EL EQUIPO DE STALIN – Sheila Fitzpatrick
14 dEurope/Madrid junio dEurope/Madrid 2018Para el estudio de la naturaleza y la mecánica del régimen estalinista, disciplinas como la ciencia política, la sociología y la teoría de la administración proponen esquemas conceptuales que privilegian una o varias de las modalidades de lo que cabe tener por factores impersonales: las estructuras organizacionales de gobierno, los procesos de gestión y de toma de decisiones, el discurso público y los lineamientos ideológicos, la contingencia histórica (el cúmulo de circunstancias que dan forma al contexto epocal). Sin intención de hacer tabla rasa de los modelos teóricos, la historiadora australiana Sheila Fitzpatrick, versada en los terrenos de la sovietología y la historia social, prefiere abordar el problema desde la perspectiva del factor humano, centrándose en el corro de individuos que rodeaba y asistía a Stalin en la conducción del estado soviético: sucintamente dicho, las personas y sus interacciones. Del enfoque asumido por la historiadora se desprende cuanto menos un desacuerdo fundamental con respecto al modelo primigenio del totalitarismo: el de Stalin no fue un régimen de gobierno absolutamente unipersonal, tal que el déspota acaparase de modo excluyente los atributos del poder. Ni en aquel tiempo ni en el posterior hubo dudas sobre quién encabezaba el gobierno de la Unión Soviética, pero ni aun la indiscutida jefatura ejercida por Stalin podía corresponderse con la imagen a todas luces ingenua del líder omnímodo y omnisciente, capaz por sí solo de echarse al hombro la dirección del estado (encima de un país descomunal como la URSS). En el polo opuesto constaría la idea de una autoridad despótica de carácter corporativo, propensa a asignar al círculo de colaboradores del georgiano unas cuotas de poder apenas inferiores a las del dictador: nada más que una ficción, en el caso que nos convoca. El trayecto del país lo decidía en última instancia el propio Stalin, que imponía su sello tanto en política exterior como en la interior. Sin embargo, sus subordinados inmediatos distaban de ser unos peleles o meros figurantes desprovistos por completo de envergadura política. Aunque incapaces –colectivamente o por separado- de torcer de raíz la voluntad de Stalin, no estaban enteramente despojados de iniciativa ni se fundaba su proceder en una insidiosa rivalidad como la que operaba –constante y sistemáticamente- en el séquito de Hitler. Durante importantes períodos de tiempo, Mólotov, Mikoyán, Voroshílov, Malenkov, Beria y los otros capitostes de la URSS trabajaron como equipo, en un ambiente de sincera camaradería y coordinando lealmente sus funciones. » seguir leyendo