LAS CICATRICES DE LA INDEPENDENCIA. EL VIOLENTO NACIMIENTO DE EEUU – Holger Hoock

De esta manera, el autor desgrana paso a paso y año tras año, los desmanes y los abusos que se produjeron durante la revolución, tanto en un bando como en otro, revisionando el conflicto como si se tratara de una pura y dura guerra civil, como asà fue. Si bien el número de tropas británicas venidas de Inglaterra resulta ser un número nada desdeñable, es cierto que la participación de norteamericanos lealistas a la corona en la guerra fue importante y sobre todo, en una evolución de menos a más, teniendo en cuenta que, tras la incorporación de Francia a la guerra, Jorge III tuvo que retirar tropas de las colonias y apoyarse más, no solo en estos leales súbditos, sino también en naciones nativas y, un dato importante a añadir en el libro, en la población negra adepta, tanto libre como esclava.
Es cierto que, puestos en una balanza, posiblemente los desmanes atribuidos a los británicos superen a los de los patriotas revolucionarios. La situación de las cárceles de la corona y el uso de la viruela como arma, en algunos caso, además de juicios sumarios y otras situaciones marcadamente violentas, señalan hacia los casacas rojas, un comportamiento dirigido contra los que se levantaron en armas y fueron tratados como culpables de traición. Además, al no tratarse de una guerra contra otro paÃs, las normas europeas de comportamiento en un conflicto bélico no valÃan mucho en este caso. Y por supuesto, estaba la presión de quienes consideraban en Londres que solo cabÃa mano dura contra los súbditos rebeldes de las colonias americanas. Sin embargo, los patriotas tampoco desmerecen en cuanto a su crueldad, especialmente contra sus vecinos y americanos colonos y contra las naciones nativas fieles a la corona. Son especialmente duras las presiones y ataques de los llamados patriotas contra los lealistas, sobre todo antes de la guerra y posteriormente a ella, incluidos los famosos y nada divertidos embadurnamientos en brea y plumas, a lo que se suman múltiples ataques a sus negocios. Además, la manera de luchar en guerrilla, nocturnidad e incluso a base de ataques con francotiradores cuyos objetivos marcaban a oficiales británicos, constituÃan elementos que en aquella época se consideraban incivilizados para los casacas rojas. Tras terminar la guerra, el retorno y la vuelta a normalidad de quienes perdieron su apuesta bélica, provocaron nuevamente situaciones especialmente duras y difÃciles, en algunos casos, muy prolongadas en el tiempo.
En definitiva, estamos ante un ensayo clarividente en cuanto a que muestra la crueldad y realidad de una auténtica guerra civil. Su autor entra en detalles, a veces especialmente duros, como en los casos de la situación en las cárceles y las violaciones acometidas, y en otros casos, mostrando actuaciones propias de una guerra heterodoxa, en cuanto a la guerra irregular ponderada por los patriotas o el exterminio de algunas naciones nativas. Un libro muy interesante en su recorrido a lo largo de la guerra y en su profundización en cuanto a las causas, efectos y consecuencias, en una sociedad marcada a fuego en una guerra a veces fratricida, que todavÃa tendrÃa consecuencias años después.
Holger Hoock, Las cicatrices de la independencia. El violento nacimiento de los EEUU. Desperta ferro Ediciones, 2021, 576 pp.
El origen del sagrado derecho a llevar armas.
Lo tengo en la lista de pendientes. Llegará su momento…
Buena lectura de un periodo y una geopolÃtica convulsa.
Un espléndido libro. Esto escribà en una breve reseña para un número de Desperta Ferro Historia Moderna:
«En 2026 Estados Unidos celebrará los 250 años de su independencia y de la guerra que surgió de su Revolución: la emancipación respecto el Imperio británico. Probablemente, entonces los fastos conmemorativos serán tan ostentosos y ruidosos como para que voces que recuerden la violencia del nacimiento de la nación apenas sean escuchadas. Una de esas voces serÃa la de Holger Hoock, un especialista alemán en historia británica que, por esos avatares de la investigación historiográfica, ha acabado por escribir sobre una violencia que lealistas y patriotas ejercieron antes y durante la Guerra de Independencia estadounidense, y que, en las décadas siguientes poco a poco se fundirÃa en el silencio. Y es que una «no tan inmaculada concepción de la nación» no esconde el hecho de que la «naturaleza problemática e intrÃnsecamente violenta de la Revolución estadounidense» se produjo en lo que también fue su primera guerra civil.
Hoock ofrece un ambicioso, provocador y documentadÃsima historia sobre la violencia que rodeó el nacimiento de un paÃs. Y conviene no olvidar que, en una guerra y más allá de las batallas y las heroicidades, impera la violencia por ambos bandos, en este caso patriotas y lealistas, tanto en el frente de combate como en la retaguardia, en las prisiones y en las calles y casas de pueblos ciudades que pasan de un ejército (o de una milicia) a otro. Las colonias británicas americanas se convirtieron, antes de su cacareada Declaración de Independencia, en un escenario de violencia contra el disidente, y sin medias tintas, de un bando o de otro, y más allá de mitificados episodios como el MotÃn del Té, hoy en dÃa convertidos en causa polÃtica diversa. La caza de quien no profesaba el patriotismo, mediante el embreado y emplumado del «otro», o haciéndole tragar té a la fuerza, y que Hoock describe con detalle en las primeras páginas del libro, es una muestra de la brutalidad fÃsica con la que se persiguió a los lealistas años antes del 4 de Julio; del mismo modo que las masacres de las casacas rojas contra ciudades como Boston seis años antes de esa independencia desnudan las acciones de un Gobierno británico que no estaba dispuesto a perder unas colonias al otro lado del Atlántico; un Gobierno que, una vez declarada la independencia, apostó por la mano dura (la del secretario de Estado George Germain), secundada por un ofendidÃsimo rey Jorge III, frente a la conciliación del alto mando militar sobre el terreno, los hermanos William y Richard Howe, en una primera fase de la contienda.
No conviene, a la contra, idealizar el honorable pragmatismo de un George Washington, el «destructor de pueblos» que no dudó en masacrar a los indios americanos al tiempo que exigÃa a los comandantes británicos un respeto por las reglas elementales y justas de la guerra. Pues ambos bandos exacerbaron la violencia cuando asà convino (y se justificó), incluyendo la ley del talión –si un patriota es asesinado vilmente, un lealista también lo será, y a la inversa–, el maltrato a los prisioneros, los ultrajes sobre los cuerpos de los soldados caÃdos o la violación de mujeres (y niñas), como las que perpetraron las casacas rojas. La masacre fue a menudo celebrada por la prensa de ambos lados como un acto de justa venganza y los esclavos negros liberados/alistados o escarnecidos/olvidados en función de la coyuntura de unos y otros.
El resultado, pues, fue una guerra de independencia romantizada, por un lado, con una violencia blanqueada e interesadamente olvidada en los años posteriores a la Revolución; y, por otra, unos intereses británicos que bascularon paulatinamente entre una defensa global de su imperio, en la pugna contra Francia y España, y una «americanización» de una guerra (con la acción de los lealistas y de los esclavos/soldados negros) para poder ganar en un conflicto que acabarÃa siendo su particular Vietnam. Una de las frases atribuidas a Thomas Jefferson, autor de la Declaración de Independencia (con derechos inalienables como la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad), fue que el árbol de la libertad debÃa ser regado de tanto en tanto con la sangre de los patriotas y los tiranos; sin duda esa sangre fue cotidiana durante la sacrosanta Revolución.»
Fantástica aportación.
Buenas ambas reseñas.
Si se ha vendido una imagen de guerra limpia y de patriotas contra los tiranos ingleses, pero todo fue más complicado con muchos aspectos de guerra civil.
Por cierto sobre la viruela, la epidemia que se sufrió en ese momento fue dura, y destrozó la campaña del ejército continental contra Canadá muriendo incluso el general.
Las guerras civiles, y esta lo fue, son un escenario ideal para construir leyendas…