¡TIERRA, TIERRA! – Sándor Márai

¡TIERRA, TIERRA! Sándor MáraiNo se puede discutir con fanáticos,
y todavía menos, si para colmo son estúpidos

S. Márai

Sándor Márai (Kassa, 1900 -San Diego, 1989), es un escritor húngaro redescubierto en la Europa occidental a finales del siglo XX y sobre todo en los primeros años del XXI, autor de novelas, ensayos, artículos, etc. Aunque en otra parte ya he hablado sobre este escritor, diré, para los que no conozcan su obra, que Márai se enmarca dentro de un estilo elegante, centroeuropeo, burgués, muy en la línea de su contemporáneo Stefan Zweig, y sus novelas están centradas en personajes que reflexionan sobre sí mismos o sobre su pasado, la acción suele ser lenta y a veces casi inexistente, pero se crea un espacio, un aire propio, un mundo que es lo que hace de un escritor que se le recuerde por ello.

Márai también fue colaborador habitual de revistas y periódicos, durante treinta años. Aunque comenzó escribiendo en alemán, idioma que conocía de su infancia (su familia era de origen sajón), pronto decidió usar el idioma materno, el húngaro, idioma cuya única relación genealógica con otro idioma europeo es, curiosamente, con el finés. Por lo tanto, conscientemente se auto-restringía a ser leído en principio por como mucho, diez millones de posibles lectores, los húngaros. Por supuesto, posteriormente ha sido traducido a múltiples idiomas, pero, en un primer momento, su idioma le limitaba a su propio país. Era su propio país, según él mismo lo expresa, su lengua resultó ser su patria, sobre todo al exiliarse, pues continuó escribiendo en húngaro.

La obra que comentamos aquí, ¡Tierra, tierra!, es la segunda parte de sus memorias, que no autobiografía; la primera fue Confesiones de un burgués, en la que trata de sus años juveniles y previos a la segunda Gran Guerra, su primer exilio en París -cuando la dictadura de Horthy en Hungría- y sus viajes por Berlín, Suiza, e Italia.

Estas memorias son también muy semejantes a las de Zweig (El mundo de ayer), en la medida en que no habla propiamente de sí como persona, no nos cuenta apenas detalles de su vida, de su matrimonio, de su ausencia de hijos propios y su hijo adoptivo, de sus relaciones, de sus movimientos. Nos habla de sí como escritor. Y sobre todo y por encima de todo, nos habla del mundo que le rodea, de la época que le toca vivir -y sufrir- y de las razones por las que el escritor se ve en la necesidad de exiliarse por la impotencia de “tan siquiera callar”, ante la situación opresiva creada por la ocupación soviética y la sovietización paulatina de su país.

El libro comienza con la invasión nazi de Budapest en marzo de 1944, sigue con la ocupación -en septiembre del mismo año- del Ejército Rojo y acaba en 1948, cuando, tras una breve estancia en 1946 en París y Suiza para un congreso literario, llega a la conclusión -sugerida indirectamente por las autoridades locales-, de que no puede seguir viviendo en una Hungría en la que incluso su silencio es una colaboración con un régimen que no desea.

Formalmente, el libro está dividido en tres partes:

La primera, tras un breve capítulo describiendo el estado de ánimo al conocer la noticia de que los tanques alemanes estaban entrando en la ciudad, durante el transcurso de una gran comida familiar, una celebración de cumpleaños, excepcionalmente concurrida, pasa a dedicar el resto de capítulos a describir su contacto con los miembros del todopoderoso Ejército Rojo (“Era como si un grupo de termitas hubiese declarado la guerra y luchara de una manera incalculable e imprevisible, con toda la misteriosa capacidad de la materia orgánica” pág.78), contacto que mantuvo mientras estuvo viviendo refugiado en un pequeño pueblecito, Kolozsvár, huyendo de los bombardeos de la capital y tratando de sobrevivir al hambre, las privaciones, y a la progresiva invasión “liberadora” de los rusos. “De hecho, los alemanes son magos. Han acertado a realizar el milagro de que cualquier ser humano decente espere honestamente y lleno de anhelo a los rusos, a los bolcheviques que llegan como libertadores”. (Fuente de la cita)

En esas páginas, muy enjundiosas, analiza el variopinto elemento humano que compone el ejército invasor, sus costumbres y comportamiento (“…me di cuenta de que el verdadero motivo del constante saqueo de los rusos no era la ira que sentían hacia el enemigo fascista, sino, simplemente, su propia miseria” pág.84) , así como el factor cultural oriental frente al occidental (“ había en todo esto algo temible, y no solamente porque a un país vencido habían llegado los enemigos vencedores, los comunistas. Lo más temible es que habían llegado los eslavos” pág. 70) y sobre todo, el factor literario, al que dedica su interés, desengañándose al comprobar que, incluso los oficiales y personas de cierta instrucción, desconocían por completo la grandiosa literatura rusa, y los que más, se limitaban a Gorki y Maiakovski. Tolstoi, Dostoievski, Turgueniev, etc., eran perfectos desconocidos para sus propios compatriotas, y la propaganda soviética sobre el elevado índice de lectura del pueblo ruso era una absoluta falacia. Sin embargo, a la vez comprueba con asombro que la figura de “el escritor” es tenida en altísimo concepto, y de hecho él recibió, en general, –dentro de lo que cabe en la situación bélica, de constante rapiña, hambruna y miseria- un trato cortés y afable (“Tardé en comprender que para ellos cultura era sinónimo, en secreto en el fondo de sus almas, del concepto de huida (…).Huída del yermo vacío de sus vidas” pág.52).

La segunda parte comienza con su retorno a Budapest en el 45 y con la visión de su antiguo piso, en ruinas. Su biblioteca de 6.000 volúmenes destrozada, sus armarios tiroteados y saqueados, y pocas paredes en pie. En esta parte se concentra, sobre todo, en una reflexión sobre el lenguaje y sobre la literatura húngara, que llega en algunos capítulos a hacerse algo arduo, dado nuestro desconocimiento de gran parte de los autores citados, así como de las particularidades del lenguaje magiar. Pero salvando esto, hay otros capítulos muy interesantes en los que analiza el momento político que vive su país en esos años, el proceso de sovietización, de nacionalización y de des-hungarización, si pudiéramos decirlo así. Y el efecto producido entre la gente, y sobre todo, entre los intelectuales. Y aquí descubre que una parte de los intelectuales viaja a Moscú, para asimilar los procedimientos soviéticos, y otros se quedan, pero fingen ignorar lo que está pasando en el país. (“Un régimen que sólo puede sobrevivir si les arrebata a los seres humanos su libertad (…) no puede renunciar a la tiranía, porque esa es la única posibilidad de salvaguardar el poder. Los “ingenieros de almas”, cuando se mencionaban tales asuntos, carraspeaban, sonreían confusos y se ponían a hablar de otra.”pág. 244) (“lo que no se puede consentir es la nacionalización del ser humano.(…)la estatalización del espíritu” pág. 251). “El ciudadano húngaro, que aguardaba con serenidad y esperanza el final del “período de transición”, se entraba un día por el periódico que por “decreto ministerial” ya no eran suyas las tierras que habían estado labrando sus antepasados ni le pertenecía la empresa que habían fundado sus abuelos, ni era propietario del piso en que había estado viviendo, ni tenía derecho al puesto de trabajo obtenido gracias a un título, talento y aplicación y de que ni siquiera era suya su opinión, porque ya no era suya su alma” pág. 256.)

Por último, la tercera parte se centra, al principio, en un viaje que consiguió realizar –no era fácil- por Suiza, Italia y París, invitado a un congreso de escritores, y sus reflexiones y comparaciones con la etapa de entreguerras, que él conoció, sobre todo en París, donde se relacionó con el mundillo intelectual y literario de la época. En esta parte, descubre, decepcionado, que las cosas ya no son como antes de la guerra, que el mundo literario ha cambiado, que los escritores ya no se sientan en los cafés, y que se siente un palurdo (según sus propias palabras) en Occidente. “En este siglo Occidente se ha mentido a sí mismo y al mundo. (…)Ha mentido al hablar de derechos humanos y tolerar a la vez que conquistaran el poder absoluto unos regímenes que humillaban y ofendían a todo lo humano. Ha mentido con la palabra escrita y con la palabra hablada.” (Pág. 310). Y posteriormente, a su vuelta a Budapest, desengañado de lo que ha visto, desarrolla la maduración de su idea del exilio definitivo, maduración difícil y dolorosa, porque a partir de ello el escritor se enfrenta a la soledad, a la lejanía, y a la ausencia de todo aquello que ha constituido su vida: su lengua.

Hay en esta parte un capítulo, el trece, que él atribuye a Lola, su mujer, y que resulta, a mi entender, interesantísimo porque en él se cuenta, en pocas páginas pero muy íntimas y domésticas, –justo lo que parece estar ausente en el resto del libro, más ensayístico- la vida de una familia burguesa del período entre guerras. Trata sobre la abuela del autor y describe solamente una mañana, desde que se levanta hasta que se sienta en la enorme -tuvo 12 hijos- mesa familiar, para el almuerzo. Finaliza así:
“…Pensábamos que simplemente estábamos comiendo. Más adelante comprenderíamos que estábamos haciendo Historia” (pág. 374).

Unas palabras en cuanto al título del libro: “¡Tierra, tierra!”. Pues bien, cuando Márai nos cuenta en su obra cuándo decide exiliarse, recurre a Goethe, que, según él, solía “hablarle” en determinados momentos críticos de su vida. Así, Goethe le dice que “cada uno debía vivir su propio destino. No un destino impuesto por los acontecimientos, por la Historia o por las circunstancias, sino su propio destino, único, irrepetible e individual” (pág 430) “(…) era como un sentimiento de nostalgia a la inversa. En realidad no se trataba de una nostalgia por una tierra determinada, un país o una patria, sino por la Tierra en sí” “Ver lo que vio el joven marinero desde el puesto de vigía de la carabela de Colón cuando, al alba, se puso a gritar, con voz ronca y excitada: ¡Tierra, tierra! A lo mejor ese marinero vive eternamente dentro de nosotros, en cada ser humano, sólo que a veces se queda dormido en su puesto.” (pág.431)

Así que Márai toma su decisión, finalmente, y se pregunta “¿Cuándo sale por fin el tren hacia la Tierra?”

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35 comentarios en “¡TIERRA, TIERRA! – Sándor Márai

  1. juanrio dice:

    Maravillosa reseña, Ariodante, dan ganas de salir corriendo a por el libro. He leido un par de libros de Márai y coincido contigo en su elegancia, en el gusto por escoger la palabra correcta, sin excederse en el calificativo.

    Por otro lado me encantan las lineas que entresacas del texto, esa descripción de los soviéticos, de su pobreza e ignorancia, del desconocimiento de sus escritores. Hace unos años tuve la suerte de ver representada en el Centro Dramático Nacional una obra de Juan Mayorga «Cartas de amor a Stalin» basada en la vida de Mijail Bulgakov, que reflejaba la angustia del intelectual ante el poder omniscente de un dictador que decide su destino.

    Gracias y a la librería a por el libro que reseñas.

  2. pepe dice:

    Magnífica reseña, Ariodante. Es verdaderamente curioso que este autor esté tan de moda cuando sus obras están llenas, según cuentas, de continuas y extensas introspecciones, interminables monólogos y muy poca acción. Es verdad que consigue recrear una atmósfera especial, pero aún así me sorprende un poco su éxito. Influido negativamente por tanta notoriedad debo confesar que he leído únicamente una novela suya, El encuentro, que sin embargo me pareció estupenda.

  3. Rodrigo dice:

    Gran reseña, Ariodante. El libro ya está en mi poder, y espero disfrutarlo pronto.

    Saludos.

  4. Ariodante dice:

    Gracias, Juanrio, Pepe y Rodrigo. Me alegro que os haya parecido bien. Para mi ha sido un verdadero descubrimiento, este autor. Inmersos en un mar de acción, aventuras trepidantes, guerras, polémicas, etc., da gusto, de vez en cuando, un poco de sosiego y reflexión. Sobre todo cuando lo que te proponen como tema de reflexión resulta ser interesantísimo. Yo sólo he leído de este autor «El último encuentro», además de ésta, claro, y me encantó. Como habréis podido ver, hice la reseña para la Revelación, porque aqui no pegaba, al no ser novela histórica. El mes que viene me dispongo a zamparme la primera parte de las memorias, que me ha dejado una amiga, y espero poco a poco ir leyéndome toda la obra de Márai publicada en español.

  5. Rodrigo dice:

    Parece ser literatura de nota, Ariodante. Acabo de leer «La herencia de Eszther», que me ha gustado mucho, y en la pila espera la que reseñaste en LaRevelación, además de «¡Tierra…!». Todo por tus recomendaciones.

    Te debo una, querida contertulia.

  6. Toronaga dice:

    Un libro muy bueno, de Sandor Márai merece la pena leer todo…

  7. Rodrigo dice:

    He emprendido al fin la lectura de “¡Tierra, tierra!”. El libro, sencillamente, se deja devorar. De verdad es tan bueno como lo presenta Ariodante. El primer centenar de páginas comprende fundamentalmente la angustiosa observación del conquistador soviético y un enjundioso contraste entre lo occidental y lo oriental, justamente lo que Ario señalaba. Por momentos esta parte puede parecer plagada de prejuicios y abundar en generalizaciones espurias o lugares comunes; el punto es que se trata de formulaciones tentativas, jamás tajantes, basadas en la propia experiencia de un observador que, por demás, es un sincero admirador de la gran literatura rusa –y que incluso parece tener un gran conocimiento de la literatura rusa de segunda o tercera categoría-. Uno de los temas de esta observación (también destacado por Ariodante) es el de la misteriosa veneración que aquellos toscos invasores, los soviéticos, profesaban a la cultura –de la cual tenían una noción muy vaga, incluso distorsionada- y a la profesión de escritor. Aparte lo señalado al respecto en la reseña, vale destacar la respuesta dada a Márai a la pregunta de por qué ellos, los soldados rusos, al enterarse de su condición de escritor, decían simplemente: “Jarasho” (‘Bien’). Estaba bien –le responde el soldado-, “porque si tú eres escritor puedes decir lo que nosotros pensamos”. Márai, a continuación: “La carrera de un escritor no suele merecer muchos reconocimientos. Pero yo conservo esa frase como una condecoración muy especial”. Significativo.

    Una perla: en las primeras páginas, un pariente del escritor defiende a los nazis y larga esta agudeza: “¡Yo soy nacionalsocialista! […] Tú eres incapaz de comprenderlo porque tienes talento. Yo no tengo talento, así que necesito el nacionalsocialismo”.

    Más adelante se topa uno con la reflexión apuntada por Ario acerca de la lengua húngara y su literatura, asunto atractivo por el aislamiento de esta lengua –lo que le impone condiciones difíciles- y la abstrusa relación de la literatura húngara con un público de características informes (no es la aristocracia, más bien inculta, ni una burguesía comparable a la francesa). Aquí asoma repetidamente el nombre de Deszö Kosztolányi, escritor húngaro a quien Márai estima profundamente. Esto es interesante, porque Ediciones B y su filial Bruguera han publicado recientemente las cuatro novelas que este autor escribió –aparte de volúmenes de poesía y ensayo-. Aprovecho de recomendarlas calurosamente; son muy buenas. Por lo que voy captando, Kosztolányi fue uno de los modelos literarios predilectos de Márai, tanto por temática como por estilo.

    En fin, como siga así, «¡Tierra, tierra!» resultará una lectura redonda.

    Saludos.

  8. Ariodante dice:

    Me alegro, me alegro, sabía que te iba a encantar, Rodri. Es un libro interesantísimo por sus reflexiones. Yo estoy ya esperando que cuando venga mi hijo me traiga la primera parte de las memorias («Confesiones de un burgués»), aunque la amiga que me lo presta me advirtió que era más flojillo que el segundo. Y también me ha dejado un par de novelitas de Kosztolanyi.
    Si, el cometario sobre los nazis y el talento no tiene desperdicio,¡ja ja ja!

  9. Rodrigo dice:

    Bueno, bueno, tengo en mi poder «Confesiones de un burgués», Ario. Ya le llegará el turno, mira que antes he de despachar unos cuantos pendientes.

    Saludos llovidos.

  10. Rodrigo dice:

    Tremendo testimonio, valiosísimo libro hasta la última página.
    Conmovedor el compromiso de Márai con la que considera su única patria, la lengua húngara -aun siendo políglota y un gran conocedor de las tradiciones literarias occidentales. Cómo se habrá sentido de asfixiado en su exilio estadounidense…

  11. Ariodante dice:

    Axfisiado, me imagino que en cualquier sitio, porque su lengua sólo podía hablarla en su país. Y la prueba está en su suicidio. En el momento que le faltó su compañera, su mujer, no pudo soportar el silencio. Qué pena que no hubiera aguantado unos añitos y hasta hubiera podido volver a Hungría. Es como Zweig, que si hubiera aguantado hasta el final de la guerra…pero debe ser terriblemente deprimente el exilio si lo que uno quiere es estar en su país.

  12. Derfel dice:

    Lo estoy leyendo, me está gustando más que Confesiones de un burgués. El primer contacto con los «ivanes» no puede ser más interesante.

  13. Ariodante dice:

    Cierto, cierto. A mí también me pareció mejor ¡Tierra, Tierra! que las Confesiones. Pero los leí al revés cronológicamente. Me alegro que coincidamos.
    Y ahora que hablamos…me doy cuenta que no te he dado mi regalo de reyes virtual, en la sección de Reyes de la papri. Buscaré cuál será el más adecuado y lo colgaré alli. Tú ya lo miras después, si quieres. Saludos!

  14. Derfel dice:

    Quizás sea, estimada ARiodante, que Tierra, tierra… fue escrita de mayor, mientras que las Confesiones el autor no debía de tener más allá de los 30 años.
    Yo creo que las memorias son un género que requiere un cierto poso.
    PD: gracias por el regalo, la intención es lo que cuenta.

  15. Ariodante dice:

    Seguimos coincidiendo, Derfel. Las Confesiones fueron escritas demasiado pronto. La edad deja una impronta.
    Y sí, la intención es lo que cuenta, claro.

  16. maricarmen dice:

    Estoy contentísima de encontrar tanta gente entusiasta de Sándor Márai. Bueno, sobre todo porque en mi círculo desconocen de quien se trata. Desde que leí «El último encuentro», he ido comprando y leyendo todo. Ahora estoy en la primera parte de ¡Tierra, tierra! y estoy disfrutando tanto que he querido saber si alguien comulgaba con mis gustos. Ya veo que sí. Además de todo lo que ya se ha dicho, hay un aspecto muy enriquecedor cuando lees en poco tiempo muchas obras de un mismo escritor, al menos a mí me ha sucedido y con este señor que escribe de forma tan íntima aún más, y es que hay momentos de sus libros que aparecen de nuevo en diferentes obras. Al final, creo que podemos hacernos una idea de su vida, incluso de detalles bastante insignificantes de ella.
    Todo lo que he leído no tiene, para mí, la misma calidad, hay obras un poco más flojas: La amante de Bolzano, La hermana, La extraña… Pero cuando las lees, sabes que es Sándor Márai.

  17. Ariodante dice:

    Pues encantada de encontrarte, Maricarmen; a mi me pasó lo mismo, leí El último encuentro y caí bajo el hechizo de Márai. Por cierto, que no sé si has descubierto que también tengo la reseña de El último encuentro en:
    http://la2revelacion.com/?p=217
    Pásate por alli, que hay oras muchas reseñas interesantes además…

  18. JJSala dice:

    He empezado a leerlo.

    De momento le doy las gracias a Ariodante por haberme descubierto a este gran escritor.

    Curiosamente y al igual que Rodrigo, (sin haber leído antes su comentario) he subrayado el párrafo donde el pariente le dice aquello de «Tu eres incapaz de comprenderlo porque tienes talento. Yo no tengo talento, así que necesito el nacionalsocialismo».

    Creo que esta frase es brutal y esplica de forma clara y precisa la razón por la cual mucha gente, ayer y hoy, se adhiere a ideologias de todo tipo, a la derecha y a la izquierda del marco político, pero también a todo tipo de creeencias, porque carecen/emos de talento, del talento necesario y suficiente para vivir con nuestras propias fuerzas y capacidades.

    Gran reseña Ariodante y, de nuevo, gracias.

    Salud

  19. Ariodante dice:

    Me alegro que te haya gustado el decubrimiento; yo también he descubierto a escritores u obras que desconocía por medio de las reseñas ajenas, y la verdad es que da mucho gusto encontrar autores que no sabías de ellos y que resultan ser muy buenos, coo este caso.

  20. JJSala dice:

    Sigo leyéndolo con lentitud, pues comparte tiempo con otros cuatro.

    Acabo de empezar la tercera parte.

    De la segunda parte sobresaco una frase atribuída al pensamiento de Nietzsche «….quien busca justicia con demasiado empeño y dedicación, en realidad no busca justicia sino venganza.»

    Esto me me hace pensar en ciertos episodios que vienen sucediendo en nuestro país, a raíz de la llamada «memoria histórica», en que se reclama, legitimamente, justicia, pero que más bien parece un no tan legítimo deseo de venganza. No sé, no sé.

    Salud

  21. Ariodante dice:

    Demasiado descaminado no andas, JJ….

  22. JJSala dice:

    Bueno, ya he terminado de leerla.

    No te enfades conmigo Ariodante, pero no considero que este libro sea de historia y menos de novela histórica.

    Yo lo veo como una especie de biografía limitada, como un ensayo biográfico, lleno de melancolía, desengaño y quizás frustración. Está repleto de una añoranza, muy eslava, a pesar de que el autor es magiar.

    Creo que está muy en la línea de Zweig y de Zilay.

    No se, en realidad no entiendo, ni conozco demasiado de estos escritores, salvo un par de novelas leídas hace tiempo y la que nos ocupa, pero intuyo en todos ellos como una «falta de vitalidad» , como si su literatura fuera el reflejo de un espacio y tiempo crepuscular.

    En fin, no se si me explico o solo me enrrollo malamente.

    Salud

  23. ARIODANTE dice:

    A ver, JJ, ¿por qué habría de enfadarme contigo?: claro que este libro no es una novela histórica ni un libro de historia, aunque algo tenga que ver con la historia. Está catalogado en la sección «Memorias». Te recuerdo que aqui caben Biografías,m autobiografías, ensayos, …y novela histórica.

    La memorias precisamente se diferencian de las autobiografías porque pueden concentrarse sólo en una parte de la vida del autor, o incluso mezclar partes de su vida con reflexiones y otros comentarios, como es el caso.
    Concuerdo contigo en que sigue la línea de Zweig, de hecho Márai era un admirador suyo.

    Estos escritores centroeuropeos que vivieron las dos guerras, tienen un cierto «tono» que les identifica. Me refiero a Márai, Zweig (al que he leído una parte importante de su obra), Ludwig, Roth (Joseph, claro). Cada uno a su manera, son escritores del desengaño, la nostalgia de tiempos heroicos pasados, la tristeza por el presente, el suicidio.

    Es curioso que sin embargo, la generación de cineastas centroeuropeos de entreguerras, que ha dado al cine grandísimos autores, transportados a Holywood, claro, (ya que su supervivencia estaba en juego) se hayan refugiado en el humor, aunque a veces ácido, pero han sobrevivido mentalmente gracias a él, mientras que estos escritores, con una dosis menor o casi inexistente de humor, se han visto abocados a la desesperación y al suicidio.

    Pero ¿quien podría suicidarse después de ver «To be or not to be», de Lubitsch? ¿O «La tentación vive arriba», de Wilder?

  24. JJSala dice:

    A ver, Ariodante:

    Perdona, pero ignoraba que este espacio iba más allá de la historia y de la novela histórica. Perfecto.

    En cuanto a lo que dices sobre los cineastas centroeuropeos, creo que el cine obedece a premisas intelectuales y, sobre todo, comerciales, que propician una «salida» humorística y ácida, que no es tan fácil de trasladar con exito a la literatura. O si.

    Salud

  25. ARIODANTE dice:

    Es posible, es posible…pero no necesariamente habría de ser asi. Me refiero al cine. Hay autores, como Fritz Lang, que no son precisamente humorísticos y tampoco hacía cine comercial. Y el decantarse por la comedia, que es mucho más difícil que el drama (me refiero a la altacomedia, a comedias que no son simplemente cine «de risa», sino que tienen un altísimo contenido de crítica social, como es el cine de Wilder, por poner un ejemplo).
    Pero a lo que me quería referir era a las distintas posiciones que un autor puede adoptar frente a su drama particular o al drama histórico en el que está inmerso, sea cual sea el medio que utilice. El cine italiano adoptó la fórmula del neorrealismo, por ejemplo, en los autores que vivieron la guerra. Y también el humor muy personal de Fellini, por ejemplo. ¿Qué autor literario de esos años adoptó una posición humorística? ¿Heinrich Böll? ¿Mann? Quizás en Gran Bretaña, país que dificilmente puede separarse de un cierto humor consustancial a determinado sector social (piénsese Jerome K. Jerome, Wodehouse, Evelyn Waugh, …) No sé, quizás estoy alargando un tema que no tiene demasiado interés. Al parecer, los hislibreños se han ido de finde, lo cual es muy buena , francamente.

  26. JJSala dice:

    Bien por tí, Ariodante.

    Estupenda lección para un ignorante con ínfulas.

    ¿Cómo que no tiene interés?. Hay por ahí conversaciones con muchísima menos sustancia.

    Saludos cordiales

  27. ARIODANTE dice:

    Bueeno, me alegro, JJ. Pues a tu disposición. Me encanta hablar de literatura y de cine.

  28. nando dice:

    Buenas,

    grandísima reseña.
    Volví hace poco de un breve viaje por Budapest y según caminaba por esas grandes avenidas de palacetes y edificios señoriales me saltó a la mente las «Confesiones de un burgués» y lo obligado que ha de ser esa lectura.
    Cómo tú, empezaré por «Tierra, Tierra» y más tarde la primera parte.

    Es inquietante comprobar cómo una sociedad, una cultura y un mundo tan exquisito y avanzado quedó devorado por un sístema tan atroz
    y por un régimen de miedo y muerte. Me resultó desasosegante comprobar, a través de la huella impresa que dejaron en esos fenomenales edificios y arquitecturas, el destino que le deparaba a esa sociedad tan decimonónicamente burguesa.

    Gracias Ario por tus dos fenomenales reseñas.

    saludos

  29. Cucopatinas dice:

    Pocos autores son capaces de crear escenarios en los que tiene sitio la palabra precisa que define a la mujer ausente. Os invito a conocer a la mujer a través de Marai…no sabreis junto a quien dormís…

  30. Mari Carmen dice:

    Tu comentario me hace pensar que has leído La mujer justa. No es la única novela en la que ofrece una visión peculiar de LA MUJER, siempre la presenta, enigmática o no, humilde o cosmopolita, como la única capaz de dominar la situación. Es muy curioso: no son malas, son frías, son calculadoras pero también víctimas, sencillas, pero se salen con la suya.
    Yo adoro a este señor, leo y releo todo lo que pillo, pero tu comentario me hecho pensar y he llegado a la conclusión de que no me gustan «sus mujeres», vamos, que no serían mis amigas. No obstante sigo pensando y admirando que sea capaz de crear estos «personajes».

  31. estoy interesado en adquirir el libro tierra tierra. dice:

    Me encantaria leer el libro tierra tierra de sándor márai, pero no se donde comprarlo por favor si alguien me puede informar como adquirirlo se lo agradezco.

  32. juanrio dice:

    En principio puedes comprar el libro en cualquier librería en España, si no lo tienen se lo pueden pedir al distribuidor. Está editado en bolsillo por el sello Quinteto.

  33. Selva dice:

    Yo he leído de Marai, la mujer justa, Confesiones de un burgués, La herencia de Ezther, La extraña, El último encuentro, Divorcio en Buda, Relatos, y voy por ¡ Tierra, Tierra!. Veo en este escritor muy nutrida y profusa las descripciones de su época, claro y preciso en los detalles políticos y sociales sin caer en la inducción. Esos detalles creo son los que hacen que uno quiera volver a leer a Marai. La mujer Justa y el último encuentro me parecieron las mejores.
    Selva

  34. Viena Covarrubias dice:

    Que magnifica resena. Refleja como pocas el estilo de este magnifico escritor. Para mi gusto, el mejor escritor de todos los tiempos, y ademas una persona con unos principios solidos. El vivio su vida en forma consecuente con esos principios, sacrificando su propio bienestar ante un deber que el consideraba primordial: la libertad.

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