LOS EFFINGER – Gabriele Tergit

“Mi época ha muerto, ahora viene la suya. Yo estuve presente cuando llegó la nueva era. Vino por orden militar y desfilando por el parque y llevaba uniforme, y lo primero que hizo fue cortar el paso entre el pueblo y su emperador. Veo venir tiempos difíciles, señor Effinger. La vida humana es corta, pero dentro de treinta años, cuando pase una generación, quizá se acuerde de mí”.

“Una saga berlinesa” es el subtítulo que la edición española ha incorporado a Effingers, la mastodóntica novela que la periodista y escritora Gabriele Tergit publicó en 1951 con escaso éxito, y que recientemente ha sido rescatada del olvido en el país de origen de la autora. Y se agradece la recuperación, ya que la novela ofrece, a través de la historia de una familia, el retrato impagable de una ciudad, de un país y de una época.

Se trata de la familia Effinger, y nos encontramos en el año 1878. Mathias Effinger es relojero, tiene 58 años, está casado con Minna y es padre de Paul, Karl, Ben, Helene, Willy y Bertha. Viven en la pequeña ciudad de Kragsheim (actualmente francesa pero entonces alemana). Constituyen una familia judía trabajadora y amante de las tradiciones, como muchas otras, e  inmersa en el apenas balbuceante imperio alemán, en la Alemania de Bismarck y del emperador Guillermo I. Es la historia sobre todo de Paul y Karl, dos jóvenes emprendedores de caracteres algo opuestos pero que son capaces de salir adelante como pequeños empresarios, fundando una fábrica de tornillos en el populoso Berlín. Pero la historia de los Effinger es al mismo tiempo la de los ricos Oppner y también la de los Goldschmidt, con quienes los Effinger emparentan enseguida y tejen una auténtica saga que recorre la historia alemana de finales del siglo XIX y principios del XX.

La novela tiene un centenar y medio de capítulos, breves en su mayoría, muy dialogados y directos. En ellos se van sucediendo una infinidad de pequeñas escenas, pequeños recortes de la vida de los protagonistas; estos, los protagonistas, van creciendo en número a medida que la novela avanza (se agradecen los árboles genealógicos de los Effinger y los Goldschmidt que aparecen al principio de la novela, aunque a menudo saben a poco dada la gran cantidad de personajes), y vemos sucederse generación tras generación desde los años 70 del siglo XIX hasta 1948, recién terminada la Segunda Guerra Mundial. Casi un siglo, cuatro generaciones, y Paul Effinger que se muestra como la figura siempre presente, discreta pero firme e incombustible.

El estilo de Los Effinger es sencillo, sin florituras ni densidades literarias. Frases cortas, diálogo abundante, a veces con apariencia teatral. Es una prosa en la que el lector ha de intervenir y aportar, ha de recrear rostros, actitudes, expresiones (si le apetece, claro), porque la autora ha preferido no incluir los detalles. El tiempo avanza a pasos desmesurados entre capítulo y capítulo, a veces entre párrafo y párrafo, y sin embargo no hay confusión ni inconexión, todo está perfectamente hilado, todo encaja, todo viene de un lugar y va a otro. Los brochazos, la sucesión de escenas, forman en su conjunto una novela coral perfectamente estructurada y unitaria en la que vemos dos niveles de realidad. Por un lado, las vidas de los hombres y mujeres Effinger (y también los Oppner y los Goldschmidt), que se hallan instalados en un nivel social medio burgués acomodado. A través de los ojos diversos y polifónicos de todos ellos, contemplamos el delicioso retrato de una sociedad que evoluciona, innova, arrastra muletas de épocas pasadas, mira al pasado y mira al presente. Una sociedad, en fin, no tan diferente de la nuestra.

“Es una desgracia que se esté abandonando la enseñanza humanística en los institutos”, dice alguien a finales del XIX, y uno no puede evitar sonreír al leerlo; nada nuevo hay bajo el sol, la historia se repite y tropezamos siempre con las mismas piedras. “El futuro está en la electricidad. Esos motores de gas son un salto en la oscuridad”, dice otro más o menos por la misma época, rescatando del olvido la pugna que sin duda en aquel entonces debió producirse, en la carrera del progreso, entre la electricidad de Thomas Edison y los nacientes motores de gas que se utilizarían para los vehículos motorizados sin raíles, los futuros coches. “Hace mucho”, dice otro más, “que empezó [una nueva era], ¿o piensas que es por una moda que Robert Koch haya descubierto el bacilo del cólera? Esa clase de nueva era lleva imperando ya casi medio siglo, desde Darwin. Me temo que incluso se esté acabando”. El tiempo corre, la ciencia avanza, y los seres humanos comienzan a ser testigos de un fenómeno inédito en toda la historia de la humanidad: una misma generación asiste al nacimiento de adelantos técnicos y tecnológicos, y también a su declive. Nunca antes había sucedido esto desde que el hombre se irguió sobre sus pies y empezó a caminar; el vértigo del progreso se vislumbró a partir de la revolución industrial, pero empezó a hacerse patente a finales del siglo XIX y con el advenimiento del XX. Ese vértigo se ha convertido, ya en pleno XXI, en compañero habitual del ser humano, hasta el punto de que ya no nos produce desasosiego y lo vivimos con normalidad.

Por otro lado, la otra realidad que percibimos en Los Effinger es la de la gran historia, la Historia con mayúsculas. A través de las conversaciones de unos y otros nos enteramos, entreverado en la cotidianeidad de los miembros de una familia acomodada de empresarios, del trasfondo histórico en el que vive Berlín, Alemania, Europa y el mundo. Los problemas de negocios, los asuntos de la fábrica de Paul y Karl Effinger, las relaciones entre familias y los amoríos de unos y otros, muestran también la política nacional e internacional, que comienza con la época de Bismarck en un primer momento, y después la Primera Guerra Mundial, que trastoca todo a nivel individual y colectivo. O la gripe española, frecuentemente olvidada pero que marcó a toda una generación: “en medio año había muerto más gente por culpa de la plaga, que en toda la guerra mundial”. Los locos años 20, que en Alemania en general y en Berlín en particular se vivieron entre el contraste de una pobreza extrema (inflación galopante, devaluación de la moneda, miseria por doquier) y una alegría, seguramente desesperación camuflada de despreocupación, por vivir, por disfrutar, por cantar, bailar, beber e ir al teatro. Y el pujante nacionalsocialismo, que acabó llevándose por delante a todo un país, todo un continente, todo un mundo.

El tema del nazismo se hace dueño de la última parte de la novela, y es que Los Effinger, la historia de una familia de judíos en la Alemania de la primera mitad del siglo XX, estaba abocada a ese final. Sin embargo, y aunque a lo largo de sus páginas se perciben algunos atisbos de un antisemitismo que siempre (siempre, no nos engañemos) ha existido en Europa, no se trata de una novela de denuncia o de testimonio del dolor ante el holocausto. Al menos no parece que sea ese el objetivo. Ese dolor existió, y los Effinger lo vivieron, y por tanto la novela lo refleja. Eso es todo, nada más. Y nada menos. Porque los Effinger son una familia inventada por la autora, pero su historia, por desgracia, podría ser la de cualquiera de las cientos de miles de familias, millones de personas, que sí existieron y vivieron el horror nazi.

Quién sabe si Gabriele Tergit quiso con Los Effinger seguir la estela de la magna obra de Thomas Mann Los Buddenbrook, que le valió el premio Nobel en 1929 (aunque se publicó en 1901). También esta es la historia de una saga familiar alemana a lo largo de 4 generaciones, y cronológicamente la obra de Tergit, escrita 50 años después, comienza donde termina la de Mann. En cualquier caso, las comparaciones son ociosas e innecesarias. Los Effinger es una novela que aporta mucho a nivel literario y a nivel histórico, de lectura fluida pese a su extensión. Una historia que recupera un mundo ya perdido, un modo de vida y una sociedad que ya quedaron atrás y que, sin embargo, en muchos aspectos, aún tenemos presente.

 

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Gabriele Tergit, Los Effinger (traducción de Carlos Fortea). Barcelona, Libros del Asteroide, 2022, 901 páginas.

     

6 comentarios en “LOS EFFINGER – Gabriele Tergit

  1. Iñigo dice:

    Me atrae especialmente este libro, pero me retrae especialmente el número de páginas del mismo. Así que me quedo, en principio, con tu estupenda reseña. Bravo!!!

  2. cavilius dice:

    Gracias.
    En este libro las páginas vuelan, así que no se hace largo. Quizá peca de cierta superficialidad, pero estoy por jurar que es solo apariencia.

  3. Derfel dice:

    Le tenía echado el ojo hace tiempo.
    Creo que me has convencido de darle una oportunidad.

    PD. Me da una cierta pereza el tema de los personajes abundantes. De un tiempo a esta parte me veo obligado en muchos libros a hacer una dramatis personae cutre, para no perderme (no soporto que aparezca alguien en escena y no saber quién es). Serán cosas de la edad, supongo.

  4. cavilius dice:

    Pues en esta novela hay un buen puñado de personajes; los árboles genealógicos ayudan bastante, pero aun así confieso que alguna vez me he perdido y no sabía quién era cada cual. Pero eso a veces también me pasa en la vida real, así que estoy acostumbrado.

  5. Natalia effinger dice:

    leyendo lo poco que leí acá lo publicado me parece fascinante mí apellido es (effinger) y la verdad quedé muy fascinada mí bisabuelo se llamaba paul effinger y mí abuelo Roberto effinger

  6. cavilius dice:

    Yo diría que la novela es pura ficción y los personajes inventados, así que seguramente todo se debe a una curiosa coincidencia.

Responder a Derfel

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