RODAMOS HISTORIA – Álvaro Pinuaga y Yannick Van der Vaart

Una imagen vale más que mil palabras. (Dicho popular)

En 1998 se estrenó una de las mejores películas históricas del cine. Su nombre era Salvar al soldado Ryan y en ella Steven Spielberg había depositado muchas esperanzas, pues suponía un antes y un después en el cine histórico de carácter bélico. La historia que nos narra este film es la gesta de un grupo de soldados que tras el desembarco de Normandía tienen la misión de salvar a un paracaidista de la 101ª Aerotransportada que había caído en la confusión de la noche anterior tras las líneas enemigas. El argumento de la película era, y es, bastante interesante y la filmación de los primeros minutos del desembarco es espectacular… y muy real. He aquí a donde quisiera conducirles con esta primera disertación pues verán que no me ando con circunloquios vanos. El día del estreno en Estados Unidos se tuvo la idea de invitar a unos cuantos veteranos del desembarco para ver el film y, para asombro del público, en cuanto estos vieron el espectacular comienzo se pusieron serios y muchos de ellos principiaron a llorar acordándose de sus compañeros caídos en tal heroica fecha. Era tan cercana la imagen y tan verídica que muchos no lo soportaron y tuvieron que salir de la sala. Este ejemplo que les pongo me viene como anillo al dedo para comentarles el libro que me dispongo a reseñarles Rodamos historia, de los autores Álvaro Pinuaga y Yannick van der Vaart.

Existen, a mi modo de ver, dos formas directas de acercarnos a la Historia Universal. Estas herramientas son el libro histórico escrito, tanto en novela como en ensayo, y el Séptimo Arte o Cine, igualmente que la anterior desde un punto de vista dramático (película) o documental. Con ambas formas nuestro cerebro nos permite trasladarnos a épocas remotas o recientes de nuestro pasado y recrearlo con la imaginación aportándonos no solamente un mero entretenimiento sino también un poso de sabiduría indescriptible. Esta idea la sabían perfectamente los creadores del cine, los hermanos Lumière, a principios del siglo XX, y supieron explotarla hasta el infinito y más allá, ya que si uno ve el listado de los primeros filmes encontrará una gran cantidad de títulos históricos, pues ya sabían que mostrarnos nuestro pasado era uno de los puntos fuertes del ser humano. La Historia y el Cine siempre han ido de la mano, año a año, y han dado una gran muestra de grandes títulos que han quedado en nuestra retina durante toda nuestra vida. Pues, por ejemplo, cuando se habla de la Guerra de Secesión americana, ¿quién no se acuerda de las espectaculares imágenes de Lo que el viento se llevo? , o cuando se menciona el mundo medieval y sus códices ¿a qué persona no le entra un repelús y un grato recuerdo al venirle a la cabeza la detectivesca figura de un Guillermo de Baskerville buscando El Nombre de la Rosa?…. y así durante cientos y cientos de títulos que se han convertido en un complemento perfecto en nuestra preparación académica.

Esta simbiosis perfecta entre dos géneros tan hermanados, es lo que nos narran los autores antes mencionados en el libro Rodamos Historia editado por T&B Editores, especialistas en este campo, en 2010. La trama principal de este ensayo es bastante atrayente: enseñarnos la Historia Universal a base de películas y mostrarnos en cada periodo histórico que filmes han destacado por encima de los demás y cuales han sido santo y seña del hecho que muestran. Los capítulos están divididos normalmente en dos partes: por una parte los autores nos hablan de una manera muy sencilla, a modo de preámbulo, de la época y su influencia en la historia, y después lo ejemplifican enseñándonos un montón de filmes potenciando esos puntos antes narrados. De esta manera vemos cómo el cine nos ha contado desde la misma Prehistoria hasta la más reciente Segunda Guerra Mundial todos los entresijos de la Historia, abordando desde los asuntos más generales hasta los más delicados.

¡Que grande es el cine!

El libro destaca no solo por poner delante de nuestros ojos una auténtica clase de historia “animada” sino también por el aparato gráfico que aporta. Cada capítulo, cada película y época esta acompañada de fotografías precisas sobre la película de que se habla y de los actores y directores que han participado en ella. Las fotos son impresionantes, de estudio, dándonos idea de las visiones históricas que el celuloide ha aportado a nuestro imaginario común. Con ellas y con lo narrado por los autores nos damos un auténtico paseo, fotograma a fotograma de todo lo acontecido siglos atrás. Aunque, y este es el único pero que le pongo a la obra, a veces, y esto se nota mucho debido al campo de estudios de los autores del libro, la historia está contada con excesiva simpleza. Ambos, Álvaro y Yannick, no son historiadores, eso lo excuso pues no todo el mundo puede ser experto en mundo de la musa Clío, pero una cosa es mostrarnos de una manera didáctica los hechos del pasado, que lo hacen y muy bien, y otra hacerlo de una manera muchas veces simplista e inocentona con tendencia a la ligereza. En ello vemos que el libro no está orientado hacia historiadores sino hacia personas expertas en el mundo del cine que se adentran por primera vez en la Historia. El libro es fácil de seguir y muy ejemplificante pero hay veces que adolece de extrema sencillez y que para una persona que esté ducha en el campo histórico le parecerá en algunos momentos más una narración para niños que un libro de historia. Esto no quita que el libro esté muy conseguido y que nos enseñe sobre todo como han ido de la mano la historia y el cine, y en cómo nos han contado paso a paso los hechos pasados.

A quien le interese darse una vuelta por la antigua Roma, ver a Napoleón conquistando medio mundo, o por ejemplo luchar con el alma en vilo en ambas Guerra Mundiales sin levantarse de su sofá preferido, no dude en acudir a este libro Rodamos historia, que hará las delicias de todos los amantes no solo de los libros sino del Séptimo Arte.

 

Álvaro Pinuaga y Yannick Van der Vaart, Rodamos historia. T&B Editores, 2010. 336 pp.

     

6 comentarios en “RODAMOS HISTORIA – Álvaro Pinuaga y Yannick Van der Vaart

  1. Carmen González Huguet dice:

    Agradable texto. Pero tengo que disentir respetuosamente. Todos conocemos al menos un botón de muestra de cómo el cine de Hollywood hace pedazos la historia por exigencias del guion o por falta de presupuesto de los estudios. Y esto daría para muchos libros.

  2. Antes de nada felicitarte por tu reseña Balbo. Lo cierto es que el libro pinta muy interesante. El cine histórico nos acerca a épocas lejanas, pero bien es verdad que muchas veces esas épocas quedan distorsionadas por el guión. Como bien dice Carmen.

    A pesar de todo creo que muchas películas históricas son maravillosas aunque tengan errores puntuales.

  3. nausícaa dice:

    Estupenda reseña, Balbo. Libro muy interesante al que tendré que echar un ojo. Como sigáis tentándome…

  4. Iñigo dice:

    Historia y Cine, Cine e Historia, que grandes relatos nos han ofrecido en la gran pantalla y que meteduras de pata tan impresionantes. De todas maneras, su relación es tan romántica como inseparable, por lo menos para el gran público y para los aficionados al buen cine. Buena reseña.

  5. Vorimir dice:

    Entre Historia y Cine creo que hay una relación de amor-odio. Pasa un poco como con la novela histórica pero incluso peor. Ya depende de cada película y las molestias de director y productores en ser lo más fidedignos posibles pero usar el cine histórico para «aprender» es un gran error. Si acaso puede servir de trampolín y poco más.

  6. Rodrigo dice:

    Concuerdo contigo, Vorimir.

    Entre otras objeciones, hay que tener cuidado en no confundir “imaginarios” con “conocimiento”, cosas que operan en diferentes planos de intelección de la realidad. Aunque, con no poca lasitud, se puede hablar de los imaginarios como de una forma de conocimiento –de cualquier manera rudimentario, disperso, apenas aproximativo y a menudo contradictorio-, el genuino conocimiento es en esencia sistemático, y como tal se funda en la aplicación de un método que en lo medular consiste en la contrastación de formulaciones hipotéticas y elementos probatorios –o impugnatorios, según sea el caso- extraídos de la realidad empírica. En lo que concierne a la historia, el procedimiento cardinal es el escrutinio de fuentes documentales. El análisis es aquí el factor decisivo. Por su parte, los imaginarios se nutren de elementos que no excluyen la fantasía, los sentimientos, incluso la pura imaginación aplicada en actividades estéticas, decorativas o de simple evasión; esto, por no hablar de conocimientos mal digeridos o deficientemente asimilados, expuestos fácilmente al riesgo de distorsión. El imaginario propende a la síntesis de principio a fin, no descompone en partes ni las examina una por una –NO ANALIZA-, sino que levanta un aglomerado de imágenes, intuiciones y percepciones en que importan más el deleite y la sugestión emocional que la demostración fehaciente y la persuasión racional. Para subsistir, al imaginario le basta con ser verosímil. El conocimiento, en cambio, persigue de manera irrenunciable la veracidad.

    Sin duda, mucho de lo que suele componer el imaginario –llámese “corriente” “colectivo”, “popular”, etc.- sobre griegos y romanos, sobre Oriente, sobre la Edad Media, sobre las guerras napoleónicas, o, en fin, sobre lo que se quiera tratándose de historia, difícilmente aprobaría el dictamen de la historiografía. Ergo, los géneros de ficción y creación estética -cine, novela, poesía épica, la pintura de género histórico, etc.-, todos ellos axiales en la generación de imaginarios, no deben ser tomados como fuente de conocimiento si no es con la máxima precaución. Diría incluso que la reticencia frontal es la actitud más apropiada.

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