LAS ARPÍAS DE HITLER – Wendy Lower

9788498925999Tal vez no alcance para considerarlo un tema tabú, el de las mujeres involucradas en los crímenes del nazismo, pero sí es cierto que su lugar en la bibliografía relativa al Tercer Reich ha sido siempre muy secundario. En ella, por ejemplo, una Ilse Koch, la célebre “Bruja de Buchenwald”, apenas suele pasar de sórdido dato anecdótico (como carne de hospital siquiátrico, simplemente). El supuesto que subyace a esto es que la mujer debía por fuerza desempeñar un papel marginal en los asuntos públicos del régimen nazi, no solo porque la época era en general machista sino porque el nazismo lo era en grado extremo. Los prejuicios de género a la sazón vigentes vedaban a las mujeres el acceso a la mayoría de los oficios y profesiones, exceptuando los tenidos por aceptables para el decoro y los atributos femeninos (aun en la Alemania nazi se multiplicaban las secretarias, maestras, enfermeras, costureras, criadas domésticas y dependientes de comercio). En cambio, las profesiones liberales, los cargos de responsabilidad, todo cuanto tuviese que ver con labores de planificación, administración y gobierno: todo ello era un coto reservado exclusivamente a los hombres. En una de sus primeras disposiciones, fechada en enero de 1921, el partido nazi excluyó a las mujeres de su estructura dirigente. Entidades femeninas nacidas posteriormente como la Unión de Mujeres Nazis y el Departamento Femenino del Frente del Trabajo en el fondo reproducían los estereotipos sexistas del nazismo, en un contexto en que ni siquiera la ideología más recalcitrante podía negar las necesidades propagandísticas o la realidad del trabajo femenino. En definitiva, ¿qué responsabilidad podían tener las mujeres alemanas en las atrocidades perpetradas por el nazismo, si no se contaba a las guardianas de los campos de concentración femeninos? Aun en este cometido, el de guardianas o carceleras, el papel de la mujer parece confirmar el estereotipo de sujeto pasivo y subalterno en el contexto referido. Pero, ¿habrá habido algo más que esto? ¿Podrá hablarse de una complicidad multitudinaria de mujeres en la criminalidad del nazismo, y no simplemente de una participación ocasional o simplemente tangencial, cuando no de casos excepcionales de sadismo, como el de Ilse Koch? En su libro Las arpías de Hitler, la historiadora estadounidense Wendy Lower intenta responder a estas cuestiones. 

La propia autora pone el acento en que se trata de un asunto poco estudiado, un tema plagado de vacíos que, sin embargo, pueden ser colmados merced al escrutinio de las fuentes documentales existentes y al testimonio de supervivientes de la época. No tarda demasiado en adelantar que fueron muchas las mujeres que tomaron parte en la ocupación de los territorios del Este, a la zaga de la Werhmacht, y que este contingente fue «una parte esencial de la maquinaria de destrucción de Hitler». La información servida en primera instancia impresiona a cualquiera. Y es que, en efecto, fueron varios cientos de miles las mujeres que prestaron servicio en el inmenso aparato nazi de ocupación, encuadradas en el ejército o en organizaciones vinculadas a las SS o al partido nazi, en que se desempeñaban como radio-operadoras, controladoras de vuelo, maestras, examinadoras raciales y enfermeras –entre otras funciones-. La presencia femenina germánica en el Este incluía a esposas, novias y amantes de oficiales o funcionarios alemanes, algunas de las cuales llegaron a dar muestras de genuino sadismo. De las mujeres que integraron los servicios administrativos del aparato nazi se puede suponer un grado significativo de conocimiento de los métodos nazis de ocupación, puesto que por sus manos pasaba gran parte del papeleo burocrático. Pero más importante es que en algunos casos lo que había era una participación real en las actividades genocidas del régimen, ya como “asesinas de escritorio”, ya como ejecutoras de hecho. Todo esto, ya está dicho, impresiona. El problema es que el libro de Wendy Lower no profundiza demasiado en estas cuestiones ni ofrece una satisfactoria visión sistemática del conjunto.

Buena parte de Las arpías de Hitler consiste en enunciados abstractos y en generalidades, además de resultar un tanto reiterativo en destacar la relevancia del tema, el que -insiste más de una vez- no ha recibido toda la atención que merece. Más que en la interpretación global, el fuerte del libro reside en la descripción de casos particulares de asesinas o instigadoras, casos escalofriantes sin duda. Con todo, no se trata de casos necesariamente representativos de un fenómeno masivo. Tal vez haya en todo esto un problema de planteamiento y de rigor metodológico; a ratos parece que la autora forzara en exceso la evidencia a objeto de probar su tesis, que es el del papel decisivo de un número ingente de mujeres en la maquinaria asesina del nazismo en el Este. El tamaño de la muestra, compuesta por una docena de mujeres, resulta insuficiente, y la misma selección de casos no es del todo congruente con la tesis central. Los conceptos no están bien delimitados. Suscita dudas la transición quizás arbitraria y demasiado a la ligera que practica la autora entre complicidad presencial y participación activa en el genocidio, o entre simple conocimiento y participación real en el mismo; o entre violencia virtual –la del personal administrativo- y violencia real –la de los ejecutores-. Por momentos parece abusar de lo que más bien parece una intervención aleatoria u ocasional de mujeres en actividades criminales, generalizando en exceso y haciendo de incidentes específicos un fenómeno sistemático y masivo.

Desgraciadamente, la autora no suministra suficientes evidencias sobre el desempeño de secretarias, mecanógrafas y administradoras, de las que con tanto énfasis afirma que fueron un engranaje esencial de la maquinaria genocida; buenamente nos dice de ellas que fueron unas asesinas de despacho y unas sádicas, pero no acompaña los enunciados (a veces tan drásticos como el de que esas mujeres eran unas torturadoras o que “seleccionaban a las víctimas”) con el adecuado material probatorio. En todo caso, cabe decir que sí proporciona unas cuantas consideraciones interesantes, las que ilustran la relevancia del factor burocrático en la comisión de las actividades genocidas. Es cierto, como afirma Lower, que el trabajo rutinario del personal administrativo contribuyó a la normalización de lo perverso. También lo es que las mujeres empleadas como oficinistas aplicaron sus capacidades al desenvolvimiento de una dinámica en último término homicida… pero esta es una constatación propia del sentido común. En otro orden de cosas, resulta estremecedor el capítulo relativo a las enfermeras, entre las que –asegura Lower- están las verdaderas asesinas en masa nazis (más que entre las carceleras). Está por probar un asunto sobre el que hay sospechas, sugerido también por la autora: el presunto asesinato, por el personal sanitario alemán, de soldados alemanes heridos o discapacitados.

Que los ejemplos abordados por Lower son abrumadores, de esto no hay duda. Uno de ellos es el de Vera Wohlauf, a quien los lectores de Aquellos hombres grises (Christopher Browning) o de Los verdugos voluntarios de Hitler (Daniel Goldhagen) reconocerán como la esposa del capitán SS Julius Wolhlauf, miembro del famoso Batallón de Reserva de la Policía del Orden 101 –sí, aquella mujer que, recién casada, acompañaba a su marido a redadas y matanzas de judíos en Polonia-. Se trata en suma de secretarias, enfermeras y esposas de oficiales nazis. Algunas de ellas son verdaderas criminales sádicas, otras son nazis fervientes, adherentes fanáticas y consecuentes de la ideología hitleriana. Por lo general se trata de genuinas colaboradoras de los programas de exterminio nazis, en algunos casos son colaboradoras voluntarias y de ocasión, partícipes de las matanzas aun cuando no ejercían ninguna función oficial (el caso de las esposas). Sin embargo, no todas ellas responden plenamente a la categoría de perpetradoras o victimarias. Es más: la autora especifica que dos de ellas, las enfermeras Ohr y Schücking, fueron “agentes de [un] régimen criminal, culpables por asociación, mas no por sus actos individuales”. El conjunto, la muestra seleccionada por Wendy Lower, es funcional a un propósito como el de mostrar el colapso moral de una nación, o, eventualmente, el de ejemplificar los modos en que nefastas pulsiones latentes brotan al amparo de circunstancias extremas; mas no del todo al objetivo de responder a interrogantes como las planteadas arriba, o al de corroborar la tesis sobre el rol fundamental de un número ingente de mujeres en la maquinaria asesina del nazismo. No es cosa de olvidar que la premisa formulada por la propia autora es que «el genocidio también es un asunto de mujeres», y que, «ante la “oportunidad”, las mujeres también se dedicaron a él, hasta en sus aspectos más sangrientos». Hay, pues, una suerte de desproporción entre la tesis, sobradamente rotunda, y las evidencias examinadas por la autora.

El libro de Wendy Lower es una indagación de tipo exploratorio que, en lugar de probar su tesis, tiende a dejar la impresión de que el papel de las mujeres en la criminalidad nazi fue más secundario e incidental que verdaderamente protagónico. Quedamos a la espera de un trabajo más profundo.

– Wendy Lower, Las arpías de Hitler. La participación de las mujeres en los crímenes nazis. Crítica, Barcelona, 2013. 320 pp.

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26 comentarios en “LAS ARPÍAS DE HITLER – Wendy Lower

  1. cavilius dice:

    Me regalaron este libro en un cumpleaños, junto con Un extraño para mí mismo de Willy Peter Reese, y aún no he leído ninguno de los dos. ¿Qué hacer, tras la reseña de Rodrigo y teniendo en cuenta que ya he superado mi acmé? Hum…

  2. Rodrigo dice:

    Extraños regalos para un helenófilo total…

    Bah, igual los lees y les sacas provecho, Cavilius. Como decía en el foro, el libro de Wendy Lower tiene lo suyo a pesar de esa falta de concordancia entre planteamiento y desarrollo, o entre la tesis y el material probatorio.

  3. hahael dice:

    Pues como tema muy resulta interesante, Rodrigo. Estoy navegando por la red, y encuentro que Wendy Lower tiene este otro libro, reciente, del 2014:

    Hitlers Helferinnen: Deutsche Frauen im Holocaust Gebundene Ausgabe – 28. Juli 2014
    que podría traducirse como «Las ayudantes de Hitler. Mujeres alemanas en el holocausto.»

    Y he encontrado este otro:
    Las mujeres de los nazis
    de Ana Maria Sigmund (Plaza & Janés (2000)

    No he leído ninguno de ellos, ¿los conocéis?

  4. Rodrigo dice:

    Hahael, me figuro que ese título de 2014 corresponde a la edición alemana de Las arpías de Hitler.

    No conozco el otro, desgraciadamente. Uno de publicación más reciente es el de Mónica González Álvarez, Guardianas nazis (Edad, 2012). Le eché un vistazo hace unos meses, parecía una colección de semblanzas de celadoras de campos de concentración.

    La verdad, el de Lower no carece de todo interés. Si la autora hubiese acotado mejor su investigación, ciñéndose a un planteamiento menos rotundo, pienso que le habría resultado un libro más redondo.

  5. hahael dice:

    Tienes razón Rodrigo, es la version en alemán de Hitler’s Furies: German Women in the Nazi Killing Fields.

    Pues si caen en mis manos prometo leerlos. Un saludo,

  6. APV dice:

    Parece interesante, pero por lo que veo tiene problemas en cuanto a la sustentación.

    Ciertamente se ha hablado de las guardianas de las SS como una parte de ese estado criminal pero otros papeles no se examinaron con suficiente atención y merecerían un estudio pormenorizado.

    ¿Se podría decir que todas las mujeres integradas en la Wehrmacht eran criminales? ¿Lo era el personal funcionario de las SS y de la administración alemana? Recordemos la famosa banalidad del mal. ¿Lo era alguien como Junge?

    Todo eso debería estudiarse más allá de unos pocos caso.

    Por cierto interesante esa mencion al papel de las enfermeras con los heridos ¿unas asesinas voluntarias o una especie triaje forzado por la escased de recursos?

  7. Rodrigo dice:

    Vale, Hahael. (Vaya pifia. La editorial es “Edaf”, no “Edad”.)

    El tema que planteas, APV, es nada menos que el de la culpa colectiva o la culpa institucional, ya enfrentado por los fiscales aliados en el proceso de Nuremberg. Yo creo que la culpa es siempre individual.

    Justamente, considero que la autora no ha profundizado tanto como debiera. Deja unos cuantos cabos sueltos, como el del personal administrativo y su grado de responsabilidad en los crímenes alemanes.

  8. Arturus dice:

    En el libro «Guardianas nazis» que habéis mencionado, se citan diecinueve casos, los que la autora considera más destacados, aunque calcula que hubo alrededor de 3500 de estas guardianas o celadoras. En general creo que estos libros van por ahí, con el empeño de mostrar los casos más relevantes, por lo terrible, más que por hacer constar una implicación femenina amplia en el tema del exterminio. Haberla la hubo, pero pasa como con los hombres, para la posteridad quedan los principales nombres.

  9. Balbo dice:

    Haha el, el de Ana Maria Sigmund es muy bueno. Lo leí hace tiempo y me gustó. Te lo recomiendo. Es experta en este campo.

  10. APV dice:

    Rodrigo, el tema de la culpabilidad colectiva, institucional,… es complejo.

    ¿Hasta donde abarca la responsabilidad cuando funciona toda una maquinaria para un fin criminal?
    Como se vio con Eichmann no son necesariamente gente sádica, cruel,…, sino gente que cumple una función burocrática (como asegurarse de que los trenes lleguen).

    Precisamente en Alemania ahora están juzgando a Oskar Gröning, cuyas funciones en Auschwitz eran las de contar y clasificar el dinero.

    Ese sería el punto en el que habría que profundizar en el análisis y estudio, el personal femenino que por ejemplo realizaba las tareas administrativas.

  11. Balbo dice:

    Ya, pero también existían auténticos engendros, como por ejemplo Irma Grese, «la bella bestia»que disfrutaban matando y torturando a los presos.

  12. Rodrigo dice:

    Sí, Balbo, pero casos como ése son característicos de la conducta desviada y la perturbación mental (carne de hospital siquiátrico, como he apuntado en la reseña). El problema es que esto es excepcional: no todos los criminales nazis eran unos perturbados mentales, la mayoría de ellos pasaban perfectamente por gente normal. “Hombres ordinarios, o grises”, los denominó Christopher Browning. A raíz de esta inquietante dimensión del Holocausto es que Hannah Arendt formuló su tesis de la banalidad del mal.

    Wendy Lower se limita a enunciar el asunto de la responsabilidad criminal del personal burocrático, sin pasar de los juicios de valor.

    A propósito del caso Gröning, lo que no tengo claro es la relevancia de una figura jurídica como la de pertenencia a una organización criminal. Entendida como delito tipificado y con efecto retroactivo, quiero decir.

  13. Rodrigo dice:

    Tomo nota, Arturus.

    Noté que ese libro está prologado por un siquiatra. En fin, a lo mejor lo consigo en la biblioteca.

  14. José Sebastián dice:

    «El Trauma Alemán» de Hanna Arendt aborda de forma lúcida y reflexiva tanto el concepto de culpa colectiva como el de la banalización del mal.

    También obras ya citadas, como la imprescindible «Aquellos Hombres Grises. El Batallón 101 y la Solución Final» de Christopher Browning y «Amos de la Muerte. Los SS Einsatzgruppen y el Origen del Holocausto» de Richard Rhodes, explican a la perfección el funcionamiento y perfeccionamiento de la maquinaria de la muerte ideada por los nazis.

    Saludos

  15. Rodrigo dice:

    Muy pertinentes recomendaciones, José Sebastián.

    Oye, el primer libro que refieres, ¿no es de Gitta Sereny

  16. José Sebastián dice:

    Sí, claro de Gitta Sereny. ¿En qué estaría pensando? Disculpad

  17. Arturus dice:

    En cuanto a Gröning, me da la sensación de que la justicia alemana quiere quemar sus últimos cartuchos en lo referente a las condenas por el Holocausto, dada la edad de los implicados, tanto víctimas como verdugos. El propio ministro de justicia ha reconocido que el juicio de Gröning contribuye a paliar el fracaso en encausar a la gran mayoría de miembros de las SS de Auschwitz.

  18. Balbo dice:

    También es recomendable sobre este tema el libro de Daniel Goldhagen «Los verdugos voluntarios de Hitler», el cual explora el tema sobre la responsabilidad de la población en la espiral de odio fomentada por los nazis.

  19. Rodrigo dice:

    Hum. Francamente, el de Goldhagen es el último libro que yo recomendaría en esta materia (excluyendo los negacionistas). Su planteamiento es muy burdo.

  20. hahael dice:

    Sobre el tema de la culpa que planteáis, entiendo que lo individual sería la responsabilidad. Sobre la culpa se habló mucho después de la guerra, en abstracto, identificándola con el pueblo alemán en su conjunto, y a fin de cuentas si es de todos, pues ya no es de nadie. Por contra, el concepto de responsabilidad permite imponer penas a los autores, que no pueden escurrirse en una condena moral genérica.

  21. David L dice:

    ¡Hombre Rodrigo, ya tardabas en publicar la reseña de este libro!, el tema creo que da para mucho más y creo que aun debe salir al mercado algún trabajo más extenso que nos ilustre sobre el papel de las féminas en el Holocausto….muchas de ellas aplicaron in situ la ley sobre la supremacía de la raza aria…..y acabaron físicamente con los considerados no aptos para con la raza mencionada. El libro de Lower me dejó una sensación agridulce, no sé, creo que se puede sacar mucho más jugo al tema, igual la autora sigue en esta línea y nos ofrece algo más detallado. De todas formas, y a pesar de esto último, yo lo recomendaría, un libro que se lee rápido y muy fácil….y no olvidemos que toca un tema poco tratado.

    Saludos.

  22. alexander dice:

    Hahael totalmente de acuerdo con usted, los alemanes aceptaron la culpa para pasar página y convertirse en la nación industrial,de pacíficos y cultos comerciantes que es hoy. Los japoneses no la han aceptado de hecho no reconocen lo que hicieron en Shangai en 1936? lo cual dificulta sus relaciones con China, y de los turcos ni hablemos. Aceptar la culpa en el caso alemán además de un efecto de redención tiene una consecuencia práctica y es el de quitarse el sanbenito de genocidas y volver a tener la imagen de la pacífica Alemania del siglo xix.

  23. Rodrigo dice:

    Tienes razón, Hahael. Responsabilidad. Es el término apropiado para el ámbito jurídico.

    Muy de acuerdo, David. Creo que el trabajo realizado por la autora no pasa del nivel exploratorio: poco para lo que puede y suele hacerse a estas alturas. Aún así, lo que ofrece tiene suficiente interés como para leerlo.

    Sí, Alexander, con la salvedad de que la asunción de la culpa por los alemanes no fue inmediata, al contrario, fue la generación de los nietos la que encaró el problema. En los años de posguerra y hasta entrados los 80, la típica actitud alemana fue darle la espalda y cerrarse en banda ante cualquier insinuación de reproche. Como señala Ian Buruma en El precio de la culpa, la prosperidad económica de la RFA hizo de anestésico moral en la conciencia alemana.

  24. alexander dice:

    Rodrigo, la gran pregunta es por qué Japón nación próspera e igualmente ocupada por tropas extranjeras desde su derrota en 1945 hasta hoy con la base de Okinawa no ha reconocido su culpa? Es decir la masacre de Nanking en 1937 fue una carnicería digna de Gengis Kan, aún hoy el primer ministro japonés va al templo de los veteranos de guerra sin importarle la sensibilidad de chinos y coreanos.
    Lo de Turquia entendible el movimiento nacionalista de Mustafá Kemal no quería oír hablar de culpas, pero Japón? habrá algo en su milenaria cultura qué les impida a aceptar la culpa? Mire usted que aceptar la culpa por la masacre de Nanking tendría un efecto práctico y es el de mejorar las relaciones políticas y comerciales con China, nación que hoy domina el Asia y creo que dentro de poco el mundo entero.

  25. Bethsabé dice:

    Siiiii, excelente recomendación!!! Yo soy muy fanática de los libros y para uno de los cuales también entra en los imperdibles de la lectura es este libro http://jaime-molina.com/la-sangre-de-los-libros-la-verdad-de-los-enigmas-literarios/ me ha encantado!!

  26. Aveil dice:

    Interesantísimos comentarios. Es cierto que muchos alemanes de lo años 80 andaban por ahí tan tranquilos afirmando rotundos que ellos no habían matado a ningún judío–(luego no tenían nada que ver). Un tema del que sencillamente no se hablaba. Tampco se hablaba demasiado de la Shoah ni había monumentos o museos. Era algo del pasado remoto. Fue a partir de los 80 cuando empezaron a aparecer referencias abiertas, como indica Cyrulink.

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