LA VUELTA AL MUNDO EN OCHENTA DIAS – Jules Verne

9788420653341Entre mis lecturas de infancia y juventud estaba, como no podía ser de otra manera, Jules Verne (1822-1905). Muchas de sus novelas alimentaron mi curiosidad en aquella etapa formativa de la vida, me transportaron a viajes por todo el mundo (incluso más allá) y me alimentó con un vocabulario técnico que, por novedoso e incluso exótico, me atrapó irremediablemente (aunque luego ya no utilices…). Fueron muchas lecturas, y sobre todo relecturas, en ediciones adaptadas a un público joven (labor que ha continuado Alianza Editorial en su sello de literatura juvenil). Entre las novelas del escritor francés que devoré incansable algunas eran mis favoritas: Dos años de vacaciones (en una edición en catalán de La Magrana, en una magnífica colección enfocada a un público adolescente); Cinco semanas en globo (aún recuerdo aquella edición de Bruguera con dibujos cada dos páginas); Viaje al centro de la Tierra (me fascinaba sobre todo la primera parte, con la presentación de los personajes… luego la trama ya me interesaba menos); Veinte mil leguas de viaje submarino (el detallismo técnico alrededor de Pierre Aronnax y del submarino del capitán Nemo sigue entre mis recuerdos); Miguel Strogoff (qué delicia, ese viaje por la vasta Siberia… a pesar de que nos la dieron con queso en cuanto a la “ceguera” del protagonista) y, desde luego, La vuelta al mundo en ochenta días (1872) [Alianza Editorial, 2011]. 

En esa juventud, el cine y la televisión acompañaron esas lecturas. Por lo cual es inevitable mencionar, para los que éramos infantes a mediados de los años ochenta, la serie de dibujos animados que Claudio Biern Boyd presentó entonces: La vuelta al mundo de Willy Fog (BRB Internacional: 1984) Y no es casual esta mención, porque para muchos niños de entonces, adultos en la cuarentena hoy día, la serie de dibujos animados quedó en el imaginario colectivo como algo permanente, y para bien o para mal uno podía aceptar la versión televisiva de la novela de Verne como si fuera la «cierta». En mi caso, lectura y visionado televisivo fueron a la par y pude disfrutar y quedarme extasiado por ese viaje con el inefable Phileas Fogg, transformado en simpático y atento león en la versión animada.

Hacía como… veinte años que no releía esta novela. Fueron muchas las lecturas en época escolar, en ediciones adaptadas para un público joven. La imagen de Phileas Fogg siempre quedó en mi mente: un caballero serio (muy serio), de costumbres más que fijas («aquel mismo día, el 2 de octubre, Phileas Fogg había despedido a James Forster, culpable de haberle llevado el agua para afeitarse a 84º Fahrenheit en vez de a 86º»), inflexible en su determinación de cumplir con los acuerdos de la apuesta realizada en el Reform Club de Londres; es decir, dar la vuelta al mundo en ochenta días, partiendo de dicha ciudad la misma tarde de ese mismo  día, 2 de octubre, para regresar antes de que el reloj marcara las 20:45 horas del siguiente 21 de diciembre. Ni más ni menos. ¡Y qué apuesta! Veinte mil libras, la mitad de la fortuna del taciturno Fogg, que tendría que emplear la otra mitad para, ya fuera en tren, barco, elefante o trineo, cumplir con los términos de la apuesta y presentarse ese 21 de diciembre en el citado Reform Club como ganador. Para todos (o para casi todos) es conocida la resolución de la novela, así como su trama principal, sencilla pero atractiva. Recordamos que Fogg emprendió la vuelta al mundo acompañado únicamente de su criado, el joven francés Passepartout… que se las prometía muy felices pensando que el trabajo al  servicio de un hombre tan sedentario como Phileas Fogg le permitiría estar una larga temporada asentado en Londres. Recordamos que Fogg y Passepartout salvaron in extremis a la joven Aouda de ser sacrificada a la diosa Kali en la India. Recordamos también que nuestro héroe era perseguido por un tenaz e incansable detective de policía, Fix, convencido de que Fogg era el ladrón que, días antes, había robado veinte mil libras del Banco de Inglaterra. Y pasábamos las páginas, atrapados por una trama que ya sabíamos cómo terminaría, pero que nos permitía realizar también nuestra particular «vuelta al mundo».

La novela de Verne puede leerse como una metáfora del triunfo del hombre sobre el medio en el «moderno» siglo XIX. El viaje se convierte en algo más que una simple apuesta. Comenta Miguel Salabert en el prólogo de la remozada edición de Alianza Editorial (aunque su texto es de 1977): «por trivial que sea aquí el móvil del viaje –una simple apuesta–, La vuelta al mundo en ochenta días no se sustrae al tema básico y general de los Viajes Extraordinarios: la conquista y el dominio de la naturaleza por la industria, de la que el tren y el barco de vapor son aquí los principales exponentes. Tema fundamentalmente sansimoniano, en el que halla su origen ideológico la obra de Verne y que de una a otra novela se expresa a través de tres mediaciones: el viaje, la sabiduría científica y la colonización» (pp. 10-11). Y es el viaje la máxima expresión del triunfo del hombre. Lo que antes se tardaba muchos meses en recorrer, Phileas Fogg, transformado en precursor de un nuevo estilo de vida, lo acomete en apenas ochenta días. Y se tomaba un ejemplo real, un artículo publicado en 1870 en Le Magasin Pittoresque que narraba un proyecto para circunvalar el globo terrestre en apenas ochenta días:

Gracias a la horadación del istmo de Suez es posible ahora, partiendo de París, dar la vuelta al mundo en menos de tres meses. El servicio para este viaje circular no ha de tardar en ser organizado. He aquí el itinerario, cuya duración podría ser incluso más breve:

De París a Port-Said, cabecera del canal de Suez, por ferrocarril
y barco de vapor: 6
De Port-Said a Bombay, por barco de vapor: 14
De Bombay a Calcuta, por tren: 3
De Calcuta a Hong Kong, por barco de vapor: 12
De Hong Kong a Yedo, por barco de vapor: 6
De Yedo a las islas Sándwich, por barco de vapor: 7
De San Francisco a Nueva York, por el ferrocarril del Pacífico,
ya acabado: 7
De Nueva York a París, por barco de vapor y por tren: 11
Total: 80.

Si se compara esta ruta con la planeada por Phileas Fogg (cap. III, p. 51), se comprueba que las diferencias son mínimas: se parte de Londres, a Suez, vía Bríndisi, en tren y barco; de Suez a Bombay, por barco; hasta Calcuta en ferrocarril (y en elefante en un tramo, pues la línea férrea estaba interrumpida); de Calcuta a Hong Kong en barco y de ahí a Yokohama, para tomar el paquebote que conducía directamente a San Francisco; una vez en esta ciudad, se tomaba el tren (la línea del Union Pacific) hasta Nueva York, viaje interrumpido, como se relata en la novela, y que tuvo que ser continuado en algunos tramos, en trineo; y por último, de Nueva York a Londres en barco. En total, los ochenta días tomados del original, con ciudades adaptadas a las necesidades de un gentleman británico como Phileas Fogg (véase un mapa de la ruta realizada).

Fogg, cual explorador que no ceja ante ninguna adversidad con tal de llegar al objetivo, emprende su viaje sin apenas equipaje (no es necesario en un mundo «globalizado» para los británicos) pero con veinte mil libras en un simple bolso. Los transportes se ponen a su servicio: ya sea en tren y barco, con los horarios ajustados al más mínimo detalle, o medios alternativos como el elefante o el trineo. Fogg, impertérrito a los retrasos, las cancelaciones o los obstáculos que puedan surgir, no pierde nunca la calma. Le rodea el aura de ser un caballero en un mundo en el que la nacionalidad británica se considera un mérito y a la vez un privilegio. No importan las disputas coloniales con Francia, se dejan a un lado las reservas con la gran potencia emergente (Estados Unidos), todo se olvida en pos de un paternalismo respecto a los no europeos (indios, japoneses, nativos americanos). En el viaje todo debe funcionar con la precisión que marca un reloj: el tiempo que se gana en un momento determinado puede perderse ante un barco que no se toma o un tren que no avanza por ausencia de línea férrea, y se puede volver a ganar navegando más rápido que nadie en buques de carga y arrostrando los peligros que depara el monzón. No importa,  el objetivo debe ser cumplido: Phileas Fogg debe presentarse en el Reform Club en la fecha acordada o pierde la apuesta. Y no es sólo una apuesta perdida la que puede revelarse: es también el fracaso de un caballero británico contra el tiempo, la distancia e incluso el resto de la humanidad.

La lectura de esta novela nos depara grandes momentos de puro entretenimiento, pero es  también la imagen de cómo un británico (creado por un autor francés) concebía el mundo en 1872; y cómo el resto del mundo observaba a este ciudadano británico en una empresa calificada de locura. Los viajes de exploradores como Livingstone, Burton y Stanley están en la mente del lector mientras pasan las páginas. También la sensación de asistir a una particular guía de viajes, pues Verne no escatima detalles técnicos sobre rutas terrestres y marítimas, costumbres religiosas o anécdotas sobre los habitantes de los países que Fogg, Passepartout, Aouda y Fix atraviesan. La novela puede leerse también como un notable (y subjetivo) caleidoscopio de la sociedad del momento, en la que los principales personajes asumen diversos pero determinados roles: el caballero intrépido y bien educado, el criado eficiente, leal y valeroso, la mujer colonial sumisa y agradecida, el tosco pero incansable agente de la ley. Nada se escapa a la atención de Fogg (y de Verne): capaz de solventar cualquier contratiempo, ya sea a golpe de billete o negociando con costumbres (coloniales) que, por supuesto, un caballero de su categoría no puede dejar de conocer (y adaptarse a ellas… a su manera británica), Fogg es dueño de su destino. Y todo se supedita al objetivo: el viaje. Un viaje que sería impensable sin los tres ejes de la «modernidad» en un siglo XIX que transcurre con velocidad de crucero en cuanto a las aportaciones tecnológicas: barco de vapor, ferrocarril y telégrafo, innovaciones sin las que ni el imperialismo ni las guerras coloniales (y europeas) se habrían desarrollado. Añadamos a la tríada el establecimiento de las embajadas y consulados como (más o menos) los conocemos «actualmente», y que permitieron al hombre (europeo) del siglo XIX viajar por todo el planeta (o al menos la parte conocida)  con la «seguridad» de que su nacionalidad era garantía de ser bien atendido y protegido (aunque luego hubiera «grados» en cuanto al país de procedencia, desde luego).

Estamos, pues, ante una novela muy de su tiempo, que se lee actualmente con más de una sonrisa en los labios, que puede decepcionar en cuanto a su componente literario (las tramas son de rápida resolución, el estilo de Verne es sencillo y busca la captación del lector sin florituras), pero que sigue manteniendo esa capacidad de atrapar la atención del lector curioso (y a su manera intrépido) con una historia llena de valentía, exotismo, caballerosidad y racionalismo. Una historia que en sí también es atemporal: el triunfo del hombre (moderno) sobre la naturaleza.

 

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69 comentarios en “LA VUELTA AL MUNDO EN OCHENTA DIAS – Jules Verne

  1. Balbo de Reform Club dice:

    ¡Qué coincidencia! Hará cosa de un mes, más o menos, me lo volví a leer. Junto con Veinte mil leguas de viaje submarino, es mi libro preferido del cojo de Nantes (su hijo le metió una bala en una pierna. ..menuda familia). Volví a maravillarme con su prosa, con sus ideas de sublimación de la naturaleza a las nuevas tecnologías, con sus acciones y riesgos que corren Phileas Fogg, ese hombre cronómetro, y Passeportou… una novela inolvidable que nunca pasa de época. Y por cierto Farsalia, ¿te has dado cuenta que en esta novela se repite siempre la Trinidad verniana? Es decir, hombre sabio perfecto (al igual que por ejemplo en Veinte mil leguas, o Viaje al centro de la tierra) un ayudante o discípulo asombrado, y una damisela fragil en apuros. Es muy curiosa esta estructura.
    ¡enhorabuena por la reseña! ;-)

  2. Balbo de Reform Club dice:

    He visto que habéis puesto la edición actual de Alianza que muestra la despedida del elefante en la India al abrazar a Passeportou (escena entrañable en la que Verne se inspiró en las lágrimas de Sancho Panza y Rufio). Yo tengo la edición juvenil de alianza pero la de color naranja con los grabados.

  3. Publio dice:

    Buena reseña, Farsalia, cuantos recuerdos me has traído. Para mí de Verne la que más me gusta es La isla misteriosa, pero en mi infancia y juventud deboré todas las novelas que pude del francés.

    ¡El hijo! Me has hecho polvo, Balbo, siempre pensé que fue un sobrino ;-)

  4. Farsalia dice:

    Muy cierto, Balbo, como comento en la reseña, en esta novela se asumen diversos arquetipos de la sociedad del período… o como los asumía Verne: el héroe intrépido y con una buena formación, el asistente/ayudante valeroso y leal y la damisela en apuros y sumisa que en este caso procede de las colonias. Se podría ampliar, desde luego, a otos arquetipos: el agente de la ley inasequible al desaliento/hombre de armas/capitán de navío, por ejemplo.

    Por curiosidad, ¿La edición juvenil de Alianza, esa de color naranja, recoge toda la obra o son extractos de la misma? De «peque» leí la de Anaya, en tapa dura.

    Qué recuerdos de lecturas de infancia y adolescencia, ¿eh? ;-) Y eso que las novelas de Verne, incluso en lecturas de adulto, se mantienen muy bien (son fruto de su época, desde luego), y apetece releerlas cada cierto tiempo.

  5. Balbo de Reform Club dice:

    La de Alianza Juvenil es completa. Tiene unos añitos (creo que diez más o menos) y posteriormente la reeditaron en la que aparece en portada. Es la misma, con distintas tapas, y los mismos grabados ;-)

  6. cavilius dice:

    Y yo que de Verne solo he leído Miguel Strogoff

  7. Farsalia dice:

    Es que no salen griegos…

  8. Caballero dice:

    Soy Willy Fog apostador, que se juega con honor, la vuelta al mundo. Aventurero y gran señor, jugador y, casi siempre, ganador… Vaya recuerdos… Fantástica reseña, Farsalia.

  9. Iñigo dice:

    Grande Gato. Estupenda reseña.
    Por cierto Cavilius, Strogoff se me hizo no largo, larguísimo…

  10. Farsalia dice:

    Jejejee, Caballero, cómo no recordar a Mocedades cantar la canción de la cabecera de la serie… así como en los títulos de crédito finales («sílbame, tú sílbame, si te encuentras en peligro sílbame, tú sílbame y ya voy…»). ¡No me tentéis para que ponga los enlaces de ambos vídeos y despierte las «iras» de la moderación! :-P

    Gracias por los parabienes, hay que ver cómo una novela con la que nos «nutrimos» en la juventud (y en su época no fue eso… cómo ha llovido desde Verne) es capaz de despertar la nostalgia y los recuerdos. Pocos autores lo consiguen y Verne desde luego es uno de ellos. Con sus novelas «crecimos» como lectores y podemos seguir disfrutando entre sus páginas como lectores más curtidos. A fin de cuentas, esa capacidad para reflejar el viaje, la frontera, la ciencia y el mundo que se abre paulatinamente a los ojos del público lector de la segunda mitad del siglo XIX, tiene un enorme valor «literario», incluso «histórico». Leyendo ahora el megavolumen (ufff, cómo pesa) de Jürgen Osterhammel, La transformación del mundo. Una historia global del siglo XIX, recién publicado por Crítica, en no pocas ocasiones me acuerdo de esta novela cuando habla de las ciudades, de la geografía que los europeos (y no europeos) de la época «descubren», de los avances técnicos en los transportes, etc. y Verne fue un avispado observador de su propia época. (Re)Leyendo esta novela te percatas de ello…

  11. Balbo de Reform Club dice:

    Además hay que recordar que esta reseña es muy apropiada porque en estos momentos en el edificio de Telefónica de Madrid está la exposición: «Julio Verne. Los límites de la imaginación.» Yo todavía no he ido pero me han dicho que está muy bien.

    ;-)

  12. Rosalía de bringas dice:

    ¡Qué deliciosa lectura! Y la reseña no hace sino actualizar una gran obra que, visto lo visto, se dirige a todos los lectores… ¡Gracias por recordarlo!
    Me ha gustado mucho esa visión del viaje como elemento del mundo moderno, y Verne como su precursor.
    Personalmente, Verne me gusta mucho; la que más quizá sea «Matías Sandorff» porque describe una ciudad utópica (otra de las constantes en su obra) y es muy entretenida (al menos, así la recuerdo).

    Y, sí, Balbo, la exposición merece la pena (una oportunidad que no te debes perder),
    Un saludo.

  13. Farsalia dice:

    Pues la exposición sobre Vernes está abierta hasta el próximo 21 de febrero… ¡qué buena excusa para una escapadita a la capital! :-)

    Gracias, Rosalía, siempre hay que volver a los «clásicos» y Verne lo es.

  14. Farsalia dice:

    Verne, sin s añadida (ah, mi errata mecanográfica de turno…).

  15. Hagakure dice:

    De pequeño leí a Verne en comics. Aun guardo El de «Miguel Strogoff». Más adelante vinieron los libros. «La isla misteriosa» es mi favorito. De vez en cuando releo alguno.

  16. Raskolnikov dice:

    A mí me sigue pareciendo una novela muy entretenida y, como dices, un reflejo de aquellos de años de grasa y vapor. Una reseña la mar de agradable ;-)

    Rosalía, no he leído Matías Sandorff (¿cuántas miles de novelas escribió este hombre?), pero si quieres leer al Verne distópico y pesimista te recomiendo París en el siglo XXI. Describe una sociedad en la que la obsesión por lo mecánico y la eficiencia técnica ha relegado a las Letras y las Artes a poco más que una extravagancia de la que avergonzarse. Creo recordar (hablo de memoria, así que cuidado) que la novela fue rechazada porque era demasiado pesimista y estuvo olvidada en un cajón hasta los años ochenta del pasado siglo.

  17. Arturus dice:

    Buena reseña, Farsalia. Cómo no recordar «La vuelta al mundo de Willy Fogg», sobra decir que ya no se hacen dibujos animados como esos. En cuanto al libro, reconozco que no lo he leído, mi referencia obligada de Verne sigue siendo 20.000 Leguas, pero esa edición de alianza me tienta, sí…

  18. Caballero dice:

    Pues yo no tengo problema en que compartas los videos de las canciones. De hecho, los puse de fondo sonoro mientras leía tu reseña, Farsalia, y debo decir que quedan muy bien. Acabo de asistir a una conferencia de Muñoz Molina en el Paraninfo de la Universidad de Guadalajara y, casualmente, mencionó dos novelas de Julio Verne como sus dos libros de referencia durante su infancia y juventud: La isla del tesoro y – tan mala memoria la mía, por Dios, si lo acabo de escuchar – no recuerdo si Veinte mil leguas de viaje submarino o Viaje al centro de la tierra. En mi caso me quedo con La vuelta al mundo en ochenta días. Será que el personaje de Fogg con su elegancia, su obsesión por el tiempo y su idolatría hacia el progreso fueron y siguen siendo mis referentes personales. Por cierto, tomo nota del ensayo recomendado: Jürgen Osterhammel, La transformación del mundo. Una historia global del siglo XIX. Que tengo el alma vieja y se me quedó anclada en la Belle Epoque.

  19. Rosalía de bringas dice:

    ¡Ah, la Belle Epoque, Caballero, qué gran momento!
    Gracias, Raskolnikov, por la recomendación. No la he leído porque, en su momento, cuando la publicaron, se dudaba que fuera de Verne…

    Farsalia, ¡anímate!

  20. Farsalia dice:

    Ya tardáis todos en buscar esta u otra novela de Verne y releerla… ;-)

  21. Farsalia dice:

    No me lo digas dos (o tres) veces, Rosalía, jejejeje.

  22. Nausícaa dice:

    Aynssss, qué te voy a decir yo, que la leí con ocho añitos en esos dos volúmenes inmensos llamados «Joyas literarias juveniles». Luego leí todas las demás, y no una, sino varias veces, hasta el punto en que mi hermana y yo jugábamos a adivinar qué novela era abriendo un libro al azar y leyendo una línea. No sé cuantas veces las he leído, y esta siempre me ha parecido de las mejores, aunque también mi favorita es La isla misteriosa. Ese Ciro Smith es otro de mis grandes amores de papel.
    Me ha gustado mucho la reseña, y más me ha gustado encontrarla por aquí. Un placer, gato. A veces dejamos sendas vellas por novellas y nos olvidamos de que estas «joyas literarias juveniles» también son novela histórica.

  23. APV dice:

    Verne, aún me gusta sus Veinte mil leguas, La Isla Misteriosa, De la Tierra a la Luna,…

    Pero no es lo mismo, otras novelas suyas leídas más de adulto no me han despertado tanto encanto, creó que es un autor que entra mejor en una edad.

  24. Farsalia dice:

    Curioso, o me equivoco en mi búsqueda o resulta que esta es la primera reseña de una novela de Verne en nuestra página… Y coincidirás conmigo, Nausicaa (estoy convencido), en que Verne no puede faltar en Hislibris: del mismo modo que Hislibris alimenta nuestra pasión por la lectura, Verne, cuando éramos «más» jóvenes, nos animó a leer. Y, no sé vosotros, pero cuando pasan los años y vuelvo a releer una de sus novelas siento que «vuelvo» a ser «más» joven… o mientras duran esas páginas «soy» más joven. Es, por supuesto, una sensación muy particular (personal, de hecho), y cada cual lo «siente» a su manera. Y quizá tengas razón, APV, a fin de cuentas cada lector es un mundo en sí mismo; pero releer esta novela, por ejemplo, me despertó ese encanto que mencionas. O quizá, al leerla «recordé» el encanto de aquella etapa juvenil y por eso me «encantó» otra vez. Sea como fuere, la volví a disfrutar; y me pareció un buen reflejo de aquel siglo XIX (a su manera, claro está) que Verne supo evocar en generaciones de lectores.

  25. Nausícaa dice:

    Me pasa como a ti, Gato. Una parte de mí reconoce que han envejecido regular, pero otra parte de mí recuerda y revive esa maravilla que sentí y disfruté en mi infancia y adolescencia. Por eso sigo leyéndolas y me refugio en sus páginas cuando llevo tiempo sin que novelas actuales me den lo que ellas me daban. Y no solo con Verne: Stevenson, Kipling, Sabatini, London… el otro día Iñigo subía una reseña también sobre El lobo de mar, de Jack London, otra de las que estaba en esos dos tomos de 12 joyas. Y el sentimiento era el mismo. Deberían estar por aquí las que son históricas.

  26. Farsalia dice:

    Mmmmmm…estoy de acuerdo y diciendo lo mismo le doy la vuelta a tu argumento: no creo que hayan «envejecido» mal estas novelas, es que nosotros hemos «madurado» como lectores y, claro, con el paso del tiempo se pierde (parte de) el encanto que tenían cuando las leímos durante la juventud. Pero me parece que su «vigencia» se mantiene perenne, son novelas de su tiempo (y que «observan» ese tiempo y lo reflejan). Por supuesto, no dejan de ser lo que son y tendemos a idealizarlas. Pero nos hemos «curtido» con esas novelas, son tan históricas como otras escritas con posterioridad (e incluso «más») y deberían aparecer más por Hislibris (como lo hace Dumas, por ejemplo). Ahora tampoco inundemos la página con una sucesión de reseñas de este tipo de novelas, jejejejeje, pero sí que periódicamente podríamos «recuperarlas», pues forman parte del legado universal de la literatura. Ahí dejo la idea…

  27. José Sebastián dice:

    Yo, como Nausícaa, leí a Verne en esa maravilla – al menos en aquella tierna edad – llamada «Joyas Literarias Juveniles» que aún conservo en casa de mi madre. Una forma muy acertada de acercar al público infantil a obras como la de Verne.

    Felicidades por la reseña Farsalia y por despertar bellos recuerdos tan lejanos.

    Saludos

  28. APV dice:

    “Joyas Literarias Juveniles” era una gran colección, aunque hay que tener en cuenta que retocaban las novelas. Por ejemplo la conversación entre Strock y Robur, y el final, era más interesante en las Joyas Literarias.

    Farsalia las obras de Verne son un reflejo del positivismo, de los avances de la ciencia y de los descubrimientos, propias de su época, junto con aventuras en lugares exóticos. Por ello son muy interesantes cuando somos jóvenes (y las recordamos con cariño luego).

    Pero también al madurar vemos ese mundo «ingenuo» en parte, conocemos el reverso tenebroso de esa ciencia; además de los errores propios de los conocimientos limitados que tenían en su época.

  29. Farsalia dice:

    Desde luego, APV, son obras de «su tiempo», reflejan una (determinada) sociedad según la perspectiva del autor (y no demasiado alejada de la «realidad»), y conviene colocarlas en el lugar al que pertenecen. El paso del tiempoo juega en su contra (aunque no necesariamente…), del mismo modo que se produce nuestra propia «maduración» como lectores; sucede algo parecido cuando crecemos y vemos con menos ingenuidad que la «Historia» que se nos enseñaba en los colegios e institutos no es más que una simplificación (al margen de otras «lecturas» al respecto), que los procesos históricos son más complejos de lo que nos habían contado, etc. Es lógico, pues, colocar novelas como las de Verne en el «estante» al que le corresponden, pero también tener en cuenta lo que significaron, no sólo en su época, sino en la «nuestra», especialmente cuando nos adentrábamos en el hábito de la lectura.

    De hecho, los comentarios a esta reseña coinciden, de una manera u otra, en la idea de la nostalgia por aquellas lecturas de juventud, en el recuerdo que nos traen ahora, en la idea que tenemos de Verne (y del mundo que refleja en sus novelas). Ese es uno de los valores perennes de Verne, además de que su obra tiene un lugar dorado en la literatura universal.

  30. ARIODANTE dice:

    Ay, Verne! ¡Deliciosas lecturas de mi adolescencia! Leídas con delectación, con profundo interés y placer. Ayer fue el aniversario de Mark Twain y publiqué mi reseña de «Las aventuras de Tom Sawyer» otra delicia juvenil que nos retrotrae a la infancia…
    Farsalia, un placer que traigas aquí a Julio Verne (histórica o no, es un clásico universal); en mi opinión no envejecen (envejecemos nosotros, obviamente) y pueden seguir disfrutándose si uno no va con «espíritu griego» (y no va por nadie…¡ejem!) y las acoge con el ánimo abierto y claro. Y por supuesto que encontraremos connotaciones e ideas que no encontrábamos en las primeras lecturas, lo cual de da un mayor interés, si cabe a esos textos.
    Enhorabuena, Farsalia.

  31. cavilius dice:

    Oye, oye, Ariodante, que no habré leído a Verne pero la serie del Willy Fog me la tragué enterita. Y ahora que pienso, me pasa lo mismo que con la de los Mosqueperros y tampoco he leído a Dumas, o la del Quijote y tampoco he leído a Cervantes. Y la del Naranjito y no me enteré un pimiento del Mundial 82.

    En cambio, me tragué la serie de «Ulises 31» y he leído la Odisea unas cuantas veces. Pues al final vas a tener razón…

  32. Farsalia dice:

    Ulises 31… ese palacio de Circe… las sirenas… hablando de recuerdos…

  33. Farsalia dice:

    Gracias, Ariodante. Sí considero históricas las novelas de Verne, ahí estoy contigo. Bueno, de hecho toda novela es «histórica»…

  34. José Sebastián dice:

    Bufff…no sigas Cavilius: Willy Fog, los Mosqueperros, Quijjote – Sancho, Naranjito, Ulises 31…

    Ciertamente, Ariodante, envejecemos nosotros.

    Un saludo

  35. Valeria dice:

    Pensar en la de noveluchas de tres al cuarto que les han hecho leer a mis hijos en el cole, y que no sea obligatoria la lectura de Verne en las escuelas …. en fin. Este y C»inco Semanas en Globo», mis favoritos.

    Discrepo con mi querida Ario en una cosa: a mi ni Tom Sawter ni Huckleberry me hicieron nunca mucho chiste. De Mark Twain soy más de sus cuentos o de «Un yanki en la corte del Rey Arturo».

    Un exitazo de reseña, Farsalia.

  36. Antígono el Tuerto dice:

    Gran reseña Farsalia, además de una de las más conocidas novelas de este autor. ¿Quién no ha leído una novela de Verne en su juventud, o un cómic inspirado en ellas, o (al menos) alguna película de cine?. Aunque haya sus dimes y diretes sobre quién es el auténtico precursor de la ciencia-ficción (los británicos defienden a su H.G. Wells, y los franceses a su Jules Verne) creo que Verne es uno de los padres de dicho género.
    Ya que habéis mencionado la visión que tiene del mundo y la tecnología, recordemos que (como ha mencionado Farsalia) es un autor del siglo XIX, el siglo del «vapor y del buen gusto», el siglo del positivismo y de la fe en un mundo mejor gracias a la industrialización y la tecnología, faltaba por venir el siglo XX que acabaría con dichas ilusiones. Pero aún así es interesante como veía aquella gente aquél mundo que empezaba a globalizarse (ya por entonces).
    Y coincido con Valeria, tanto en su opinión de cómo debería ser un autor imprescindible en escuelas y colegios, como en la valoración de su libro Cinco Semanas en Globo, que siempre recomiendo. Y es que todos los libros de Verne son divertidos y deliciosos.

  37. Caballero dice:

    Yo también me quedé pensando ayer, Ariodante, si las novelas de Julio Verne pueden ser consideradas históricas. Son novelas de aventuras y de ciencia ficción, sin duda, pero ¿históricas? ¿Qué las hace históricas? ¿Que fueron escritas en una época pasada? Entonces, con el tiempo, como bien dice Farsalia, todas las novelas se vuelven históricas: desde el Quijote. Personalmente no lo veo así. «La vuelta al mundo en ochenta días» no es, para mí, una novela histórica sino una novela de aventuras. Lo que no quita que agradezca la reseña y que espere muchas más como ella en éstas páginas. Porque además de disfrutar la reseña y la novela se genera un momento de nostalgia y complicidad compartida que me rejuvenece el alma.

  38. Farsalia dice:

    Gracias, Valeria y Antígono. Verne, como Dumas, no puede faltar en Hislibris: a tenor de los comentarios, nos «recuerda» por qué nos gusta leer. Y eso es un éxito colectivo en Hislibris.

  39. Farsalia dice:

    Una novela histórica puede ser una novela de aventuras… pero una novela de aventuras no es necesariamente histórica, Caballero. Esta novela de Verne la considero histórica, pues refleja y traza claramente los rasgos fundamentales de una época, que para el siglo XIX fueron los progresos tecnológicos en cuanto a los transportes. De hecho, y como menciono en la reseña, el siglo XIX se basó en tres inventos tecnológicos sin el cual no habría sido igual: ferrocarril, barco de vapor y telégrafo. Sin esos tres inventos esenciales (además de otros) no se habrían producido procesos históricos como el colonialismo en África y Asia, guerras como la de Secesión estadounidense o la franco-prusiana de 1870 o el desarrollo de grandes ciudades portuarias en todo el globo. Por citar algunos ejemplos. Verne reproduce esos avances en su novela, el argumento de la novela se nuetre esencialmente en el manejo de los mismos, y se dan pinceladas sobre el imperialismo británico (en la India) o una noción de «globalización» incipiente.

  40. Caballero dice:

    «Una novela histórica puede ser una novela de aventuras… pero una novela de aventuras no es necesariamente histórica.» Creo que tu afirmación es indiscutible, Farsalia. El punto es si una novela que fue pensada como una novela de aventuras en el siglo XIX o una novela de caballería en el siglo XVII pasan a ser novelas históricas en el XXI por reflejar los rasgos fundamentales de la época en la que fueron escritas. Por esa regla la mayor parte de las novelas negras, biográficas y de viajes pasan a ser novelas históricas con el tiempo. Por poner un ejemplo conocido ¿No refleja la trilogía Millenium de Stieg Larsson los rasgos fundamentales de la época que representa? ¿Eso hará de Lissbeth Salander un personaje histórico a futuras generaciones de lectores? Que quede claro que expongo mis dudas más que defender una postura que no tengo del todo clara. Tú mismo mencionas que te resulta curioso que sea la primera reseña sobre una novela de Julio Verne que aparece en las páginas de Hislibris. Supongo en alguna otra cabeza hislibreña también habría dudas sobre la incorporación de la obra de Verne en la categoría de novelas históricas. Como sea, me alegro que la hayas escrito, que la hayan publicado y que estemos platicando sobre el tema. Lo que también es indiscutible es que Julio Verne es un clásico de lectura obligada.

  41. Farsalia dice:

    ¿Fue esta novela pensada como una novela de aventuras en el siglo XIX? Ivanhoe es una novela de aventuras escrita a principios del siglo XIX y pocos dudarán que es una novela histórica. ¿Por qué la novela de Walter Scott sí y la de Jules Verne no? ¿Quizá porque Verne arrastra todavía el matiz de «novela juvenil»? ¿Quizá por eso nadie había escrito una reseña aquí? Pero Jules Verne no era considerado un autor der «novelas juveniles» en su época; ese etiquetaje se le ha añadido a posteriori. Toda novela es histórica por escribirse en un momento determinado, pero no necesariamente será ubicada en el género de la «novela histórica», compartimento estanco y a menudo no lo suficientemente laxo, y a eso me refiero con mi reflexión previa subyacente. Por otro lado, nada impide que, por ejemplo, dentro de un siglo las novelas de Stieg Larsson sean etiquetadas como «novelas históricas»: pues reflejan una época determinada de la Suecia contemporánea (pasada, en el futuro), déficits de la sociedad sueca en los años setanta y ochenta, el legado y a la postre fracaso de la socialdemocracia en el país, Internet como nuevo escenario y a la vez «actor» tecnológico (como lo es la tríada decimonónica que comentaba antes: ferrocarril, barco de vapor y telégrafo), etc.

    Sigamos con la argumentación, a ver adónde nos lleva. Si se le niega la categoría de «novela histórica» a este libro de Jules Verne, por esa regla de tres, ¿no debería negársele a novelas de Alexandre Dumas? A fin de cuentas, por ejemplo, Los tres mosqueteros es una novela de aventuras… pero se ubica en un período histórico claramente reconocible y determinante en la trama. Lo mismo sucede con La vuelta al mundo en ochenta días: recoge y refleja un contexto histórico muy definido e inherente a la trama, de modo que sin este contexto la novela no podría suceder (y menos con la trama que desarrolla); no es una novela de reyes, batallas, guerras e historias cortesanas, pero es claramente una novela que recoge un determinado espíritu del siglo XIX… como a su manera lo hace Anna Karenina de Tolstói, y nadie discutirá que esta es una «novela histórica».

    Por tanto, ¿por qué se le podría negar a la novela de Verne dicha categoría? ¿Acaso no son también históricas las novelas de Charles Dickens, que se ubican y reflejan la época victoriana en sus primeras décadas? ¿O las novelas de William Thackeray? ¿Qué decir de Galdós? ¿No son novelas históricas sus Episodios nacionales? ¿Y no lo es también Fortunata y Jacinta, entre otras etiquetas? Por tanto, ¿por qué no puede serlo la novela de Verne?

  42. Caballero dice:

    Vamos a ver. No estás siendo acertado con tus comparaciones. Primero: en ningún momento me he referido a Julio Verne como un escritor de novela juvenil sino de aventuras. Segundo: «La vuelta al mundo en ochenta días» está ambientada en la época en que fue escrita. No así Ivanhoe que ,escrita en 1819 está ambientada en la Inglaterra del siglo XII; ni «Los tres mosqueteros» que, escrita en 1844, está ambientada en la Francia del siglo XVII. Los mismo podemos decir de los Episodios Nacionales de Galdós y demás ejemplos. Todas esas novelas fueron pensadas como novelas ambientadas en períodos históricos anteriores al tiempo en que fueron escritas. Por otra parte parte dices que «Anna Karenina» nadie discutirá que es una novela histórica y Ariodante, hace unos días, exponía que claramente no lo es – a diferencia de Guerra y Paz que sí es novela histórica; por poner dos ejemplos de un mismo autor -.
    No seré yo el que le niegue la categoría de novela histórica a la obra de Julio Verne pero mi inquietud sigue siendo la misma: ¿una novela de cualquier género que refleje con acierto las características de la época en la que fue escrita pasa, con el tiempo, a ser considerada una novela histórica? Me queda claro que para ti sí. Yo sigo teniendo mis dudas.

  43. Caballero dice:

    Eso no se vale. Me están moderando y eso le resta intensidad y frescura a mi respuesta. Que quede en acta que contesté al momento y con sólida argumentación. Iré a platicar con mis padrinos mientras se reanuda el duelo.

  44. Arturus dice:

    Un debate interesante este que habéis abierto. Personalmente me hallo entre las dos posturas. Considero principalmente a Verne un autor de novelas de aventuras y anticipación (otra forma de hablar de ciencia ficción, si se quiere), pero, a la vez, en sus obras se refleja el mundo de su época de una forma tal que puede considerarse histórica hoy en día. Evidentemente, si se concibe novela histórica sólo como narración novelada de hechos históricos, ni Verne ni muchos otros autores tendrían cabida en ella, lo cual me parecería una limitación absurda.

  45. Farsalia dice:

    No realizo una argumentación ad hominem ni te achaco nada que no hayas dicho, Caballero, simplemente sigo un discurso (o trato de hacerlo en la medida en que me parece interesante y fructífero) y utilizo convenciones como «novela juvenil» que están en el discurso general cuando nos referimos a novelas de Verne. Sin apelar a nadie.

    Walter Scott «(re)construye» en sus novelas un mundo medieval que se «codifica» a caballo entre los siglos XVIII y XIX, y que en cierto modo es la base de la novela histórica;: la construcción de un «medievo» más o menos imaginado y en función de una serie de convenciones que se supone debe tener. ¿Tiene más vigencia ese «ideal» del medievo de Walter Scott que el reflejo «contemporáneo» de Verne en la novela que se ha reseñado? ¿Qué decir de Dumas, por su parte? ¿Hasta qué punto D’Artagnan (que sabemos que es un personaje que existió pero es posterior a la època en el que le ubica el escritor francés) no es un «constructo» más o menos convenido, así como Richelieu (que asume una imagen del poder que se «imagina» en el siglo XIX pero que difiere de la realidad «histórica» del personaje en el siglo XVII? De hecho, para cuando Dumas ubica Los tres mosqueteros, esos años 1625-1628, el Richelieu «histórico» no gozaba de la confianza plena de Luis XIII que se relata en la novela. ¿Hasta qué punto no hay una idealización de la «época de los mosqueteros» construida por Dumas y que generaciones de lectores han asumido como tal? Hay más de construcción que de reflejo de una época. Verne es coetáneo a los hechos que relata, como Tolstói lo es a la sociedad que «relata» en Anna Karenina. Me dejo llevar por la reflexión, pues.

    Por tanto, ¿por qué no van a ser «novela histórica» esta de Verne y sí otras que idealizan, desde «su» propia época, un pasado histórico según una convención determinada y en función de una plasmación literaria? Asumimos que Ivanhoe es una novela histórica, aunque recree una imagen idealizada del período de Ricardo Corazón de León; pero entonces, se podría argüir, por qué no asumir que La vuelta al mundo en ochenta días no es una novela histórica si refleja con mayor plausabilidad y verosimilitud un contexto histórico (por muy tamizado que esté por su propia perspectiva) que asumimos que fue una determinada época del siglo XIX. Pues Dumas y Scott escriben sobre un pasado histórico que no necesariamente fue el que ellos construyeron, mientras que Verne refleja un contexto social que sí conoce. Y no me refiero a otras novelas de Verne, sino a esta en concreto.

    En fin, todo sea por compartir impresiones…

  46. APV dice:

    Interesante discursión es una novela por el hecho de haber sido escrita en el pasado y reflejar su época automáticamente una novela histórica. Pues sería discutible.

    Verne escribe novelas de aventuras y de ciencia ficción, porque generalmente presenta hechos futuros para el mundo al que pertenece. Pero también escribe novela histórica: Norte contra Sur, El archipiélago en llamas,…

  47. Javi_LR dice:

    Si se me permite la intervención, de ninguna manera puedo aceptar una novela que se considere histórica si no narra hechos pasados y cerrados (en la medida de lo posible, ya que la historia siempre estará abierta a cambios). Para un servidor, la regla de las tres generaciones es una de las tres patas del banco (junto a la verosimilitud y el protagonismo sine qua non del contexto histórico).

  48. APV dice:

    Bueno yo considero que la novela histórica deben ser hechos pasados, pero tampoco es preciso aplicar una regla de tres generaciones de forma estricta.

    Porque tampoco existe un concepto fijo de generación, ¿como lo definimos? ¿tiempo 20-30 años?, ¿por la vinculación a un hecho que vinculase a una generación (y ¿cuál es ese hecho?)? ¿Si aplicamos tres generaciones retrotraemos a la primera guerra mundial para considerarla novela histórica?
    En el caso actual ¿sería novela histórica una novela sobre los últimos días de la guerra fría? ¿O una novela ambientada en el mundo pre 11-S?

    Por ejemplo El archipiélago en llamas de Verne remonta a un contexto claramente histórico 50 años antes (dos generaciones).

    Por otro lado sobre lo que se llama “novela juvenil”, ¿lo es realmente? La obra de Verne, Conan Doyle, Stevenson,… era realmente novela juvenil cuando se publicó o nos parece a nosotros desde nuestra perspectiva novela juvenil. ¿Lo eran las obras de Tolkien en su momento?

  49. Farsalia dice:

    Han pasado casi ciento cincuenta años desde que se publicó esta novela de Verne, hoy día podemos leer y «comprender» la visión de aquella época, de aquellas mentalidades, de aquellos cambios tecnológicos y sociales que se reflejan en la novela. ¿Es menos «novela histórica» La vuelta al mundo en ochenta días que otras? Lo dudo. ¿Era «novela histórica» en su época? ¿O juvenil? Etiquetas que en su momento eran concebidas de otra manera una de ellas, hasta cierto punto impensable la otra. ¿Lo es hoy? Si, pienso que hoy podemos categorizarla como un título del género de la novela histórica. Y una novela de aventuras, también; e incluso una novela «juvenil» o para jóvenes. No hay una sola etiqueta para esta novela… y como para muchos libros.

  50. Rodrigo dice:

    La cosa es que si toda novela es histórica, el concepto de novela histórica acaba difuminándose y perdiendo toda capacidad de discriminación. Negarle especificidad semántica al término viene a ser los mismo que banalizarlo, diluirlo en la vaguedad más absoluta y volverlo irrelevante. Al decir “novela histórica” no estaríamos identificando nada de manera específica, sólo aludiríamos a una propiedad común a todas las novelas, un atributo tan universal que en sí mismo resulta una perogrullada: es obvio que en toda obra literaria hay un trasfondo histórico, así como también lo hay de tipo sociológico y de tipo sicológico. Lo “histórico” de una novela es parte de lo que entendemos como el contexto de la creación literaria, y una parte de su densidad humana y cultural, igual que lo sociológico y lo sicológico (también lo valórico). Pero todo esto es genérico, concierne a la literatura per se. Pienso que disolver la categoría “novela histórica” en una cualidad genérica como la “historicidad” de la novela no tiene mucho sentido.

    En cambio, con un mínimo de rigor conceptual como el que defiende Javi, creo que todos nos entendemos bastante bien cuando nos topamos con la etiqueta en cuestión. Por decir algo: yo mismo he reseñado, aquí en Hislibris, algunas novelas que no son propiamente históricas; dos de Irène Némirovsky y una de Philippe Claudel, por ejemplo. Y lo hice a sabiendas de que no son novelas históricas. Nada más me pareció oportuno concederme una licencia (y abusar de la paciencia de Javi) porque esas novelas tienen un trasfondo histórico y sociológico que las hace relevantes en Hislibris, afines a los intereses hislibreños. Pero no por ese trasfondo ni por esta afinidad temática iría a calificarlas como “históricas”. Insisto, es cuestión de rigor conceptual. Y de pragmatismo, también: la etiqueta tiene su utilidad.

    1. Javi_LR dice:

      Para prueba, el botón de la reseña de hoy, Rodri ;o)

  51. Caballero dice:

    Tenía ciertas dudas sobre el concepto de novela histórica pero después de la generosa participación de todos ya lo tengo bastante claro. Insisto en que no pretendí hacer una crítica sobre la pertinencia de publicar o no en las páginas hislibreñas la novela de Verne ( algo que no me corresponde ) sino aclarar las dudas que me generaba considerar La vuelta al mundo en ochenta días una novela histórica (dentro de la definición que tan claramente expone Rodrigo). Entiendo que la obra reseñada más que una novela histórica es una novela de aventuras ( y viajes ) del siglo XIX perfectamente compatible con los principios de Hislibris.

  52. Farsalia dice:

    Quizá es que la novela histórica se ha difuminado desde su conformación como género literario en el siglo XIX (incluso en la actualidad el género no es inmune a la banalización, pero eso nos llevaría a otras ramificaciones en cuanto a si el género en sí ha muerto [de éxito] o ha mutado, o…). Como concepto se ha ampliado o puede que devaluado (¿hay una novela històrica «pura»? ¿Pertenece a un período concreto en cuanto a su utilización y desarrollo?), como etiqueta es elástica (posiblemente demasiado). Quizá también sea el género más susceptible de ser hibridado con otros géneros (la novela policiaca/detectivesca/negra, por poner un ejemplo). En parte estoy de acuerdo con Rodrigo, pero también tengo las dudas de APV sobre hasta qué punto considera hechos de un pasado lejano o las tres generaciones que menciona Javi (ah, los debates al respecto en el concurso de relatos históricos…). En fin, que estoy de acuerdo en algunas cosas, pero…

  53. Raskolnikov dice:

    Interesante debate.

    En mi opinión, para que una novela sea «novela histórica» (así, como etiqueta de género), ha de estar escrita intencionadamente como tal. Ha de narrar hechos que, en el momento de escribirse, puedan considerarse ya como parte de la Historia (eso también es carne de otro interesantísimo debate, que ya apunta Javi con las patas de su banco).

    Otra cosa es que la novela, pasado el tiempo, como en el caso de esta de Verne, adquiera, desde nuestra perspectiva, un valor histórico por ser un reflejo de los valores o esperanzas (o temores), de una época ya lejana. Pero eso, en cierta medida, también ocurre con Drácula y dudo que alguien colocara al clásico de Stoker la etiqueta de «novela histórica».

    Resumiendo: «novela con un gran interés histórico» sí. «Novela histórica» no.

    Opino, como diría un irreductible galo.

  54. Raskolnikov dice:

    En todo caso, que quede claro, Farsalia, que entiendo tu punto de vista. Y casi lo comparto. Pero, como dice Rodrigo, lo de la etiqueta de «novela histórica» es una cuestión pragmática y se correría el riego de añadir la etiqueta de «histórica» a casi cualquier obra literaria existente, así que perdería su utilidad como etiqueta.

  55. Farsalia dice:

    Compartir y contrastar impresiones, Raskolnikov, eso es lo mejor. Y con un tema «clásico» en Hislibris… ;-)

  56. ARIODANTE dice:

    Vaya, en cuanto sale el tema del concepto de novela histórica, esto se pone a arder!!! Y yo me apunto al bombardeo!!! Ya en un comentario a una reseña anterior (La casa de las miniaturas) recientemente dije mi opinión sobre el tema, aun arriesgándome a que se prendiera la mecha…así que como no prendió allí, la traigo aqui:

    Yo no creo que una novela para calificarse de histórica deba ser perfecta en documentación y ambientación, aunque es importante para que sea una buena novela, no es lo definitorio. Lo que sí es en mi opinión imprescindible es que haya en ella algún hecho o personaje histórico, tanto si es el central como si se cuenta como secundario, tanto si se mezcla con personajes o sucesos de ficción o no. Y esto da para mucho, pero también elimina muchas novelas que son, propiamente, de aventuras, o de fantasía, o thrillers. Porque si solo consideramos la época en la que está enmarcada la narración, el 99% de las novelas que se ambientan en una época de 70 años hacia atrás, serían todas históricas.

    Considero que si una novela, esté enmarcada en la época que se quiera enmarcar, centra su atención narrativa en una intriga imaginaria de personajes imaginarios, o en unas aventuras, o en una fantasía, o simplemente es una novela de personajes, psicológica, lo que define a la novela es ese argumento central y dominante.

    Creo que toda buena novela supera las categorías, y lo importante para mí es su cohesión interna, no su categorización. Guerra y Paz es una novela histórica. Anna Karenina, no. Por poner un ejemplo con dos obras colosales.

  57. ARIODANTE dice:

    Me moderan, así que continúo…me alineo con la posición de Rodrigo, y la de Caballero, Raskolnikov y también me parece que con la de Javi, aunque ha sido muy escueto. No todo es novela histórica, aunque toda novela se sitúe en un marco histórico, que puede ser contemporáneo, futuro o más o menos pasado. Pero como dice Rodrigo, si todo es histórico el concepto se difumina.

    Sin embargo, Julio Verne tiene todo el derecho del mundo, como Dickens, de aparecer en estas páginas, ¡faltaría más! De Dickens, es novela histórica «Historia de Dos ciudades», en cambio no considero que Oliver Twist lo sea, siendo como es una grandísima novela.

    Cuando se habla de la distancia de generaciones, etc. para marcar lo que es novela histórica y lo que no, se ha de contar desde la época en que se escribió: Julio Verne situó casi toda su obra (puesto que no la he leído en su totalidad no puedo hablar) en su misma época histórica.

  58. ARIODANTE dice:

    Ciertamente, hay novelas que tienen gran interés histórico, como dice Raskolnikov, aunque propiamente no entren dentro de la categoría (si mantenemos las categorías, que yo creo que no es mala opción) y aunque no entren, quepan en esta página.

    Yo recuerdo que mi primera reseña enviada a estos lares fue Nostromo, de Conrad, allá por 2007, si no recuerdo mal. Entonces era Richar el que se ocupaba de mover este tinglado, y recuerdo que me planteó serias dudas de que Nostromo cupiera dentro de la categoría histórica. A lo que yo, ni corta ni perezosa, le respondí que me daba igual, que Conrad merecía estar en Hislibris por su propio peso literario. Y me la publicaron. Lleva 11.722 lecturas desde entonces.

  59. ARIODANTE dice:

    Con lo cual, ¡bienvenidos Dickens, Julio Verne, Conan Doyle (ojo, ¡hay un Conan Doyle histórico!), Stevenson, y todos aquellos grandes de la literatura universal!

  60. Caballero dice:

    ¡Y tan bienvenidos si son los clásicos los que nos desperezan los recuerdos y alimentan el alma! Pero veo que acaban de subir una reseña de Oliver Twist en la página principal… Será que…

  61. ARIODANTE dice:

    ¡¡¡Y hoy es el aniversario de Joseph Conrad!!!! Y el obituario de R.L. Stevenson!!! Grandes entre los grandes…

  62. Farsalia dice:

    Los clásicos deberían tener una mayor presencia en Hislibris; luego ya debatiremos si algunos son «novela histórica» o no. Más Verne, más Dumas. más Dickens, más Stevenson, más Tolstói, más Stendhal, más Flaubert, más Thackeray, más Galdós, más Shakespeare, más griegos y romanos, más… de hecho, de muchos de ellos no hay reseñas en Hislibris. Y una reseña semanal de esos clásicos sería una buena idea para animar también el tema de los comentarios en esta página. Idea que dejo ahí para quien quiera recogerla…

  63. calpurniaT dice:

    Ayer no podía dormir y se me ocurrió pasearme por la PAPRI y fue peor el remedio que la enfermedad porque aún me desvelé más. Pero con razón, disfruté como un camello con las reseñas, me levé un alegrón al ver la reseña de Publio sobre Oliver Twist de Dickens y me sorprendió ver que ésta llevaba chorrocientos comentarios. Y me dije, de perdidos al río y me puse a leerlos, jo, me lo pasé en grande, en serio. Es genial que un libro de Verne despierte estos debates, he leído muchas reseñas vuestras en las que da gusto leeros debatir pero suelen ser otro tipo de libros, quizá considerados por mi misma » más serios», y repito que es genial que despierten estos temas porque Verne se merece estar aquí. Yo siempre lo tuve como literatura juvenil, seguramente porque existen muchas adaptaciones para todo tipo de edades, desde libros resumidos hasta versiones como las de Bruguera ( si no recuerdo mal) que tenía una página con texto y la siguiente con cómic….Y les suelen leer de jóvenes, pero no siempre en su versión íntegra. Hace poco comencë pero no acabé «Viaje al centro de la tierra» y mientras iba leyendo las descripcioo geológicas pensaba, hombre, este libro es mucho más que literatura juvenil. Por eso pienso que sí, que Verne tiene su sitio en Hislibris y que quizá el escritor emplea la aventura como herramienta para describir la historia de su tiempo.

    Porque a nosotros, en nuestra época nos parecen muy aventureros todos los hechos que describe, siempre desde nuestra perspectiva, pero la aventura no solapa para nada la descripción histórica de su tiempo, histórica y científica.

    Total que, como decía previamente, al no tener sueño empecë a escribir un post pero tardé mogollón y me quedé sin batería y sin post, así que lo envío ahora y te felicito Far por la reseña porque ha quedado estupenda. Por la propia reseña, por la entrada de Verne y por el interesantísimo debate abierto.

    ¡¡¡Y sobretodo por reivindicar la presencia de Dickens!!! Eso me ha encantado, gato ;-))

    Y coincido con vosotros: adelante con los clásicos!!! ;-))

    Un saludillo
    CalpurniaT;-))

  64. Balbo de Reform Club dice:

    Secundo la moción, Farsalia. ;.)

  65. Valeria dice:

    Yo creo que no es novela histórica si nos referimos a la cuarta acepción del DRAE que dice : «Dicho de una obra literaria, normalmente narrativa o dramática, cuyo argumento alude a sucesos y personajes recordados por la historia y sometidos a fabulación o recreación artísticas«.

    Pero sí es histórica si nos ceñimos a la tercera acepción: Digno, por la trascendencia que se le atribuye, de figurar en la historia.

    Pues eso. Que aunque ahora lo parezca, esta novela no lo es, opino. Pero Verne DEBE figurar en Hislibris.

    Igual que la reseña de Drácula…. que también dio que hablar :-)

  66. Farsalia dice:

    Gracias, Calpurnia. Sí, vivan los clásicos… y que los veamos más por aquí. ;-)

  67. Caballero dice:

    ¡Reseñadores, tenemos una misión, llenemos Hislibris de clásicos! Siempre que Javi así lo acepte, claro. Pero me entra un duda – y no es broma – ¿Qué es un clásico?. ¿Clásico es una obra en particular que por mérito propio recibe el título o clásicos pasa ser automáticamente toda la obra de un escritor que consideremos clásico? Ejemplo: ¿Clásico sería «La vuelta al mundo en ochenta días» o clásicos son todos los libros de Julio Verne?. Sigo: ¿Cómo sabemos cuales clásicos pueden ser considerados clásicos con el trasfondo histórico que los haga compatibles con Hislibris?. Sigo con el ejemplo de Verne: nos queda claro que «La vuelta al mundo en ochenta días» es compatible pero lo sería «De la tierra a la Luna? Y, una última duda, ¿sólo entrarían los clásicos que reúnan la máxima hislibreña de las tres generaciones? Específicamente: ¿los clásicos de la literatura hispanoamericana que podrían ser compatibles con Hislibris – la novela de dictador – tienen cabida o todavía no? La duda mueve el mundo. La duda mueve Hislibris.

  68. APV dice:

    La cuestión de que es o no es clásico es interesante, ¿lo es por el autor o por la obra en sí?
    Por ejemplo en el caso de Verne hubo libros suyos publicados mucho después, por ejemplo «París en el siglo XX» que aunque data de 1863 salió a la luz en 1994 ¿clásico o no? Además también están las obras que su hijo retocó o completó.

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