SANGRE Y HONOR – Juan Carlos Losada

«Esta Hispania produce los durísimos soldados, ésta los expertísimos capitanes, ésta los fecundísimos oradores, ésta los clarísimos vates, ésta es madre de jueces y príncipes, ésta dio para el Imperio a Trajano, a Adriano, a Teodosio.» Pacato s. IV.

Cada pueblo que habita esta tierra, desde la aldea más chiquita al imperio más esplendoroso tiene sus propios héroes. Gente que en un momento indicado supieron alzarse por encima de sus congéneres y lograr hazañas extraordinarias para enseñanza y muestra perenne a las futuras generaciones. Este tipo de personas han pululado por el imaginario histórico en todos los siglos que nos han precedido. Y dentro de la Historia de España también los ha habido a cientos, más incluso que en otros países. Normalmente han destacado con más luces que sombras gentes como por ejemplo Gonzalo Fernández de Córdoba (El Gran Capitán); Blas de Lezo; o Rodrigo Díaz de Vivar (El Cid Campeador). Personas capaces, como estos casos citados, de conquistar extensísimos territorios con la ayuda de su inteligencia superior; o parar con su arrojo a todo un ejército con astucia y valor; o a través del mito y la leyenda ganar batallas incluso después de muerto. Auténticos héroes que pasan al colectivo histórico como paradigmas de la perfección.

Aun así existen otros, no llamados ya héroes, sino luchadores y guerreros, que arrojan, al revés que los anteriores, más sombras que luces, y que aunque hayan conseguido logros esenciales para la nación que defienden han tenido algún punto de discordia que oscurece sus méritos. En esta categoría nos encontramos en primer plano a Fernando Álvarez de Toledo, III Duque de Alba (1507 – 1582): Educado por su abuelo Fadrique Álvarez de Toledo, que fue un destacado militar con los Reyes Católicos y Carlos V, pronto, en su más tierna infancia sintió inclinación por el noble arte de Marte y en 1524 huyó al sitio de Fuenterrabia para combatir en primera línea. Esta heroicidad le abrió las puertas del ejército imperial destacando en la toma de Argel (1535) y en la famosa batalla de Mühlberg (1547), donde el emperador vencerá a los protestantes. Con Felipe II siguió su estela de excelente militar y con el tiempo consiguió, gracias a sus hazañas militares en Italia y Flandes, ser gobernador de esta última provincia, en donde, a pesar de su extraordinaria carrera, también la animadversión general, ya que dirigió con mano de hierro los destinos de esa provincia vinculada al Imperio Español. Este odio conciudadano y la utilización del Tribunal de los Tumultos produjo su caída en 1573, que incluso a su regreso a España hizo que diera con sus huesos en la cárcel. Pero de nuevo la Fama le ofreció una nueva faz más brillante e hizo que Alba fuera llamado para la invasión y Conquista de Portugal para afirmar los derechos de Felipe II en el trono luso. Estos derechos legítimos se confirmaron finalmente en las Cortes de Thomar en 1580. Los éxitos le abrieron las puertas para confirmarse como Condestable de Portugal y miembro de la Orden del Toisón de Oro. Poco después falleció en Lisboa en 1582 rodeado de toda su gloria.

Como se puede ver, la leyenda Negra (dícese del odio que sufrió por parte de media Europa), mezclada con la habilidad militar siempre han acompañado a este general que mantuvo con mano férrea y fría las posesiones de su Rey (Carlos V y Felipe II). Pero esta situación no ha sido óbice para que su apasionante vida haya sido llevada a la novela de la mano de Juan Carlos Losada. Es doctor en historia y premio extraordinario por la Universidad de Barcelona. Especialista en historia militar y contemporánea de España ha publicado, entre otros libros: Ideología del ejército franquista, Batallas decisivas de la historia de España, Mitos militares de la historia de España, San Quintín y Los generales de Flandes. También es coautor de Weyler, nuestro hombre en La Habana, Aunque me tires el puente, La invasión de la suecas o Ruido de sables, entre otras obras. Ha colaborado en los diarios El Mundo y El País, y escribe habitualmente en las revistas especializadas de historia, como por ejemplo La Aventura de la Historia.

Esencialmente nos encontramos con una novela biopic, biográfica, sobre la apasionante vida del Duque de Alba, desde un punto de vista casi hagiográfico. Permítanme que me explique a través de sus puntos fuerte y flacos. En cuanto a sus aspectos positivos, la idea que mejor se ciñe al libro y a la vida de este personaje es fiel al tema de libro: Sangre y Honor. El autor se circunscribe a los dos ejes ideológicos que siempre acompañaron al de Alba. No importa dónde ni cómo, ni a qué hora ni en qué sitio inaccesible, el Duque siempre llevó la consigna de defender a su Rey contra viento y marea, sin importarle el riesgo y el peligro. Era un militar que sabía cual era su oficio, el oficio de la sangre y que tenía que mantener alejado al enemigo con la única ayuda de la punta de su lanza. Con su espada y su fiereza  supo defender los territorios hispánicos contra todo enemigo de su Rey y Religión. No era un ser que se parara a discutir sobre la conveniencia o no conveniencia de las acciones militares. Era una máquina de guerra, hecho para la guerra y armado para la gloria. Pero no por ello fue un ser frío y sanguinario sin corazón como le pintan sus mas acérrimos enemigos. Fue un militar de oficio que incluso se rodeó en algunos momentos de grandes pensadores como por ejemplo su amigo Garcilaso de la Vega (1503-1536). En algunos momentos (y esto lo digo a motu propio y salvando las distancias) a veces, me recuerda a futuros guerreros como el mismísimo General Patton. Hechos por y para la gloria militar, no habiendo más frontera en la vida que el mismo Dios Marte.

Pero esta figura legendaria, manchada no solo por el falso mito de sus adversarios, sobre todo en Flandes, sino también por la desmemoria histórica de sus compatriotas, y aquí ya entro en los aspectos negativos, no ha sabido ser plasmada por el autor en toda su magnitud dentro de la novela. Me explico. Juan Carlos Losada ha hecho valientemente una novela sobre el gran Duque de Alba, sabiendo, me imagino, la fuerte critica que este personaje ha tenido a los largo de la Historia. Aun así, parece ser que tímidamente, nuestra Historia ha empezado a acumular y revalorizar la figura de este augusto general imperial mediante biografías de historiadores como el difunto Manuel Fernández Álvarez (El Duque de Hierro, Espasa, 2007); o por ejemplo Henry Kamen (El Gran Duque de Alba, La Esfera de los Libros, 2004). Siguiendo esta afortunada corriente historicista, el autor ha lanzado su cabeza al ruedo y ha escrito una novela  de este personaje, pero, a mi modo de ver de manera desafortunada. Si se observa su biografía y bibliografía no es dado a escribir género novelesco, sino más bien ensayístico. En este ultimo género ha dado muestras, doy fe de ello, tras varias lecturas de sus obras, de gran valía con un estilo didáctico muy apreciado. Pero en esta nueva incursión novelística, siento decirlo, ha naufragado de pleno. Creo que hay que achacarlo a su primer acercamiento a otro tipo de escritura y no ha fallos premeditados. El escribir una novela sobre el Duque de Alba es un proyecto titánico en el que no solamente se ha de hablar del campo militar, sino también aderezarlo con el espíritu real del personaje, ya que si no se convierte en una novela maniquea de buenos y malos en el que se ve el cartón piedra desde lejos. Y es lo que le ha pasado a esta novela. El autor, a mi modo de ver, ha querido picar muy alto en este primer proyecto y se ha quedado a medio vuelo. Una pena, la verdad. Las acciones ocurren sí porque sí e incluso a veces de manera atropellada, llegando en algunos momentos a convertir al gran Duque en un Súper Gran Duque al cual no le afectan los hechos de las batallas y rebotándole casi las balas. De excelente general de Tercios a Súper Caballero andante que con solo su mandoble de espada fulgurante desarbola ejércitos enteros.

Siento esta crítica tan negativa de una novela, pero en mi descargo diré que a veces es bueno errar para que futuros escritos novelísticos sean magistrales. Juan Carlos Losada es un excelente ensayista, y les recomiendo todas sus obras anteriores, pero esta novela en concreto, a no ser que no sean muy exigentes y que deseen conocer por primera vez la figura del III Duque de Alba, ha quedado muy coja en planteamiento y estilo, sin que haya plasmado en su totalidad la mítica y legendaria figura de uno de los grandes militares que ha dado la Historia de España.

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7 comentarios en “SANGRE Y HONOR – Juan Carlos Losada

  1. ARIODANTE dice:

    Una espléndida reseña, Balbo. Y mira por dónde, que coincido contigo. Losada es un buen ensayista y en esta su primera novela le pesa más la parte ensayística que la literaria. Es decir, la literaria se queda muy corta. Introduce a un ficticio amigo-criado del duque que le acompaña en todos sus movimientos, y que sirve de nexo entre el lector y el duque. Es el que nos relata la acción y nos intenta compensar moralmente las audacias de su amo y señor. En fin, a mí esa lectura me sirvió para enterarme o recordar partes de nuestra historia que son importantes; y la vida del duque, que no conocía. Pero si me ha servido la historia novelada, la parte literaria me ha frustrado un poco, porque realmente no convence. No te implicas, no te emocionas, no sufres. Sólo lees.

  2. Vorimir dice:

    Pese a que parece que la novela es un gran «quiero y no puedo», de todas formas es de agradecer que empiecen a surgir novelas sobre grandes personajes de nuestra historia (El Duque de Alba, Blas de Lezo,….) y que al menos contrarresten en parte la leyenda negra que nos han echado encima durante tantos años, ya que al menos estas novelas acercan esas figuras al público general.

  3. Balbo dice:

    Coincido contigo en cada punto que expresas Vorimir. Un abrazo :-)

  4. ARIODANTE dice:

    También yo comparto tu opinión Vori

  5. Urogallo dice:

    Bueno, hay que decir que frente a la perniciosa leyenda negra, Alba no era una personaje demasiado interesado en cuestiones de religión. Desaconsejó a Felipe II abordar la revuelta desde un punto de vista religioso por multiples factores. El más importante es que sus landskenetes luteranos no verían con buenos ojos combatir en nombre de la imposición religiosa. Desde un punto de vista bastante moderno, Alba solo consideraba enemigos a los rebeldes precisamente por su oposición a aceptar la legítima soberanía de su rey, no por sus opiniones en cuestión de fe.

    ¡ Más que honesta y completa reseña Balbo !. Pero ya sabes, la tentación de novelizar la historía es tan grande…

  6. Germánico dice:

    Bueno, como el conflicto Roma – Cristiandad, el de los leones y tal. Era un asunto de aceptación de poderes, no religioso.

  7. Ramón dice:

    A mi me ha parecido poco profunda y de escasa calidad literaria. No engancha desde el principio y ni siquiera sirve para pasar el rato. De hecho abandone la lectura hacia la pagina ochenta.

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