LAS PROPIEDADES DE LA SED – Marianne Wiggins

La autora de esta novela que hoy reseño, Marianne Wiggins, reconocida novelista estadounidense finalista a los premios Pulitzer, sufrió en el año 2016 un infarto cerebral masivo. En su mesa de trabajo reposaba una casi finalizada novela titulada Las propiedades del agua. Gracias al empeño de su hija y de su agente literario y en un continuo y empecinado trabajo de rehabilitación, aquel libro ha visto recientemente la luz, para gozo y disfrute de propios y extraños. Porque, ciertamente, estamos ante una gran novela americana, ambientada en los años cuarenta en un hermoso pero sediento valle de California, donde la familia Rhodes protagoniza una historia de amor, resistencia, injusticia y dolor, acompañando uno de los episodios más oscuros de la historia de los EEUU. Tras el ataque de Japón a Pearl Harbor, se lleva a efecto la Orden Ejecutiva 9066 de 1941, en la que se ordena el internamiento en campos de reclusión, a todas las personas de ascendencia japonesa que habitan la costa oeste del país. Uno de estos campos está situado al lado del rancho de la familia Rhodes.

La historia, magníficamente contada a lo largo de seiscientas páginas, utiliza como anclaje dramático a cada uno de los componentes de la familia propietaria del rancho, pertenecientes a una acaudalada familia proveniente del este de los EEUU. El punto de conexión en el que pivota su vida, enclavada en un momento histórico tan impactante como el comienzo de la implicación del país en la 2ª Guerra Mundial, gira sobre un joven abogado y funcionario judío, al que se le ha ordenado organizar y gestionar el campo de internamiento en el que se concentrarán más de diez mil almas estadounidenses cuyo único pecado es tener ascendencia japonesa. La familia Rhodes se pregunta qué le ha sucedido al hijo destinado en la marina de guerra estacionada en Honolulú, mientras el padre viudo y no poco cascarrabias, acompañado de su hermana gemela y la hija de aquel, conviven en su intento por tapar el agujero vital que la esposa fallecida dejó en aquel lugar, ahora sediento de agua, tras la intervención del Departamento de Aguas del estado de California al surtir de este esencial elemento a la cercana ciudad de Los Ángeles, provocando una guerra por resistir en aquellas tierras tan queridas por la familia.

En este escenario en el que se palpa el amor por la tierra y el recuerdo de la madre y esposa fallecida, la presencia del joven funcionario en su obligación por crear el campo de internamiento, desequilibra esa lucha por la supervivencia de los Rhodes, proponiendo un nuevo reto ante la llegada masiva de miles de personas que han sido arrancadas de sus casas y propiedades, separando familias, alejándolas de sus hogares, para llevarlas a unas tierras baldías en donde tendrán que convivir en barracones mal abastecidos. Todo esto genera en los protagonistas, una responsabilidad por implicarse en cierta manera en, no solo mejorar la estancia de aquellos prisioneros, sino también en ayudarles en preservar todo aquello que dejaron atrás, ya que el internamiento en los campos no terminará hasta que los EEUU derroten a Japón.

Pero esta novela ofrece mucho más que esta gran sombra oscura y terrible en la historia del país. Marianne Wiggins nos propone ser testigos de la intrahistoria familiar, en ocasiones conflictiva, de los Rhodes y, por ende, del testigo de excepción personalizado en el funcionario encargado del campo de internamiento. Esta familia bascula su estancia en aquellas tierras, desde la llegada desde el este, entre matrimonio y su relación con sus vecinos y trabajadores, pasando por la personalidad de sus miembros, especialmente la de ambos hermanos, en una peculiar relación familiar reiniciada tras la muerte de la esposa y madre. Es aquí cuando lo culinario, el amor por la cocina, aparece en sus vidas, aportando a la novela una relación estrecha, como bella, por los alimentos y su manera de cocinarlos, aportando un factor más a esta peculiar, hermosa y no menos dramática historia, plasmada en esta novela, con verdadero sentimiento y hondura narrativa.

Aquellos primeros años cuarenta del siglo pasado, aparecen reflejados en la vida y obra de aquella familia y el testigo invitado, en un caleidoscopio en el que se reúnen viajes, sentimientos, reacciones de pérdidas y búsquedas, inflamadas de profundos sentimientos, en las que miles de forzados invitados, esos miles de ascendientes japoneses, aportan la dureza y injusticia de unos tiempos donde el racismo y la guerra sin cuartel, muestran la crudeza y la falta de caridad de una administración temerosa de conspiraciones oscuras. Mientras tanto, esas diminutas y protagonistas vidas, plasmadas en las páginas de la novela, muestran las grandezas y las debilidades del ser humano cuando es llevado a situaciones extremas, tanto en los personal y privado, como en lo que responde a la responsabilidad con la nación. Factores como la cocina, la música y la cultura, factores muy enraizados en la familia Rhodes, chocan de frente ante la presencia de una guerra sobrevenida y las injusticias determinadas por aquellas situación, mostrando al lector, gracias a una literatura de altura, una muestra sentida y muy bien narrada de aquel periodo bélico en un lejano y sediento rancho localizado en un valle de California. Estamos ante una de esas grandes novelas que perfilan y definen la idiosincrasia y las hondas peculiaridades de un país, a veces tan desconocido como los EEUU de América. Muy recomendable por su fondo y forma, ésta que considero, brillante novela.

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Marianne Wiggins, Las propiedades del agua, traducida por Celia Filipetto. Libros del Asteroide, 2024, 606 páginas.

     

2 comentarios en “LAS PROPIEDADES DE LA SED – Marianne Wiggins

  1. Balbo dice:

    Me lo apunto. Gracias por la reseña.

    1. Iñigo dice:

      Un placer

Responder a Balbo

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