LAS ARMAS DE LA LUZ – Jesús Sánchez Adalid

Con Las Armas de la Luz, extensa novela de 839 pág. publicada en el presente año, Jesús Sánchez Adalid vuelve a un tiempo y, en parte, también a un lugar, la Córdoba del siglo X, que conoce bien por haberlo transitado numerosas veces desde su primera incursión con El Mozárabe (2001), más tarde con El Camino Mozárabe (2012) y, por último, con Los Baños del Pozo Azul (2018). No obstante, esta nueva novela se centra, esencialmente, en aquellos territorios de la Marca Hispánica que conformarán la Cataluña bajomedieval, y ello en unos instantes de importancia preconfigurativa: los momentos en que el conde de Barcelona, Ramon Borrell, decide no prestar el obligado juramento feudal de vasallaje a sus señores francos, bajo el pretexto de haber estos incumplido su deber de protección cuando, en el 985 de nuestra era. «Barcelona murió» bajo el horrendo asalto amirí.

La narración, que no tiene una única historia vital que lleve el timón, comienza con el extraño regalo destinado a Al-Mansur que unos errados embajadores fatimíes abandonan en las playas de Cubelles. Con ello, y con la desnortada intervención del veguer de Olérdola, se desencadena el desastre, de modo que uno de los protagonistas, Blai de Ardall, no solo conocerá viejos secretos de familia, sino que se verá obligado a huir con su esclavo gemelo, Sículo, hacia el Urgellet, raíz de su casal. Entre tanto, en esas tierras de destino, nos encontramos otro de los ejes de la Historia: Riquilda, prima de Blai y pretendida por Armengol, su señor natural y conde de Urgel, quien defraudará las esperanzas feudales de su padre Guillem, desmesurado, colérico y lobuno vizconde de Castellbó. A la par que todos estos ─tanto en la Marca como en Córdoba─ tejen sus amores y desamores, sus ambiciones y miserias, sus alegrías y fracasos, Sánchez Adalid va desgranando el fondo histórico: los planes de Borrell y de su hermano Armengol para vengar las afrentas bélicas de Al Mansur y de su hijo Abd al Malik. Veremos, pues, saltar la sangre en la controvertida batalla de Albesa o en las contiendas dirimidas por el conde de Barcelona en tierras andalusíes como mercenario del pretendiente Muhámmad al-Mahdi, hasta penetrar en la mismísima medina de la Qurtuba califal, donde todos los personajes del nudo se encuentran.

Tiene la obra una cierta descompensación en el curso cronológico y una línea argumental un tanto errática. Son muchos los personajes que pasan por sus páginas con aparente vocación de protagonismo y que, sin embargo, quedan extrañamente abandonados, orillados, aunque quizá dejen ciertas señales de que bien pudieran reaparecer en alguna continuación o hijuela. Cosa nada improbable a mi juicio, puesto que ya en esta misma novela comparece también el poeta alejandrino Farid al Nasri, uno de los personajes de Los Baños del Pozo Azul. Nada me extrañaría que tal cosa sucediese con el famoso Oliba, vizconde de Ripoll y Berga, después, famoso abad fautor de la pau i treva que hoy se consideran basales en el nacimiento político institucional de la Cataluña futura. Es precisamente este personaje quien parece, a pesar de su relativa poca transcendencia argumental, justificar el concreto y preciso título de la obra. Durante cierta parte del decurso narrativo Sánchez Adalid nos muestra el proceso de conversión del hijo de Oliba Cabreta y su asunción de la paz como arma luminosa que dispersa las tinieblas de la barbarie y de la guerra. Pero todo se precipita en las últimas cien páginas, con saltos temporales que muestran cierta premura en rematar la trama y darnos a conocer las consecuencias del desenlace final y del devenir de los personajes o sus restos. En los último cuatro de los veinte libros de consta la obra, dos saltan al año 1010 y los otros dos al 1017, lo que representan unas más que importantes cesuras temporales. De otro punto, creo que es una evidente pena que el sugerente nudo narrativo que parece liderar Oliba y que, en principio, parecía central, quede relegado, abandonado en el camino. O, al menos, esa impresión me ha quedado a mí tras la lectura. Quizá estemos, no obstante, ante el jalón de una futura secuela. Me gustaría que Sánchez Adalid desarrollara la labor eclesial y política del abad de Santa María de Ripoll, ciertamente.

Desde otra vertiente del análisis, el trabajo artesano de Sánchez Adalid resulta tan solvente y eficaz como siempre lo es, aun cuando tenga cierta tendencia a la reiteración, reiteración de ideas-patrón que tal vez se hace más patente y visible por la gran extensión de una novela que, sin embargo, se sigue bien y con interés incluso en las introducciones de situación ambiental, paisajista y lírica, que dan comienzo a muchos capítulos y que devienen casi en un signo de identidad de la novela y del autor.

La contextualización cultural es aceptable. Más, desde luego, en lo que se refiere al mundo andalusí, en el que el autor ─aunque el vino circule a espuertas, cosa que, en realidad, bien pudiera haber sucedido así─ se mueve, yo creo, mucho más cómodo frente a su descripción del mundo feudal del siglo X en las tierras orientales de la Marca. Y así, ciertamente, existen problemas menores en la utilización de elementos y términos de cultura material que resultan más propios de épocas bajomedievales (jubón, enaguas, grebas, celadas, herrajes en calzones, armadura…) o directamente incorrectos (alfanjes, turbantes, la heráldica, el verde como color de los omeyas…), o reacciones extrañas en el mundo de las ideas y del comportamiento (nobles que sufren dolor moral y se arrepienten cristianamente por haber engendrado hijos en siervas y/o mantenerlos, de forma oculta, como esclavos familiares, mujeres casadas que lucen el cabello al aire como si fueran doncellas, o la determinación de la edad núbil en la época), pero lo cierto es que estos son pequeños defectos más que habituales en la actual narrativa histórica de ambiente medieval. Incluso el texto adolece ─poco, eso sí─ del uso de expresiones bien podrían adscribirse a un uso totalmente contemporáneo y, por tanto, del todo anacrónico y extemporáneo («¡Que les den!», «¿Suelta yo?»…). Sin embargo, reconozco que todas estas cuestiones son un evidente prejuicio mío y que, si bien a mí me perjudican la credibilidad de lo narrado, en nada empecerán para la mayoría ni la trama ni el valor literario de la obra creada por el autor.

En cualquier caso, es de reconocer el habitual buen hacer creativo, tramador y descriptivo de Sánchez Adalid, con especial incidencia en la armazón de determinadas escenas y en la construcción de algunos, no todos, caracteres y/o personajes. Tales son los casos, por ejemplo, del elegante Farid al Nasri, del extremado Llop de Castellbó o de la mudable Riquilda, su hija, a pesar de cierto convencionalismo arquetípico.

Y para concluir, me veo obligado a subrayar que Las Armas de la Luz me parece, con sus altos y sus bajos, un meritorio esfuerzo narrativo trabado en una época y en un lugar muy poco hollados por la novela histórica española, aunque, al final, me ha dejado un cierto regusto de obra inconclusa a pesar de su extensión.

 

Jesús Sánchez Adalid. LAS ARMAS DE LA LUZ. Harper Collins Ibérica. (2021) 839 pp

     

6 comentarios en “LAS ARMAS DE LA LUZ – Jesús Sánchez Adalid

  1. Vorimir dice:

    He leído un par de novelas del autor: escribe bien, ambienta bien pero se me hace aburridillo. Historias y personajes que no me terminan de llenar.

    1. Likine dice:

      Quizá, Vorimir, quizá tengas razón dentro del ámbito de los gustos personales de cada uno. A mí, El Mozárabe me gustó, pero también me gusto una novela suya mucho más difícil, desde el punto de vista del gusto dominante. Me refiero a Y, de repente, Teresa.

      1. Vorimir dice:

        Además las leí hace ya la tira, una (EL mozárabe) harán ya 20 años o más y la otra (El caballero de Alcántara) unos años después, lo mismo hoy día pensaría otra cosa.

  2. Iñigo dice:

    Da gusto leer reseñas tan objetivas y comprometidas. Agradecidos.

    1. Likine dice:

      Gracias, Íñigo, aunque ya se sabe que tengo querencia a ciertas tablas radicales y a encontrar vasijas culturalmente descontextualizadas :D …

  3. cavilius dice:

    A mí también me gustó Y de repente, Teresa lo único que he leído de Adalid. Así que esta novela podría ser una opción para seguir leyéndole.

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