«La auténtica literatura no es la que halaga al lector, confirmándole en sus prejuicios y en sus seguridades, sino la que le acosa y lo pone en dificultades, la que lo obliga a ajustar cuenta con su mundo y con sus certidumbres».
En un mundo administrado y organizado a escala planetaria, dice Magris, la aventura y el misterio parecen acabados. Sin embargo, el impulso de viajar no sabe de desazones y siempre hay más de un motivo para trasponer las fronteras del terruño doméstico. Moverse es mejor que nada, admite el escritor, quien pronto se desembaraza del desencanto que parecía anunciar en la página inicial de El Danubio y nos transmite la emoción del movimiento, invitándonos a seguir sus pasos a lo largo del río Danubio, en viaje realizado a mediados de los años 80 y que cubrió prácticamente toda su extensión, desde las proximidades de su nacimiento –en la Selva Negra alemana- hasta su desembocadura en el Mar Negro –en el litoral ucraniano, por entonces integrado en la URSS-.
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