SONÁMBULOS – Christopher Clark

9788415863755Bien lo enfatiza Christopher Clark, historiador australiano: la de julio de 1914 es «la crisis política más compleja y opaca de los tiempos modernos».

Visto en retrospectiva, el panorama europeo inmediatamente anterior a la Primera Guerra Mundial, con su escalada armamentista, su tortuosa e inestable constelación de alianzas y los alardes belicistas de muchos de sus dirigentes, tanto civiles como militares, parece ofrecer el aspecto de un continente irremediablemente abocado a la catástrofe. Como si no bastase con esas ominosas señales, el difundido imaginario de unas muchedumbres que, inflamadas de patriotismo, celebran alborozadas la noticia de la movilización general, en París como en Viena y Berlín (y otras ciudades europeas), refuerza la impresión de que la de entonces era una atmósfera impregnada de beligerancia, bullente y de inminente explosión. No parece sino que el común de las gentes participase de una generalizada pulsión guerrera, y que el atentado de Sarajevo resultara tan buen pretexto como cualquier otro para liberar -¡al fin!- un exceso de energía acumulada. Sin embargo, semejante cuadro tiene mucho de parcial e ilusorio, acaso tanto como el de la Belle Époque (cuadro que a su vez es fruto de la nostalgia y la idealización: los años previos a la Gran Guerra embellecidos en el recuerdo por contraste con la guerra misma, atroz y deleznable). Así como la fe sincera en el Progreso y en la primacía de la Razón, aupada por las maravillas de la ciencia y la tecnología, no se había desvanecido súbitamente la víspera de agosto de 1914, tampoco era obligado vaticinar que los acontecimientos del confín sur-oriental del continente lo arrastrarían a éste a un conflicto global. Ni las Guerras Balcánicas, ni los contenciosos entre los imperios ruso, turco y austro-húngaro, ni tan siquiera los letales disparos de Gavrilo Princip, el asesino de Francisco Fernando y su esposa: nada de lo que ocurriese en aquella remota y convulsa región debía por fuerza desencadenar una guerra como la que acabó abriendo la Caja de Pandora del siglo XX, con su reguero de guerras totales, revoluciones, guerras civiles y genocidios. 

Literato y esteta en vez de político, ¿pecaría de ingenuidad Stefan Zweig cuando manifestaba en sus memorias que «nada hacía suponer que aquel suceso [el doble crimen de Sarajevo] sería aprovechado [por el gobierno austro-húngaro] para proceder contra Serbia»? No obstante, fue un experimentado diplomático de carrera, el británico Arthur Nicolson, quien escribió en mayo de 1914 que desde sus inicios en el Foreign Office «no había visto unas aguas tan tranquilas». En efecto, aunque no existiesen a la sazón organismos supranacionales equivalentes a la ONU o la Unión Europea, había razones para creer en la solidez del sistema internacional europeo, capaz de absorber el impacto de conflictos localizados como los que afectaban a la zona balcánica, de hecho un área marginal en el continente, y de gestionar las rivalidades y las crisis latentes. Acaso cundiese una cierta proclividad al belicismo, estimulada por irresponsables que pregonaban las virtudes de una “buena guerra” como válvula de escape de palpables tensiones; no faltaban empero los contrapesos de tamaña sobreexcitación, con los correspondientes portavoces de la distensión y de la convivencia armónica entre países. La guerra tal como se dio, esto es, la Primera Guerra Mundial, no era una tragedia inevitable, no era una fatalidad. ¿Cómo es que ocurrió, entonces? ¿Cómo es que un atentado en la periferia de Europa precipitó una reacción en cadena a lo largo y ancho del continente, con los Estados declarándose la guerra unos a otros? Un siglo después de los acontecimientos, la gestación de la Primera Guerra Mundial sigue siendo un asunto controvertido. Sonámbulos, la personal contribución de Christopher Clark a la controversia, viene precedida de los mejores elogios en el ámbito angloparlante, y su recepción en el nuestro es igualmente positiva. Sucede que es un estudio notablemente exhaustivo sobre los antecedentes y orígenes del conflicto, un trabajo sobremanera erudito y multifacético que destaca además por su enfoque metodológico.

La primera de las virtudes del libro concierne justamente a su planteamiento heurístico –en el sentido lato de la expresión-: Sonámbulos se ocupa menos del por qué de la guerra que del cómo. En opinión de Clark, el enfoque basado en el por qué, que es el tradicional, tiende a distorsionar el problema de la génesis de la PGM. Al centrarse en causas remotas y genéricas como el nacionalismo, el imperialismo, el armamentismo, las altas finanzas, la formación de alianzas y otros, dicho enfoque acumula un sinfín de factores igualmente plausibles y produce la ilusión de que la tensión internacional crecía imparable y de modo constante, haciendo del conflicto la consecuencia necesaria de tal situación. Desde esta perspectiva, la contingencia, la decisión y la acción quedan aplastadas bajo el volumen de una montaña de factores como los referidos, resultando en una visión fatalista del problema que reduce a los actores políticos al papel de simples ejecutores de fuerzas abstractas y ajenas a todo control. Por otro lado, la cuestión del por qué ha derivado siempre en el problema de la culpa, el que, con sus imputaciones cruzadas sobre la responsabilidad en el arranque de la guerra, obstruye en lugar de propiciar los intentos de desentrañar sus orígenes. La dificultad del enfoque centrado en la culpa, según Clark, no es tanto que se corra el albur de atribuirla al bando equivocado. «Es más bien –afirma- que las explicaciones estructuradas en torno a la culpa vienen con suposiciones incorporadas»: tienden a presuponer que uno de los actores estaba en lo correcto y el otro se equivocaba, sin paliativos ni términos medios; priorizan las iniciativas y el temperamento político de uno de los bandos, escamoteando la naturaleza multilateral e interactiva de la crisis; atribuyen un grado excesivo de racionalidad y planificación a los actos de los dirigentes; predisponen, en fin, a la búsqueda de un culpable, alguien que deseaba la guerra y que finalmente la provocó -un proceder que ha llegado al extremo de formular teorías conspirativas carentes de respaldo empírico.

El enfoque del cómo, en cambio, permite estudiar la crisis que desembocó en la PGM atendiendo a su carácter multipolar e interactivo. El examen del cómo pone en el centro del escrutinio las secuencias de interacciones que culminaron en el nefasto verano de 1914; en vez de degenerar en la redacción de un pliego de cargos contra uno u otro actor –dirigente o Estado- de aquel álgido momento, procura identificar las decisiones que condujeron a la guerra y comprender los razonamientos o emociones subyacentes a ellas. La idea no es excluir el problema de la responsabilidad sino, en palabras del autor, «dejar que las respuestas del por qué surgieran, por así decirlo, de las respuestas del cómo en lugar de al revés». De modo consecuente con este planteamiento, el análisis de Clark hace hincapié en la dinámica de las experiencias y motivaciones de los actores cuyo comportamiento incidió en el estallido de la guerra, incluyendo los trayectos al crimen de Sarajevo.

Desengáñese el lector que pretenda encontrar en el libro que nos convoca una respuesta sencilla a los dilemas que plantea la gestación de la Gran Guerra; no es misión de la buena historiografía simplificar, poner en blanco y negro lo que consta de muchos matices. Sonámbulos ofrece una mirada poliédrica de lo que en sí mismo es un problema de múltiples aristas (mirada a la que apenas puede hacer justicia una reseña). Conviene apuntar que la mentada dinámica estuvo dominada por la incertidumbre y una buena dosis de indeterminación, elementos que contribuyen poderosamente a la opacidad de la crisis de 1914. Es de lo más errado concebir los gobiernos involucrados en ella como entidades compactas y movidas por propósitos unívocos y coherentes, tanto como creer que las alianzas que dividían a las potencias en bloques operaban mecánicamente, activando procesos unidireccionales de causa-efecto conforme ocurrían ciertos hechos desencadenantes. Por de pronto, el sistema geopolítico de bloques no causó la guerra; más bien, advierte el autor, «durante los años anteriores a la guerra hizo tanto por apaciguar como por intensificar el conflicto». Está fuera de duda, empero, que sí fue una de las condiciones insoslayables de la crisis en la medida que la polarización del esquema de alianzas proporcionó el marco del entramado de decisiones; y por descontado que se trataba de alianzas inestables, sujetas a constantes desplazamientos de intereses y acechadas por viejas rivalidades entre países. La precaria armazón de las alianzas no era el marco más propicio para la distensión.

Otra modalidad de alineamientos, la de facciones rivales al interior de los gobiernos, es también uno de los ingredientes esenciales del aspecto caótico de julio de 1914. Las estructuras gubernamentales distaban mucho de estar unificadas o de ceñirse a una exclusiva voluntad soberana, por consiguiente las iniciativas que orientaban la política exterior de los Estados eran de todo menos unívocas. Los ministerios y gabinetes eran hervideros de rencillas personales y de lealtades contrapuestas, supeditando la toma de decisiones a los vaivenes de una perniciosa cultura del faccionalismo. El que la mayoría de los Estados tuviese la forma de regímenes monárquicos no sustraía a la política exterior de la ambigüedad e inestabilidad imperante, antes al contrario. Aunque la figura del monarca o emperador debía en principio materializar una cadena de mando vertical, lo cierto es que las estructuras monárquicas amparaban los antagonismos y el fraccionamiento de las instancias ejecutivas. Los centros de poder se multiplicaban, generando unos sistemas policráticos de gobierno tan difusos que en ocasiones las iniciativas cruciales para la política exterior provenían no del centro de la estructura sino de la periferia. A menudo ocurría que el propio monarca, con su imprudencia e inconstancia, fomentaba en lugar de inhibir la incertidumbre (emblemática en este sentido es la conducta errática de Guillermo II de Alemania). Así pues, monarcas volubles e instancias decisorias dispersas fueron factores perturbadores de las relaciones internacionales.

Había mucho de irresponsabilidad e imprevisión en la conducción de los asuntos externos. La misma distensión, característica de los años que precedieron a 1914, acabó enturbiando la evaluación de los acontecimientos y de las medidas subsecuentes, exponiendo a las autoridades al peligro de infravalorar el alcance de sus actos. La gran paradoja de 1914 es que, obnubilados por la distensión, por ende subestimando los riesgos de sus intervenciones en el plano internacional, los dirigentes tomaron las decisiones que condujeron al conflicto precisamente cuando creían que la amenaza de una guerra continental ya había sido conjurada. La disuasión por medio de amenazas convenció a no pocos de ellos de la conveniencia de este recurso, estrechando el margen de maniobra de la diplomacia. El caso crucial en esta variable fue el de Austria-Hungría, cuyo exitoso ultimátum a Serbia a raíz de las veleidades expansionistas de ésta, en 1913, prefiguró la actuación de la monarquía dual en la encrucijada del año siguiente. Una política exterior imprevisora y carente de flexibilidad terminó reduciendo las opciones en el manejo de las crisis internacionales, haciendo de ellas una cuestión de paz o guerra, sin más. La estrechez de miras y los fallos de cálculo tuvieron su máxima expresión en la balcanización de las políticas de seguridad de las grandes potencias; sorprende, en efecto, que todas ellas estuviesen tan dispuestas a arriesgar la paz continental por los sucesos de los Balcanes. Al respecto, el lugar del imperio austro-húngaro en el mapa geopolítico es decisivo. Los gobiernos de la Triple Entente, en particular, simplemente despreciaron los intereses y los derechos de Austria-Hungría, imperio al que consideraban una antigualla encaminada al colapso; anticipándose a lo que creían el final inevitable del imperio Habsburgo, los dirigentes rusos, franceses y británicos se mostraron indiferentes ante la funesta suerte del príncipe heredero –y su consorte- y otras circunstancias fundamentales. Dicho de otro modo: que Austria-Hungría ejerciese la prerrogativa de hacerse valer frente a una Serbia desde cuyo interior se había orquestado el atentado de Sarajevo, esto no entraba en las cuentas de la Entente. Por su parte, los alemanes fallaron también al momento de sopesar el factor ruso. No supieron prever que los rusos intervendrían a favor de los serbios, cosa que, desde el punto de vista alemán, equivalía a que el zar acudiese en auxilio de unos regicidas; ni supieron calibrar el peso del contencioso austro-serbio en el pensamiento estratégico franco-ruso.

Con respecto a Alemania, la tesis de Clark es que este país no era más belicista que las potencias occidentales. Alemania aspiraba a mantener el contencioso austro-serbio dentro de sus márgenes balcánicos, a localizar la guerra en caso de producirse, en vez de aprovecharse de ella para extender el conflicto al continente. Pero en su apoyo a Austria-Hungría hubo una confianza imprudente en la viabilidad de la localización, con lo cual los dirigentes alemanes pusieron su grano de arena en la escalada de la crisis. De sus pares rusos, franceses y británicos no se puede decir algo mucho mejor ya que, convencidos de que sus políticas eran siempre defensivas, nunca evaluaron correctamente el impacto de las mismas en el espectro de opciones del que disponía Alemania. En general, el cuadro de julio de 1914 muestra a unos individuos que tendían a actuar como impulsados por fuerzas irresistibles, desentendiéndose de su propia responsabilidad en la toma de decisiones que comprometían la estabilidad y el bienestar de millones de personas; ciertamente, lo frecuente era que los dirigentes endilgasen el deber de decidir entre la paz y la guerra a sus adversarios. En las élites ilustradas prevalecía una suerte de mentalidad fatalista que propendía a aceptar la guerra como el destino ineluctable de la época. Estas y otras consideraciones inspiran la sugerente imagen que da título al libro: los protagonistas de 1914, sostiene el autor, eran como sonámbulos, «vigilantes pero ciegos, angustiados por los sueños, pero inconscientes ante la realidad del horror que estaban a punto de traer al mundo».

Libro profuso en materiales, magnífico en su combinación de narración y análisis, Sonámbulos ya debe contarse entre las obras fundamentales sobre la crisis que inauguró el siglo XX corto, una era de extremos.

– Christopher Clark, Sonámbulos. Cómo Europa fue a la guerra en 1914. Galaxia Gutemberg / Círculo de Lectores, Barcelona, 2014. 798 pp.

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77 comentarios en “SONÁMBULOS – Christopher Clark

  1. Urogallo Von Luck dice:

    ¡Periodo apasionante, centenario evidente, crítica rotunda!

    ¡ Mira que tengo ganas de leerlo y esta reseña solo me anima más !

  2. Eladio dice:

    Tenía muchas ganas de echarle el guante a este libro y leyendo esta magnífica reseña, aún más ganas.

    Un saludo.

  3. Iñigo dice:

    Este año cae… Sólo tengo que alargar la mano y cogerlo de la estantería de casa. Después de tu reseña y los comentarios del foro no cabe la menor duda de que es uno de los libros del 2014.

  4. Farsalia dice:

    El libro caerá… pero más adelante. No quiero saturarme (más aún si cabe) con el tema. Y aún tengo demasiado fresca en la memoria la lectura del libro de Margaret Macmillan…

  5. Rodrigo dice:

    No habrá pérdida, estimados. El libro me ha parecido extraordinario.

  6. Clodoveo11 dice:

    El libro es muy, muy bueno como análisis de los movimientos de gobiernos y personalidades previas a la guerra. Y como bien dice Rodrigo en su excelente reseña, quien busque la respuesta definitiva al cómo y al porqué irá listo. Es un libro que me gustaría comparar con el de Mac Millan, que al parecer incide más en las responsabilidades individuales y que me gustaría leer si algún día lo consigo por precios troposféricos y no astronómicos. En esta línea, me parece que por muchas interconexiones y derivas fatalistas que hubiera, si alguien hubiera tenido voluntad decidida de frenar la cadena de despropósitos (uno o dos protagonistas bastarían) se hubiese evitado la guerra, pero a todos les importó un pito. Quizá porque pensaban que la cosa terminaría en otra guerrucha balcánica como las que llevaban años librando, porque confiaban en resoluciones brillantes al estilo napoleónico… véte a saber. Pero lo cierto es que diferencia claramente una época en la que las consecuencias de la guerra, pese a ser terribles, les parecía los dirigentes poco más que una partida de ajedrez (y eso que ya las guerras salían con costes humanos horribles, como cuenta Figes con la de Crimea) de posteriores en las que pulsar un botoncito trae consecuencias electorales y de imagen muy superiores (aun sin seguir importándoles un pito los muertos).

    Buena reseña, Rodrigo, seguro que has disfrutado como yo de un gran libro. Este, el de la Mac Millan si fuese más barato y el de Francisco Veiga son los imprescindibles para estos aniversarios.

    Saludos.

  7. Rodrigo dice:

    Sí pues, Clodoveo, pocos libros he leído con tanto entusiasmo como éste. Uno de sus muchos puntos fuertes es precisamente que Clark no cierra ni pretende dar por cerrado el tema de la génesis del conflicto, con todo y desarrollar muy exhaustivamente su punto de vista. Siempre queda un margen de interpretación para el lector.

    El de MacMillan está muy bien pero es de otra cuerda. Más expositivo, por lo mismo menos analítico, tiene también que su enfoque y sus objetivos difieren bastante de los de Sonámbulos. La visión de los antecedentes y de la gestación de la guerra por la historiadora canadiense es de índole convencional, o tradicional si se quiere: del tipo del que Chistopher Clark quiere distanciarse, justamente. Pero ya digo, 1914 es un estupendo libro, una muy buena panorámica del camino a la guerra; a mí me han gustado sobre todo los capítulos relativos a lo cultural.

  8. Valeria dice:

    Aún recuerdo la de tiempo que estuve en la librería intentando discernir si me llevaba el de Clark o el de MacMillan, y al final dejé el de Sonámbulos en su sitio. Está visto que tendré que repensar la compra.

  9. Farsalia dice:

    Pues al final sí que avanzaré su lectura…

  10. Rodrigo dice:

    Por la originalidad de su planteamiento, pienso que el de Clark es el que hace la diferencia. No he encontrado nada similar en ninguno de los libros que se han publicado recientemente sobre la PGM, en castellano.

    Pero no es solo que sea original, sino que, y esto es lo de veras importante, es un libro que cala muy hondo en un tema tan crucial como la gestación de ese conflicto. Considerando que la PGM abrió las compuertas al terrible siglo XX, me parece difícil exagerar la importancia de Sonámbulos.

  11. Rodrigo dice:

    Debo decir que no conozco el de Francisco Veiga, mencionado por Clodoveo. Desgraciadamente, el autor no tiene mucha difusión al otro lado del charco.

  12. Clodoveo11 dice:

    Por si te interesa, Rodrigo, una entrevista al autor:

    http://www.rtve.es/alacarta/audios/europa-abierta/europa-abierta-guerras-gran-guerra-1914-1923/2590297/

    y un comentario sobre el libro:

    http://www.lavanguardia.com/cultura/20140530/54409470757/un-nuevo-libro-sobre-la-gran-guerra-abre-horizontes-para-entenderla-mejor.html

    Tengo varios libros de este señor sobre las guerras en los Balcanes, temas de Europa Oriental, etc y me parecen muy analíticos y reveladores.

  13. Jose Sebastian dice:

    Coincido con Clodoveo en que Francisco Veiga es experto en los Balcanes. Su libro sobre las guerras yugoslavas y su obra sobre Turquía, además de sus artículos periodísticos, le han otorgado merecida fama.

    Felicidades por la reseña Rodrigo

  14. Rodrigo dice:

    Veiga: “Lo que normalmente se hace […] es explicar la guerra por acumulación. Se va llenando el vaso de problemáticas: la xenofobia, el imperialismo, la carrera de armamentos…”. La explicación “acumulativa”, justamente, contra la cual Clark opone su singular y muy fundado punto de vista. Veiga por su parte hace hincapié en la crisis de gobernabilidad, cuestión que enlaza directamente con el enfoque del australiano.

    Muy interesante la entrevista, Clodoveo. Me apunto al libro.

    Muchas gracias, José Sebastián.

  15. David L dice:

    Gracias Rodrigo por la reseña, estupenda como siempre. Las críticas que he leído de este libro parece que las corroboras con tu lectura, creo que este centenario nos ha dejado 3 o 4 grandes trabajos sobre la Gran Guerra que no debemos dejar de leer a aquellos que nos interese el tema. Este libro de Christopher Clark lo vi por primera vez en una FNAC de Francia el año pasado, me llamó la atención a pesar de que desconocía el autor y su obra, enseguida vi también que se publicaba en español y, aunque no lo he adquirido todavía seguro que me haré con él.

    Comentas que Clark se centra más en el cómo que en el por qué de la guerra, esto me recuerda al debate entre intencionalistas y funcionalistas con respecto al tema del Holocausto, a lo mejor estoy diciendo una barbaridad, pero me da la impresión que Clark se acerca más a una postura funcionalista, es decir, no hay un por qué establecido en el estallido de la Gran Guerra, sino una serie de acontecimientos que culminaron en un estallido bélico que nadie había planteado o, al menos, no a la escala que llegó a producirse. Muchas veces hemos leído que el asesinato del archiduque fue la chispa, o tal vez fue un pretexto….y de esta manera se presentó una ocasión de condicionar rápidamente la geopolítica en Europa. No está muy claro quién o quiénes son los culpables, pero yo me pregunto qué ganaba por ejemplo Rusia movilizando sus tropas cuando Austro-Hungría atacó a Serbia, ¿no creéis que se precipitó y cayó en la trampa de Alemania que era realmente el instigador en la sombra del ataque a los serbios? ¿Es que el Zar de Rusia no sabía que una movilización de sus tropas haría que los germanos le declararan la guerra? No sé, el tema es apasionante y da para un debate interesantísimo.

    Un saludo.

  16. Rodrigo dice:

    Hola, David.

    Como historiador que es, Clark debe conocer la famosa polémica entre funcionalistas e intencionalistas en propósito del Holocausto. A lo mejor el australiano sí adhiere a la escuela funcionalista –que en sociología está más bien pasada de moda- o al menos se ha inspirado en aquella controversia para desarrollar su propio enfoque. Lo cierto es que su concepción de las estructuras gubernamentales y de los mecanismos y procesos que definen las tomas de decisiones –ahí está el concepto de “policracia”- sí tiene un sabor funcionalista, claramente. El mismo hecho de basar su enfoque en esta suerte de marco teórico es bastante decidor. Buen punto.

    En cuanto a lo otro, está claro que Clark no quiere meterse en el terreno de las imputaciones, si acusase a uno u otro actor de ser más culpable del estallido de la guerra que los demás resultaría de una inconsecuencia atroz. Pero esto no quita que los lectores podamos seguir el juego de las responsabilidades, ¿verdad? En el fondo, el propio Clark viene a decir que todos los que tuvieron algo que decir en la crisis de julio son más o menos responsables, el problema es que no hay forma de identificar un agente único y exclusivo al que se pueda achacar la culpa –o, como dice el autor, “el culpable con la pistola humeante en la mano”, como en una obra de teatro de Agatha Christie. De su planteamiento se desprende que todos se precipitaron y que todos pisaron el palito de una cultura, o mentalidad, hecha a medias de irresponsabilidad y a medias de fatalismo.

    Pero no todo el esquema de Clark se mueve en el plano de las abstracciones conceptuales, que en realidad sería una pura nebulosa sin el análisis de las actuaciones concretas de los Estados y sus dirigentes. ¿Rusia? Y claro, la suya fue la primera de todas las movilizaciones generales, o sea que su papel en todo aquel embrollo fue crucial.

    Apasionante tema, en verdad. ¿Nadie se anima a intervenir? Es que no tiene gracia que me ponga a reproducir el punto de vista de Clark (o el de Max Hastings, o el de cualquier otro autor) acerca del papel de Rusia, por ejemplo…

  17. Rodrigo dice:

    (Corrección: «a propósito».)

  18. Rafael dice:

    ¡ Estimados amigos!, quizás os resulte de interés la respuesta de la profesora Annie Lacroix Riz a las tesis de Clark desde una perspectiva marxista sustentada básicamente en la evidencia archivística :

    *Une guerre de somnambules ou l’issue d’une crise générale du capitalisme ? Annie Lacroix-Riz*:http://projet.pcf.fr/62361

    *CLICHÉS OU VÉRITÉS SUR LA PREMIÈRE GUERRE MONDIALE? RÉPONSE À NICOLAS
    OFFENSTADT :http://www.historiographie.info/2guerremondiale.pdf

  19. alexander dice:

    Excelente el libro de Clark, el tiene una obra aún no traducida al castellano sobre Federico el Grande, sin embargo la mejor obra sobre 1914, es de Bárbara Tuchman, los Cañones de agosto una obra que ya de por sí su valor literario la hace grande.

  20. Clodoveo11 dice:

    Rodrigo, el papel de Rusia en estos conflictos, y con ello me refiero a la IGM y a los lidiados en la segunda mitad del XIX, es determinante. A lo largo de toda esta etapa y en gran medida por su necesidad de canalizar al exterior una latente conflicividad interna, Rusia busca expandirse hacia Asia Central (el «Gran Juego») y los Balcanes- Mar Negro para competir en pie de igualdad con la(s) gran(des) potencia(s), es decir, GB, y romper ese aislamiento geográfico que le impide progresar. De ahí su intervención en Crimea, meter las narices en los Balcanes indirecta y continuadamente, etc. Dinámica que perpetuó, por cierto, en la etapa soviética.

    Claro, eso no implica que los demás actores también tuviesen culpa en no parar las cosas a tiempo, pero me pregunto, ¿dónde está el límite? Si se le deja la hegemonía en los Balcanes estaba claro que la pervivencia del caduco pero conveniente (como tapón gigante) imperio AH se iba a la porra, con la consiguiente amenaza para Alemania. ¿Iba ésta a dejar que los rusos se plantasen prácticamente a puertas de Budapest-Viena en un hipotético derumbe de la monarquía Habsburgo? Con nuestra perspectiva actual vemos que Rusia tenía graves problemas internos que la convertían en una cáscara gigante vacía y al punto del derrumbe, pero entonces no se veía esto tan claro. Así que, en cierto modo, no es de extrañar que saltasen las alarmas, sobre todo por lado alemán. Algo parecido, pero a la inversa, que sucedió después con la crisis de Danzig tras obviar Austria o los Sudetes.

    Otro punto en que podía haberse parado la mecánica era el sistema de alianzas, seguramente con una mejor diplomacia alemana que hubiese limitado el conflicto territorialmente a Oriente sin intervención occidental. Pero claro, eso suponía que hubiese confiado en que el Imperio se las hubiese arreglado sólo (imposible sin la ayuda alemana, como se vió) y que su resultado no hubiese sido visto lesivo para GB (que temía que de ahí los alemanes hiciesen autopista hacia el Mediterráneo con Turquía como víctima futura propiciatoria), cosa también complicada.

    Y por último lo que comenté anteriormente: no hubo voluntad decidida en las cúpulas de parar la inercia bélica. Por incomunicación en las mismas, mal diseño administrativo, rivalidades internas, me da igual. Se seguía considerando que la cosa sería una extensión de las guerras napoleónicas y sus brillantes operaciones, sin considerar los avances técnicos y el miedo a perder que desembocó en las trincheras y su miseria, por supuesto a costa del pueblo y no de esas brillantes e insensibles cúpulas.

    Vale, que me enrollo. ;-)

  21. Antígono el Tuerto dice:

    Gran reseña Rodrigo, otro libro del Centenario en la lista de pendientes (y van….).
    Clodoveo, el sistema de alianzas es ciertamente uno de los causantes de la guerra, pero también los intereses geoestratégicos y socioeconómicos de la época, la carrera colonial en el planeta (apenas quedaban territorios por repartir y explotar), el dominio de los mares, la aparición de nuevas potencias, las tesis neodarwinistas aplicadas a la política y a la guerra, etc…
    Demasiados factores que controlar, sólo un poder semi-divino podría haber evitado que todo el sistema mundial terminase colapsando en la Gran Guerra.

  22. Farsalia dice:

    Llegado casi al ecuador del libro, hay aspectos muy interesantes: la reevaluación institucional (hasta cierto punto) y el papel no tan eficaz (aunque se podría decir que no tan eficiente) del Imperio Austrohúngaro como conglomerado de nacionalidades (a destacar el exclusivismo magiar en la Transleitania y un cierto pragmatismo en la Cisleitania, sin que ello significara facilidades para las minorías no alemanas); el papel de Serbia en el camino hacia la guerra antes del asesinato de Sarajevo; el seguimiento de la diplomacia en las principales potencias (muy interesante el capítulo sobre las personalidades y las voces de la política exterior europea) y la idea de que el juego de alianzas no era tan restrictivo como puede parecer hoy día.

    Clak matiza muchas ideas sobre el sistema de alianzas y llega a la conclusión que hasta 1912 no había motivos de peso para que estallara una guerra general. No me resisto a citar un párrafo de la p. 204: «En resumen: el futuro no estaba predeterminado. La Triple Entente que fue a la guerra en 1914 no estaba en el horizonte mental de la mayoría de los estadistas. El gran momento crucial de 1904-1907 ayuda a explicar la aparición de las estructuras [cursiva del autor] dentro de las que fue posible una guerra continental. Pero no puede explicar las razones específicas que originaron el conflicto. Para hacerlo, tenemos que examinar de qué manera los procesos de toma de decisiones conformaron los resultados de las políticas y cómo la frágil red de alianzas continentales se vio mezclada en los conflictos que se desarrollaban en la península de los Balcanes». >

    Sigo leyendo…

  23. Rodrigo dice:

    El de Tuchman es un buen libro, Alexander, pero considerarlo el mejor me parece excesivo. Ha corrido agua bajo el puente desde la fecha de su publicación.

    … Aparte que compiten en ligas distintas, “Cañones…” y “Sonámbulos”. Clark se enfoca en la gestación de la guerra, por lo mismo se detiene justo antes de comenzar las operaciones militares; y es ante todo un estudio analítico en vez de un libro fundamentalmente narrativo, como el de Tuchman.

    Pues qué pertinentes observaciones, Clodoveo. Poco que agregar por mi parte, fuera de algún detalle como el de la mascarada rusa del paneslavismo y el patrocinio de Serbia, visto que el verdadero interés de Rusia eran los estrechos y el dominio de la zona circundante, especialmente los Balcanes.

  24. Rodrigo dice:

    Gracias, Antígono. Pero mira, justamente esa visión fatalista del asunto es lo que impugna Clark, y algo que he enfatizado en la reseña. Échale pues un ojo al libro, ya verás.

    Precisamente, Farsalia, ese matizar y poner en cuestión algunos supuestos establecidos es uno de los fuertes del libro. Muy atinada la cita.

  25. Iñigo dice:

    Respecto al manido paneslavisno, esta justificación también la utilizo Rusia en los precedentes de la guerra de Crimea, como bien lo señala en su libro Orlando Figes, tanto como para enfrentarse a ingleses y franceses al no salir adelante su excusa disfrazada de cruzada contra los turcos en la mitad del siglo XIX. Posiblemente el afán imperialista de los Zares estaba por encima de todo, con tal de lograr la ansiada salida al mar Mediterráneo.

  26. Rodrigo dice:

    Exacto.

    El paneslavismo era una corriente política de opinión muy importante en Rusia, y tenía muy buena prensa. Pero a nivel gubernamental no era más que un pretexto populista para justificar la política imperial.

  27. alexander dice:

    Otro libro interesante aunque viejo del tema es del historiador alemán Fritz Fischer, Los objetivos de guerra de Alemania en la Gran Guerra, libro aún no traducido al castellano, apareció en los sesentas y causo un debate historiográfico en la República Federal de aquel entonces, recordemos que en Alemania la primera guerra mundial es la «buena, la políticamente correcta» al sentirse los alemanes víctimas del cerco ruso-francés, tal y como lo profetizó Bismarck en 1891, cuando el jovencísimo káiser no ratificó el tratado de reaseguro.
    Las causas de una guerra pueden ser analizadas, las acciones bélicas sobre el terreno aún más difícil recordemos que como nos contaba Tolstoi en Guerra y paz, la guerra es el reino del desorden y el caos, con lo cual ni Kutuzov ni Bonaparte pueden ser héroes.

  28. Rodrigo dice:

    Sí, a Fischer lo menciona Clark como insigne exponente de la tesis de la culpabilidad alemana, incluso como cabeza de una escuela de historiadores que ha desarrollado esa tesis.

    Ojalá veamos otras novedades editoriales en torno al tema, aunque no me hago muchas ilusiones. En lo personal, lo que me interesa de la PGM es la parte de los antecedentes, las consecuencias políticas y el impacto sociocultural. Lo de las batallas lo doy por visto.

  29. alexander dice:

    La culpabilidad alemana se originó a raíz del incendio de la biblioteca de la Universidad de Lovaina, si mal no estoy; así como del uso indiscriminado de fusilamientos a civiles belgas, bajo la acusación de ser francotiradores, una imagen de los prusianos se puede ver en la novela los jinetes del apocalipsis del valenciano Blasco Ibáñez novela que es pura propaganda profrancesa. En cuanto al libro de Fischer se publicó en Alemania en 1961 y originó la primera querella de los historiadores alemanes, la segunda fue en los ochentas a raíz del libro de Ernest Nolte donde equiparaba el fascismo a los crímenes de los bolcheviques controversia en la cual tomó parte Jurgen Habermas, si mal no estoy, el libro de Fischer es casi imposible de conseguir, solo lo ví una vez ya hace mucho tiempo en una librería de un viejo armenio en Corrientes en un pésimo estado.

  30. Rodrigo dice:

    Los crímenes de nazis y bolcheviques habían sido equiparados mucho antes de los años 80 por la teoría del totalitarismo, cuya primera formulación sistemática fue la de Hannah Arendt en Los orígenes del totalitarismo (1951). Lo que hizo Nolte, primero en un artículo y luego en su libro La guerra civil europea (1987), fue concebir los crímenes nazis como una simple copia de los crímenes bolcheviques y como una respuesta a los mismos, distorsionando el problema de fondo (los orígenes y la naturaleza del régimen nazi). Y sí, Habermas fue el más renombrado de los contradictores alemanes de la tesis noltiana.

    Pienso que el asidero de la idea de la culpa alemana es incluso anterior al incidente de Lovaina, no había más que ver a Alemania invadiendo Luxemburgo y Bélgica para acusarla de potencia agresora. Luego vendría el resto.

  31. David L dice:

    El libro de Fritz Fischer lo tengo en el punto de mira desde hace bastante tiempo, he podido encontrar alguna edición en francés, pero el precio es prohibitivo, no es la primera vez que leo muy buenas referencias sobre el mismo…le seguiremos la pista.

    Un saludo.

  32. alexander dice:

    El libro de Fischer se puede conseguir en amazon en inglés de segunda, no hay traducción al castellano, esperemos que el Fondo de Cultura Económica o Ariel lo traduzca, de Los cañones de agosto si hay una nueva edición de RBA creo.
    En cuanto al incendio de la biblioteca de la Universidad de Lovaina en su época causó una gran conmoción dio pie a que a los alemanes se les llamara hunos y la supuesta defensa de la Kultur que hasta defendía Thomas Mann, se volviera indefendible.

  33. Rodrigo dice:

    Vale, eso es cierto. Lo de Lovaina, los fusilamientos, el bombardeo de la catedral de Reims…

    El mismo Thomas Mann se retractaría de buena parte de las ideas que defendió en los años de la PGM.

    ¿Corrientes? Tratándose de libros, se encuentran cosas muy interesantes por ahí.

  34. Rodrigo dice:

    En pedir no hay engaño, dicen. A mí me encantaría ver traducido el de Sean McMeekin, The Russian Origins of the First World War. O el de David Fromkin, Europe’s Last Summer. O el de Niall Ferguson, The Pity of War

    En fin.

  35. alexander dice:

    Bueno tenemos 1913 de Florian Illies, que explica el ambiente cultural del momento, así como también El mundo de los Guermantes de Marcel Proust nos da el ambiente prebélico en la Francia de 1914, El final del desfile de Ford Madox Ford para Inglaterra, obras de Orlando Figes de la Rusia prerrevolucionaria, Nicolás y Alejadra de Robert Masssie, y de Churchill un libro sobre la crisis europea de 1911 a 1919.
    En cuanto a la culpabilidad alemana de pronto ésta no se dió pero si hubo impericia al aplicar el Plan Schielffien y subestimar a Inglaterra.

  36. Rodrigo dice:

    Algunos de los que mencionas han sido reseñados aquí, en Hislibris.

  37. alexander dice:

    En todo caso la marcha alemana sobre Bélgica fue épica, como heroica fue la defensa de Prusia Oriental en la batalla de Tannenberg, sigo pensando que Alemania fue victima del cerco franco-ruso en 1914, como heroico fue el milagro del Marne, milagro facilitado por la invasión rusa de Prusia Oriental.

  38. Rodrigo dice:

    Para épica, la carga de los rohirrim contra los orcos a las puertas de Minas Tirth. Eso sí que es estremecedor.

    Lo mejor es que es ficción pura.

  39. Antígono el Tuerto dice:

    No sé si la invasión de Bélgica fue épica o no; lo que sí sé es que fue una «cagada» diplomática de primer nivel.

  40. Guayo dice:

    Este centenario lo disfrute mucho por la gran cantidad de libros y artículos sobre la culpabilidad y los orígenes de la PGM, creo que nunca tantos libros sobre la guerra despertaron tantas pasiones sobre quien se lleva la culpa a su casa, ni acabaron con la paz literaria sobre el «juego de culpas», lo bueno es que el tema sigue abierto según lo entiendo por tus comentarios y tu fantástica reseña amigo Rodrigo.
    Este juego de culpas parece que no ha terminado, que mejor ejemplo que los libros publicados hasta ahora;

    Sir Max Hastigs no duda en apuntar al Imperio Alemán, interesante que se plantee un What if? dando muchos ejemplos de atrocidades contra civiles y patrimonios culturales por donde pasaron las tropas del Kaiser, sacando conclusiones de lo que hubiera pasado si los poderes del Centrales salieran victoriosos.

    Niall Ferguson culpa a Gran Bretaña, que nunca debió de intervenir y que era mejor ver los caballos de largo.

    Sean Mckeekin va por Rusia, ( McMeekin deberia de ser traducido), su libro sobre la crisis de Julio de 1914 también saca nuevas luces sobre el episodio de Sarajevo, al igual que sus libros anteriores sobre la responsabilidad de Rusia por temprana movilización como también la responsabilidad al Kaiser por promover una jihad contra los intereses Anglo-Franceses en Africa, tirando más leña a las viejas rivalidades Europeas.

    Por tu reseña entiendo que Clarck no cae en el juego de culpas y se va por culparlos a todos como sonámbulos que van a la Guerra.

    Margarita MacMillian apunta a las culpas individuales.

    Si me falto alguien en la fiesta me recuerda, que solo he leído a Mckeekin y Hastings y los demás lo he sacado de las reseñas y comentarios en el foro.

  41. alexander dice:

    Otra figura injustamente criminalizada en la guerra del 14, es el kaiser, un personaje sin ningún poder efectivo que sólo trataba de llamar la atención, libros y libros se han escrito de anécdotas hilarantes se han escrito del buen Guillermo, en sus días fue la personificación del mal y de la agresividad teutona, pero era sólo un buen burgués cándido e inocente, en su época símbolo de la maldad germánica veinte años después la supuesta maldad del kaiser palidecería en comparación con el cabo Adolf.

  42. Rodrigo dice:

    Justamente, Guayo, Clark elude el problema de la culpa. Considera que distorsiona el estudio de los orígenes de la guerra, por las razones que he bosquejado en la reseña.

    Te lo recomiendo encarecidamente, contertulio. Desarrolla un enfoque muy interesante, sumamente fructífero.

  43. rafael dice:

    El historiador Roger Moorhouse se muestra crítico con los fundamentos teóricos del libro de clark y suscribe en general , la opinión negativa del desempeño del Kaiser Gillermo II,basándose en una reciente biografía de Jhon G.Rholl, aquí tenéis la entrada de su blog:

    http://www.rogermoorhouse.com/blog( diciembre 2014).

    Roger Moorhouse es un historiador especializado en la historia del nazismo y la IIGM,su último libro es «The Devils’ Alliance: Hitler’s Pact with Stalin, 1939-1941(Bodley Head,2014), un libro muy flojo basado en fuentes secundarias y en la que se nota que no es especialista en la Unión soviética pero esa es otra cuestión.

  44. Antígono el Tuerto dice:

    Lo de cargarle el muerto al káiser fue una moda a la que se apuntaron los propios alemanes tras la guerra. Otra cosa es que fuera el cabeza de turco en una guerra en la que muchos (alemanes y no alemanes) tienen bastante cuota de culpa.

  45. Clodoveo11 dice:

    Que hubo actores individuales que podían haberse posicionado frente a la dinámica de guerra, eso es evidente: otra cosa es si les merecía la pena hacerlo. La guerra se presentaba como una vía para obtener ventajas territoriales sin más coste que el de la consabida carne de cañón, y sin aparente peligro para tronos y puestos, cosa errónea como se vió después. Que si el Kaiser fue más culpable que otros… la historia la escriben los vencedores, y los franceses tenían que culpar a alguien de la sucia deriva de la guerra en las trincheras y en suelo franco-belga. Los alemanes reaccionaron a la agresión inicial rusa contra su débil aliado, y deseaban limitar el conflicto al Este, pero ¿iba Francia a quedarse quieta?; debe advertirse que pese a la movilización militar alemana se estaba esperando en Berlín seguridades por parte británica de que los franceses no iban a ejecutar su deseada alianza con Rusia, y SÓLO cuando éstas no llegaron decidió Guillermo II darle vía libre a los planes ofensivos occidentales de Moltke. De modo que, inicialmente, Guillermo II no era el más proclive a extender la guerra a Occidente.

  46. Antígono el Tuerto dice:

    Nadie lo quería, todos creían que aquello se reduciría a otro conflicto más (y hubo unos cuantos previos) en los Balcanes.
    El problema fue que el sistema de alianzas, los miedos de los gobernantes, y las ansias de expansionismo imperialista, hicieron de catalizador para que la situación se saliera de madre.

  47. alexander dice:

    Y que hubiera sucedido si el Imperio Británico no hubiese intervenido un siglo alemán? Der Deutsche Jahrdundert?. Para el Imperio Alemán era muy difícil una guerra en dos frentes era la pesadilla de Otto von Bismarck, o sea que sin Inglaterra o con ella era imposible que Alemania hubiera ganado la guerra, circunstancia muy diferente al paseo militar prusiano de 1870 o la Blitzkrieg de 1940. Era imperativo un solo frente y en 1914 esto era imposible.

  48. Antígono el Tuerto dice:

    Cuando Bismarck se anexionó Alsacia y Lorena tendría que haber sabido que se había ganado a un enemigo por «casi» toda la eternidad, Francia. La enemistad y el revanchismo eran patentes en Francia (y con razón, les habían amputado el país a sangre fría). Por lo tanto, dependiendo del sistema de alianzas de Francia y Alemania, todo conflicto futuro entre ambas naciones (y que iba a ver una guerra entre ambas era obvio desde el primer minuto de la anexión de Alsacia y Lorena) acabaría deviniendo en una gran guerra europea.

  49. alexander dice:

    Con el paso de los años sí, pero en 1870 Rusia y Prusia eran grandes aliadas, las monarquías reaccionarias de Europa frente a los poderes liberales de Inglaterra y Francia. en 1892 Guillermo II, después de haber cesado a Bismarck cometió la imprudencia de no ratificar su alianza con Rusia.

  50. Antígono el Tuerto dice:

    Era muy difícil ser aliado de Austria y Rusia a la vez. Sus intereses en los Balcanes y Oriente eran diametralmente opuestos.

  51. alexander dice:

    Ahora que a lo mejor Rusia con su paneslavismo impidió todo acercamiento con Alemania, aunque el gran enemigo de Rusia a finales del siglo xix, era Gran Bretaña recordemos el Gran Juego en Asia Central.

  52. Jose Sebastian dice:

    Magníficamente relatado en «Torneo de sombras. El Gran Juego y la pugna por la hegemonía en Asia Central» de Karl E. Meyer.

    Saludos

  53. iñigo dice:

    Libro que tengo en la Pila… esperando turno. También tratado el tema en un estupendo número de Desperta Ferro.

  54. alexander dice:

    En realidad la alianza entre la III República francesa y el Imperio ruso era contranatura la República francesa era laica, anticristiana y dirigida por masones, el Imperio ruso era defensor a ultranza de la fe ortodoxa, antiliberal y reaccionario, realmente el gobierno alemán tuvo que ser muy torpe entre 1893 y 1914 como para que se consumara dicha alianza, los Romanov aliados con los herederos de los jacobinos.

  55. Antígono el Tuerto dice:

    No hay alianzas antinaturales, la política hace extraños compañeros de cama, y (como siempre) el enemigo de mi enemigo es mi amigo; por mucho que sea un autócrata despótico y tiránico.

  56. alexander dice:

    Si y finalmente los Romanov, los Hohenzollern y los Habsburgo acabaron en el basurero de la historia. Una indemnización imposible de pagar para Alemania, Austria-Hungría atomizada en republiquetas ultranacionalistas y Rusia en el mayor experimento social de la historia.

  57. Antígono el Tuerto dice:

    Y al final, esta guerra abriría el proceso del colapso del dominio global de Europa (adiós a los imperios coloniales de Francia y Gran Bretaña, y otros), la Rebelión de Asia y el triunfo de dos potencias extra-europeas, la URSS y EEUU.
    Pero todo eso es a largo plazo, al inicio de la guerra nadie podía predecir las consecuencias catastróficas que acabarían sucediendo.

  58. alexander dice:

    Y pensar que Nicolas de Romanov, Guillermo II y el rey Jorge de Inglaterra eran primos, son célebres las cartas entre Nikki y Willi, y el intento de manipulación del káiser al zar en Helsinki, parecido al que le hizo Bonaparte al zar Alejandro en Tilsit.

  59. Antígono el Tuerto dice:

    Hacía ya mucho tiempo que la política ya no era determinada por las casas reinantes.

  60. David L dice:

    Las alianzas deberían servir para afrontar conflictos diplomaticos y evitar llegar a un desenlace armado , en el caso de Francia y Rusia parece, visto como se desarrollaron los hechos ,que no fue muy efectiva ya que no sé si a los galos les interesaba un conflicto con Alemania. Creo haber leído que Francia intentó mediante negociaciones con el zar de Rusia que el conflicto fuera acotado a los Balcanes y de esta firma evitar su extensión por el continente , si Rusia moviliza sus tropas hasta la frontera austro hungara la mecha ya se podia dar como encendida , como así ocurrió .No sé puede luchar contra una decisión de este tipo.

    Un saludo

  61. urogallo dice:

    ¡Lo tengo!

  62. Antígono el Tuerto dice:

    ¡Coméntelo!

  63. Rodrigo dice:

    ¡Eso! ¡Sin pérdida de tiempo!

  64. cavilius dice:

    ¿»Cómetelo»?

    Ah, vale, Antígono. Había leído rápido.

  65. Urogallo dice:

    Leído, devorado…¿Digerido?

    Me seduce especialmente la idea de la invasión italiana de Libia (Guerra Italo-Turca) como el momento decisivo en que el cerrojo de la caja de Pandora salta. Italia impone una política de hechos consumados alterando el status quo internacional en su beneficio sin casus belli ni justificación. Y los micro-estados balcánicos toman buen nota de ello, como si necesitasen demasiadas excusas para actuar…

    Clark nos descubre o nos recuerda los fundamentos de los acontecimientos:

    -La destrucción por Italia de la idea de una paz general que las potencias mantienen o reestablecen.

    – La ausencia de un estado terminal en Austria-Hungria, que la convierte en un actor muy agresivo consciente de que debe proteger su existencia.

    – La rapacidad insaciable de los agresivos estados Balcánicos: Serbia y Bulgaria, y en menor medida Rumania.

    – La absoluta incompetencia de la clase dirigente rusa.

    – La obsesión francesa por la guerra.

    – La incompetencia diplomática alemana.

    – La inoperatividad turca.

    – La falta de claridad en las declaraciones de Inglaterra, dispuesta a revisar sus opciones casi a cada momento.

  66. Rodrigo dice:

    Precisa síntesis y visión de conjunto, Uro.

  67. Antígono el Tuerto dice:

    Más concreto no se puede ser Maese Urogallo

  68. Urogallo dice:

    Me ha faltado la prosa viril de Konrad y la poesía del zar Boris.

  69. Iñigo dice:

    Glorioso ensayo. Lo he disfrutado de princio a fin. Manteniendo una lectura constante se lee con gusto y intensidad. Una gozada en su redacción, investigación y análisis de las causas del conflicto. Recomendable es poco.

  70. Rodrigo dice:

    Suscribo. “Glorioso” es lo menos que puede decirse de este libro.

  71. Iñigo dice:

    Una de las conclusiones que más me han llamado la atención es es la idea de que todos y cada uno de los países beligerantes plantearon su participación en los primeros compases de la guerra cono una táctica defensiva, frente a las aspiraciones de los demás. De ahí la calificación final de su situación semejante a los sonámbulos… Curioso y muy muy instruyó mensaje.

  72. Iñigo dice:

    Instructivo quería decir… Perdón

  73. David L dice:

    Qué gran obra! Ha sido un placer leer desde la primera a la última página, en mi caso he leído una edición de bolsillo en francés publicada en 2015 por la editorial Flammarion. Desde luego coincido con la opinión generalizada sobre las alabanzas a este trabajo de Christopher Clark.

    Entrando ya de lleno en algunos aspectos de la obra no me han extrañado algunos de los puntos más conflictivos que aborda Clark, por ejemplo la idea pan nacionalista serbia de englobar a todos los serbios en una imaginaria gran nación ….expansionismo que sólo podía erosionar a uno de los pilares de la Europa continental del momento, el imperio Austro-Húngaro. El papel de Rusia, aunque Clark no quiera definir un solo culpable, fue fundamental a la hora de agravar la situación, su política balcánica acabó nunca mejor dicho balcanizando a Europa. Alemania creo que apostaba por localizar el conflicto evitando que se extendiese por todo el continente, pero los rusos acabaron por llevar a cabo su compromiso con Serbia y de esta manera arrastró también a Francia y consiguientemente a Alemania. A mí me ha parecido que Clark incide mucho en el hecho de que Rusia sentía la necesidad de reivindicarse ante las potencias centrales como un peso pesado en el equilibrio continental, en cierta manera parece que existe un resquemor hacia estas últimas y apuesta por hacerse valer…y que mejor sitio que la Europa de los Balcanes donde pueden ayudar a acabar con un imperio, al igual que el suyo, compuesto por numerosas nacionalidades y regidas por un monarca al que ellos, ingenuamente en mi opinión, observaban como decrepito.

  74. Rodrigo dice:

    Y bueno, anciano sí que lo era, pero no había perdido su determinación ni, sobre todo, su aura simbólica, que era de lo poco que sostenía la estructura precaria del imperio.

    Atinado comentario, David.

  75. Julio Cesar dice:

    Un libro excelente, es de los que debes de leer y tener , el mundo fascinante del ambiente belico antes de la primera guerra mundial

  76. Urogallo dice:

    ¡Bravo Iñigo!

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