TESEO: EL REY DEBE MORIR / EL TORO DEL MAR – Mary Renault

“El hombre nacido de mujer no puede escapar a su destino. Por eso, es mejor no preguntar a los inmortales, ni afligirse en vano por lo que digan ellos. Nuestra inteligencia tiene un límite y la sabiduría consiste en no rebasarlo. Los hombres sólo son hombres”.

Cada lector es un mundo y cada libro un viaje. Es más: un lector encierra muchos mundos dentro de sí mismo, y cada lectura contiene en realidad una infinidad de ellas. Por eso de vez en cuando no va mal aplicarse a la sana práctica de la relectura: nosotros ya no somos los mismos que aquella primera vez, y de ese modo el libro, que sí es el mismo, ofrece nuevos matices, nuevas sensaciones, nuevos viajes. Leí El rey debe morir de Mary Renault hace décadas, más o menos tantas como El toro del mar. Leídas ahora de nuevo, ha sido casi como si se tratara de novelas inéditas. Y la experiencia, es decir, el viaje, ha valido la pena.

El tiempo suele jugar a favor del olvido, pero por circunstancias, yo siempre he tenido bastante presente la historia del héroe griego Teseo: engendrado con cierta nocturnidad y alevosía, Teseo se crio con su madre Etra en la peloponesia población de Trecén y no fue hasta cumplir la mayoría de edad que se le reveló la identidad del padre: Egeo, rey de Atenas. De camino a esa ciudad, se las vio con numerosos bandidos que atemorizaban la zona, y una vez en Atenas hubo de enfrentarse a su madrastra la reina Medea y a sus hijos. Navegó hasta Creta como parte del tributo anual que Atenas enviaba al rey Minos, luchó contra el Minotauro, se enamoró de Ariadna, mantuvo relaciones con la reina de las amazonas fruto de las cuales nació un niño, cayó víctima de los engaños de Fedra, fue el causante de la muerte de su hijo como antaño lo fue de la de su padre… Las aventuras, ya se ve, fueron numerosas: tuvo en Pirítoo a un fiel amigo (una de esas amistades legendarias que pueblan la mitología griega), con él viajó al Hades, raptó a la bella Helena mucho antes de que lo hiciera Paris de Troya, participó en la famosa cacería del jabalí de Calidón, participó en la famosísima lucha entre centauros y lapitas… Teseo, el mítico rey de Atenas, es uno de los héroes griegos más relumbrantes, y su leyenda se entrecruza con la propia historia de la ciudad: a él se le atribuye el llamado sinecismo, la conjunción de los diferentes núcleos y aldeas de la región del Ática bajo una única jurisdicción, un único poder, un único cetro.

Con tal repertorio de datos y aventuras, podría causar extrañeza el escaso número de novelas dedicadas al personaje. Un servidor conoce, aparte del díptico de Mary Renault, la brevísima obra Teseo de André Gide, la novela de aventuras En el palacio de Cnosos de Nikos Kazantzakis y la novela juvenil Teseo de Óscar Martínez García. Quizá por esa escasez de competencia las obras El rey debe morir y El toro del mar lo han tenido fácil para hacerse, en el mundo de la novelística histórica, con las etiquetas de “las novelas de Teseo”. Mary Renault las escribió en 1958 y 1962 respectivamente, después de una serie de novelas de corte contemporáneo y de la estupenda El último vino, obra con la que la autora se introdujo en el género histórico, el cual ya no abandonaría. Al escoger el mito de Teseo, la escritora británica no tuvo más remedio que enfrentarse al dilema que cualquier novelista que pretenda abordar un tema mitológico ha de acometer: o bien incluir en el argumento los ingredientes sobrenaturales (o construir un argumento sobrenatural en sí mismo), o bien tratar de evemerizarlos, es decir, racionalizar y tratar de modo terrenal esos elementos, eliminando de la historia la carga sobrenatural y transformándola en un relato mundano, en el sentido literal de la palabra.

La investigación arqueológica iniciada en Troya por Heinrich Schliemann a finales del siglo XIX, Ilíada en mano, continuada por sus sucesores a lo largo de la primera mitad del siglo XX, pusieron sobre la palestra la estrecha relación entre mito e historia. Asimismo, los trabajos sobre historia de la religión griega del filólogo y mitógrafo sueco Martin P. Nilsson a mediados de los años 50, favorecieron también la aparición de una tendencia hacia ese evemerismo que antes mencionaba. Quizá por ello Mary Renault decidió escribir sus novelas prescindiendo de lo mitológico, o mejor dicho, convirtiendo los hechos míticos en sucesos verosímiles. The king must die (título a veces traducido al castellano como Teseo, rey de Atenas) y The bull from the sea no son novelas mitológicas, pese al carácter mítico del protagonista, sino históricas, al menos en tanto que los hechos que en ellas se narran son verosímiles y creíbles, carecen del factor sobrenatural que caracteriza a todo mito, y están ubicados en un pasado remoto que con toda tranquilidad podría corresponder a los lejanos tiempos históricos en los que se sitúan los orígenes de Atenas. En las obras de la autora británica aparecen muchos de los hechos antes mencionados de la vida de Teseo, en una narración totalmente aséptica en cuanto a intervenciones divinas o fenómenos que carezcan de explicación lógica dentro del amplio marco delimitado por las leyes de la naturaleza. El relato de la mítica historia de Teseo en el laberinto del Minotauro, por ejemplo, en la novela está completamente adaptado e impregnado de historicidad, sin duda bajo el influjo de los hallazgos que en la primeras décadas del siglo XX llevó a cabo el arqueólogo Arthur Evans en Cnossos, los cuales concedían una agradable plausibilidad histórica a las leyendas de toros y palacios laberínticos en Creta. Por otro lado, sí se da en las novelas de Mary Renault una continua y a veces asfixiante presencia de lo divino en el pensamiento, las palabras y las creencias de los personajes, que obran, se mueven y actúan en función de lo que los dioses les dictan o esperan de ellos. Así debía de ser, hemos de suponer, en aquel tiempo y en aquel lugar; o así es en el particular mundo que, con total coherencia, levanta ante nuestros ojos lectores la autora.

Por lo tanto, para las novelas no es necesario, aunque sí interesante, conocer el otro tiempo, es decir, el tiempo mitológico. En aras de ese interés vale la pena mencionar que ese tiempo correspondería a las décadas anteriores a la guerra de Troya (en tanto que acontecimiento integrado en la mitología griega, ya que si fue o no un suceso histórico no es cuestión que ahora nos afecte), conflicto en el que no participó Teseo sino su sucesor Menesteo al mando de 40 naves. En el Peloponeso Helena de Troya no es aún ni siquiera Helena de Esparta; en Troya Príamo no es más que un crío testigo de las mentiras con las que su padre el tramposo rey troyano Laomedonte engaña al héroe Heracles; en Tebas reina Edipo y pronto descubrirá quién es el asesino de su padre; Jasón ya hace tiempo que ha regresado a Yolcos tras su aventura en busca del vellocino de oro (aunque algunos mitógrafos antiguos incluían a Teseo entre los acompañantes argonautas que fueron con Jasón hasta la Cólquide); y en Creta Minos ya se las ha tenido con su esposa Pasifae, mientras que el divino artesano Dédalo ha construido el famoso laberinto, hogar-jaula para el terrible Minotauro. Mary Renault, que es en general cuidadosa evitando los detalles que puedan parecer anacrónicos (aunque sin reparo habla de “horas”, “millas”, “pantalones” o usa alguna que otra expresión demasiado moderna), comete sin embargo un desliz en este tiempo mitológico (o quizá se trate de un guiño a los conocedores del mito) cuando hace recitar a un arpista (un poeta, un aedo) la historia de un tal Agamenón, asesinado por su mujer al regresar de la guerra. A menudo la diferencia entre los deslices y los guiños es inexistente.

He de confesar que el recuerdo que tenía de estas dos novelas, en su conjunto, no era bueno. Bien escritas y muy envolventes, pero con una prosa demasiado engolada, demasiado artificiosa, demasiado acaramelada. Como dije hace unos párrafos, entonces yo era otro, pero en este momento soy el que soy; y será por eso que mi impresión tras la relectura ahora es diferente. Mary Renault es una escritora de una pulcritud envidiable y con un característico y personal estilo. Quizá peca de exceso en la adjetivación, tal vez apela y acude en demasía a los sentimientos más íntimos de los personajes, o el vocabulario es exuberante como una selva tropical, una selva que enmascara la acción, pues en realidad da la sensación de que no acaba de pasar gran cosa, y en cambio el lector se asfixia con tanta frondosidad selvática. Así era como yo recordaba las novelas de Teseo; pero ahora, en esta segunda lectura, todo ha cambiado. La narración no carece de aventuras y emoción, la historia está tejida con perfección y maestría, y esos excesos que antes me molestaban ahora no me han parecido tales y se me han antojado correctos y adecuados. Hace cosa de dos años releí también El muchacho persa y Juegos funerarios, otras dos novelas de Mary Renault (que, junto con Fuego en el paraíso, forman la trilogía dedicada a Alejandro Magno) y me parecieron dos novelas francamente bellas. También emocionantes, también adictivas, pero ante todo, bellas. Una belleza a la que las novelas de Teseo apuntan, y que alcanzan en numerosas ocasiones.

Después de varios años de su publicación en castellano por separado, Edhasa editó El rey debe morir y El toro del mar en un volumen conjunto de más de 700 páginas, volumen que ha vuelto a publicar recientemente. No es mala idea, pues las novelas tienen continuidad argumental y estilística (la una narra la vida de Teseo hasta convertirse en rey de Atenas, y la otra de ahí en adelante). La portada es también de lo más acertada: una imagen del Minotauro sobre un laberinto, que recuerda al del suelo de la catedral de Chartres. La traducción, excelente, es la misma que cuando las novelas fueron publicadas hace décadas, quizá con alguna revisión o actualización. Y se ha incorporado una breve selección bibliográfica, muy al uso de los tiempos actuales, que guiará al lector interesado en profundizar en asuntos micénicos y mitológicos. No está de más, pero tampoco era necesario, en mi opinión.

La mitología nunca pasa de moda, y las buenas novelas tampoco. El volumen Teseo se ajusta, por tanto, a esa combinación perfecta. Quien no se haya acercado nunca a Mary Renault tiene aquí una excelente oportunidad; y quien haya leído estas novelas en el pasado, también tiene su oportunidad particular: la de, a través de ellas, comprobar cuánto hemos cambiado.

 

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Mary Renault, Teseo (traducción de Antonio Desmonts y Julián Ruiz). Barcelona, Edhasa, 2023, 764 páginas.

     

11 comentarios en “TESEO: EL REY DEBE MORIR / EL TORO DEL MAR – Mary Renault

  1. Iñigo dice:

    Me encantó su lectura de hace uno o dos veranos. Muy muy recomendable. Una de esas novelas históricas de las buenas. Con permiso adjunto reseña publicada en mi blog. ;-) https://elpuentelejano.blogspot.com/2021/11/teseo-el-rey-debe-morirel-toro-del-mar.html

  2. cavilius dice:

    Ya no se hacen novelas así, por desgracia.

  3. Farsalia dice:

    Por desgracia, bien lo dices: novelas clásicas y de grandes autores, de los que ya no hay…

  4. Derfel dice:

    Yo leí hace años El rey debe morir, título hermoso y evocador.

    Recuerdo que no fue lo que me esperaba y también recuerdo que, pese a ello, me encontré con una novela elegante, arriesgada y poderosa.

    Si algún día vuelvo al género, es muy probable que le dé una relectura, como ha hecho nuestro ilustre reseñador, a quien muestro mi más sentida admiración.

    1. cavilius dice:

      La admiración es recíproca, Derfel, ya que es admirable que alguien me admire.
      Hay libros que ganan con las relecturas, otros en cambio no soportan el paso de los años (o son nuestros ojos los que no envejecen bien). Con Mary Renault tenía la duda, pero los 2 o 3 libros que he releído no solo han aguantado la prueba, sino que han mejorado la puntuación.

      1. Derfel dice:

        Pues corremos el riesgo de que nuestras admiraciones entre en bucle infinito…

      2. Iñigo dice:

        Eso significa que todos vamos por el buen camino… o por el camino erróneo… pero todos a una. Je je je.

      3. cavilius dice:

        Bueno, la representación gráfica de un bucle infinito de admiraciones, de algo que empieza y acaba con admiración , creo que podría ser algo tan sencillo como esto: ¡…! Póngase en el lugar de los puntos suspensivos lo que se desee, pero un palíndromo sería muy adecuado.

  5. Likine dice:

    Buena reseña de una buena obra de una escritora magnífica, cavilius. Sin embargo, pienso que El Rey debe morir está, narrativamente hablando, por encima de El toro del mar. Fue una de las primeras novelas históricas que leí, El rey…, y me enganchó, quizá, precisamente, por traer a tierra el mito. Pero su La máscara de Apolo -su mejor obra, para mí- terminó por enamorarme de su manera de escribir y de ver el mundo helénico. Devoto soy.

  6. cavilius dice:

    Las dos son novelas de altísimo nivel pero sí, quizá El rey debe morir es más redonda que El toro del mar.

    Tengo que releer La máscara de Apolo. Yo estoy entre esta y El último vino como novela favorita de la Renault.

  7. Iñigo dice:

    Tengo pendiente «La máscara de Apolo»… tomo buena nota.

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