«MI LUCHA»: LA HISTORIA DEL LIBRO QUE MARCÓ EL SIGLO XX – Sven Felix Kellerhoff

9788498929058Asignar el éxito de Hitler al solo poder de seducción de sus ideas, que año tras año y sin apenas variación instiló en el ánimo de una creciente audiencia (desde los parroquianos de las cervecerías muniquesas al conjunto del pueblo alemán), es tan errado como atribuirlo en exclusiva a las destrezas de un oportunista y demagogo, un táctico de la política. También yerra quien busque una exacta correspondencia entre Mein KampfMi lucha»), el libelo en que constan de manera integral esas ideas, y la actuación de su autor una vez encumbrado a la conducción suprema de Alemania. Toda consideración del escrito de Hitler como factor político ha de proceder con cautela, reparando en el contexto histórico en que se desenvolvió el personaje y cuidando de no sobredimensionar el impacto concreto de un panfleto o manifiesto ideológico como el referido. Con todo, es imposible pasar por alto el notable grado de coherencia que la perspectiva histórica muestra entre el ideario hitleriano y el devenir del Tercer Reich, sobre todo en la fase crucial representada por la Segunda Guerra Mundial. Ya no son los días en que, tras el derrumbe del régimen nazi, se miraba el Mein Kampf –sobre todo fuera de Alemania- con una mezcla de menosprecio y estupor, despachándolo como la obra de un hábil acuñador de consignas, aptas para ganarse el favor de las masas alemanas. Lo cierto es que el mentado libelo expone sin tapujos la cosmovisión del líder nazi, y que el nefasto individuo creía a fondo en sus ideas; sus maniobras como político, como gobernante y como jefe militar tuvieron siempre por horizonte la materialización de lo que hoy no dudamos en calificar como una ideología desquiciada y abominable. Por otro lado, no es disparatado pensar que en el curso de la redacción del Mein Kampf Hitler acabara quizá de convencerse de que el destino le reservaba un papel prodigioso, creciéndose en la imagen de sí mismo como visionario y como individuo excepcional, a la altura de los grandes próceres de la humanidad. Habida cuenta de lo anterior, y atendiendo a la índole totalitaria del Tercer Reich -una de las formas extremas de ideocracias absolutizantes del siglo XX-, la importancia histórica del libro de Hitler está fuera de duda. 

Así parece entenderlo la actual Alemania, en que la voluminosa edición crítica elaborada por el Instituto de Historia Contemporánea de Münich se ha vendido por decenas de miles desde su aparición en enero del presente año. Y es lo que confiere interés a un trabajo como el de Sven Felix Kellerhoff, periodista e historiador alemán que, en el libro que nos convoca, sondea la historia del Mein Kampf, abarcando facetas que van desde las condiciones en que Hitler lo redactó hasta su disponibilidad para el público en 2015, en la víspera de la expiración de los derechos de autor -cuya titularidad recaía en el estado de Baviera- y ad portas de la publicación de la referida edición. En opinión de Kellerhof, quien no vacila en calificar el libro de Hitler como uno no sólo malo sino muy malo, el fin de la veda para una edición científica del mismo es un bien en vez de un peligro, pues supone acabar con el aura de misterio que rodeaba al Mein Kampf y, con ello, sustraerle el morboso atractivo de lo prohibido. Ponerlo a disposición del público, comentado además por un equipo de especialistas, es el modo idóneo de disipar los mitos que en torno suyo proliferaban, liberándolo al escrutinio abierto de una nación que ya no es la de unas décadas atrás (traumatizada aún e incapaz de hacerse cargo de su pasado). Las actuales generaciones y las venideras podrán suscribir o no la valoración que nuestro autor hace del panfleto (al que, por de pronto, juzga como caótico, tremendamente repetitivo y mal escrito), lo decisivo desde su perspectiva es que un proyecto ambicioso como el de la edición científica sí contribuirá a combatir el mal uso del Mein Kampf, tanto en sentido ideológico-propagandístico como en el sentido comercial.

En el caso del público hispanohablante, lo valioso de la edición española del estudio de Kellerhoff es que proporciona una apretada disección y una contextualización histórica del libelo de Hitler, las que muy probablemente no equivalen del todo al material analítico de la edición científica del Mein Kampf (de la que no están previstas traducciones a otros idiomas) pero no por esto dejan de ser relevantes. Tampoco reemplaza al libro que pocos años atrás publicara el francés Antoine Vitkine (Mein Kampf: historia de un libro, Anagrama, 2011), sino que lo complementa, pues las facetas cubiertas por ambos trabajos sólo coinciden de manera parcial; por decirlo llanamente, apenas se solapan, y optar por uno de ellos –cuando el asunto interesa de verdad- implica perderse lo mucho que ofrece el otro. A diferencia del autor francés, Kellerhoff se enfoca más reconcentradamente en los contenidos del escrito de Hitler, en su recepción y repercusiones en tiempos del Tercer Reich y en su historia editorial, desde sus difíciles comienzos, cuando las ventas distaron bastante de las de un verdadero éxito comercial, hasta las versiones truncadas que hasta ahora podían encontrarse en el mercado internacional (o en internet), pasando por las ediciones abreviadas e ilegales –las más de las veces- que se publicaron fuera de Alemania en vida de Hitler.

Como hiciera su compatriota Thomas Weber en La guerra de Hitler, Kellerhoff deja en claro que la veracidad de la parte autobiográfica del Mein Kampf es de sobra cuestionable, y no sólo en lo que concierne a la participación del líder nazi en la Gran Guerra. Hitler incurrió en toda suerte de prácticas a fin de maquillar convenientemente su pasado, partiendo por la afirmación de que debía al ejemplo paterno su adhesión al nacionalismo alemán (en realidad, el funcionario de aduanas austríaco Alois Hitler no fue del bando de los pangermanistas y nunca desaprobó la naturaleza dual de la corona Habsburgo). Kellerhoff hace hincapié en que el relato de la intervención en el conflicto de 1914 está trufado de falsedades, haciéndola parecer mucho más dramática y heroica de lo que en realidad fue. (Recordemos que ya Weber puntualizó que para los soldados que operaban en la inmediatez de los estados mayores –esto es, en la retaguardia, como el correo Hitler- era mucho más fácil obtener medallas que para los que estaban en primera línea.) No menos rotundo es nuestro autor al momento de desmontar la imagen del libro de Hitler como un superventas desde el momento de su aparición; antes del alza del partido nazi en las votaciones, que puso a su jefe en el primer plano de la política nacional, la resonancia del Mein Kampf fue durante cinco años poco menos que nula, tanto en ventas como en críticas aparecidas en la prensa. Fue a partir de 1930 que el escrito se transformó en un éxito editorial. Y es desde este punto de inflexión que cabe atender al impacto real del mismo, que sí fue mucho más gravitante de lo que suele admitirse. Los datos sobre préstamos bibliotecarios y la misma difusión del libro, en la forma de múltiples ediciones (incluyendo una en papel biblia idónea para ser llevada por los soldados en sus mochilas, y que alcanzó el millón de ejemplares) dan pie para rebatir la difundida impresión de que el Mein Kampf fue poco leído por los alemanes.

Aunque no se debe tener el libelo de Hitler como el programa del partido nazi en sentido estricto, ni hay que buscar en él el plan maestro del régimen que se echó a la espalda una guerra contra medio mundo y una serie de matanzas masivas (no sólo la de los judíos), la franqueza y vehemencia con que su autor exterioriza sus ideas habla a las claras de lo que podía esperarse de él en la eventualidad de que se hiciese con el poder. Por más que se mostrase dispuesto a atenuar la virulencia de su antisemitismo por razones de táctica política, haciéndolo más digerible para los sectores moderados de la sociedad, y aunque al principio de su régimen se las apañara para presentarse como un gobernante pacífico, de cara a las potencias extranjeras, Hitler nunca renegó de la brecha que lo separaba de los políticos conservadores ni se retractó de las aspiraciones plasmadas en su libro. Que de éste, el manifiesto de un extremista furibundo, se proyectasen ediciones en el Reino Unido y los Estados Unidos lo llenaba de entusiasmo, al contrario de la idea de una edición en Francia, país que él mismo calificaba como el enemigo jurado de Alemania. Entre las autoridades del gobierno británico circuló un pormenorizado informe sobre el Mein Kampf, redactado poco después del fatídico 30 de enero de 1933 y al que se consideró la principal fuente de información sobre Hitler; así y todo, la línea oficial de la política exterior británica jamás llegó a ponerse a la altura de esa fuente, en que por fuerza debían constar la agresividad y el extremismo del líder alemán. El hecho es que, antes de 1939, muy pocos, dentro y fuera de Alemania, se tomaron en serio las terribles amenazas contenidas en ese libro.

La historia del Mein Kampf es una advertencia de aquellas que no hay que dar por obsoletas, ni siquiera porque las circunstancias difieran mucho de las de su contexto de origen. El estudio de Kellerhoff pone de relieve la pertinencia de esta observación.

– Sven Felix Kellerhoff, «Mi lucha»: la historia del libro que marcó el siglo XX. Crítica, Barcelona, 2016. 349 pp.

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27 comentarios en “«MI LUCHA»: LA HISTORIA DEL LIBRO QUE MARCÓ EL SIGLO XX – Sven Felix Kellerhoff

  1. Arturus dice:

    Un libro cuya lectura resulta casi obligada para quienes nos interesa el tema, teniendo en cuenta que, como dices, la edición crítica parece que no se va a traducir. He leído el de Vitkine (excelente libro, por cierto) y tengo en la lista el de Kellerhoff, con mayor motivo ahora sabiendo que son estudios complementarios.
    Me sigue quedando la duda, sin embargo, de que el «Mein Kampf» fuera muy leído. Es cierto que se hicieron muchas ediciones, pero también que era prácticamente obligatorio para el común de los alemanes tenerlo en casa e incluso se ofrecía a los novios como regalo de bodas. El mismo Speer reconoció no haberlo leído entero dado lo farragoso y largo del texto (de lo que puedo dar fe puesto que lo he leído en una de esas ediciones abreviadas). Qué decir del resto de jerarcas nazis quienes, a excepción quizás de Goebbels, Rosenberg y el propio Speer, no eran precisamente unos intelectuales.
    Por lo demás, excelente reseña, Rodrigo.

  2. Clodoveo11 dice:

    ¿Alguien sabe si existe una edición íntegra en español? Porque tengo entendido que todas o la gran mayoría de las editadas son abreviadas.

  3. Arturus dice:

    Creo haber leído en algún sitio que el escritor y representante del neonazismo chileno Miguel Serrano publicó una, pero ni idea de la editorial. En cuanto a las abreviadas, puedes encontrarlas fácilmente incluso en amazon.

  4. Rodrigo dice:

    Sí, Serrano editó -y creo que tradujo él mismo- una edición íntegra, o por lo menos así se la presentó. La verdad es que nunca me he topado con un ejemplar.

    Lo que plantea Kellerhoff es que el libro fue más leído de lo que hasta ahora se ha pensado, según especulación que ha devenido lugar común. Pero es cierto que la idea del susodicho tiene también bastante de especulativo, ya que no hay datos que la corroboren fehacientemente fuera del volumen de consultas bibliotecarias.

    Gracias, Arturus.

  5. Vorimir dice:

    A falta de que se traduzca una versión crítica y comentada del «Mi lucha» siempre es bueno que, al menos, se publiquen estudios al respecto. Buena reseña, Rodrigo.

  6. Rodrigo dice:

    Parece que no se avizora ninguna traducción en el horizonte. De la edición crítica, se entiende.

    Gracias, Vorimir.

  7. ARIODANTE dice:

    Estupenda reseña, Rodrigo. Es bueno que salgan ediciones críticas como esta, y que salga a la luz todo aquello que fue mitificado por algunos, seguido a pies juntillas por otros…y desconocido por muchos.

  8. DonPelayo dice:

    Una curiosidad. ¿Por qué todo aquel que habla del nazismo o del Hitler, o escribe sobre ello, siente la necesidad de dejar claro que el lee o habla del tema, pero que fue nefasto, que fue vergonzoso, esto o lo otro? no veo que nadie haga eso hablando de otras ideologías tan o más perversas.

  9. Rodrigo dice:

    Suscribo, ciertamente.

    Gracias Ario.

  10. JJSala dice:

    De acuerdo contigo DonPelayo.
    Los adjetivos «descalificativos» son de obligado cumplimiento cuando se habla del nazismo o del fascismo, no así cuando se trata del comunismo, que ha dejado trás de sí una buena cosecha de victimas colaterales allí donde ha sido puesto en práctica. En fin.

    Magnífica reseña Rodrigo.

  11. JJSala dice:

    Clodoveo11:

    Buscando en mi desordenada biblioteca he localizado un ejemplar de «Mi lucha» de Ediciones Dalmau Socías de Barcelona.
    El ejemplar es tan precario que ni siquiera consta el año de la edición. Creo que lo adquirí hace unos treinta años en el Corte Inglés de Barcelona, ya que hay una etiqueta de dicho centro comercial con el precio de 295 pts.
    Lo cierto es que no lo he leído, ni lo puedo comparar con ningún otro ejemplar, así que no sé si es la edición completa o un resumen; únicamente indicar que consta de 341 páginas.

    Saludos

  12. Arturus dice:

    Seguramente ni una cosa ni la otra. Las ediciones como la tuya o la mía están recortadas, no resumidas; una edición completa en castellano tendría 500 o 600 páginas, al menos.
    En cuanto a lo de los calificativos, creo que cualquier cosa que se diga del nazismo se queda corta. El comunismo practicado por Stalin fue genocida, desde luego, al igual que el de Pol Pot, por ejemplo, pero sólo el régimen de Hitler fue capaz de desencadenar una catástrofe como la IIGM y el Holocausto.

  13. David L dice:

    Hace unos meses que leí esta obra, en mi opinión el libro está muy bien estructurado, aborda brevemente su contenido y su elaboración, se reafirma que su autor de puño y letra es Adolf Hitler, hay una crítica velada a la ausencia de fuentes y de aportes bibliográficos que hubiesen ayudado a Hitler a la hora de escribir con más sentido académico la obra. Si entramos en su apartado dedicado a las ventas, beneficios y lectores, podremos comprobar cómo su salida a la venta no fue del todo muy afortunada, aunque la evolución de los acontecimientos jugaron un papel determinante en su posterior éxito. Hay algún detalle, como el intento de conocer el perfil de sus potenciales lectores y su número, que resultan muy interesantes. Desde luego hasta 1933 parece que sus lectores fueron minoría, pero posteriormente su propagación por todo el país fue un hecho indiscutible y desde luego un éxito de ventas, según el autor al finalizar la Segunda Guerra Mundial uno de cada cinco alemanes habían leído en alguna ocasión Mein Kampf….otro tema sería saber si entendieron realmente lo que Hitler quería explicar con su obra.

    El autor cree que Mein Kampf no fue seguido punto por punto por Hitler y los nazis, pero desde luego sentó las bases de una doctrina ideológica que fue evolucionando y plasmándose sobre el terreno cuando las condiciones políticas y militares resultaron favorables.

    La siempre polémica actitud del gobierno bávaro también es analizada al detalle, la sensación es que si por los dirigentes de Baviera fuera esta obra nunca volvería a ver la luz.

    En cuanto a la edición completa creo que abarca al menos 600 páginas, las que sean inferiores a este número deben ser obras abreviadas.

    Saludos.

  14. Hindenburg dice:

    Creo que la edición que leí del Mein Kampf era también una edición abreviada, tal vez la esa que dice JJSalas.

    Con las ediciones de los discursos de Hitler también existe el problema de la falta de ediciones completas o de traducciones fiables. Circulan algunas ediciones publicadas pero son material fragmentario y semiclandestino.

    De lo que he podido leer más o menos fiable del autor saltan a la vista su habilidad didáctica, el inesperado recurso al humor o la ironía, y básicamente que era hijo de las inquietudes y traumas de su tiempo. Era bastante claro en su pangermanismo y su rechazo a las fórmulas de pensamiento materialista tanto liberal como marxista.

  15. Rodrigo dice:

    En todo caso, David, dudo mucho que Hitler tuviese interés en darle a su libro un sentido académico. No tenía pretensiones de intelectual. Desde un principio concibió el Mein Kampf como un escrito testimonial y de batalla, un panfleto.

    Me alegro que te gustase el libro de Kellerhoff.

  16. JJSala dice:

    Arturus.

    Lejos de mi intención hacer la más mínima defensa del régimen nazi, pero en lo referente a las catástrofes humanitarias causadas por el régimen nazi y los distintos regímenes de ideología comunista, creo que éstos últimos ganan por goleada, incluido lo sustantivo a los judios.

    Saludos.

  17. JJSala dice:

    Tampoco está de más recordar el pacto de no agresión firmado por los regímenes nazi y comunista, conocido0 como el pacto Ribbentrop-Molotov que permitió a la Alemania nazi invadir la Polonia Occidental, mientras la Unión Soviética invadía la Polonia Oriental.

  18. Rodrigo dice:

    Salvo para cierto tipo de gente desquiciada, no creo que haya mucho sustento para argumentar en contra de aquello.

    Lo que suele destacarse del Holocausto, en contraste con los crímenes del comunismo –que yo no iré a negar-, es su índole específica, idea que comprende el camino a la “Solución Final”, la forma en que se consumó y la naturaleza del agente perpetrador (organismos de un país que podía presumir de una cultura de las más elevadas del mundo). La especificidad –por no decir monstruosidad- del Holocausto es tal que aún hoy desafía la capacidad de explicación por las ciencias humanas. La discusión sobre su modernidad o antimodernidad no está cerrada.

  19. David L dice:

    Así es Rodrigo, seguramente Hitler no tuvo mucho interés en darle un sentido académico a su libro, pero como bien comenta el autor,al dictador alemán le encantaba presumir de erudición hasta el punto de ordenar incluir en la tarjeta de identificación del partido nacionalsocialista una lista con 43 lecturas recomendadas bajo el título: <>. Un apunte: La biblioteca de Hitler en 1945 constaba de 16000 obras…… a veces la información no es formación….

    Saludos.

  20. Rodrigo dice:

    Eso ya es otra cosa, David, pero no deja de ser cierta. Si lo habrán sabido los que se veían obligados a trasnocharse con el dictador, soportando sus interminables, reiterativos y nauseabundos monólogos salpicados de referencias librescas…

    Esa vanidad de tipo leído (que no verdaderamente culto, como bien sugieres) no se contradice con el antiintelectualismo de Hitler. Como hombre de acción, de la especie de los fanáticos imbuidos de megalomanía y de mesianismo, la teoría sólo le importaba en la medida que respaldaba sus ideas fijas y sus prejuicios. En general, el estamento de los intelectuales le inspiraba un profundo desprecio; no le reservaba un lugar destacado en su visión de mundo (de un mundo sometido a la raza aria), ni eran intelectuales lo que esperaba de la formación de las juventudes alemanas (no es con intelectuales que se ganan batallas y se aplasta a otros pueblos). No concebía aprecio alguno por las tentativas de Rosenberg de suministrar un sustrato filosófico al nazismo (pensaba que todo lo que debiera hacerse al respecto ya lo había hecho él con su panfleto.) El ejercicio de las facultades intelectuales acentúa la individualidad, enajena al individuo de la masa; Hitler quería masas y nada más que masas, adoctrinadas, musculadas y complacientes: muchedumbres maleables y ciegamente entregadas a sus desquiciados planes.

    En cualquier otro país podría haber recelado de los intelectuales como de aquella casta de gentes levantiscas y demasiado prendadas del derecho de razonar por su propia cuenta, que tantos problemas suelen causar a los dictadores; pero la intelectualidad alemana, especialmente la encuadrada en la Academia, cifraba su honor en la docilidad frente al Poder.

    Como fuere, el tipo era lo dicho: un antiintelectual.

  21. Rodrigo dice:

    (Corrección: «… Se gana batallas…»)

  22. Rafael dice:

    ¡Estimado JJ Salas!, creo que no tienes muy claro lo del Pacto Molotov-Ribentropp pero si puedo decirte que en base a la evidencia se puede afirmar hoy en 2016 que:

    -Polonía se busca su propia autodestrucción haciéndole el juego a Alemania contra la URSS entre 1933-1939, de hecho el propio ministro de exteriores,Josef Beck recibía estipendios de Alemania cómo ha revelado la correspondencia diplomática francesa y fuentes rusas publicadas en 2011.

    -La Urss no invadió Polonia, sencillamente porque este estado ya no existía el dia 17 de septiembre, ya que su gobierno había huído a un pais neutral como Rumanía.Rusia no hizo más que recuperar los territorios al este de la línea Curzón y evitar que los nazis se pusieran a tiro de la Ucrania soviética.

    -El pacto Molotov-Ribentropp fue el resultado ineluctable de la criminal política de apaciguamiento y de «manos libres hacia el este» de los paises occidentales- incluído EEUU-respecto al III Reich que incluía el boicot permanente a los esfuerzos improbos de Moscú entre 1933 y 1939, por crear un frente antinazi ó triple entente cómo la de 1914.

    -Según el historiador Alex Kungurov los «Protocolos secretos » del Pacto de Agosto de 1939, son probablemente un documento falso.

    La fuentes de lo que digo están aquí:

    *Alex Kungurov:http://www.e-reading.club/book.php?book=141951

    *Jabara Carley:SEGUNDA GUERRA MUNDIAL: POLONIA APOSTÓ POR LA ALEMANIA NAZI.«Tiene toda la razón, señor Embajador»:

    http://www.voltairenet.org/article189019.html

    *J.Carley:«23 August 1939»:

    http://www.strategic-culture.org/news/2015/08/22/23-august-1939.html

    *J.Carley:»El día que Occidente prefiere olvidar»:

    http://www.voltairenet.org/article188894.html

    *Annie Lacroix Riz, entrevista en Barcelona en 2010:

    file:///C:/Documents%20and%20Settings/Usuario/Mis%20documentos/Downloads/1528.pdf

    Saludos y espero que esta inforamción sea de vuestro interés para no caer siempre en los mismos tópicos.

  23. JJSala dice:

    Gracias Rafael por tu información.

    Mi comentario tenía la intención de señalar las similitudes entre los regímenes nazi y comunistas en la cuestión de los genocidios cometidos por ambos.

    Saludos

  24. Rafael dice:

    ¡Estimado JJ Salas!: sería de gran utilidad para mi que concretases exactamente a qué «genocidios» te refieres, por ejemplo, de la URSS y en que fuentes te basas para afirmarlo.

    Gracias por anticipado y saludos.

  25. JJSala dice:

    Rafael.

    Ganaremos tiempo y tranquilidad mental si los buscas tu mismo, haberlos ahilos y en abundancia.

    Doy por terminada mi intervención. Gracias.

  26. rafael dice:

    ¡Estaimado Salas!: tu respuesta me deja perplejo, no creas que te la planteó por capricho sino por orientarme meejor.

    supogo que consideras genocidios soviéticos,estos hechos:

    -La masacre de Katyn
    -El holodomor de Ucrania en 1933
    -La llamada guerra civil de 1918-1922.
    -el gulag
    -«El gran terror » de 1937-8

    No he encontrado evidencias de que estos hechos sean genocidios, pero me encanataría saber dónde has encontrado tu estas eveidencias(fuentes primarias).

    el primero Katyn, ni siquiera lo obraron los soviets.

    un saludo.

  27. JJSala dice:

    Rafael.

    «Refinitivamente» pareces saber un monton de este tema, más que yo, no cabe duda.

    Como al final íbamos a entrar en qué se considera «genocidio», cuestión en la que no tengo intención de entrar, con todos mis respetos dejo zanjada la conversación.

    Saludos

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