamiento social en cualquier época. Las sociedades pretéritas no han sido nunca misóginas; en todo caso habrán sido machistas, pero no misóginas. Por supuesto, en todo tiempo y lugar ha habido misóginos… que nunca han representado el «sentir» general de una sociedad. Ninguna cultura antigua, medieval o moderna se ha fundamentado en el odio a la mujer, incluso cuando la identificaba como encarnación del pecado… Simplemente, la consideración del género femenino ha cambiado con el tiempo y, de un modo radical, sólo en el último siglo. Las palabras de Kant no reflejan odio alguno hacia la mujer; y, si me apuras, tampoco desprecio. Kant -o Aristóteles- estaba describiendo la realidad del siglo XVIII -o la del siglo IV a. C.- tal cual era -o tal cual se entendía-, es decir, una sociedad en la que los roles de ambos sexos eran bien distintos y en la que se percibía la naturaleza, las cualidades, las capacidades y las funciones de ambos como diferentes. ¿Que «la actitud es antigua como el hombre»? Claro que sí. Mucho más antigua de lo que pensamos, porque, posiblemente estemos hablando de millones de años. Y precisamente por ello, no se puede acusar a los hombres de épocas anteriores de «condescendencia» masculina. Eran lo que eran: hijos de su tiempo y producto de la Historia, de una Historia en cuyo origen, los hombres salían a cazar y las mujeres cuidaban la casa y criaban a los niños. ¿Eran ellos misóginos? En absoluto. Amaban a sus mujeres y «cuidaban» de ellas, porque, desde su posición físicamente dominante, esa era -y así se entendía- su responsabilidad. ¿Eran machistas? No, o, al menos, conscientemente no. Porque no había referencias ni patrones de sociedades o culturas «feministas» o «igualitarias». Despreciar su mentalidad por su comportamiento o su manera -honesta, decente, correcta, «normal», no se olvide- de entender la vida, es… anacrónico e injusto, como lo sería condenar la cultura griega por pedófila o la romana por supersticiosa; o como despreciar, por ejemplo, a todas las civilizaciones anteriores a la nuestra por explotación infantil. Cuando acusamos a los «antiguos» de ser precisamente «antiguos», somos nosotros los que estamos pecando de «condescendencia», una petulante condescendencia que «perdona la vida» a todos los que pasaron por aquí antes que nosotros…

    Un saludo no muy provocador, pero sí un tanto pejiguera…

  23. clio dice:

    Quizás lo que más duela de ese párrafo de Kant es la condescendencia «intelectual», a los otros «roles» ya estamos hechas, y sí un tanto pejiguero si que estas con el anacronismo, no puede una decir ná, jomío…

  24. Arauxo dice:

    Bueeeeeeeeno. Seré condescendiente contigo…

    (Pero que conste que yo no soy misógino. Eso solo describiría la mitad de mi ser. Soy… misántropo, que es mucho más interesante).

  25. cavilius dice:

    Misanacrónico, diría yo.

    O misántropo crónico.

  26. Arauxo dice:

    Y misocavílico.

  27. cavilius dice:

    En todo caso, eres «mis» algo. (¿Eso te convierte en ganador de algún concurso de belleza femenino?).

  28. cavilius dice:

    (Dada la ausencia prolongada de la autora de la reseña, disfruten Vds. de estos minutos chascarrilleros…)

  29. Aretes dice:

    Pues la reseñadora vuelve al estado activo.
    Entiendo lo que dice Arauxo, la historia se tiene que ver con un cristal que se adecue a su tiempo. Si el que le toca es rojo, pues veremos todo colorado y no por eso debemos acusarles de estar subido de tono. Siempre pensé que, a pesar del «color» que tocara en cada época, en el día a día, en la vida cotidiana de la gente, habría un filtro, porque, aunque el sentimiento general fuera ningunear al sexo débil, ellas no dejarían de pensar o sentir porque fuera la suposición oficial ni de tener su importancia, aunque fuera en su casa o en su matrimonio.
    Realmente el libro, como ya comenté, tiene dos aspectos interesantes: la descripción de personajes y vidas «corrientes» en la edad media y la contraposición de la visión oficial de la mujer y esa realidad en una en concreto, personificadas ambas en los protagonistas.
    En el fondo es una venganza velada, una burla, de cómo esas circunstancias, como dice Arauxo, que eran como eran, tenían un trasfondo que iba más allá del mero papel que les tocaba vivir.

  30. Federica dice:

    Acaba de publicarse una pequeña obra: en tamaño, en número de páginas. Pero muy grande en calidad y en la temática. Trata de la discriminación histórica de las mujeres. Me gusta más el plural que el singular. Pues la Mujer no existe. Como tampoco existe la realidad que se denomina con la palabra Hombre. Existen en su pluralidad. Y las mujeres se han llevado la peor parte de nuestra inhumana historia

  31. Federica dice:

    Dice el profesor Romano que «Por lo que sabemos de la historia, siempre hubo mujeres que se rebelaron contra su situación, desde Lilith o Eva. Lo que pasa es que la historia la han contado generalmente los hombres. Por lo tanto, a su manera, es decir, justificando su dominio y sus privilegios sobre la mujer. Me parece que una de las ideas del libro es contar la evolución de esa discriminación, por un lado, y de la lucha de las mujeres por salir de ella, por otro».
    El libro es de Vicente Romano «Sociogénesis de las brujas».

  32. Aretes dice:

    Saludos, Federica, pues no hemos coincidido antes, creo.

    El caso es que releyendo este hilo a causa de tu intervención, y en honor a la verdad, contra lo que pueda parecer, no se trata de una mujer que revindica un puesto al que en esa época de ninguna forma podía aspirar. Y eso fue lo que más me llamó la atención, dentro de sus posibilidades intenta sobrevivir y llevar a cabo lo que quiere hacer. De esta forma en un mismo personaje se presentan distintas mujeres con distintas circunstancias y medios que pudieron existir en la sombra, cómo se pudo desarrollar su vida.

  33. Ascanio dice:

    ¿Y yo por qué no recuerdo nada absolutamente de esta reseña? ¿Estaba de vacaciones en Marte o qué?

  34. Aretes dice:

    Es que eres muy selectiva, si yo lo entiendo, mujer…

  35. Ascanio dice:

    Después de redescubrir esta reseña (bueno, más bien descubrir, porque no me acuerdo de ella en absoluto), me gustaría decir un par de cosillas.

    La primera es hacerle una pregunta a Cavilius (más que nada por fastidiar, que ya sé la pereza que le da leer intervenciones de hace tiempo): hablas de la mujer bella y del hombre sublime, y mencionas además que Kant hace extensivos estos adjetivos a las naciones. ¿Recuerdas cómo define lo que es una nación bella frente a una sublime? Es que tengo curiosidad, qué se le va a hacer.

    Otra cuestión. No estoy del todo de acuerdo con la famosa «excusa» del anacronismo. ¿Es que todas las injusticias del mundo se van a deber ahora al anacronismo con el que las vemos? Creo que no. No estamos hablando de Aristóteles, estamos hablando de Kant, mucho más cercano a nosotros. Me niego a pensar que el ninguneo de la mujer se deba sólo a la costumbre o a la educación. Si es así, permitid que os diga que eso dice muy poco de la inteligencia masculina. ¿De verdad todos los hombres pensaban que las mujeres eran simplemente animales de dos patas hechos para su uso y disfrute? ¡Venga ya! Más bien, la teoría que se me ocurre es precisamente una que Arauxo refleja con frecuencia en sus comentarios, y es que «de tanto repetir una mentira, al final acaba por convertirse en verdad». Me inclino a pensar que una de las razones de ese desprecio por la mujer era lavarles el cerebro para tenerlas en casa todo el día con la pata quebrada (que diría mi madre).

    El razonamiento del anacronismo me recuerda a lo que tanto está ahora de moda: no hay personas malas, sino sólo enfermos. Porque parece que, en la actualidad, nadie es responsable de sus actos, sino que todas las malas acciones se deben a traumas infantiles, a que al niño lo dejaban sólo en casa muchas horas, a que cuando era pequeño se cortó un dedo o a que no le gustaba ver Heidi. Ahora resulta que la triste historia de la mujer no se debe al hombre, fíjate qué cosas.

    Eso contrasta con algunos hombres de siglos pasados que sí supieron ver en sus mujeres unas compañeras inteligentes y con las que se podía seguir una conversación que versara sobre algo más que el arreglo de las flores o lo que representaban esa noche en la ópera. Según la «teoría del anacronismo» esos hombres serían, como poco, unos visionarios.

  36. cavilius dice:

    Pues no me acuerdo, Ascanio, pero te lo miraré; creo que más que definiciones, Kant da ejemplos de naciones bellas y de naciones sublimes.

    Y sobre el siguiente párrafo, digo yo que puede que los hombres de esas épocas no tuvieran que lavarles el cerebro a sus mujeres; a lo mejor ya venían de serie con el cerebro lavado.

    (Y me largo pitando antes de que me corran a bolsazos.)

  37. cavilius dice:

    Me asomo otra vez para responder a Ascanio:

    Efectivamente, Kant no define qué es una nación bella o sublime sino que da ejemplos de naciones que son una cosa o la otra. De las notas que tomé cuando leí el libro, hace como 20 años, rescato estas citas de Kant, en especial las referidas a España:

    Entre los pueblos de nuestra parte del mundo son, en mi opinión, los italianos y los franceses los que más se distinguen de los demás por el sentimiento de lo bello, y los alemanes, los ingleses y los españoles los que más sobresalen en el de lo sublime…

    … En el carácter nacional, que contiene en sí la expresión de lo sublime, éste es ya del género terrible, un poco inclinado a lo extravagante, ya un sentimiento por lo noble, ya por lo magnífico. Creo tener fundamentos para poder atribuir el sentimiento del primer género al español, el segundo al inglés y el del tercero al alemán…

    … Nada puede ser más contrario a las artes y a las ciencias que un gusto extravagante, porque tortura la naturaleza, que es el modelo de todo lo bello y noble. Por eso también muestra en sí la nación española poco sentimiento para las bellas artes y las ciencias…

    … El español es serio, callado y veraz. Pocos comerciantes hay en el mundo más honrados que los españoles. Tiene un alma orgullosa y siente más los actos grandes que los bellos. Como su espíritu no encierra benevolencia bondadosa y dulce, resulta a menudo duro y aun cruel … En la sensibilidad del italiano parecen mezclarse la de un español y de un francés; es más sensible a lo bello que el primero y más sublime que el segundo … El francés tiene una sensibilidad predominante para lo bello moral … El inglés es glacial siempre cuando uno comienza a tratarle… en cambio, una vez hecho amigo, está dispuesto a prestar grandes servicios … En el alemán se mezclan la sensibilidad de un inglés y la de un francés, pero parece más cerca del primero … en él se dan felizmente combinados el sentimiento de lo sublime y el de lo bello … El holandés es un carácter ordenado y diligente, y como sólo considera lo útil tiene poca sensibilidad para lo que en un sentido más delicado es bello o sublime…

    … La sensibilidad para el honor es en el francés vanidad; en el español, arrogancia; en el inglés, orgullo; en el alemán, ostentación; y en el holandés, envanecimiento…

    … En el amor tienen los alemanes e ingleses un estómago bastante fuerte, con sensibilidad algo fina, pero que participa más del gusto sano y rudo. El italiano es, en este punto, soñador; el español, fantástico; y el francés, sibarita…

    A mandar.

  38. Ascanio dice:

    Gracias muchacho.
    Bueno, algunas cosillas parecen tópicas (como lo del francés sibarita) y otras sorprendentes: ¿el español es callado? Me parece que Kant no entró nunca en un bar español a la hora del aperitivo, o en un vagón de tren lleno de gente…

  39. Arauxo dice:

    «…muestra en sí la nación española poco sentimiento para las bellas artes…

    El español es serio, callado y veraz. Pocos comerciantes hay en el mundo más honrados que los españoles.

    Pues que Dios le conserve la vista a Kant en la otra vida, porque lo que fue en ésta… Anda que si todos los diagnósticos del filósofo son como éste, es como para creerse su filosofía…

  40. Aretes dice:

    Serían los españoles de esa época, o los musulmanes españoles, o los visigodos españoles o … vete tú a saber…

  41. Arauxo dice:

    O incluso las mujeres españolas…

  42. Cornelia dice:

    Me he topado con esta reseña por casualidad, y me he llevado una gran alegría. Porque para mí éste es uno de los libros a los que más cariño le tengo. Y digo cariño porque, no siendo una gran novela, sí cuenta una historia un tanto fuera de lo común.

    Después de su lectura y relectura (varias veces, lo confieso), constaté que Margaret no desea poder ni fortuna, sino ser ella misma sin que nadie, ni marido, ni padre ni la Santa Inquisición le prohíba hacer cosas que para ella son tan naturales como el respirar. Con el aliciente de que la mayor parte de las cosas que hace son en beneficio de los demás, no en el suyo propio. Ver cómo únicamente con su sentido común consigue que Fray Gregorio vaya variando la opinión que tenía de las mujeres en general, y de ella en particular, es entretenidísimo.

  43. Aretes dice:

    Arauxo, que no, que Kant no se refería a ellas, que lo pone bien clarito más arriba.

    Cornelia, no lo habría podido resumir mejor.

  44. Cornelia dice:

    Ah, se me olvidaba agradecer a Aretes la estupenda reseña. Me han dado ganas de leérmelo por enénima vez…

  45. Epaminondas dice:

    Bien Cornelia, tu opinión de esas que a uno le animan a leer el libro.

    Salud ilustre Cornelia, madre de los Graco!

  46. Cornelia dice:

    Ave, Epaminondas, ilustre tebano. Si alguna vez te lees el libro, espero que sigas teniendo mi opinión como acertada.

  47. JJsala dice:

    «Una mujer en la tormenta» tiene su continuación en «En busca del león verde». No tan bueno como el primero, pero con dosis de magia y fantasía.

  48. Teresa dice:

    Me encantó el libro. De hecho lo he leído como unas cinco veces, es uno de mis favoritos. Y la continuación está bastante bien, aunque siempre han dicho que segundas partes no son buenas. Y ahora, de casualidad, tantos años después, me entero que hay tercera parte. ¡Vaya! Pues que disgusto, porque no encuentro el libro en ninguna parte. Seguiré buscando porque no me lo pierdo.
    Saludines.

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