LOS EXPORTADOS – Sonia Devillers

“En alguna otra parte, en una isla con sol y sombra, en plena paz, en plena seguridad y en plena felicidad, me tendría sin cuidado ser o no judío. Pero aquí y ahora no puedo ser otra cosa. Y creo que tampoco lo quiero”.
Mihail Sebastian, periodista y escritor rumano (1907-1945).

“Los judíos y el petróleo son nuestros mejores productos de exportación”: si esta frase la hubiera dicho Woody Allen en alguna de sus películas, resultaría incluso graciosa. Pero la pronunció el que fuera dictador de Rumanía durante más de 20 años, Nicolae Ceauşescu. La frase es terrible, tanto si trató de hacer una humorada como si se limitó a exponer un frío dato de la economía de su país. En cualquier caso, la frase expresa un nuevo modo de anular al ser humano, de convertirlo en objeto, en cosa, en mercancía que se compra y se vende. Se trata de ponerle un precio a una persona, y no necesariamente en dinero.

El tiempo suele sacar a flote la verdad. Aunque conviene admitir que no siempre. Pero en este caso parece que ha sido así: con la caída del régimen del dictador comunista Ceauşescu, comenzaron a ver la luz evidencias que hablaban de ciertos negocios turbios llevados a cabo por el gobierno rumano, relacionados con la venta de ciudadanos. De  ciudadanos judíos, en concreto. Confesiones de ex-altos cargos de Ceauşescu, testimonios de personas contemporáneas a los hechos (como el Diario de quien abre la reseña, Mihail Sebastian)… Al parecer, durante los años 50 y 60 del siglo XX el gobierno rumano se dedicó a vender al extranjero ciudadanos rumanos de raza judía, a cambio de dinero o de ganado. Rumanía estaba necesitada de ambas cosas, de capital y de animales de granja; en cambio, no lo estaba de judíos. Estos le sobraban, le molestaban, le suponían un problema similar al que tuvo que afrontar la Alemania nazi. De hecho, los judíos han sido siempre un estorbo incómodo para los países que han tenido que aguantar su presencia dentro de sus fronteras. A menudo han devenido una especie de “perro del hortelano”: aunque se reconoce la importancia de su capacidad de iniciativa y su gestión en el plano económico, su presencia no es grata ni deseada y por ello son maltratados.

Pongamos la historia en su contexto: durante la Segunda Guerra Mundial, Rumanía en general, y su población judía en particular, hubo de soportar la dictadura fascista de Ion Antonescu. El mariscal fue el aliado más fiel y celoso que tuvo Hitler; convirtió a su país en el brazo armado de los nazis en el este de Europa, en especial en la represión de personas de raza hebrea. Rumanía estuvo a la cabeza en el asesinato de judíos, siendo solo superada por Alemania. Bajo el régimen de Antonescu, los rumanos cometieron atrocidades contra sus compatriotas judíos que escandalizaron incluso a los nazis. Con el fin de la dictadura, en 1944, el país dio un giro radical en la contienda mundial y se unió a los aliados. En 1947 el Partido Comunista llegó al poder, y Rumanía cayó bajo la órbita y la influencia de la Unión Soviética. El gobierno rumano quedó supeditado a Moscú, desde donde Stalin, haciendo gala de un gran cinismo, afirmaba que ellos (los rusos y las naciones simpatizantes, se entiende) no tenían ningún problema con los judíos: en el bloque del Este no había judíos ni existía el “problema judío”. Mientras decía esto, en el seno del Partido Comunista ruso, rumano y de otros lugares, se llevaban a cabo purgas exhaustivas entre sus filas, aislando o expulsando a los comunistas de raza judía y acusándolos del curioso y extraoficial delito de “cosmopolitismo”.

Los abuelos de Sonia Devillers, la autora de Los exportados, vivieron de lleno esa situación de hipocresía y terror. Comunistas convencidos, vieron cómo su partido, el partido que había logrado imponerse a los fascistas pronazis, los trataba con similar desprecio. Y todo por ser judíos. Su situación, en el fondo, había sufrido una mejoría: pasaron del horror de los asesinatos y las deportaciones, al ostracismo social, el aislamiento y el desprecio más absolutos. Nada nuevo, en realidad, puesto que la historia de los judíos en Europa siempre ha sido así; los períodos de guerra, como los años que duró la Segunda Guerra Mundial, no hacen sino acentuar las persecuciones, los asesinatos y los pogromos; pero el antisemitismo está siempre ahí, palpable y latente.

Gabriela y Harry vivían en la capital rumana, Bucarest, y décadas después su nieta Sonia Devillers cuenta su historia en Los exportados. Una historia triste, melancólica, pero en ocasiones también cómica o con tintes de amarga ironía. La historia de una familia judía en los años 40, 50 y 60 del siglo pasado. Él era inteligente, orgulloso, con estudios; ella era de temperamento alegre y carácter enérgico. De hecho, la fuerza y energía de Gabriela se ve a lo largo de todo el libro, una fuerza que la hacía mantener la cabeza alta delante de la ignominia. La autora a menudo destaca algo que, quienes tengan parientes que hayan sufrido de cerca en el pasado algún horror, puede que reconozcan en seguida: cuando Devillers les preguntaba cómo fueron aquellos tiempos, Harry y Gabriela se enfrentaban a sus recuerdos con cierta indiferencia, incluso con una media sonrisa, simplificando y atenuando lo sucedido como si no hubiera sido tan terrible como realmente fue. Una especie de bloqueo voluntario del espanto de vivir aquellos años con la angustia y la incertidumbre como plato diario. La voluntad y el esfuerzo de unos supervivientes por seguir adelante y olvidar, como hizo el propio país rumano décadas después.

El relato, escrito en primera persona por la nieta que cuenta lo que les sucedió a sus abuelos y a sus padres (aunque estos tienen un papel secundario en la historia), hace avanzar al lector entre el espanto y la indignación, hasta el tiempo en que la familia pudo salir del país e ir a París, dato este que se revela ya en la primera página, pues es el lugar de residencia de la autora. La figura de Henry Jacober, rumano que facilitó esa salida, se vuelve clave en la historia. Clave porque, y esto también se dice en las primera páginas, Harry, Gabriela y sus hijas, y otros muchos judíos rumanos, fueron sacados del país a cambio de cargamentos de ganado vacuno, y también de cerdos. El precio de la vida de los judíos fue calculado en cargamentos de animales. Además, el cerdo es el animal prohibido para los judíos; en la cultura popular, dice Devillers, el judío es definido como aquel que no come cerdos. Que un cargamento de cerdos salve la vida a un puñado de judíos puede ser una ironía de la vida, o bien incidir en el escarnio contra la raza hebrea. ¿Fue Henry Jacober un villano que se  benefició, pues ese era su negocio, de la política antisemita? ¿Fue el más cínico de los comerciantes de cerdos, dice la autora, o un filántropo que salvaba ciudadanos al estilo de Oskar Schlinder? Piensa mal y acertarás, parece decir Devillers entre líneas.

Los exportados es una obra que conmueve y emociona al tiempo que enfurece y subleva. Una obra que no hace sino poner de relieve el antisemitismo que subyace en la mentalidad de muchas personas, sean estos simples comerciantes o dirijan gobiernos. O ambas cosas a la vez: durante el régimen de Antonescu, el dictador quiso deshacerse del modo que fuese de sus judíos, ciudadanos rumanos, que vivían hacinados en la región fronteriza de Transnitria. Así que se le ocurrió ponerlos en venta. Para denunciar el hecho, el New York Times publicó este anuncio:

EN VENTA a la humanidad: 70.000 judíos Seres humanos garantizados a 50 dólares cada uno.
(…)
Rumanía está cansada de matar a sus judíos. Mató a 100.000 en dos años. Hoy, Rumanía está dispuesta a ceder a sus judíos por casi nada.
(…)
¡¡¡Atención, Estados Unidos!!! ¡La superoferta rumana es válida por un mes! ¡Promoción sin precedentes! ¡Las puertas de Rumanía están abiertas! ¡Actúa ya!

Y cerramos la reseña como la empezamos: si se tratara de un gag de una película de Woody Allen, resultaría incluso gracioso. Pero el anuncio lo provocó un dictador de Rumanía hace 80 años.

 

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Sonia Devillers, Los exportados (traducción de Eduardo Berti). Madrid, Impedimenta, 2023, 232 páginas.

     

2 comentarios en “LOS EXPORTADOS – Sonia Devillers

  1. Iñigo dice:

    Un libro que me llamó la atención nada más verlo en la web de la editorial. Tiene una pinta estupenda, como tu reseña.

  2. cavilius dice:

    Es de esos libros que remueven y llevan a reflexión, y sin embargo está escrito con sencillez y naturalidad. Muy buena lectura.

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