LOS MORISCOS DEL REINO DE GRANADA – Julio Caro Baroja

Estos días, y gracias a los sucesos de París, se han vuelto a oír las palabras de moda en los últimos años: integración, tolerancia, multiculturalismo y demás. Estos temas, junto con otros como la diversidad cultural y la unidad política, de no menos actualidad, son tratados en este libro publicado hace cincuenta años para recordar la convivencia entre moriscos y cristianos viejos en el reino de Granada.

El autor advierte de que no es un libro para historiadores profesionales, ni tampoco para poetas – los del jardín florido y el rumor de las fuentes, se entiende- sino un ensayo de «historia social», si se quiere un poco recreativa, escrito para servir de estímulo a sociólogos o antropólogos que quieran atravesar las múltiples puertas que se van abriendo a los largo del libro, y que van desde la política, la religión o la economía, al estudio etnográfico de la toponimia o el lenguaje. Al final, resulta un libro muy recomendable para iniciarse en este momento de nuestra historia, que a la vez propone temas que nos hacen pensar en el presente y el futuro. Y la curiosidad del autor -¿de dónde sacaba el tiempo?- hace que sea una lectura muy entretenida.

El libro parte de la caída de la monarquía granadina en 1492, para recorrer el camino que fue desde ésta a la guerra de las Alpujarras en 1568 y la posterior expulsión definitiva de los moriscos a principios del XVII. Son más de dos siglos de convivencia entre difícil y muy difícil, desde el momento en que las capitulaciones que firmaron los Reyes Católicos son abiertamente incumplidas por los vencedores. Los moriscos conocieron entonces las verdaderas consecuencias de la derrota, con un incremento de la presión que acabaría en guerra abierta, no sin antes pasar por la Pragmática de 1567, que suponía, entre otras cosas, la prohibición de hablar, leer o escribir en árabe pasado un plazo de tres años, así como la prohibición de vestidos, baños, nombres, celebraciones y prácticamente todos los usos no ya religiosos, sino culturales de los moriscos.

Aunque no todo era tan sencillo como hablar de dos bandos. Así como hubo distintas fases de estabilidad y conflicto entre ambos bandos, también las hubo dentro de ellos, como lo demuestran los enfrentamientos entre la jerarquía eclesiástica local, más favorable a una integración gradual, y figuras como el cardenal Cisneros, partidario de los bautismos en masa. O entre la política laxa de los Mendoza, tradicionales virreyes, y la mano dura de Juan de Austria una vez desatada la guerra. Entre los moriscos las diferencias también existían, aunque no eran ya de planteamientos, sino más profundas: no era lo mismo un «mudéjar antiguo» – respetados hasta por Juan de Austria en la saca del Albaicín, por su antigua fidelidad a la corona- o un «taganino» – morisco de la meseta, más cristianizado – que un moro africano o un «elche», descendientes estos de cristianos renegados y tratados con peor saña. Hay que tener en cuenta que tras las conversiones masivas la reincidencia en su antigua fe los hacía aún más culpables, al pasar de simples herejes a apóstatas.

Ese tira y afloja en el bando cristiano viejo, entre partidarios de la línea dura y de un cambio a más largo plazo, estaba entreverado de rivalidades personales entre nobles y entre burócratas y ejército, intereses económicos de los señores que se enriquecían con mano de obra semiesclava, y todo tipo de rapiñas y bajezas por parte de los recién llegados. Dicho esto, en el bando morisco siguieron sucediéndose las llamadas a turcos y berberiscos para solicitar ayuda en las costas, así como distintos levantamientos en los que los martirios de cristianos estaban a la orden del día – y aquí el autor sugiere un curioso paralelismo entre los estos levantamientos iconoclastas y violamonjas y los que protagonizarían siglos después anarquistas andaluces; de este tipo de reflexiones a vuelapluma, en este caso acerca de la fe, esta repleto el libro.

En cualquier caso, la perspectiva sociológica y antropológica es la que prima: estructura social, diferencias raciales – ahora diríamos fenotípicas, supongo -, adaptación a los distintos climas, costumbres, oficios y en general el análisis de la cultura. Y aquí hay muchas cosas interesantes, como el concepto de solidaridad «agnática», patrilineal, y la marcada conciencia del linaje que mantenían los moriscos años después de la toma de Granada, hasta el punto de que Abenhumeya, uno de los líderes de la guerra de las Alpujarras, al ser asesinado por su propio bando – cosa frecuente, por otro lado- declaró ser cristiano convencido y que si entró en guerra no fue más que por vengar afrentas familiares.

Otro tema destacado y quizá más polémico es la pervivencia de elementos moriscos más allá de la expulsión. Tras ver el destino de la diáspora que provocó la guerra – fundamentalmente, Castilla y Andalucía – el autor mantiene que no podemos tomar al pie de la letra la recolonización «total» de las Alpujarras y del antiguo reino en general, especialmente porque eran abundantes los matrimonios mixtos, considerados cristianos por la línea paterna. Aquí se recuerda a familias granadinas de conocida ascendencia morisca y también noticias de juicios inquisitoriales por «mahometismo» hasta bien entrado el siglo XVIII, pero más allá de eso, se echa de menos alguna evidencia significativa y relevante de esa permanencia – a falta de pruebas, otra divagación ¿por qué las formas cúbicas y el terrazo en la arquitectura de la Alpujarra hasta día de hoy y contra toda racionalidad?

En resumen, un libro que me ha parecido muy interesante, y con unas implicaciones que no escapan al autor. Como avisa en el prólogo, el tema se ha utilizado como símbolo por liberales y conservadores, izquierda y derecha, y la postura a favor – unidad política y religiosa, etc- o en contra de la expulsión – genocidio, catástrofe económica- se ha querido ver como una identificación con una de estas posiciones. Hoy quizá el debate estaría entre los que cantan las maravillas de una ejemplar tolerancia entre culturas apoyándose en nuestro pasado, y los que niegan aquella y también la pervivencia de otras culturas – léase religiones- en la identidad actual de España, lo que quiera que sea eso.

Afortunadamente, el autor apenas juzga y más bien aporta datos y reflexiones para que alguien, o cada uno, saque las conclusiones. Una última cosa: estos días en Madrid se representa «Amar después de la muerte», de Calderón, que transcurre en plena guerra de las Alpujarras y donde aparecen algunos de los personajes que hemos comentado. Como complemento a este libro, muy recomendable.

     

29 comentarios en “LOS MORISCOS DEL REINO DE GRANADA – Julio Caro Baroja

  1. richar dice:

    Interesante libro Javier. De haberlo conocido me habría gustado leerlo antes del viaje que hice hace unos meses a la Alpujarra (por cierto que llegué a convencerme de que el fin del mundo existe y está en el medio de la sierra alpujarreña).

    Entre otras cosas estuve viendo la casa donde vivió Abenhumeya, casi destruida del todo, en una zona completamente paradisíaca y prácticamente inaccessible. Una gozada.

    Y una preguntas «técnicas»: ¿qué significa el concepto de solidaridad "agnática"?

    Saludos,
    Richar.

  2. javier dice:

    Pues yo no conozco las Alpujarras, pero me encantaría ir. Y para mi vergüenza te diré que no conocía Granada hasta las Navidades pasadas: muy mal, ya lo sé. Por cierto que fui el día de la Toma – 2 de enero ­y la cosa tiene su aquel. En cuanto a tu pregunta, Caro Baroja insiste mucho en ello, así que a ver si soy capaz de explicarlo.

    Sociedad "agnática" quiere decir simplemente patrilineal, es decir, cuando en una sociedad la filiación se transmite de padre a hijo (a diferencia de la cognática, en la que ésta de transmite por cualquiera de las dos líneas). Así el linaje se transmite por la línea paterna, independientemente de la condición de la madre. La sociedad islámica ­ mejor dicho, en este caso, árabe y bereber- estaba basada en ese principio, y así puedes oír eso de que los emires de Córdoba eran rubios y de ojos azules, por la mezcla con sangre cristiana – esclava o no- que en nada afectaba al rango del hijo varón.

    Caro Baroja destaca lo que llama "solidaridad agnática" ­ es decir, un espíritu de cuerpo basado en el parentesco- porque traduce así la "Assabiya", al parecer un concepto tribal, preislámico, que para él sería el responsable de muchas de las desavenencias que había en el bando morisco, y que existían desde que las distintas tribus llegaron a la península. Esta idea hacía que la conciencia de pertenencia a los distintos linajes fuera muy marcada, y que sirviera como base para establecer jerarquías y motivar disputas entre, por ejemplo, árabes del norte y yemeníes, o entre estos y bereberes. Esa lealtad al parentesco también le ayuda a explicar que a menudo, y a pesar de la presión cristiana, los moriscos no actuaran unidos y que en algunos casos ­ como en el de Abenhumeya- se matasen entre ellos.

    Espero haber aclarado algo. Saludos.

  3. richar dice:

    Ciertamente sí. Gracias por la aclaración.

    Saludos,
    Richar.

  4. Alfonso dice:

    Hola. Pues sí, parece realmente interesante el libro. Soy de Granada, y tengo una casita en la Alpujarra (en Bubión, exactamente). Como bien dice Richar, es un lugar al que no hay que dejar de ir.

    He encontrado este artículo y foro buscando el término ‘sociedad agnática’, para un trabajo sobre inmigración infantil, concretamente marroquí. La explicación que has dado me ha ayudado en gran medida.

    Gracias

  5. richar dice:

    Saludos Alfonso y bienvenido al blog.

    Aprovecho tu intervención para elogiar de nuevo las tierras alpujarreñas, que tienen tanto encanto como lejos están… porque anda que no parece el fin del mundo aquello :-)

    Un saludo,
    Richar.

  6. javier dice:

    Pues yo todavía no las conozco, qué vergüenza… Un propósito más para el año próximo.

    saludos

  7. Enrique dice:

    Me parece muy interesante vuestro foro, con vuestro permiso pienso frecuentarlo.
    Ando en un trabajo -por voluntad propia- que trata del Tesoro de Arenas, pueblo malagueño cercano a la fortaleza (ya derruida) de ben Tomiz, donde Abderramán III pasó parte de su infancia, con su madre (Aixa). Como consecuencia de mis indagaciones (que no llegan a la categoría de investigaciones), tengo suficiente material como para hacer un artículo (o un libro si le ponemos pastas y título).
    Estaremos en contacto.

  8. Arauxo dice:

    Salve.

    El comentario de Enrique (a quien doy, por cierto, la bienvenida a estas páginas y de quien espero poder leer muchos otros comentarios, especialmente -pero no exclusiavamente- sobre los resultados de sus pesquisas…) me ha permitido acercarme por primera vez a esta reseña que no conocía.

    Y aunque hayan pasado casi dos años desde su publicación en Hislibris y más de cincuenta desde que el libro vio la luz, aprovecho para felicitar a Javier por su feliz iniciativa y por el excelente nivel de información y reflexión que ofrece en su reseña. Después de leerla, Javier, se te echa aun más de menos en el día a día de Hslibris…

    La obra, en efecto, es un clásico de la historiografía antropológica española. En ella, el autor alcanza una profundidad investigadora y demuestra una capacidad de análisis absolutamente sorprendentes. Y es que Caro Baroja ha sido uno de los grandes grandísimos intelectuales españoles y, sin duda, el mejor y primer antropólogo de nuestra geografía. Su ingente labor investigadora, reflejada en una asombrosa e interminable lista de publicaciones (yo me pregunto lo mismo que tú: ¿de dónde puñetas sacaba tiempo?) lo convierten, posiblemente, en el científico más prolífico en lengua castellana y en uno de los antropólogos más respetados y renombrados del mundo.

    Éste que tú reseñas -que leí allá por el pleistoceno superior- es una de las obras más «históricas» que escribió, entendiendo, claro está, que en toda la producción de Caro Baroja, la interpretación antropológica es siempre prioritaria. Otros libros destacables con intenso carácter histórico -aunque siempre en segundo plano, usado casi como «pretexto» para escudriñar los comportamientos sociales- son el famosísimo Las formas complejas de la vida religiosa: religión, sociedad y carácter en la España de los siglos XVI y XVII (un tomaco de padre y muy señor mío) y el volumen que, en paralelo al de los moriscos que tú nos comentas, dedicó a los judíos -y de manera mnuy especial a los judaizantes, conversos o marranos-, Los judíos en la España Moderna y Contemporánea.

    Del gusto de muchos hislibreños -y de lectura casi obligada- podría ser La aurora del pensamiento antropológico : la antropología en los clásicos griegos y latinos, una de las muchas obras que le publicó el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Y ella podrían unirse, a modo de trilogía «antigua», su España antigua y Los pueblos de España, en la que analiza las sociedades de los pueblos prerromanos peninsulares, con el mismo grado de profundidad, lucidez y perspicacia con el que acostumbraba a agasajar a su numeroso público.

    En fin, mis felicitaciones, Javier, por tu buen hacer y por tu estuenda síntesis, pero sobre todo, por elegir e incluir entre las reseñas de Hislibris, alguna de las publicaciones de las muchísimas de este gran maestro de antropólogos y coleccionista de merecidos premios que es Caro Baroja.

    Un saludo.

  9. richar dice:

    Dos cosillas breves:

    Enrique, bienvenido a Hislibris y tienes todo el permiso del mundo para frecuentarnos y comentar lo que te plazca. Ya nos dirás cómo prospera tu investigación.

    Arauxo, Javier acaba de ser padre hace escasamente dos semanas, así que es posible que ande liado en otros quehaceres… pero sí, se le echa de menos…

    Saludos,
    Richar.

  10. Arauxo dice:

    Pues, entonces, sea para bien… Mis felicitaciones más efusivas para el nuevo papá, para la mamá y para el nuevo pimpollo. Sus titos de Hislibris esperarán pacientemente la reincorporación de su progenitor…

  11. javier dice:

    Gracias Arauxo por tus felicitaciones. Como dice Richar, he estado un pelín liado últimamente, pero ya estoy de nuevo en Hislibris, digo currando, perdón.

    Efectivamente, Caro Baroja es de los pocos antropólogos españoles que han trascendido la Universidad – otro sería Jáuregui Oroquieta, a quien tuve como profesor, un lujo-. Se nota una gran diferencia entre los sociólogos y antropólogos más jóvenes y estos de la vieja escuela, muchas veces imprecisos, lanzando más preguntas que respuestas, pero que suelen demostrar más bagaje en otras áreas como la Historia. Por eso decía en el post (creo recordar) lo de la historia social “recreativa”, porque en realidad picotea de todos lados y no aporta muchas certezas, pero deja muchas pistas que seguir y se lee con más amenidad que un simple estudio.

    No es por ser pepito grillo, pero te has dejado en el tintero uno de los libros que más me han gustado de Caro – también es mala suerte, porque mencionas unos cuantos- y es “Las brujas y su mundo”, un libro de lo más interesante sobre un tema que tiene su miga. ¿Estás al tanto de las interpretaciones de las brujas vascas como movimiento proto-nacionalista, feminista, etc? Como ves, la cosa da de sí más de lo que parece.

    El de los Pueblos lo quería leer, pero como decía Sofía Mazagatos, “todavía no he tenido esa suerte”.

    Bueno, saludos, a ver si me pongo al día.

    Javier

  12. Arauxo dice:

    Pues «todavía no he tenido la suerte…» de leer Las brujas y su mundo. Así que te agradezco la recomendación, Javier. Y, más que ponerte al día, disfruta de la paternidad, hombre, que eso no es cualquier cosa…

  13. Epaminondas dice:

    Felicidades, Javier, por el retoño, y bienvenido al club (si es el primero).

    He leido algo de Caro baroja, fundamentalmente a través de citas, todo relacionado con cierto interés que tengo por la linguística prehistórica hispana. Por cierto, Caro no es precisamente profeta en su tierra, por desgracia.

    saludos

  14. Arauxo dice:

    Sí. Tampoco lo es el otro Baroja, Pío. Ni Unamuno. Es una muestra más del provincianismo cateto del que hacemos gala en España, especialmente en las últimas décadas. Es que somos así: nos gusta ser catetos.

  15. javier dice:

    Creo que ya conté aquí cómo fuí una vez a Vera de Bidasoa a ver Itzea, el caserío de los Baroja, y me lo pasé un par de veces hasta que alguien me dijo que lo tenía delante. Ni un cartelito, ni una flecha, ná de ná. Y cerrado a cal y canto. Muy triste.

    Con todo, muy recomendable para ver in situ muchos escenarios de las batalliats del otro Baroja.

    Saludos ( y gracias Epaminondas, pero ya van dos, no sé en qué ando yo pensando)

  16. Valeria dice:

    Tenía idea de que «Las brujas y su mundo» era un ensayo centrado históricamente en el País Vasco. No se si mi información es exacta o no, y la verdad es que lo poco que he visto en internet tampoco me aclara mucho si se centro en la figura de las brujas en general, y del papel de la «magia» en las sociedades, o sólo en acontecimientos puntuales. Si alguien quiere comentar…

  17. Epaminondas dice:

    Nosotros (mi mujer y yo) estamos empezando a barruntar lo del segundo retoño…aunque aún estamos un poco superados con la primera.

    Por lo visto al gobierno vasco no le gustan los Baroja entre sus ilustres, tremenda contradicción!.

    saludos

  18. javier dice:

    Pues tu idea es correcta, Valeria. Como puedes imaginarte, el libro parte de unas consideraciones generales acerca de la herejía, la supervivencia de prácticas paganas en el mundo rural, de la brujería y demás, pero se centra en los procesos inquisitoriales causados por los brotes de brujería en el norte de Navarra a principios del XVII, en las famosas cuevas de Zugarramurdi, donde se encontraba el prado del macho cabrío, o «akelarre» en euskera. Entre otras pillerías, las brujas causaban las tormentas que hacían naufragar a los barcos que salían y entraban del vecino puerto de San Juan de Luz.

    El libro detalla las causas que se siguieron en el Auto de Fe en Logroño, y tiene como protagonistas estelares, más allá de las brujas y de su medio rural, para el que las brujas o sorgiñak eran algo familiar, al inquisidor español de Logroño y al juez francés de Burdeos que los países a uno y otro lado de la frontera enviaron para poner orden en la zona.

    Curiosamente, Caro Baroja cuanta cómo el inquisidor se mostró en todo momento escéptico ante las acusaciones, racional en sus investigaciones y benévolo con los encausados, en contraste con la furibunda credulidad del juez seglar, que ejecutó a discreción para acabar con el problema a través del puro escarmiento. El primero, sin embargo, optó por un método experimental bastante moderno: probar que las que fornicaban con el demonio eran vírgenes, que los brebajes mágicos eran inocuos y que las brujas voladoras, atadas a una cama, se movían poco.

    Es todo muy interesante, con anécdotas de lo más jocosas y bastantes macabradas. Pero sí, completamente centrado en este episodio concreto acaecido, una vez más, en el país del Bidasoa. Hay que ver lo que da de sí ese lugar.

    Epaminondas, no me seas pobre de espíritu: a por otro, ya.

    Saludos.

  19. cavilius dice:

    Pues en esos mismos berenjenales procreacionales andamos metidos también en la casa de los Cavílidas…

  20. Arauxo dice:

    …¿andáis? pero… ¿con éxito?

  21. cavilius dice:

    Yo creo que sí. Bueno, espera: define «éxito».

  22. Aretes dice:

    Inciso
    Este comentario me recuerda un chiste: un párroco estaba afónico y la homilia se la decía al monaguillo y éste la proclamaba. Era la resurrección de Lázaro y el cura le dice: «Jesús le dijo levántate y..» se anima el monaguillo y continúa «…y Lázaro andó». El hombre le corrige «anduvo, atontado»
    Y el monaguillo completa: «anduvo atontado un tiempo pero andó»

    Fin del inciso

  23. Valeria dice:

    Gracias Javier, por la información. Por tierras de meigas, lo de las brujas es cosa de andar por casa.

    Cavi, hombre, yo que tu reservaba mis fuerzas para Grecia, que igual bajo la advocación de alguna diosa del olimpo, a la sombra de un olivo, te sale más helena la casa que quieres montar.

  24. Ascanio dice:

    Ja, Ja, Ja…. muy bueno, Aretes.
    Javier, enhorabuena. Cavilius…¿enhorabuena también?

  25. cavilius dice:

    Si lo de atontado te lo he recordado yo, gracias, Aretes, un poco sí lo estoy.
    Buena idea, Vale. Me gusta. La propondré al Alto Mando. Y tú, Ascanio, ¿en qué quedamos? ¿me das la enhorabuena o no?

    Por cierto, javier, enhorabuena.

  26. Epaminondas dice:

    Hala! a poblar el mundo, creced y multiplicaos, como diría aquel.

  27. Aretes dice:

    Que conste que venía a cuento del comentario de Arauxo. Ni se me ocurriría asociarte con semejante calificativo, Cavi
    (por ciero, sigo buscando el epíteto apropiado)

  28. Arauxo dice:

    O sea, que entonces… ¿estamos embarazados?

  29. cavilius dice:

    Yo sí; estoy a punto de dar a luz una reseña, pero se resiste la condenada. Igual hay que usar serrucho y fórceps.

    Mi mujer, que yo sepa y hasta la presente, ni eso.
    Gracias por el interés.

    (Me pregunto en qué momento Hislibris se convirtió en Salsa Rosa, y si habré tenido algo que ver… ).

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