OLYMPE DE GOUGES – Catel y Bocquet

olympe-de-gouges-9788415530077«La mujer nace libre y permanece igual en derechos. La mujer (que) tiene el derecho de subir al cadalso, debe tener también igualmente derecho a subir a la Tribuna».

¡Hay que ver la de fechas importantes que tiene la Historia!, desde la invención del fuego, hasta la actual crisis en Ucrania, son ingentes el número de puntos clave que se han ido sucediendo en el devenir humano a lo largo de los siglos. Las Guerras Médicas, la caída del Imperio Romano, la conquista de Constantinopla por los árabes o el descubrimiento de América han cambiado la faz de la tierra y la manera que tenían nuestros antepasados de entender la realidad que había a su alrededor. Y entre todas aquellos hitos temporales destaca también el boom de la Revolución Francesa (1789) que no solo promovió un cambio social en todo el planeta sino que abrió la puerta de la Edad Contemporánea.  Lo interesante de esta fecha es la gran cantidad de hombres importantes que entraron por derecho propio en los libros de la Eternidad: Marat, Dantón, Robespierre, un joven corso llamado Napoleón… además de otros que aunque fueron claves en ese tiempo fueron eclipsados por el brillo de estos, como por ejemplo la figura de una de las pioneras del feminismo: Olympe de Gouges. Mujer valiente y decidida donde las haya. 

Es curioso observar como la posteridad ha cuidado la herencia de esta gran dama. Desde su muerte el 4 de Noviembre de 1793 se la ha tratado de dos maneras distintas. Al principio, hasta más o menos la mitad del siglo XIX, la historiografía de ese momento solo tuvo juicios adversos hacia ella considerándola meramente como una mujerona asilvestrada que no había sabido mantener su rol de hembra en un mundo de hombres. Pero al avanzar los estudios sobre la Historia de la Mujer; la profundización en el análisis filosófico y literario de sus escritos; o el nacimiento de la liberación de las mujeres y la teoría feminista a principios del siglo XX, es cuando se ha reivindicado su legado sacando a la luz su condición de una de las precursoras de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Aun así, a pesar de lo escrito, todavía me queda dudas al saber si llegados a este punto saben sobre quien les estoy hablando. Y es que me parecería normal que no lo supieran, ya que la figura de Olympe de Gouges, mientras que en Francia es reconocida, aquí en España es totalmente desconocida ya que es difícil hallar alguna novela o ensayo que nos hable de ella, y solo podemos vislumbrar un poco de su existencia en algunas misceláneas históricas o libros que traten sobre la Revolución Francesa (libros estos de los cuales tampoco estamos muy boyantes, también hay que decirlo). Es por ello que la novela gráfica que en estos momentos les presento titulada Olympe de Gouges escrita por Catel y Bocquet, cobre tanta importancia ante nuestros ojos.

Así pues es obvio preguntarnos quién fue y cuáles fueron sus logros. En primer lugar su verdadero nombre era Marie Gouzes, y no Olympe. Nació en Montauban (Francia), en concreto en el País de Oc en 1748. Era hija de un carnicero y una madre perteneciente a ricos pañeros, por lo que podemos ver que vio la luz no en una cabaña pobre sino en el seno de una familia acomodada. Pero a pesar de tener un buen pasar sus padres no le dieron una educación esmerada, y lo poco que le enseñaron siempre fue en lengua occitana, hecho que repercutiría años después al comenzar a despuntar en las abigarradas calles de París. Cuando alcanzó la madurez, en 1766, se casó con un intendente real, y al ser un matrimonio pactado por la familia, evidentemente fue un enlace  bastante desdichado. Pero las lágrimas le duraron poco pues al poco tiempo éste se ahogo en una riada dejando a Marie libre para buscar su porvenir.

Se marchó a París y nada más poner los pies en sus aceras decidió cambiar su nombre por el de Olympe de Gouges. Allí, poco a poco, empezó a introducirse en los círculos literarios y filosóficos, sobre todo los que rodeaban al duque de Orleáns y a su esposa Madame de Montesson. Es en estos años cuando se produce uno de los hechos más importantes en su vida, ya que en 1784 muere el marqués Le Franc de Pompignan y es entonces cuando Olympe revela a todo el mundo que ella era su hija secreta. A partir de entonces pasa de ser una simple advenediza en el mundo burgués a convertirse en toda una celebridad de las letras, a pesar de que todavía le quedaban dos pruebas muy duras de superar: vencer sus dificultades al aprender francés y derrotar a todos los apolillados críticos literarios que no ven con buenos ojos que una mujer se dedique a la escritura en un mundo de hombres. A poco escribe y lleva a las tablas una de sus primeras obras teatrales: Zamore et Mirza ou L´hereux naufrage. Se trata de una pieza que aborda el tema de la esclavitud y es altamente abolicionista, que aunque recibió al principio bastantes elogios, al poco fue puesto de chupa domine por los escritores de la Comedie Francaise. La respuesta de Olympe fue bastante airada… ya se cobraría más adelante los insultos de aquellos que no preveían que los aires de cambio estaban a punto de llegar.

A pesar de esta negativa siguió escribiendo y en 1788 ingresó en una sociedad conocida como Les Amis des Noirs, que no solo la introdujeron más profundamente en el ambiente literario de la época, sino que la impregnaron del ambiente político del momento. En aquellos años Olympe todavía no era contraria totalmente a la monarquía sino que prefería una de corte parlamentario al estilo inglés. Pero con el paso del tiempo, al ver las condiciones en que vivían las mujeres su tono político se vuelve un poco más radical. Denuncia sobre todo la miseria en las que viven muchas de ellas, la falta de moralidad pública que las rodea, y el sometimiento en que se encuentran, considerándolas como el “tercer estado del tercer estado”. Aquí ya empezamos a considerarla como una de las grandes pioneras del movimiento feminista, a pesar de que su acción dentro del movimiento en estos momentos era meramente teórico pues no participó en los grandes tumultos y manifestaciones en que se vieron envueltas en los primeros años de la Revolución.

Y es en estos momentos cruciales, al son de cánticos de libertad, gorros frigios al viento, y música de silbantes guillotinas cuando Olympe de Gouges se hace sitio en la Historia, pues derivado de su preocupación por la condición de la mujer es cuando saca a la luz en 1791 un texto inmortal que todavía hoy en día suena en los oídos de todo el mundo: la Declaration des Droits de la Femme et de la Citoyenne (La Declaración de los derechos de la Mujer y de la Ciudadanía). Se trata de una contestación al famoso Contrato Social de Rousseau y a la Declaración de los Derechos del Hombre. Se centra sobre todo en atacar la sumisión de la mujer y en la necesidad de crear un nuevo contrato entre el hombre y la mujer para que esta última, sobre todo, goce de libertad natural y política. Acusa al “imperio tiránico” de los hombres por haber considerado a las mujeres como seres inferiores a lo largo de los siglos, a la vez que solicita la necesidad de que ambos géneros cooperen pues “los derechos naturales de la mujer son inalienables y sagrados”. Además tienen el derecho a entrar en política y tener opción de ser elegidas pues tienen los mismos derechos civiles que los hombres. Todos estos derechos y deberes de las mujeres son esencialmente la punta de lanza del futuro movimiento de libertad de la mujer y las tendencias feministas actuales. Aun así, a pesar de convertirse en una de las grandes musas de la Revolución, ésta, como a muchos de los que la vivieron, acabó fagocitándola. Parece ser que Olympe pertenecía a lo que podríamos considerar como republicanismo moderado, en línea con los girondinos, lo que le llevó a enfrentarse a los jacobinos en numerosas ocasiones. Esto provocó que en medio del Terror fuera encarcelada y condenada a muerte. El 4 de Noviembre de 1793 una hoja de guillotina acabo segando su cuello entre el griterío general.

Pues bien, esta es la historia que podemos leer en la novela gráfica de Catel y Bocquet. Con ritmo rápido y trazos delicados en blanco y negro, ambos recorren la vida y obra de esta mujer, no solo centrándose en ella misma sino en todo el ambiente prerrevolucionario y revolucionario con todo tipo de detalles. Aunque es un “cómic” bastante grueso (casi 500 hojas) la lectura se hace bastante amena y los diálogos no son espesos sino rápidos a la vez que emocionantes. En verdad les recomiendo su lectura pues es de lo poco que van a poder encontrar sobre la gesta de esta figura de leyenda que poco a poco esta volviendo a ser reivindicada como una de las mujeres más influyentes en el devenir histórico.

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4 comentarios en “OLYMPE DE GOUGES – Catel y Bocquet

  1. Jose Sebastian dice:

    Felicidades Balbo. Magnífica aportación de un personaje desconocido en estos lares: revolucionaria, escritora y feminista (genial descripción la del tercer estado del tercer estado). Y además, en formato cómic

  2. ¿porqué no habilitan copiado en t., fb, y etc., para facilitar su difusión, ¡eh!?
    grcs. slds.

  3. Nuruialwen dice:

    En su momento ya tuvieron los post esa posibilidad, pero ralentizaba la carga de la web. De todas formas, y como seguramente sabes, basta con copiar el enlace de la entrada que te interese y pegarlo donde lo quieras compartir, así es como lo hacemos habitualmente por acá. Saludos.

  4. ARIODANTE dice:

    Bueno, una reseña estupenda, Balbo, y no está de mas recordar a este personaje que ha sido reconocido por el feminismo como una de sus precursoras. Pero no solo Olimpia lo fue, en general, una serie de mujeres en el siglo dieciocho reclamaron con palabras o con hechos que un papel en la sociedad naciente. Pensemos en Madame de Staël, y otras muchas señoras en cuyos salones se promovía la cultura liberal. Lo que Olimpia hace en su Declaración de Derechos es recordar al olvidadizo publico que cuando se dice «los hombres son iguales» en la palabra «hombres» se ha de entender «humanidad», y que todos los derechos de los hombres lo son -obviamente- de las mujeres, como parte (mas o menos, 52%) de la humanidad. Y que igual que se guillotinaba a la reina se podía guillotinar a una dama o a una campesina. Le tomaron la palabra y la guillotinaron, claro. Y después, el peor castigo: el olvido; del cual la han ido rescatando otras mujeres, y hoy, Balbo.

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