ONE WHO WALKED ALONE: ROBERT E. HOWARD – THE FINAL YEARS – Novaliyne Price Ellis

«Todos me miraron como si hubiera perdido la cabeza o algo así. Ignoré sus miradas, incluso la de Enid. No había hecho nada inapropiado; las chicas, las buenas chicas, intentan informarse sobre los hombres que le gustan. Después haberlas visto luciéndose, tonteando y riéndose cuando pasaban los hombres que les gustaban ellas por la calle, ahora me miraban a mí así. ¡Era ridículo!

—Bob Howard —insistí—. Escribe historias. Así es como se gana la vida.

Se miraron entre ellas y luego, de nuevo a mí. Entonces, Jimmie Lou habló.

—Ah, sí, creo que es un chalado.

—Sí. Yo he oído que está loco —dijo Louise.

¿Loco? Bueno, ¿por qué no iba a estarlo? En esta ciudad le dicen a las maestras como yo lo que pueden y no pueden hacer. Cuando no se permite a nadie hacer lo que quiere, uno que camina solo se convierte en un ‘loco’”.

Que Robert E. Howard (1906-1936), creador de una producción increíble para los apenas diez años que estuvo escribiendo, y padre literario de personajes tan asombrosos como Conan, Kull de Atlantis, Red Sonja o Solomon Kane, tuvo una vida corta y desgraciada, es bastante conocido. De hecho, es algo que los escritores del Círculo de Lovecraft tuvieron en común. Han sido muchas las biografías que se han hecho sobre el gran escritor tejano, y es seguro que muchas otras han de publicarse en el futuro. Pero el libro del que me dispongo a hablaros hoy es una rarísima joya, fruto de la felicísima casualidad de que Howard tuviera una relación sentimental con una persona con las inquietudes y el talento como Novaliyne Price Ellis. Porque hoy hablaremos del relato de los últimos años de la vida de Robert E. Howard, tal y como fue compartida, día a día, con esta maravillosa autora, que ya años más tarde recuperó sus diarios de aquellos días de los años 30, y elaboró un libro en el que plasmó el espíritu de Howard, con sus palabras, sus gestos, sus rictus, su alegría y sus tristezas. Hablamos pues de One who walked alone o “Uno que caminaba solo”.

Sí, pocas personas desconocen quién fue Robert E. Howard. Sin embargo, pocos conocen a Novalyne Price Ellis. Natural de Brownwood, compartió amistad con dos de los amigos que tuvo el propio Howard en la época en la que estudió en dicha ciudad, y que mantuvo tras regresar a Cross Plains. Novaline desarrolló pronto inquietudes literarias y comenzó a enviar relatos a las revistas. Por aquella época, Robert E. Howard comenzaba a ser conocido como autor de Weird Tales, y Novaline quiso conocerle. Un día, su amigo en común los presentó tras llevar a Robert a la granja de la familia Price, y allí comenzó una interesantísima amistad que al año siguiente desembocaría en romance cuando ella  se mudó a trabajar a Cross Plains como maestra.

Las inquietudes literarias de Novalyine la habían llevado a ejercitarse con diarios, en los que se esforzaba por transcribir las conversaciones que había tenido durante el día que le hubieran llamado la atención. Estaba especialmente interesada en escribir teatro, y aquel ejercicio tenía como fin adquirir una mejor comprensión de cómo funcionaban las conversaciones, a la vez que tomaba ideas interesantes que usar en sus obras.

Pues bien, la relación con Robert E. Howard, cuando tomó forma, se desarrolló en largas conversaciones mientras conducían por el condado en la furgoneta de Howard. Novalyne, durante meses, transcribió todo aquello, a la par que sus impresiones y sus reflexiones sobre los temas que habían tocado. Tenía sin duda una especial sensibilidad para acotar las conversaciones, destacar aspectos interesantes, ponerlas en perspectiva e incluso plasmar el lenguaje corporal de sus interlocutores. Por todo ello, después de que la pareja rompiera y del desgraciado suicidio de Robert, y después de dejar pasar muchos años en los que Novalyne completó otros aspectos de su vida, ya en los años 80, decidió desempolvar sus diarios y construir un libro sobre Robert. Alguna vez he destacado mi interés por los relatos históricos de primera mano, y este, queridos amigos, lo es en grado sumo, porque entre las líneas de la autora, podemos decir que Robert E. Howard vive, respira, habla, jadea, maldice y ríe a grandes carcajadas, se desespera y muere con una intensidad que nos sobrecoge.

One who walked alone es un libro de conversaciones. Robert y Novalyne hablaron y hablaron… De sus sueños, de Literatura, de amor, de amistad, de Historia, de religión, de la señora Howard… Encontraremos con placer que Robert E. Howard fue un hombre amable, generoso y con un excelente sentido del humor (y como la chica no se quedaba atrás, encontramos pasajes verdaderamente chispeantes); a pesar de lo cual veremos que en Cross Plains era un hombre incomprendido y sin amigos. Sin duda, ella llegó a conocerlo más que sus amigos masculinos comunes. También menciona Robert a sus amistades por carta: Derleth, Price, y un tipo extraño de Providence, del que le habla a menudo, recomendándole que lea sus relatos porque son algo asombroso. Un tal H.P. Lovecraft.

Todo está narrado con vividez asombrosa, y los personajes que desfilan ante nuestros ojos se sienten vivos, y eso es quizás lo más apabullante del relato, porque conocemos el trágico destino del protagonista y, sin embargo, le oímos rebelarse en vano contra sus limitaciones y sus cadenas mentales. Cadenas que le mantuvieron atado a una silla frente a su máquina de escribir, a pesar de que su mente viajaba a mundos extraordinarios. Y Novalyne y Robert dejaron de caminar juntos unos meses antes de su muerte, nunca dejaron de ser amigos, y la autora del libro que nos compete, tuvo claro en todo momento que Robert era alguien muy especial, una perla nacida del polvo que arrastraba el viento en aquella Texas de los años 30. Y lo retrató tal cual fueron, sin mejorar ni adornar nada, sin ocultar las cosas que pensaron, hicieron y dijeron, para hacer así un relato sobre todo humano, con todas las exquisitas complejidades y absurdas contradicciones que ello implica.

Cabe destacar que a partir de este libro, realicé una colaboración con el podcast El vuelo del cometa, conducido por Álvaro Aparicio, en el que durante tres programas —primera, segunda y tercera parte— nos asomamos al retrato que Novaline hace de Robert hasta sus últimas horas, y que permitió a un gran número de fans atisbar este gran retrato al natural que Price Ellis realizó de este autor tan especial. Y también, que no lo hemos encontrado traducido al español, lo cual es una verdadera lástima. Tuve que traducir los pasajes que seleccionamos para leer durante el programa. De hecho, el libro está descatalogado y solo se puede encontrar de segunda mano. Puesto que sirvió de base para el guion de la película The whole wide world, de 1996, protagonizada por René Zellwegger en el papel de Novalyne, y con Vincent D’Onofrio en el papel de Robert E. Howard, la única edición que he encontrado tiene un fotograma de la película como cubierta. Desde aquí animamos a alguna editorial a hacer una traducción de este libro, que hará las delicias de muchos interesados en la vida de Robert E. Howard.

Por lo tanto, y hasta que la situación cambie, hablamos de un libro que es una rareza, y  sin duda recompensará, como fue mi caso, a los que dediquen un rato a encontrarlo por internet.

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Novaliyne Price Ellis, One Who Walked Alone: Robert E. Howard – The Final Years. Donald M. Grant Publisher, 1986, 317 páginas.

     

2 comentarios en “ONE WHO WALKED ALONE: ROBERT E. HOWARD – THE FINAL YEARS – Novaliyne Price Ellis

  1. Urogallo de Conehoara dice:

    Tuve la buena fortuna de escuchar el programa en su día, con las singulares aportaciones de L.G.H sobre la obra del mítico tejano (Yo lo escribo con castellana «J» que es letra y fonema de lubricas y sonoras implicaciones) No recuerdo si salía Nocturnis, pero sería un buen consejo animarle a realizar más ficciones sonoras sobra la figura de este iluminado del Oeste (Me resisto a llamar maestro a alguien a quién supero no poco en edad y acaso igualo en excentricidad)

    Desde este momento te emplazo, buen Caliban, a repetir la hazaña pero con las memorias de Sonia Lovecraft.

    Que acaso fueron menos interesantes, pero consiguió llevar al singular maestro H.P.L al altar (Presbiteriano, claro.)

  2. R. Erwin. H dice:

    Evocador, como los atardeceres en las praderas y los tormentos tentaculares.

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