NANNERL, LA HERMANA DE MOZART – Rita Charbonnier
Nannerl fue el apelativo familiar de Maria Anna Walburga Ignatia Mozart, sobrenombre por el que se la sigue conociendo, pues, tanto antes como ahora, exigencias de economÃa verbal impiden que sea llamada por su complejo nombre de pila.
El libro objeto de este comentario no pretende ser una auténtica biografÃa sino una novela, tan prolija, por cierto, en invención y fantasÃa que ni siquiera puede tenerse por histórica. No obstante, los personajes intervinientes son reales y el escenario en que se desarrolla (Salzburgo, la corte del PrÃncipe Arzobispo, el costumbrismo ambiental de la segunda mitad del siglo XVIII) también lo es. Cabe, pues, obtener un cierto jugo histórico si se sabe exprimir adecuadamente la pieza novelÃstica y extraer de su literatura el contenido verÃdico.
Es inevitable que cualquier tarjeta de presentación de Nannerl, y asà lo debió comprender Rita Charbonnier al concertar el tÃtulo de su libro, lleve la apostilla «hermana de Mozart». Aunque ella y su padre, Leopold, compartan este mismo apellido, es Wolfgan Amadeus el genuino, el verdadero, el único Mozart a secas. Ellos fueron a la vez vÃctimas y beneficiarios de su celebridad, pues se han visto eclipsados por su genio a la par que le deben el ser recordados. De no haber sido el uno el padre y la otra la hermana de Mozart, sus virtudes musicales, que las tuvieron, no les habrÃan dado derecho a un reconocimiento histórico de la magnitud del que gozan.
La existencia de Nannerl, en lo musical, se vio sujeta a dos circunstancias determinantes: los prejuicios sociales frente a la mujer creadora y la brillantez fulgurante de su hermano. En su siglo, la actividad musical femenina estaba relegada a la interpretación vocal y a la clavecinÃstica (luego, pianÃstica), pues la práctica de los demás instrumentos les estaba vedada, como lo estaba también la composición. Me viene al recuerdo que estas mismas limitaciones y en similares circunstancias las sufrió, en una generación posterior, Fanny, la hermana de Felix Mendelssohn, quien tuvo que legitimar sus obras con la firma de éste para que vieran la luz. Curiosamente, tiempo atrás, en la edad media, no se daba semejante disposición melo-misógina (excusadme por la improvisación de este término) y nos han llegado de entonces valiosas composiciones debidas a manos femeninas, como las de la abadesa Hildegard von Bingen del siglo XII que hoy se escuchan con frecuencia. De Nannerl no ha perdurado ninguna composición, aunque consta que las realizó.
En cuanto a Wolfgan Amadeus, o simplemente Mozart, muy presente en todo el desarrollo del libro, la autora del mismo, como les ha ocurrido a otros muchos, no acaba de encontrar el equilibrio entre los dos extremos en los que se suele situar a Mozart: la posición divinizante y sobrehumana que con frecuencia se le atribuye a un niño de cuatro años que, como ella cuenta, sin haber tenido nunca un violÃn entre sus manos ni haber leÃdo una partitura musical es puesto frente al atril y, acomodando un violÃn sobre su hombro, repentiza una soberbia interpretación que deja atónitos a los músicos profesionales presentes, lo que no serÃa de extrañar pues no es creÃble tal situación sin una preparación previa, aun admitidas las más extraordinarias aptitudes innatas. En el otro extremo se sitúa la presentación del Wolfgan juvenil como un perfecto cretino, en la lÃnea en que lo retrata MiloÅ¡ Forman en su pelÃcula Amadeus, quizás intentando dar a entender que la genialidad musical que de él emanaba no era fruto de una sólida personalidad curtida y trabajada, sino un don gratuito de la naturaleza ajeno a sus merecimiento y que no se ha vuelto a repetir.
La preparación musical de Rita Charbonnier se hace patente a lo largo de todo el texto y es muy de apreciar en cuantos pasajes precisan una descripción que exige conocimientos de tal naturaleza. Como novela, la obra es meritoria, aunque yo no la catalogue como histórica.
Un último apunte: este libro se presentó en las Novedades – 08 de enero de 2006 y su editorial –Edhasa– proporcionó un ejemplar a Hislibris por cuyo conducto ha llegado a mis manos. Vaya el agradecimiento al editor por su generosidad.
Suena muy interesante!! Siempre he buscado una biografia novelada de Mozart y su tiempo. Esta puede ser una buena opción, hace poco leí «Misterioso Mozart» de Phillipe Sollers, muy recomendable a mi entender aunque no se parece en nada a una novela histórica, más bien son notas y pensamientos de toda clase en relación a Mozart. Saludos
Estoy terminando de leer este libro y voy a recuperar esta reseña perdida para suscribirla punto por punto, especialmente aquel en el que se dice que no deberÃa ser considerada realmente como una novela histórica. Pero creo que sirve para hacerse una idea de la gran frustración que debió sentir esta mujer al ser la hermana de un genio musical que eclipsó por completo el suyo. Lo que me soprende es que la escritora ha conseguido que durante la lectura esté mucho más interesada por lo que le pasa a Nannerl que al propio Mozart, que es al fin y al cabo el motivo por el que estoy leyendo este libro.
¡Hombre, Anthos, qué estupenda reseña, que si no fuera por Ireth, seguirÃa sin conocer (gajes de los que nos incorporamos tarde a Hislibris)! Pues no sabÃa yo que habÃa alguna otra cosilla de corte musical en Hislibris…
Parece interesante la novela. Aunque… por lo que comentas, deduzco que incurre en las mismas caricaturas que otras biografÃas noveladas. Es curioso lo que nos suele pasar a los mortales de a pie con los genios. Como escapan a nuestra comprensión y, sobre todo, a nuestra mediocridad, tratamos de justificarnos a nosotros mismos atribuyendo un origen divino, mágico o sobrenatural a su inteligencia… o nos dedicamos a destripar mitos para poder concluir que, aunque genios, eran unos depravados o unos perfectos imbéciles. No sé si será la envidia -el más común de los pecados capitales- o la búsqueda de consuelo para nuestra propia y anodina existencia, pero ese es el resultado. Parece que nos cuesta trabajo aceptar que hubo y hay personas especialmente dotadas que han sabido aprovechar sus talentos (y uso el término en plural, como en la parábola evangélica), uniendo asà a su extraordinaria inteligencia, el tesón, el esfuerzo personal y el sacrificio como caracterÃsticas primeras de su personalidad y de su biografÃa. Asà creo que deberÃamos entender a Mozart, y a Beethoven, y a Velázquez, y a Lope, y a Newton, y a Demóstenes, y a…
Gracias atrasadas, Anthos, por este regalo musical.
Un saludo.
De nada, Arauxo, de nada.
Pues Arauxo y Anthos, en el hilo de «novelas históricas con arte» recordé la «Pequeña crónica de Ana Magdalena Bach» , no sé li la habeis leido, aunque parece que no fué escrita por ella sino por una musicóloga inglesa, pero nos aproxima a la figura del gran músico, en sus tiempos a mi me gustó, aunque quizás hoy la encuentre pelÃn empalagosa…
Gracias, ClÃo. Nos daremos una vuelta por el foro…
Estimado Anthos:
Tampoco conocÃa yo esta reseña y la verdad que es otra de las perlas desconocidas que circulan por hislibris y que acabamos descubriendo cuando aparece en ese bendito sitio que es «comentarios sin leer». Una delicia leerte.
En casa tengo un ensayo sobre Mozart, escrito por Wolfgang Hildesheimer. He de reconocer que se me hizo un pelÃn pesado, porque hace continuas referencias a sus obras y, claro, para disfrutarlo con detalle deberÃamos de hacer como tú bien dices, escucharlo mientras se lee. Pero, claro, uno no tiene todo del gran genio musical de Salzburgo. (Arauxo, que te veo venir…). Eso si, tengo cada maravilla en vinilo, Anthos, que te encantaria saber.
Abrazos.
Gracias, jerufa, por tus amables palabras. ¡Ay, el vinilo… cuántas nostalgias!; casi prefiero no recordar.
He visto, clio, tu mención a la «Pequeña crónica de Ana Magdalena Bach» en el Foro (Novelas históricas con Arte) y tu insinuada promesa de hacer una reseña a la que fervorosamente te animo. Tengo un par de ediciones diferentes del librito, la última del CÃrculo de Lectores impresa en 2000 con motivo del 250 aniversario del fallecimiento de J. S. Bach. Su lectura es tan deliciosa como meloso y edulcorado su estilo (diabéticos abstenerse), y llega a la sublimación si a la par se escucha la música del divino Bach (ya sé, jerufa, que siempre predico lo mismo). En este caso, nada más apropiado que cualquiera de las pequeñas piezas del «Cuaderno de música de Ana Magdalena Bach», el que tan afectivamente le dedicara Juan Sebastián a su segunda esposa.
Hablando de vinilos, recientemente he encontrado un aparato para pasar los vinilos al ordenador. Igual lo conoceis pero a mà me costó un triunfo encontrarlo. Por si alguien está interesado: http://www.laguiatv.com