LOS PASOS PERDIDOS DE SHAKESPEARE – Carlos Basso
«¡Cuánta tela que cortar y qué tijeritas tan pequeñas!» (Cita atribuida a Richar, posiblemente apócrifa).
El epígrafe que abre esta reseña siempre ronda en la mente de todos los aficionados a la literatura, en la de los adictos a la lectura y entre los fetichistas de los libros. Y es que uno no puede evitar pensar en esa frase a medida que avanza en la novela Los pasos perdidos de Shakespeare, pero no porque el libro escrito por Carlos Basso (Santiago de Chile, 1972) se encuentre dentro de ese maravilloso olimpo literario al cual todos querríamos acceder, desengañémonos, sino más bien por todo lo contrario.
Veamos qué nos avanza la contraportada:
Arthur Conan Doyle y Jules Verne son citados por sorpresa en un hotel de Londres por Joseph Bell, el médico que inspiró el personaje de Sherlock Holmes. […] Con el trasfondo de la Inglaterra victoriana y el clima prebélico entre las potencias europeas –que estimula el espionaje-, los protagonistas se enfrentan con humor y astucia a numerosos enigmas y peligrosas situaciones.
Me arrepiento y confieso mi pecado: he mordido el anzuelo. Me han arrojado una zanahoria victoriana, londinense y decimonónica y le he hincado el diente como buena burra que soy. Y así ha pasado lo que ha pasado, claro, que la indigestión que he sufrido a base de espías, manuscritos encriptados, números misteriosos, caballeros rosacruces, masones, nazis, Ku Klux Klan y otros engendros ha sido monumental. Reconozco que todavía a veces se me repite una sesión de espiritismo o se me escapa una conspiración.
He acabado con las reservas de sal de frutas en las farmacias de 10 km a la redonda, mas ni así se me pasa el empacho.
Y lo curioso es que la cosa parecía, por lo menos, entretenida: la búsqueda de un manuscrito en el que se desvelaba la autoría real de las obras de Shakespeare.
Sin embargo tengo que reconocer que pocas veces me he encontrado con una novela que rice tanto el rizo como ésta. La trama se embrolla hasta extremos inverosímiles, los personajes aparecen y desaparecen de la manga con la única misión de dejar constancia de la afición del autor por las obras de Doyle, y el humor del que nos habla la contraportada más parece propio de los diálogos del Monkey island que de una novela. Admito que he estado tentada de arrojar la toalla; sólo he aguantado hasta el final para ver si veía alguna luz al final del túnel; para comprobar si, como Houdini –el cual también aparece en el libro, pero no me pregunten qué pinta en él- el autor era capaz de escapar de sus propias cadenas y del barullo argumental en el que se mete él solito. Y es que al libro no le falta un detalle: aprendices de brujos, ouijas, túneles a lo Indiana Jones, momias, explosiones y bombas… Un follón de tópicos inconexos que se lía y se lía, hasta que el norte –si alguna vez lo hubo- se acaba perdiendo de una manera irrecuperable. Ay, siento que me suben de nuevo los ardores y que voy a necesitar dosis doble de antiácido.
Y el final… Siempre queda la esperanza de que el asunto se arregle un poco, de que algún cabo suelto finalmente se anude a un personaje y le dé algo de credibilidad. Todo lo contrario, el cabo se deshilacha hasta el infinito y, si en la última página hubiera aparecido un protagonista con la cabeza de Frankenstein, los colmillos de Drácula y las garras del Hombre Lobo al grito de «¡Campaaaana y se acabó!» os aseguro que no me habría sorprendido lo más mínimo.
Carlos Basso
LOS PASOS PERDIDOS DE SHAKESPEARE
Destino 2008
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Pero entretenida si que te ha tenido por lo que veo, con tanto ir y venir a las farmacias del barrio, en fin se acabó la buena racha de libros buenos,venga a por otro. Aún así da gusto leerte.
No voy a volver a la vieja discusión sobre si se deben reseñar libros malos porque sé muy bien que hace tiempo que está perdida. Además, disfruto tanto de tus vicisitudes lectoras que poco importa si el libro que reseñas es bueno o malo. Y, si lo pienso bien, mejor que sea malo y que una reseña con humor nos alivie de la abrumadora sucesión de joyas literarias que han pasado últimamente por aquí.
Efectivamente, Ascanio tiene una conmovedora obstinación en meterse entre pecho y espalda todos los libros con pinta de bodrio que asoman por las librerías.
Empiezo a sospechar que lo hace a propósito para luego poder reseñarlos.
Si, en cambio hay otros que no reseñan absolutamente nada. Que actitud tan cómoda la suya…
¡Uro, eres mi héroe! ¡Mi paladín!
(Clío y Pepe, gracias por el cumplido).
Ascanio no está perdida. Evita que nos pierdan algunas contraportadas. Es como una analista de «zanahorias» literarias. Es una vocación tan digna como otras (sexador de pollos, por ejemplo).
Nena, tú vales mucho.
Una analista de zanahorias literarias, que metáfora tan bonita, ¿o en lugar de una metáfora es un eufemismo? Aclaranos, oh rianxeira, hasta dónde puede llegar tu maldad…
Chata, tu reseña merece la pena y creo que hay que decir cuando un libro vale y cuando no; además, me das mucho ánimo, porque hace poco he leído otra que no me ha gustado nada (no lo anticipo: lo notaréis cuando la leáis) y también caí en la trampa por el título y lo que sugería, y luego sufrí lo indecible para no dar rienda suelta a mi indignación y decirlo de modo comestible. O sea, digerible. Tu lo has dicho de un modo muy salao, con lo que creo que hasta el propio autor lo digerirá.
Saludos,
Ascanio, habría que analizar cuántos libros de los reseñados te han dejado indiferente, porque que yo recuerde todas tus reseñas son blancas o negras, ¡juas!
Por cierto, dos cosillas:
1) Desconocía que la expresión que me atribuyes sea mía, pero venga, va.
2) Espero que no te hayas metido (ni pensaras hacerlo) con los diálogos de Guybrush Threepwood en Monkey Island, ¿verdaaaaaad?
Un saludote y suerte con la próxima.
Richar.
Pues hay algunas por ahí, richar, que no son ni blancas ni negras, sino todo lo contrario: la de Deus Vult, por ejemplo. De hecho, tengo en la recámara una novela que he leído hace poco que ni fu ni fa. Vamos, para pasar el rato. Para que veas que no soy tan extremista, hombre.
Y no, te aseguro que no me meto con Guybrush: sus diálogos tienen mucha más chispa que éstos.
Ario, bonita, gracias.
El papel que le quedaba al Urogallo por interpretar: el de «pagafantas»…
Una reseña muy buena y llena de un humor excelente, felicidades Ascanio, y, gracias por alertarnos contra esta novela. Por cierto, los boticarios de la zona estarán encantados en que te leas este tipo de libros, así les haces gasto en sus negocios.
Gracias, Publio.
Con esta novela te puedes ahorrar el trabajo de buscarla en la ONCE.
Ah, menos mal que has aclarado lo de Guybrush… no te hacía yo jugadora del Monkey… qué tiempos.
Saludos,
RIchar.
Sí, claro que me ahorro el esfuerzo.
Saludos.
Pues oye: mil gracias por el aviso. Siendo como es uno yonqui impenitente de la cosa holmsiana, en algún momento me hubiera cruzado con el dichoso librito con la consecuente decepción. Alertado por esta reseña tan bien escrita pondré pies en polvorosa sin dilación.
La verdad es que, en orden a la calidad literaria y a su inserción en el relato canónico escrito por Doyle, el pastiche holmsiano ha dado monumentos perdurables, casi a la altura de los textos originales. Pienso en Adios Sherlock Holmes de Robert Lee Hall, en Los años perdidos de Sherlock Holmes de Jamyang Norbu y en Sherlock Holms de Baker Street, cuyo autor ahora no recuerdo pero que deja un perfume imborrable. Quizá por eso, el adicto con mono de más y más mercancía suele ser crédulo, siempre cabe la esperanza de pillar algo con que repetir las sensaciones vividas y resulta que no siempre es así. Tampoco hay que desanimarse. Hay novelas que sin llegar a la altura de las citadas le dan otras alegrías al lector (y al idioma de Cervantes). Pienso también en el ciclo Holmsiano de Rodolfo Martínez que en Sherlock Holmes y las huellas del poeta sitúa a los buenos de Holmes y Watson en plena Guerra Civil Española en una trama que empieza siendo improbable y avanza con desparpajo hasta alcanzar el puro disparate, pero que está tan solidamente sostenida por la maravillosa escritura de Rodolfo Martínez, que a uno no le queda más remedio que ir pasando páginas y páginas. Desfilan el perfido Necronomicón, Serrano Súñer, George Smiley, Karla, Lovecraft, Rick Blaine mientras hace tiempo para montar su bar en Casablanca, el mismísimo Superman y, como no, nuestro amado Caudillo por la Gracia de Dios. Incluso le da tiempo al autor de colar una falca publicitaria de su Gijón natal y a pesar de los pesares, lo considero totalmente recomendable.
Por cierto, cuando quiero serenar mi espíritu en aquellos casos en que he desperdiciado mi tiempo, tan escaso y precioso, leyendo bodrios, siempre me viene en mente un chiste del ahora olvidado Perich que dice: “Me encanta leer libros malos: se leen de prisa, se entienden y encima hablar mal de ellos te hace parecer interesante”.
Un saludo y enhorabuena por la reseña.
Hola, Pere.
Veo que, en efecto, eres un yonqui impenitente de los vapores opiáceos holmesianos. Tomo nota de todas las obras que citas, y especialmente de ese disparate delirante de Rodolfo Martínez que no conocía.
Un saludo y gracias por entrar en mi reseña.
Ascanio, ya sabes que yo te comprendo con el asunto de las chufas literarias.
Al menos a los demás nos quedan tus desternillantes reseñas.
Y mira que sobre el papel podía ser una novela curiosa. Y bueno, hasta puede serlo según lo que entendamos por curiosa, jejeje.
Debe ser que a los dos nos atraen las zanahorias, Vorimir. ;-)
Hija, eso te pasa por hacerte con toda la chusma que hueles por ahí.
Menos mal que no te falta humor.
Creo que no me lo compraré, ji, ji…
PD: Beckett seguirá a la espera. Es que es mú larga, mijita.
Por cierto, me encanta la cita a Perich ¡Que gran humorista!
Por cierto, Ascanio, que el día de las Cervezas y los Libros estuvimos comentando tus reseñas, en especial la de Astur…coincidimos en tu genialidad…
En mi genialidad burril come-zanahorias, supongo.
Jerufa, te perdono porque me coges piñas para la chimenea, que si no…
Te equivocas, gitana, que sé de buena tinta que Juanito es uno de tus dos más fervientes admiradores. Te lo digo yo, que soy el otro…
Me parece que los dos tenéis el cerebro traspuesto.
Hay unas bayas por ahí, que se llaman bayas de Geji (no, el chino de Jerufa no) o algo así, que van muy bien para los trastornos mentales degenerativos. Yo ya me las estoy tomando.
Hace poco las he tomado….espero que no sean para la memoria porque no me acuerdo dónde ha sido…..ups
Yo esas bayas con aspecto sospechoso las vi anunciadas en la «chuchería» cuando estaba cogiendo unos dulces para ir al cine. Magnífico cartel anunciador, que entre otras cosas (para la memoria) señalaba que iban bien para la vista y para aumentar el vigor sexual.
Pues estoy perdiendo vista…..
Jajajaja…
Pues sepan que el club de admiradores de reseñas de Ascanio tiene una filial chilena.
¡Hombre, Rodri! ¡Bienvenido again!
Pues si hablamos de club de fans, tú tendrías más que Bisbal.
(Aclaración para los ultramarinos: Bisbal es un cantante español que tiene los mismos pelos que una oveja merina).
Pero Ascanio, si Bisbal es número uno en Chile…..
En ese caso, aclaración para los ultramarinos: una oveja merina es un bicho español que tiene los mismos pelos que Bisbal.
En mi pueblo al menos, cuando yo era muy pequeña, un «ultramarinos» era una tienda donde vendía cosas muy caras que venían de muy lejos, y comprabas allí por lo general productos para ocasiones especiales, aunque algunos también vendían cosas normalitas, propias de una tienda de barrio. Pero un ultramarinos era una tienda especial. Vendían bacalao, café, cascarilla de cacao, conservas de calidad, y, sobre todo…. chocolates. Esas tiendas me sugerían imágenes de tierras lejanas al otro lado de la mar océana -imágenes que se esfumaban con el olor a bacalao, que es un olor poco tropical-. Yo vivía al lado de uno de esos ultramarinos.
Jolín, es la segunda moderación de esta mañana.
A saber que cosas estarás escribiendo…miedo da pensarlo
Seguramente le respondía a pepe su pregunta acerca de las zanahorias.
Si la han moderado es que Valeria es mala, mala y mala.