TEORÍA DE LA CONSPIRACIÓN. DECONSTRUYENDO UN MAGNICIDIO: DALLAS 22/11/63 – Javier García Sánchez

TEORÍA DE LA CONSPIRACIÓN - Javier García Sánchez«Deconstruyendo un magnicidio. 22/11/63». Así reza el subtítulo de este nuevo libro del escritor y periodista español Javier García Sánchez, autor, entre muchas otras obras, de Ella, Drácula, la biografía novelada de la tristemente célebre Erzsébet Báthory, y la novela histórica Robespierre. Toda una declaración de intenciones, pues eso es lo que pretende desde el primer párrafo: un análisis exhaustivo del antes, el durante y el después del que probablemente sea uno de los más famosos y analizados asesinatos de la Historia, el del presidente John Fitzgerald Kennedy en Dallas, un luminoso día de noviembre. Sobre el magnicidio de JFK se ha escrito muchísimo, con lo cual añadir algo nuevo es ciertamente complicado. Tampoco es esa su intención; más bien, con la información disponible desde hace décadas más los documentos desclasificados más recientes, pretende demostrar precisamente lo contrario de lo que viene manteniendo la tesis oficialista, es decir, que Lee Harvey Oswald no fue el tirador solitario, marxista y desequilibrado, sino un peón que devino en chivo expiatorio dentro de un juego muchísimo más complejo con la CIA, la Mafia, el complejo militar/industrial, la ultraderecha y el FBI como actores principales. Ni qué decir tiene que el famoso Informe Warren es blanco de sus críticas más vehementes («lengua muerta» es uno de los epítetos que le adjudica) desde el mismo comienzo, culpable de oficializar y mantener a lo largo de más de medio siglo uno de los mayores fraudes a la democracia moderna.

El volumen de información que maneja el autor es, a mi entender, demasiado grande para condensarlo en una reseña literaria, así que  vayamos por partes. Hay que tener en cuenta que no se sigue un orden cronológico convencional a la hora de narrar los hechos; García Sánchez opta por grandes capítulos temáticos en los que habla libremente de los personajes y sus acciones, yendo y viniendo a lo largo de días, meses e incluso años, por lo que creo que es preferible para la comprensión del posible lector presentar los que son a mi juicio los tres principales propósitos del libro, a saber:

– En primer lugar, demostrar que Oswald no pudo de ningún modo ser el responsable de los disparos fatales ni del asesinato del agente Tippit. Las circunstancias que concurren en esta afirmación son muchas, la principal de las cuales es que Oswald fue un tirador muy mediocre, como atestiguarían sus escasas participaciones en prácticas de tiro en el cuerpo de marines. Era, a diferencia de lo comúnmente aceptado, una persona con una inteligencia por encima de la media cuyo CI rondaba los 120 puntos. Aprendió ruso en sus ratos libres y fue operador de radar, participando en misiones de inteligencia, un perfil de marine bastante alejado del habitual. Lo cierto es que nunca dejó de pertenecer a la contrainteligencia naval, siendo asimismo informante tanto del FBI como de la CIA. Su supervisor habría sido el agente Howard Hunt, participante en la operación de la CIA en Bahía de Cochinos, futuro «fontanero» de Nixon en el caso Watergate y estrechamente vinculado al magnicidio, y al que Oswald solicitó instrucciones en una supuesta carta poco antes del 22 de noviembre. Se conserva también el registro de una fallida llamada al oficial John Hurt de la ONI, la Inteligencia Naval, desde la comisaría de policía de Dallas una vez detenido, gestionada por la operadora de telefonía de la comisaría y que aparece registrada en el anexo de imágenes del libro. En cuanto a su presencia en el sexto piso del Texas School Book Depository en el momento de los disparos, testimonios de compañeros suyos lo contradicen situándole en el comedor del segundo piso. Si acaso, Oswald estuvo en dicho sexto piso para ocultar el famoso rifle Mannlicher-Carcano con el que supuestamente se hicieron los disparos, uno de los peores rifles utilizados en la Segunda Guerra Mundial al decir de muchos expertos y que, como se pudo comprobar en las pruebas periciales realizadas meses después del magnicidio, tenía la mira descentrada, entre otros defectos (la verdadera arma hallada en el TSBD sería un Mauser o un Remington, aunque este hallazgo fue ocultado posteriormente, como muchos otros, con la colaboración del FBI de J. Edgar Hoover ). Tampoco concuerdan los tiempos ni las declaraciones que le sitúan en el lugar y la hora del asesinato del agente Tippit, siendo ocultados los testimonios de quienes afirmaron ver dos hombres huyendo del lugar y el del agente que recogió casquillos de dos armas distintas. En resumen, si bien estuvo implicado en la trama, no queda claro de qué forma; lo que sí es seguro, según García Sánchez, es que fue utilizado como cabeza de turco («I´m just a patsy», como declararía a la prensa) y nunca debió haber escapado con vida del TSBD ni mucho menos estado dos días a disposición de las autoridades. Desde ese mismo momento fue un hombre marcado y alguien a quien había que silenciar a toda costa. El encargado de ello sería el mafioso Jack Ruby, a la vista de todo el país y colándose impunemente entre la multitud de agentes que debían salvaguardar la vida de Oswald. Según el autor, este siempre se comportó como lo que realmente era, un soldado.

– Segundo, desmontar el muro de silencio y desinformación que fue construyendo la CIA a lo largo de los años posteriores al magnicidio, mediante la supresión de una cincuentena larga de testigos y personas implicadas de una u otra forma en el mismo y que han sido sistemáticamente olvidados en los estudios del caso. El autor habla de hasta tres «cosechas de sangre», la primera de las cuales comienza con las muertes del agente Tippit y Oswald, silenciado por Ruby, quien moriría pocos años más tarde en la cárcel, de cáncer y sin haber revelado lo que sabía. Posteriormente, desde 1966 a 1968, a raíz de la investigación del fiscal de Nueva Orleans, Jim Garrison, único magistrado que consiguió llevar a juicio a un acusado de conspiración, el empresario Clay Shaw, absuelto a pesar de que más tarde se demostró que colaboraba con la CIA, y de la llevada a cabo por la HSCA (Comité Selecto de la Cámara sobre Asesinatos) desde mediados hasta finales de los 70, se produjeron nuevas oleadas de muertes, a veces violentas como las de los mafiosos Sam Giancana y Johnny Roselli o el agente de la CIA David Morales; otras en forma de suicidio, como la de George de Mohrenschildt, empresario del petróleo y conocido de Oswald; y otras, en fin, aparentemente en circunstancias naturales, como la del investigador privado relacionado con la CIA y círculos anticastristas y asimismo conocido de Oswald, David Ferrie. Hubo también fallecimientos de testigos de la Plaza Dealey, como Lee Bowers, policías, periodistas como Dorothy Kilgallen o, en fin, el taxista William Whaley, quien llevó a Oswald a su barrio de Oak Cliff tras el asesinato, etc. Evidentemente, algunas de estas muertes podrían no tener nada que ver con el caso JFK, pero según el autor resulta estadísticamente muy improbable tal número de defunciones en personas relacionadas con el mismo. Según él resulta sorprendente el olvido a que se ha condenado a todas ellas por parte de la mayoría de investigadores, quienes suelen detenerse en Ruby e ignoran todo lo que vendría después.

– Por último, García Sánchez realiza una vehemente crítica de ciertas obras de gran éxito sobre el magnicidio, como Matar a Kennedy, de Bill O´Reilly, JFK: Caso Abierto, de Philip Shenon y la novela de Stephen King 22/11/63, aparecidas todas ellas con motivo del cincuenta aniversario. Estos libros, en lugar de arrojar luz sobre el caso, en su opinión lo que hacen es retrotraernos a los años 60, repitiendo las conclusiones de la Comisión Warren e incluso ponderando su labor en el caso del libro de Shenon, al que no obstante considera el más serio de los tres. Pero su decepción más grande quizá provenga de la obra Oswald, un misterio americano, publicada a mediados de los 90 y en la que Norman Mailer, teniendo todos los datos para considerar la inocencia de Oswald, no sólo recula y afirma que, al fin y al cabo, realmente pudo ser el responsable directo, sino que añade la fantástica teoría de otro tirador en la Plaza Dealey actuando al mismo tiempo y por su cuenta. Aunque considera la obra de Mailer una de las fundamentales, García Sánchez opina que a la postre ha servido para asentar aún más si cabe la tesis oficialista.

Por supuesto, no se olvida de citar y comentar los trabajos pioneros que apoyaron la teoría de la conspiración ya en los 60, como ¿Quién mató a Kennedy?, de Thomas Buchanan, Juicio precipitado, de Mark Lane o Inquest, de Edward Jay Epstein, al igual que Tras la pista de los asesinos, la obra del fiscal Garrison, la novela Libra, de Don DeLillo y, por supuesto, películas como Acción Ejecutiva de David Miller y la aclamada y polémica JFK de Oliver Stone.

En definitiva, este es un libro largo y denso y contiene mucho más, como la posible vinculación en el complot de la industria petrolera texana a la que Kennedy pensaba aumentar los impuestos catastróficamente, la implicación del propio vicepresidente Johnson a través del hallazgo en el año 2000 de una huella dactilar del agente de la CIA y hombre de confianza de Johnson, Malcolm Wallace, en el sexto piso del TSBD o las identidades de los francotiradores del 22 de noviembre, algunos de ellos sicarios extranjeros contratados por la Mafia. Toca, pues, todas las teclas de la Conspiración, que no la conspiranoia, ya que la documentación es completa y fiable, ofrece en todo momento nombres, apellidos y fechas y  las hipótesis que maneja son verosímiles. La crítica principal que podría hacérsele al autor quizá fuera un exceso de implicación en el caso; ciertamente el tono del texto es, a menudo, de desencanto, a veces de ira contenida y de amarga ironía. Pero no se puede negar la pasión y el interés que ha puesto en el libro a fin de desvelar los mecanismos de la mentira sobre un crimen que alteró irremisiblemente el rumbo de la Historia.

TEORÍA DE LA CONSPIRACIÓN – Javier García Sánchez. Navona, 640 páginas, marzo de 2017.

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6 comentarios en “TEORÍA DE LA CONSPIRACIÓN. DECONSTRUYENDO UN MAGNICIDIO: DALLAS 22/11/63 – Javier García Sánchez

  1. Farsalia dice:

    Lo tengo en lecturas pendientes…

  2. Arturus dice:

    Pues no lo dejes escapar;)

  3. Rodrigo dice:

    Bien por la reseña, Arturus. El tema es de sobrado interés, aunque es cierto que hasta ahora no le he dedicado demasiado de mi parte, y gracias a tu exposición nos queda meridianamente claro lo que cabe esperar del libro.

  4. Arturus dice:

    Gracias, Rodrigo. Obras sobre la conspiración hay muchas, pero este tiene la virtud de aglutinar todos o casi todos los factores de la misma. En mi humilde, y por lo que llevo leído e investigado sobre el tema, este libro es de referencia.

  5. Clodoveo11 dice:

    Hablamos de un ensayo puro, supongo. No de una novelización ensayada o ensayo novelizado, ¿verdad? ;-)

  6. Arturus dice:

    Ensayo puro y duro, my friend, y muy bien documentado;-)

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