RUMBO A ÍTACA. UN VIAJE A LA ANTIGUA GRECIA EN BUSCA DE LA FILOSOFÍA – Víctor Luis Guedán Pécker

«Filosofar se parece más bien a peregrinar hacia Ítaca siguiendo el manual de instrucciones del célebre poema de Kavafis; sabiendo que la playa a la que soñamos con arribar se aleja de nosotros siempre que estamos seguros de hallarnos próximos, pero sin desesperarnos por ello; antes bien, aprovechando la larga e incierta travesía para crecer espiritualmente».

A lo largo de la historia la mayoría de filósofos han aspirado a construir un sistema que diera explicación a las preguntas fundamentales del hombre: quiénes somos, qué es el mundo y cómo puedo conocerlo, existe Dios, tiene el ser humano alma, cómo debo obrar… Unos pocos lo lograron, y alguno incluso dio por concluida y terminada la labor de la filosofía con su propio sistema: Hegel lo hizo a su manera, Wittgenstein lo hizo también a la suya, Schopenhauer se jactó de lo mismo… Sin embargo, en la tarea de filosofar así como en muchas otras, lo importante, lo que hace que valga la pena dedicarle esfuerzos, no es la meta que se quiere alcanzar sino el camino que se ha de recorrer hasta llegar a ella. En la tarea de filosofar sucede que la meta es el camino.

Este es el planteamiento inicial de Rumbo a Ítaca, de Víctor Luis Guedán Pécker, publicado por Shackleton Books en 2024. No se trata esta obra de un manual de filosofía, ni de un libro que se dedique a divagar en torno a qué es la filosofía o a picotear ideas o razonamientos nacidos en la mente de filósofos para construir disertaciones acerca de esto o aquello; tampoco es una historia ni un manual de filosofía en el sentido estricto del término. Es, nada más y nada menos que un viaje, tal y como anuncia su título. Un recorrido desde los albores de la filosofía hasta un poco antes de que esta comenzara a repetirse a sí misma, esto es, hasta la muerte de Alejandro Magno en las postrimerías del siglo IV a.C., cuando se produjo el advenimiento del período bautizado como helenístico. En ese período se produjo, a causa de la ampliación de fronteras del mundo conocido (conocido por los griegos, se entiende), una disolución de la mentalidad antropocéntrica del hombre griego. Este dejó de considerarse el centro del universo y ya no fue más ciudadano de una polis sino del mundo, un mundo inmenso, variado y plural, plagado de culturas, razas, lenguas y costumbres distintas a las suyas. El hombre griego se sintió minúsculo ante la vastedad de lo que le rodeaba, y la desesperanza se adueñó de él al comprender que el mundo no giraba en torno suyo sino él en torno al mundo. Comenzaron entonces a surgir corrientes de pensamiento que ofrecían consuelo para diluir esa desubicación, que dejaban de ocuparse del mundo y pasaban a hacerlo casi exclusivamente del ser humano y su papel en ese vasto mundo: estoicismo, escepticismo, epicureísmo… Pero estas son ya otras cuestiones, y el autor no se plantea aquí abordarlas; quizá en próximas obras.

Rumbo a Ítaca comienza su singladura en el individuo: para filosofar hay que conocerse uno mismo. Eso es precisamente lo que está escrito en el mármol del templo de Apolo en Delfos: «conócete a ti mismo». Es lo más difícil que puede hacerse, porque ¿cómo llega uno a conocerse a sí mismo? A partir de aquí, el libro teje un relato fluido y sin altibajos en el que combina historia griega, filosofía y mitología, salpicada con ideas y razonamientos de filósofos posteriores a los griegos, y con todo ello construye caminos de reflexión por los que el lector está invitado a pasear. El ineludible paso del mito, de la aceptación irracional del mundo, al logos, al uso de la razón para buscar explicación a lo que vemos, lleva a Guedán Pécker a visitar el pensamiento de Tales, Anaximandro, Anaxímenes y Heráclito. El principio rector de todas las cosas, el arkhé, no son ya los dioses sino elementos naturales como el agua, el aire, el fuego… La presentación que hace el autor de estos filósofos y de los que seguirán, es asequible y con argumentos sabiamente hilados. Guedán tiene la capacidad de mostrar el pensamiento de esos filósofos no como un postizo superpuesto a la historia de los griegos, sino como algo perfectamente integrado en su devenir. Se le notan las tablas como docente y divulgador de la filosofía, y suele suceder –no siempre, pero en este caso sí– que ese bagaje desemboca en buenos trabajos escritos.

De Heráclito aprenderemos su panta rei, el conocido «todo fluye», así como el papel de la guerra como padre de todas las cosas y la lucha de contrarios que sostiene el equilibrio de lo existente. De Parménides, la verdad inmutable. De Pitágoras el libro nos muestra su concepción religiosa, política y filosófica, y la importancia de los números y las matemáticas. Y llegaremos finalmente a la famosa expresión antropocéntrica por excelencia del mundo griego: «el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en tanto que son y de las que no son en tanto que no son». La frase la dijo, según Platón, el sofista Protágoras, natural de Abdera, y con ella inauguró el relativismo más absoluto, valga el oxímoron. No hay nada cierto, nada verdadero, sino que todo depende del sujeto que lo percibe. Reflexiona entonces Guedán Pécker: ¿se refiere Protágoras en su frase al hombre como individuo –cada hombre tomado de modo individual–, o bien a un grupo humano homogéneo –los griegos, por ejemplo–, o bien al conjunto de la raza humana?

«Nada existe, y si existiera sería inaprehensible, y si fuera aprehensible no podría ser expresado en palabras». Esta otra frase pertenece a otro sofista, Gorgias, y con ella da una vuelta de tuerca al relativismo de Protágoras y lo transforma, anticipándose a su tiempo, en escepticismo y hasta en nihilismo. Gorgias duda no solo de la existencia del mundo tal y como lo percibimos, sino incluso de la eficacia de nuestras facultades para conocerlo. Por eso, como la verdad no existe y si existiera no podríamos llegar a ella, Gorgias no consagra sus esfuerzos a seguir ese camino y se encamina hacia el mundo vano y fútil de la apariencia: enseña retórica, embauca auditorios y plantea retos oratorios que le permiten enriquecerse. Y entonces reflexiona de nuevo el autor: si la verdad no existe ni puede ser conocida, cabe preguntarse si esa misma afirmación es verdadera. Si lo es se contradice a sí misma, y si no lo es podemos dejar de hacerle caso puesto que es falsa. Es la famosa paradoja que socava todo escepticismo desde sus cimientos y de la que Guedán Pécker se hace eco. Pero Sócrates se burla de Gorgias, de Protágoras y de los sofistas en general, supera la paradoja y afirma: «solo sé que no sé nada». Es decir: no sé nada salvo una cosa: esa misma, que no sé nada. Y si no sé nada, ¿para qué sirve filosofar? Para una sola cosa: como preparación para la muerte.

A estas alturas habrá quedado claro que Rumbo a Ítaca se apoya continuamente en frases conocidas y reconocidas de los filósofos griegos, para construir su itinerario histórico-filosófico. Le llega el turno a Platón, para quien «conocer es recordar». Platón dice que la verdad sí existe, ¿qué son si no las verdades matemáticas? ¿Y dónde residen más que en el mundo de las ideas, verdadero e inmutable? ¿Y cómo podemos acceder a ese mundo sino porque nuestra alma es inmortal y necesita separarse del corrupto y mortal cuerpo para conocer las ideas? Teoría de la reminiscencia, teoría de la inmortalidad del alma, teoría del bien… Si antes hablábamos de filósofos que con su sistema finiquitaban el edificio filosófico y daban explicación al mundo visible y al invisible en su totalidad, Platón fue el primero y tal vez, en rigor, el único. Lo que pensó y escribió el resto, ya lo dijo Alfred Whitehead 25 siglos después, no ha sido más que notas a pie de página de su pensamiento

Prosigue Guedán Pécker el viaje con una breve escala en los pensadores (¿o más bien vividores?) cínicos encabezados por Diógenes de Sínope, y sigue con un breve repaso a la historia de los griegos en el siglo IV a.C. Supremacía de Esparta, guerra de Corinto, hegemonía de Tebas, ascenso de Filipo de Macedonia, y llegamos al fin a Alejandro Magno. Y Alejandro conduce a Aristóteles, o más bien Aristóteles conduce a Alejandro, de cuya educación se ocupó durante un breve período hasta que las tareas como rey de los macedonios le absorbieron. «Todos los hombres desean por naturaleza saber», escribió Aristóteles en su Metafísica, aunque unos se empeñan más en la labor y otros lo hacen menos. Aristóteles, a diferencia de su maestro Platón, fue de los que se empeñaron al máximo: él sí dio credibilidad a los sentidos, y con lo que a través de ellos percibió construyó un edificio científico en el que tuvo cabida la astronomía, la botánica, la zoología, la física, la lógica, la ética, la política… Porque «el hombre es un animal político», escribió también Aristóteles, aunque lo hizo en una época en la que el mundo iba a cambiar tanto, precisamente a causa de su discípulo Alejandro, que sería difícil en el futuro dar crédito a esa afirmación.

La medicina de Hipócrates y unas reflexiones sobre Empédocles de Agrigento y Anaxágoras de Clazomene sirven para cerrar este viaje que es Rumbo a Ítaca, un periplo por el nacimiento de la filosofía en el que, como es de imaginar, lo importante no es la meta sino el camino. Como viaje es también esta misma reseña, que tiene más de resumen que de reseña propiamente: un viaje por el libro de Guedán Pécker, una obra de plácida y reflexiva lectura que ofrece un acercamiento al pensamiento de aquellos primeros griegos que decidieron preguntarse cosas. Ojalá tras sus páginas el lector se sienta también más cerca de sí mismo y reflexione, como aquellos griegos, sobre sí mismo y sobre el mundo. Qué sentido tiene la existencia humana si no nos preguntamos por ella misma. «Una vida sin examen no merece la pena ser vivida».

 

*******

Víctor Luis Guedán Pécker, Rumbo a Ítaca. Un viaje a la antigua Grecia en busca de la filosofía. Barcelona, Shackleton Books, 2024, 304 páginas.

     

8 comentarios en “RUMBO A ÍTACA. UN VIAJE A LA ANTIGUA GRECIA EN BUSCA DE LA FILOSOFÍA – Víctor Luis Guedán Pécker

  1. Iñigo dice:

    ¡Qué interesante para alguien tan desconocedor como yo de los principios y las grandes figuras griegas de la filosofía! Aparentemente parece un estupendo libro y ese concepto de viaje me interesa… Enhorabuena por la reseña, desde la visión y lectura de un irremediable lego en la materia.

  2. cavilius dice:

    Es un libro muy accesible y atractivo de leer, ideal para introducirse en la materia.

    1. Íñigo dice:

      Pues mira que igual caigo… Aunque para la filosofía soy pelín cenutrio. Pero es que pinta muy bien. Gracias

  3. Manuel Gutiérrez Ramón dice:

    Buenos días, cavilius. Yo dejé la carrera de Filosofía en segundo año, pero ella no me dejó a mí, se ha empeñado en acompañarme sin pedir permiso, aunque acertó, porque me ha llenado la vida con la mejor compañía. Buena parte de mi círculo de amistades, por el camino, son filósofos griegos. Me apetece mucho comprar este libro y refrescar las ideas que aportan dignidad al alma y la liberan de lo inútil, estúpido o dañino. Un abrazo.

    1. cavilius dice:

      Yo completé la carrera, y la verdad es que le saqué más partido a partir de entonces que mientras la estudiaba. Partido filosóficamente hablando, se entiende.

      1. Manuel Gutiérrez Ramón dice:

        Para exprimir el jugo filosófico también tuve que esperar años… los frutos pendían de los mismos árboles cuando estudiaba, pero solo pude probar el sabor peculiar, a veces amargo, ácido, no sólo dulce, de las diferentes especies de conocimiento pasados los cuarenta y tantos. Nunca me he arrepentido de alimentar mi pensamiento con esa dieta, la filosofía tiene proteínas y vitaminas que evitan el raquitismo moral… entre otras cosas. Si uno se atraca de los procesados ideales que engordan, pero no nutren saludablemente, pasa lo que pasa, se cae en un sobrepeso de estupideces, chorradas o algo peor. La filosofía nuestra de cada día, como el pan, no es menos fundamental puesto que, le añadas lo que le añadas, una tortilla, una sepia o el aceite y el tomate cultivado en la huerta de la sabiduría, se adapta bien.

  4. Iñigo dice:

    Buaahh, en la carrera de derecho tuve una asignatura de Filosofía del derecho y acabé hasta el gorro, Definitivamente no era lo mío pero sigo empeñado que de alguna manera algún día terminará por entrarme.

    1. cavilius dice:

      Los griegos son otra cosa, Iñigo. Como dijo John Lennon, «all we are saying is give them a chance».

Responder a Manuel Gutiérrez Ramón

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Hislibris te informa de que los datos de carácter personal que nos proporciones rellenando el presente formulario serán tratados por Ediciones Evohé, S.L. como responsable de esta web. La finalidad de la recogida y tratamiento de los datos personales que te solicitamos (nombre y correo electrónico) es únicamente gestionar los comentarios que realices en este blog y jamás serán compartidos con terceros (salvo requerimiento legal). Legitimación: Al marcar la casilla de aceptación estás dando tu legítimo consentimiento para que tus datos sean tratados conforme a las finalidades de este formulario descritas en la política de privacidad. Como usuario e interesado te informamos de que los datos que nos facilitas estarán ubicados en los servidores de Factoría Digital (proveedor de hosting de Hislibris) dentro de la UE. Ver política de privacidad de Factoría Digital. Podrás ejercer tus derechos de acceso, rectificación, limitación y suprimir los datos en hislibris@hislibris.com e info@edicionesevohe.com, así como el derecho a presentar una reclamación ante una autoridad de control.