Me encontré con Los Navegantes uno de esos sábados por la mañana en los que uno se levanta temprano, coge la lista de posibles adquisiciones y se dedica a recorrer sus librerías favoritas con la ilusión de encontrar algún libro interesante al que hincarle el diente, algo que quizás haya sido reseñado en Hislibris y que nos ha llamado la atención por los comentarios de la gente vertidos en el blog o sencillamente algún título que nos recomiende el librero y que nos parezca sugerente y atractivo. Y mira por dónde que en una de las estanterías dedicadas a autores de novela histórica me encuentro con este nombre del que, para ser sincero, no tenía ninguna referencia anterior pese a que soy muy aficionado al tema, Edward Rosset, y con tres títulos publicados por él en Edhasa: Los Navegantes, Cristóbal Colón: Rumbo a Cipango y Malinche.

Mi primer impulso fue coger Malinche, puesto que tenía bastante interés en hacerme con alguna reconstrucción de la vida de Hernán Cortés novelada y con ese objeto me acerqué a uno de los empleados de la librería pidiendo consejo al respecto de título o autor. Éste, muy convencido, me dijo: «Mira, Malinche la verdad es que no lo he leído, pero Los Navegantes está estupendo. Además no solo es cosa mía. Todos los aficionados al tema hablan bastante bien de él. Incluso algunos fans del señor O’Brian que vienen por aquí o de la novela histórica marítima en general comentan que este libro es fantástico.»

Por un lado el comentario de este señor tan amable me impulsó a dirigirme al mostrador del tirón y llevármelo. Por otro, me había nombrado a Patrick O´Brian, cuya memoria y personajes respeto profundamente, pero de cuya obra no he logrado terminar salvo un título y con bastante esfuerzo debido a lo que ya se ha comentado por aquí con anterioridad: demasiados tecnicismos navales y demasiadas páginas dedicadas al arte de la navegación, descritos con tal profusión de detalles y de forma tan exhaustiva que hacen difícil su lectura a los profanos en la materia. Teniendo en cuenta que el libro que tenía entre mis manos tenía más de 800 páginas y basándome en mi experiencia con Capitán de mar y guerra pensé que a lo peor el libro me aburriría.

—¡No! ¡Para nada! No es ni mucho menos lo mismo —me dijo el librero-. El autor se ve que conoce muy bien la vida en los barcos españoles de la época pero no se mete tanto en faena como O´Brian. Son 830 páginas, además de interesantes, muy entretenidas. Este libro además está disponible en edición de bolsillo. Llévatelo que te va a gustar.

Reconozco que fue esto último lo que me decidió. No duelen igual 30 que 10 cuando te arriesgas con un autor que no conoces y que resulta que al final no te gusta. Pues bien, agarré Los Navegantes en edición de bolsillo (también un tocho considerable) y algunas otras cosillas que ahora mismo no vienen al caso y ese mismo sábado por la tarde le metí mano. Escasamente tres o cuatro días después me lo había terminado.

Ya metiéndonos más en faena diré que el libro es una reconstrucción novelada y más que entretenida de una parte de las vidas de Fernando de Magallanes, Juan Sebastián Elcano, Andrés de Urdaneta y Miguel López de Legazpi, encuadradas en tres grandes expediciones en las que tomaron parte unos y otros.

La primera de ellas, comandada por Fernando de Magallanes, navegante portugués al servicio de la Corona Española, parte desde Sanlúcar de Barrameda el 20 de septiembre de 1519, en una expedición compuesta por cinco naves: Trinidad (nave capitana al mando de Magallanes), Victoria, San Antonio, Concepción y Santiago. Doscientos treinta y cinco hombres en total entre soldados, navegantes, marineros, cosmógrafos, sacerdotes, oficiales y grumetes. Como misión: encontrar una ruta alternativa por Occidente para abrir el mercado de las especias a la Corona sin entrar en conflicto con Portugal. Costeando todo el continente americano hacia el sur, habrían de encontrar un paso o estrecho cuya existencia defendía Magallanes a capa y espada y que unía el océano Atlántico con los mares del sur del Océano Pacífico y les llevaría a las Islas Molucas, procurando al emperador Carlos I y a la Corona pingües beneficios sin provocar una guerra. En esta armada que se vería envuelta en mil peripecias y dificultades sirve como maestre en la nao Concepción un hombre de origen vasco llamado Juan Sebastián Elcano, que sería aclamado como un héroe en Sevilla casi tres años después, cuando logró regresar con solo diecisiete supervivientes y la Nao Victoria medio hundida, después de haberse visto obligado a vivir una terrible odisea para poder regresar a España circunnavegando por vez primera en la historia de la humanidad todo el orbe terrestre.

A raíz de la hazaña, el emperador Carlos I concede a Elcano fortuna y mando y lo envía de vuelta a las Molucas a través del estrecho de Magallanes, recién descubierto un lustro antes por los mismos que ahora volvían con una armada mayor, mejor preparada y con una fuerza militar importante. Esta segunda expedición tendría que arreglárselas para consolidar una fuerza disuasoria en las islas, de forma que los portugueses no se atrevieran a reclamar por la fuerza de las armas su parte del pastel de las Molucas. Obviamente, los lusitanos no se arredraron, y ellos y los elementos pondrán en mil aprietos y dificultades a nuestros marinos. Es en este otro gran viaje a través de los océanos donde Andrés de Urdaneta, otro joven marino vasco, empieza a destacar y es preparado a conciencia por Elcano para que un día sea capaz de comandar hombres y naves, y emprenda por su cuenta alguna otra aventura.

Doce años después, Urdaneta regresaría a casa convertido en un hombre curtido en mil batallas contra los indios y contra los portugueses. Es entonces cuando uno de los capitanes del gran Hernán Cortés, Pedro de Alvarado, le insta a volver a partir hacia tierras desconocidas con una nueva armada en busca de fama y fortuna. Como buen marino patrio, Urdaneta vuelve a embarcarse haciéndose acompañar de un primo suyo, también vasco y llamado Miguel López de Legazpi en un viaje que les deparará nuevas aventuras y que culmina con la conquista española de Filipinas.

Es increíble la cantidad de padecimientos y dificultades que estos hombres hubieron de soportar a lo largo de aquellos viajes tan enormes. Los indios, el escorbuto y las mil privaciones a las que se vieron sometidos. La necesidad de alimentarse de gusanos y de verse obligados a comer cuero o excrementos mezclados con serrín para poder tragar. Los innumerables combates a bordo de sus naves o en remotas playas donde, primero con arcabuces y después a cuchilladas, intentaban no ser escabechados por hambrientos indígenas. Las tempestades y huracanes que habían de capear con naves que eran auténticos cascarones de nuez, frente a la inmensidad de los océanos que exploraban y las luchas a muerte contra sus más directos rivales, los marinos portugueses que, como los españoles, buscaban a toda costa el dominio de los mares recién descubiertos.

He disfrutado mucho con este libro. Tiene un estilo muy directo, sin meterse en descripciones farragosas en ningún momento y tiene acción por los cuatro costados. Quizás he echado de menos un poco más de profundidad en algunos personajes principales. Conocer algo más de sus vidas anteriores y sus motivaciones antes de lanzarse a la conquista pero claro, supongo que es difícil en una obra tan coral, donde aparecen y desaparecen continuamente de escena soldados, capitanes, indígenas, sacerdotes y marinos. Si tenemos en cuenta también su extensión de más de ochocientas páginas, supongo que si el autor se hubiera metido más de lleno en las vidas de estos hombres fuera de sus barcos estaríamos hablando de una saga de tres o cuatro libros por lo menos, así que me imagino que era inviable. Otra falta que encuentro es que el libro no incluye mapas de ninguna clase, y entre tantas idas y venidas de isla en isla y de cabo en cabo es difícil situar la acción muchas veces. Creo que es un fallo importante que han cometido o bien el autor o bien la editorial o ambos. Unos cuantos mapas de situación vendrían de perillas. Por todo lo demás me ha emocionado conocer el tipo de hombres que un día se lanzaron a la conquista de aquellos mares y de cuyas hazañas hoy sabemos en parte gracias a obras como ésta. Saber de sus miserias y fracasos y de sus éxitos y alegrías. Creo que cuando un libro sirve de ventana a otros mundos y nos enseña el cómo y el porqué, aunque haya que considerarlo como una obra de ficción, significa que ha cumplido su función y que el legado de estos grandes hombres permanece vivo de una u otra manera. Como todos ya sabemos y como la leyenda negra nos va a recordar siempre, se cometieron fechorías en el proceso de conquista del nuevo continente (por otro lado como en cualquier proceso similar llevado a cabo por cualquier nación) y eso es algo con lo que tenemos que cargar. Pero huyendo de nacionalismos exacerbados y de sentimientos de superioridad sobre cualquier otro país, yo me he sentido orgulloso de llevar sangre española en las venas mientras leía este libro. Ahí es nada.

Ya por último, y una vez expuesta mi opinión personal, yo no dudaría en recomendar este libro a todo aquel al que le guste leer sobre las andanzas de los conquistadores españoles, ya tengan en cuenta leyendas negras o no. Supongo que también agradará mucho a los amantes de la navegación en general, aunque debo decir que soy un poco lego en la materia y no sé exactamente si el autor logra una ambientación cien por cien realista del desarrollo de la vida de la marinería y oficiales de aquellos barcos del siglo XVI. A mí me parece que sí, pero habremos de esperar a que un hislibreño experto en las lides y que haya leído el libro pueda decirnos algo al respecto. También recomiendo este libro a aquellas personas a las que, como a mí, les apasione el sabor añejo de las grandes novelas de aventuras.

Para lo que queráis: darklyes@hotmail.com

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Esta entrada fue enviada el miércoles, 13 d+02:00 mayo d+02:00 2009 a las 13:00 y está archivada bajo Novela histórica. Puedes seguir las respuestas a esta entrada a través de la fuente RSS 2.0. Puedes dejar una respuesta, o trackback desde tu propia página.